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¿Cómo, qué dice usted, mi guía espiritual? ¿Conoce a una beldad? Espere un momento, pozháluista, déjeme sacar mi libreta, le escucho, gracias por su prueba de confianza, le juro que voy a cambiar, no quiero seguir siendo el mismo, usted es mi salvador, quiero vivir de otro modo. ¿Apellido, nombre? Doicheva, Lena. ¿Cómo se deletrea? Da. ¿Es guapa? Muy bien, un ángel más, ya tiene llena su iglesia. ¿Es chechena? Da igual, mentiremos. No, no, en absoluto, padre, no dudo de su buen juicio, pero confiese que la situación es un poco estrafalaria: ¡nunca me habría imaginado que usted me presentaría a la hija de una feligresa! ¿Sueña con ejercer este oficio pero usted no la ha visto nunca? Bien sé que las chicas que sueñan con ganar millones sin dar golpe son numerosas, pero eso no basta para convertirlas en Doutzen Kroes. ¡Espero que sea menos barbuda que usted! Bromeo, padre. ¿La criatura tiene un número de móvil o una dirección? ¿Está en el instituto de San Petersburgo? Perfecto, es precisamente donde yo pensaba organizar mi model search contest, viene de perillas, spasibo infinitas. En San Pet, el movimiento «resistencia cívica» nos echará una mano, los jóvenes son más valientes fuera de Moscú. ¡Ni hablar de un viaje a Chechenia, demasiado peligroso! Las bombas las prefiero sexuales, y de los atentados, los que van contra el pudor. No he elegido ser cazatalentos para hacer marchas forzadas en un país en guerra, entre una mina antipersonas y una granada de fragmentación. La llamaré de su parte para el casting y se la presentarán a Bertrand como finalista de Miss Chechenia. Es surrealista, ¿no? No es seguro que la policía lo autorice: en este país, los espacios publicitarios se negocian con una agencia controlada por la administración presidencial, y Putin nunca nos dejará elegir a una chechena, ¡aunque sea falsa! Pero no importa, es divertido intentarlo, y cuando ella sea una estrella ya no se atreverán a matarnos. No pensaba reclutar en su catedral. Me dirá: si no sucediera nada irracional en una iglesia, no sé dónde se produciría lo sobrenatural. ¿Tiene los pómulos prominentes, por lo menos? ¿Y los dientes parejos como las teclas de un piano? ¿Y los ojos almendrados, una boca carnosa, una mirada de cierva asustada? Perdone este cuestionario de maníaco, pero si esta confesión debe desembocar en una cita de trabajo más vale ser preciso. ¿Tiene una mirada brumosa, los labios carmesíes, la tez diáfana, la cara oval como un huevo de Fabergé? «Por lo que parece» es realmente una respuesta de jesuita. ¿Se puede ser jesuita y ortodoxo a la vez? Del mismo modo que se puede ser checheno y vivir en San Petersburgo… El otro día, un colega me anunciaba la llegada de unas chechenas lascivas: no eran más que anoréxicas traumatizadas por las violaciones de soldados rusos, y las únicas comestibles estaban ya embarazadas. «Lo siento», les dije, señalándome la frente, «¡aquí no llevo escrito Amnesty International!» No estamos aquí para ayudar a la reinserción de las huérfanas oprimidas. Pero convocaré a su pequeña cristiana. Tengo confianza en su juicio, padre. Un hombre que frecuenta a la Santa Virgen tiene que ser un entendido en adolescentes puras.