38
Traducción
Guillermo despertó sorprendido de seguir vivo y extrañado de que Suirilidam no les hubiera atacado. A su lado dormía Irdili, atado a él y a su cama por si a Nicolás se le ocurría liberarle mientras estaba dormido. Llamó a Cobián y le ordenó que se lo llevara al otro dormitorio custodiándole hasta que fuera relevado. El veterano, que se acababa de despertar, se desperezó.
—Sí mi sargento —le respondió, contento de tener una excusa para alejarse de la barricada. Se volvió a Schlecker—. Ya lo has oído, Gustavo. Tráeme el desayuno. Unas fresas de las que hay en la cocina.
El comandante, vencido de cansancio, dormitaba sentado en una silla a la cabecera de Beatriz. Esta había tenido un sueño inquieto, por lo que Nicolás y Nazaret se habían turnado toda la noche para velarla. Este último se acercó y la movió ligeramente llamándola por su nombre.
Beatriz abrió los ojos.
—¿Me oyes? —le preguntó Nazaret, esperanzada—. ¿Cómo te encuentras?
Ella asintió débilmente.
Guillermo se aproximó y Nicolás se incorporó en la silla.
—¿Me oyes? —le preguntó de nuevo su ex marido.
Ella asintió de nuevo con un gesto de cabeza más amplio que el anterior. Abrió la boca para responder pero no logró articular una sola palabra. Probó otra vez sin éxito. Movía la boca y exhalaba aire, pero no lograba hablar.
Guillermo le acercó un vaso con agua que ella bebió con avidez. Después intentó vocalizar otra vez sin lograr emitir ningún sonido. Se asustó y abrió la boca para gritar con todas sus fuerzas pero no salió ningún sonido de su garganta.
—Tranquila —le dijo Guillermo con una voz profesional de médico que creía olvidada—. Anoche gritaste y cantaste a pleno pulmón. Seguro que se te pasa.
Beatriz respiró hondo y probó una vez más. En esta ocasión logró tartamudear tras un intenso esfuerzo:
—Te, te, te…
Estaba aterrorizada. Le parecía imposible que aquello le estuviera pasando, pero la evidencia de sus dificultades estaba allí, firme e inalterable. No estaba en una pesadilla. Quería gritarles que tenía a alguien dentro de su cabeza para que la ayudaran cuanto antes a deshacerse de él.
—Muy bien, muy bien —la animó Guillermo cogiéndole las manos—. Es un gran progreso. Prueba de nuevo.
Ella le miró aún más atemorizada. Miró a Nazaret, que pálida como una muerta, asentía con la cabeza en un intento de dar más peso a las palabras de Guillermo:
—Respira hondo y esperemos un poco. Luego lo intentas de nuevo, ¿vale?
Ella asintió. Intentó ordenar sus ideas. Oyó que Guillermo le decía a Nazaret algo que no pudo entender porque, apenas cerró los ojos, su cabeza se convirtió en un torbellino de palabras escritas, sonidos y voces de personas con las que recordaba haber hablado en diferentes lenguas, e imágenes de signos y caracteres de escritura. Se le ocurrió en ese momento que lo más parecido a lo que estaba experimentando era ver por un caleidoscopio. Fue pensarlo y el caos de formas y sonidos se hizo aún más complejo, rápido y mareante.
De repente, se hizo un silencio absoluto y desaparecieron todas las imágenes de su cabeza. Miró a su alrededor. Nazaret le estaba diciendo algo. Ella veía sus labios moverse pero no le oía.
Se sintió desamparada porque Guillermo no estaba a su lado. Le vio en la puerta del dormitorio hablando con Cobián. Los labios del veterano se movían pero ella no lograba oír nada. Aulló de miedo pero no emitió ningún sonido y creyó volverse loca.
A continuación todo fue negro, oscuro. Dejó de ver a pesar de tener los ojos abiertos. Esa ceguera súbita fue un mazazo que la dejó helada. De nuevo abrió la boca para chillar y de nuevo fue inútil, y otra vez su desesperación estuvo un poco más cerca de enloquecerla.
Nazaret vio con espanto que Beatriz agitaba el aire con las manos como si mirara sin ver.
«¡El gusano la ha dejado ciega!», pensó. En un impulso, lo agarró y estiró con fuerza para arrancárselo. El animal reaccionó inmediatamente enroscándose más merced a una musculatura poderosa que ahora se le veía dibujada en el cuerpo a pesar de lo tupido de su pelaje. El aro alrededor del cuello de Beatriz se apretó hasta estrangularla. Su rostro comenzó a amoratarse y los ojos se le abrieron de asfixia y de miedo.
Guillermo, desde la puerta, oyó el único estertor de Beatriz y le gritó a Nazaret:
—¡Déjalo! ¡La vas a matar!
—¡Tenemos que quitárselo como sea! —respondió el ex marido sin soltar el parásito. En tres pasos a la carrera, Guillermo ya estaba casi encima de él.
—¡Que lo dejes, te digo! —le agarró la mano y se la retorció sin miramientos. Nazaret giró sobre su propia muñeca, gritó de dolor, y acabó rodando por el suelo. Al momento, el gusano comenzó a relajarse.
—¿Estás bien? —le preguntó Guillermo a Beatriz ignorando por completo a Nazaret, que se frotaba la articulación sentado en el piso.
El ser en el cuello de Beatriz se aflojó del todo y el color volvió a su rostro. Con el suceso había recuperado la vista. Le dijo tras unos instantes:
—Casss matá me —y añadió con alivio al darse cuenta de que, además de hablar, también oía—: ¡Te listen now!
Guillermo levantó una ceja:
—¿Qué has dicho? ¿Me oyes bien?
Ella asintió:
—Ye. Te listen bene.
—Escucha Beatriz —le explicó Guillermo—. Te encuentras así porque Irdili te ha parasitado con una especie de gusano que te rodea el cuello como una gargantilla. De momento no te lo puedo sacar, pero en cuanto lleguemos a un lugar con medios, te juro que no pararé hasta quitártelo.
Ella le miró con los ojos muy abiertos y se llevó las manos al cuello. Guillermo se apartó para dejar sitio a Nazaret, que se arrodilló a su lado y le cogió una mano.
Nicolás le preguntó a Guillermo, señalando a Beatriz con un gesto:
—¿Está bien?
—La verdad, no lo sé. Al menos ahora oye y habla. Antes no hacía nada de eso.
Se dejaron oír una serie de trinos y silbidos procedentes del dormitorio de los nam, donde Irdili estaba custodiado. Al oírlos, a Beatriz se le abrieron mucho los ojos y exclamó:
—¡Quiéremos agua!
Todos se volvieron hacia ella.
—¿Quién quiere agua? —le preguntó Nazaret, asustada.
—Él, Irdriliii —dijo ella, con un chillido muy agudo.
—¿Entiendes al bicho?
—¡Ye!
—¡Maravilloso! —exclamó Nicolás, terciando—. ¡Es maravilloso! ¡Ya podemos entendernos con ellos!
Guillermo le dirigió una mirada de indignación:
—¿Está usted loco? ¿No la está viendo? ¿No se da cuenta de que puede morir?
Beatriz cerró los ojos de nuevo. En su interior supo que estaba en comunicación continua con su nuevo órgano. Lo rechazó una y otra vez, pero no sirvió de nada. La presencia había encontrado un lugar en su mente.
La tocó una vez más con el pensamiento y tuvo una sensación que no había experimentado nunca. Su huésped no era un ser inteligente sino que era, simplemente, un ser vivo. No tenía identidad propia y ahora no le producía ni daño ni placer; simplemente estaba allí en contacto con ella, como la lengua o los ojos.
Se llevó las manos nuevamente al cuello. El collar era cálido, de pelo más suave y corto que el de cualquier otra cosa que ella recordara haber tocado en su vida. Recibió una sensación extraña de placer al acariciarle.
—No te entiendo —le dijo Guillermo a Beatriz con mucha dulzura, ocultando su preocupación—. No sé qué quieres decir.
Beatriz le miró con extrañeza. Un gorjeo agudo la hizo volverse hacia la entrada y escuchar con atención. Se oyeron nuevos silbidos y trinos y, para su sorpresa, entendió todo lo que decía Irdili.
Guillermo vio la expresión de inteligencia y asombro en el rostro de Beatriz. Como antes había hecho Nazaret, él le preguntó estupefacto:
—¿Le entiendes?
Ella asintió vigorosamente. Los trinos continuaron y ella les prestó atención.
Nicolás le preguntó, ansioso:
—¿Y qué es lo que dice? ¿Puedes comunicarte con él? ¿En qué idioma?
Ella asintió de nuevo, pendiente de lo que se oía del nam. Luego volvió la vista en cuanto callaron los gorjeos y silbidos.
—Hablar… me. Expilicare… me. Él put à moi un…, un… —hizo un gesto de renuncia porque no acertaba con la palabra que deseaba para completar la frase. Para abreviar fue al grano. Se señaló el cuello y tocó el gusano—: Brog.
—¿El bicho de tu cuello se llama brog?
Beatriz agitó afirmativamente la cabeza.
—¿Es inteligente? —preguntó Nicolás.
Ella negó con fuerza.
—¿Cómo funciona? ¿Te lee la mente?
Beatriz negó de nuevo.
—Yo parle, él understando. Él parle —y señaló a Irdili—, yo understando.
—¿Por qué hablas en varios idiomas?
Encogimiento de hombros. Nicolás le preguntó:
—¿Entiende tus pensamientos? ¿Irdili entiende tus pensamientos?
Nuevo encogimiento hombros.
—Ahora ella debe descansar, comandante —le dijo Guillermo a Nicolás.
—¿Por qué te puso eso, el brog? —insistió este, haciendo caso omiso de Guillermo.
Este fulminó con la mirada y Nicolás le devolvió una mirada de suficiencia. Tras un momento de reflexión en silencio, se le iluminó la expresión. Le dijo a Beatriz:
—Ya sé por qué te lo puso. No es nada malo.
Ella se encogió de hombros por tercera vez. Descubrió en su interior la necesidad de comunicarse con el nam como si hubiera estado esperando esa misión durante toda su vida. Le quiso decir a Guillermo que necesitaba oír a Irdili y que este la oyera, no solo para poder responder su pregunta sino para sentirse mejor, pero su garganta se negaba a vocalizar las palabras que tenía en la mente.
Se sentó en la cama e intentó ponerse en pie. Nazaret se acercó para ayudarla pero ella la rechazó. Hizo un gesto simulando que no oía. Luego hizo otro incluyéndoles a todos y señaló la puerta.
—¿Quieres que nos vayamos? —le preguntó Guillermo—. ¿A dónde?
Ella asintió con vigor y señaló hacia el dormitorio nam.
—Entiendo —le dijo Nicolás, que parecía estar dos pasos por delante del resto—. Quieres estar donde está Irdili.
Beatriz juntó la punta de los dedos pulgar e índice en el gesto de ok y echó a andar con pasos vacilantes.
Una vez en el otro dormitorio sentaron al nam a la mesa de reuniones, custodiado por Cobián. Los humanos se colocaron enfrente. Guillermo llevó una jarra de agua y un par de vasos y los puso delante del nam. Irdili extendió su trompa, la metió en la jarra y en un parpadeo desapareció la mitad de su contenido. Luego, el extraño emitió un silbido vibrante en dirección a las flores de diente de león.
—Aprarta las flowers, shieh shieh —dijo Luisa—. No gusta. Mala cosa. Mejor kaput.
Guillermo las llevó a otra mesa. Le pidió a Beatriz:
—Si te puedes entender con él, pregúntale por qué nos están matando.
Ella se encogió de hombros en un mensaje claro: «¿y cómo quieres que lo haga?».
Nicolás la cogió de la mano y le dijo:
—Simplemente, díselo en nuestro idioma. Si no me equivoco, Irdili te va a entender.
Beatriz le hizo caso y formuló la pregunta en voz alta en dirección al nam.
Irdili le respondió al instante con un canto combinado de trinos, gorjeos, cacareos y silbidos, perfectamente inteligible para ella y completamente incomprensible para los demás.
Beatriz se volvió, primero hacia Nicolás con expresión asombrada y luego hacia Guillermo:
—Ellos non tuer personne. Ser non ellos. Cuando es, es el…, el… Es Sagrado, has been le Sacré, c’est l’Ahrrimán aunque eso no nombre… Sí phase, no él.
—No entiendo nada —exclamó Guillermo—. ¿Qué quiere decir? ¿No fueron ellos los que mataron a los piratas y a Baxter y Eva?
—Ser non.
—¿Fueron otros que no hemos visto?
—Ser non. Ser Ahrrimán —afirmó ella.
—¿Quién es Ahrrimán? ¿La mascota? ¿Su mascota mató a los piratas y a Baxter y a Eva? —le preguntó Guillermo con incredulidad.
Beatriz asintió vigorosamente.
—Ser siiiiiís. Ser no mascota. Ser sagrada, ser Ahura, ser symbole… Ser bendita… ser fase Ahrrimán. Ser non cosa bueno. Yo ahiora frío —le dijo—. ¿Non tu?
—Pero, ¿qué tontería es esa? —replicó Cobián.
Schlecker preguntó:
—¿Está en trance o qué? ¿La domina mentalmente?
Guillermo les dijo:
—¡Callaos de una vez! ¡Dejadla tranquila! —luego se volvió hacia ella y le preguntó—: ¿Tienes frío?
Ella asintió:
—Sí. Mucho siento ya.
—¿Ahrrimán no era un dios del principio de la Época Remota de Vieja Tierra? —le preguntó Nicolás.
Beatriz asintió con energía.
—¿No era el dios de la maldad? —le preguntó Guillermo—. Cruel y despiadado, ¿verdad?
Ella asintió de nuevo.
—¿Y Ahura no era el dios opuesto?
Beatriz asintió con la cabeza. Comenzó a sudar copiosamente.
—Pues no entiendo nada —dijo Nicolás.
—Ahora calor siento ya yo mucho sí. ¿Non tu? —preguntó Beatriz.
—¡Está poseída y no sabe lo que dice! —exclamó Cobián apartándose de Irdili—. ¡Ha secuestrado su mente con ese gusano y la utiliza para confundirnos!
—Seguro que está poseída por ese diablo —sentenció Schlecker, que les escuchaba desde la entrada al dormitorio—. Si confiamos en ella tendremos un disgusto.
—No diga bobadas, Schlecker —le cortó Nicolás.
—¿Qué quiere decir con ese galimatías? —le preguntó Cobián con sorna—. ¿Que esos demonios no mataron a nadie? ¿Y los ocho piratas? ¿Y Baxter y Eva? ¿También se los cargó esa mascota canija? ¡Su ingenuidad nos matará a todos, comandante! ¿No es cierto, Guillermo?
Beatriz negó con la cabeza y respondió:
—Non. ¡Oyigo le y supe yo qué decir que quiere lo que! —se señaló el brog—. Busca as palabres from mis recuerdos.
—Necesitamos saber cómo llegaron al hito, y cuándo —dijo Nicolás—. Y si vendrán a buscarles.
Cobián ironizó:
—¿Cree que nos vamos a enterar de algo? ¡Si habla como una loca!
—¿Cómo le entiendes? —le preguntó Guillermo a Beatriz—. Tú le hablas en Común y te entiende, ¿por qué no me entiende cuando yo también le hablo en Común?
Nicolás se adelantó a responderle con gran seguridad:
—Porque ese bicho de su cuello permite que se entiendan, seguro. Creo que es un traductor.
Guillermo le devolvió una mirada de incredulidad. Beatriz repitió la pregunta e Irdili contestó un nuevo canto de gorjeos y silbidos, modulando graznidos y trinos. Beatriz escuchó atentamente y luego se volvió hacia el anónimo:
—Cuando comunicación de brog a brog sensación palabras como tu lengua en tu dentro cabeza. Brog toman significado y look for recuerdos cosa igual o parecida en recuerdo mente y todos brog entiender casi misma cosa en oído.
Guillermo se volvió hacia Nicolás, asombradísimo.
—¿Cómo lo sabía?
—Porque ambos llevan el mismo animal al cuello. Creo que, simplificando mucho, nos ha dicho que el brog es un traductor simultáneo orgánico. Guillermo, ¿se da cuenta de la maravillosa simbiosis que estamos presenciando? ¡Una especie superior que se deja parasitar por otra inferior para poder comunicarse!
—No se equivoque —le replicó Guillermo—. Nadie le preguntó a Beatriz si deseaba ser parasitada a cambio de entenderse con él. Ni si ese parásito es una especie inferior.
Ferreira, que había seguido las conversaciones desde la barricada, estaba impaciente por hacer sus propias preguntas al nam. Era la hora de su relevo y llamó a Schlecker para que ocupara su puesto en el parapeto. De mala gana el joven fue por el pasillo rezongando:
—¿No te jode? El comandante se la cree y ella podría estar siendo controlada mentalmente por el bicho ese. Parece mentira que no se dé cuenta.
Ferreira le oyó e hizo un gesto de asentimiento. Se acercó a Cobián, que se había apartado de Irdili y estaba sentado entre la puerta del almacén y la mesa a la que se sentaban el nam, Beatriz, Guillermo y Nicolás.
Nicolás le preguntaba a Beatriz:
—¿Por qué no me pasas el brog y me entiendo yo con él?
La idea de desprenderse del parásito produjo en Beatriz un súbito escalofrío y una gran sensación de angustia. Se sorprendió dándose cuenta de que a medida que lo experimentaba, más a gusto se encontraba con él pese a haberlo rechazado.
Le transmitió de viva voz a Irdili la idea de quitárselo para pasarlo a Nicolás. Después de unos trinos de respuesta, ella le dijo a Nicolás:
—Si yo fuera brog, brog kaput. Cambio de huésped igual a brog hot y yo cabeza hot. Brog kaput y yo no brog y mucho dolor. Posible yo kaput. No more words no more understando. No bueno dos brog en un cabeza solo. Todos cerebros hot y todos kaput.
Nicolás no ocultó su desilusión. Preguntó entonces:
—¿Qué pasó con los piratas? ¿No los mataron ellos?
—Diz que ellos ocultos, aparte, escondidos. Fue el Ahrrimán, no el Ahura… Diz tiene un importante cosa mensaje orden para nosotros.
—¿Qué?
Beatriz contestó apresuradamente:
—Brog Ahrrimán malade. Malade brog o kaput, peligro mucho Ahrrimán. Ahora brog bien, ahora Ahura, ahora tu coger yo coger. Tarde más brog malade, mucho tarde. Tu ayudar yo ayudar mientras ahora Ahura. Luego brog kaput entonces Ahrrimán. Tiempo más, brog kaput y no poder apresar. Entonces todos kaput.
—No entiendo nada —dijo Nicolás.
—Creo que nos pide que atrapemos a su mascota —dijo Guillermo. Luego se dirigió a Beatriz—: ¿Es eso? ¿Quiere que se la cojamos?
Beatriz asintió con los ojos muy abiertos:
—Eso. Sí. Coger Ahura.
—O sea, te ha puesto el brog porque nos necesita.
El suelo vibró de forma casi imperceptible.
Guillermo tuvo la seguridad de que algo no iba bien. Para él, la conversación pasó inmediatamente a segundo plano. Miró hacia el pasillo aguzando la vista para otear el comedor. Nada raro. Schlecker bostezaba.
Al ver a Guillermo mirar hacia el novato con la expresión de una fiera venteando una presa, Nicolás le preguntó:
—¿Pasa algo sargento? —luego dijo, pensando en voz alta—: No puedo ni imaginar lo que hubieran podido hacer los piratas con estos desgraciados.
—¿Se siente responsable de estos bichos? —le preguntó Cobián levantando las cejas—. ¿De veras se cree lo que le ha dicho ese animal a través de esa loca? ¡Si no hay quien la entienda!
—¡Naturalmente que la creo! —Nicolás estaba entusiasmado—. ¿Aún no se han dado cuenta de lo que significa que haya un humano que se entienda con los nam? ¡Esto está más allá del interés personal de ninguno de nosotros! ¡Es una maravilla!
Luego el comandante se volvió al nam y le preguntó:
—¿Existen otras inteligencias además de la nam y la humana?
Beatriz formuló la pregunta e Irdili calló durante un largo instante. Luego trinó su respuesta. Beatriz dijo:
—¿Inteligencia idea?
—Quiero decir… —le interrumpió Nicolás— que si existen inteligen…
—¡Atención! —exclamó Schlecker desde la barricada—: Se acerca Suirilidam. Viene solo, sin la mascota. ¿Quién de vosotros le ha dado un arma…?
Guillermo levantó la vista de inmediato. Vislumbró en el comedor a un nam armado. A su lado había otro a punto de entrar en el pasillo. Detrás de ellos se movían unas sombras.
Exclamó, horrorizado:
—¡No es Suirilidam! ¡Es otro nam!