Capítulo 49

Oigo a alguien hablar a mi lado e intento despertarme.

Me pesan demasiado los parpados, estoy agotada y tengo sueño, pero quiero saber porque hay gente en mi habitación.

-Ya está despertando - Dice la voz de una mujer.

-Natalia. - Ahora es César quien habla. Noto como se apoya en la cama. -Natalia, despierta. - Termino de abrir los ojos y les veo.

César está sentado sobre la cama, muy cerca de mí. Levanta uno de mis párpados y una luz brillante me ciega. Me molesta y trato de quitar mi cara de su mano.

Cierro fuertemente los ojos.

-Tranquila joven-Dice la voz de la mujer de nuevo. - Solo vamos a mirar tus pupilas.

-¿Quién es esa mujer y que hace en mi habitación? - Me digo. Como si César oyera mis pensamientos me explica.

-Natalia. Quien te está hablando, es la Doctora Nova. Una amiga y compañera de trabajo. -Abro mis ojos asustada - Has sufrido un desvanecimiento, y le he pedido que viniera con algunas cosas del hospital. También te hará una pequeña revisión. -Trato de incorporarme.

Todavía estoy algo aturdida - Quiero un segundo diagnóstico, para estar seguro de que el mío es correcto.

-¿Me desmaye? - Pregunto. No estoy segura de haber oído correctamente.

-Si… - Dice - Me has dando un buen susto. ¿No recuerdas nada? - Trato de hacer memoria.

-Me sentí mareada - Le digo - Y mis piernas quedaron sin fuerza… ¿Por qué me desmaye?

-La Doctora y yo coincidimos en lo mismo…

Parece que la falta de nutrientes, te ha generado una hipoglucemia. Tu azúcar en sangre es bastante bajo. Y si a eso le añadimos una buena dosis de estrés emocional como el de las últimas semanas… -Estira su brazo y toma un vaso de zumo de la mesita - Toma. Tienes que beber esto, enseguida te sentirás mejor.

-¿Entonces… solo tengo que cuidar mi alimentación para recuperarme? -Bebo varios sorbos.

-Exacto joven. -Dice la doctora - Ahora, si no te importa. Me gustaría terminar haciéndote unas preguntas.

-Claro - Le digo. César se retira de la cama y se sienta ella.

De cerca parece más mayor. Debe tener alrededor de unos cincuenta años. Acomoda sus gafas sobre el tabique de la nariz y pasa una hoja a su libreta. Tomo otro sorbo del zumo y lo suelto en la mesita de nuevo.

-Bien. ¿Alergia a algún medicamento? - Me mira.

-Que yo sepa no… - Respondo. Apunta en su libreta.

-¿Alguna enfermedad importante?

- No, creo que ninguna. - César nos mira atento.

Está de pie con sus brazos cruzados y las piernas entre abiertas.

-¿Tomas suficientes líquidos?.

-Normalmente sí… pero esta semana quizás no ha sido suficiente - Le digo - He vomitado bastante.

-¿También has estado vomitando?- Pregunta César.

-Si… tengo una gran bola de nervios en mi estómago… he estado bastante angustiada estos últimos días. - Bajo la mirada - Por eso apenas he podido comer

- Le miro, y veo culpabilidad en sus ojos. Sabe que él ha tenido algo que ver…

-¿Cuántos días llevas así? - Vuelve a preguntar la Doctora llamando mi atención.

-Unos… tres días más o menos-Respondo.

-¿Cuándo tuviste el último periodo? - César se tensa y carraspea nervioso. Las dos le miramos extrañadas.

-Me toca ya - Le digo - En teoría esta semana debería estar aquí. Ya tengo síntomas premenstruales. Mis pechos duelen y mi barriga está hinchada. No debería tardar.

-¿Hay posibilidad de que puedas estar embarazada? - Oigo como César toma una gran bocanada de aire.

-No. No, imposible. Tomo la píldora. - Digo convencida.

-La píldora también falla joven - Me dice la Doctora.

César se mueve nervioso llamando nuestra atención. Lo nota y trata de calmarse.

-A mí por el momento siempre me ha ido bien - Respondo.

-De todas maneras, me gustaría verte la semana que viene en mí consulta. Quiero hacerte unos análisis clínicos por si tuvieras anemia, o alguna carencia vitamínica. - Asiento Finalmente se despide de mí y le agradezco la atención. Quedamos para la siguiente semana.

César acompaña a la Doctora hasta la salida del hotel y me quedo sola.

Una de sus preguntas me viene a la cabeza. - ¿Hay posibilidad de que puedas estar embarazada?- Solo de pensarlo se me pone la piel de gallina. No me imagino embarazada de César. Sería horrible… Sola y además cargando con un bebé. Un bebé prácticamente sin padre, y con una madre penosa…Pobrecito. Quito esa imagen de mi cabeza rápidamente. Es prácticamente imposible que pueda estarlo, he tomado la píldora con regularidad, no se me ha olvidado ni un solo día.

Hago memoria. Abro el cajón de la mesilla donde las guardo, saco el blíster y compruebo que no me salté ninguna. Efectivamente esta todo correcto. Las de este mes, y las del anterior. Dejo salir el aire atrapado en mis pulmones y me tranquilizo - Quizás solo sean nervios, o que he vuelto a enfermar como hace unas semanas… - Me digo. Aunque la otra vez, además de vómitos, tuve la garganta inflamada…

-¡VOMITOS! - Grito y me siento rápidamente en la cama. Un intenso calor me recorre todo el cuerpo. - ¡DIOS MIO! - tapo con mis manos mi boca. - ¿Y si vomité las píldoras cuándo enfermé?- Estoy empezando a marearme de nuevo. Doblo mis rodillas, las rodeo con mis brazos y agacho mi cabeza.

Estoy hiperventilando. Me balanceo tratando de calmarme - ¡No!… no, no… no, no por favor… no…

Es imposible… no puedo tener tan mala suerte…

- Me digo. Sigo balanceándome cada vez más nerviosa y mareada. - Quizás me estoy preocupando innecesariamente. -Trato de tranquilizarme - No tengo porque estar embarazada…

Aún no he tenido ninguna falta, esta semana tiene que bajarme el periodo, no debería alarmarme así… - Las náuseas me hacen salir de la cama y corro hasta el baño.

Todavía estoy vomitando, cuando unas cálidas manos recogen mi pelo en una coleta.

-Ya estoy aquí - César acaba de llegar. - Tranquila… - Si el supiera lo que está pasando por mi cabeza ahora mismo… lo que menos me pediría es tranquilidad.

Cuando termino estoy agotada. Apenas tengo fuerzas para ponerme en pie, y César tiene que ayudarme. Me acompaña hasta la cama.

-Trata de tomar otro poco de zumo. Hay que subir ese azúcar como sea. - Me alcanza el vaso.

-Gracias - Le digo. Me esfuerzo por tomar un par de tragos más y me tumbo sobre la cama.

-Dime que cosas necesitas - Dice mirando por toda la habitación.

-¿Cosas para qué? -Pregunto extrañada.

-Vienes a casa conmigo, hasta que te sientas mejor - Dice mientras abre un armario.

-No voy a ir a ningún sitio contigo - Le digo. - Estoy bien aquí.

-Necesitas cuidados, Natalia. - Insiste. - Avisé de que mañana volvía al trabajo… Estarás sola varias horas para poder hacer lo que quieras, pero al menos, el tiempo que esté en casa, estarás vigilada, y yo tranquilo viendo que estás bien…

-Me las arreglaré, no te preocupes. - Me coloco dándole la espalda. Quiero que se vaya.

Necesito pensar con claridad. Todavía estoy en shock por el tema de las píldoras, y además no entiendo su actitud… Hace un rato, no quería hablar conmigo, y ahora quiere meterme en su casa…

-Vamos Natalia, no hagas esto más difícil - Pone una de sus manos en mi hombro.

-¡No me toques! - Me aparto de él y me mira extrañado. - No sé a que estás jugando César…

Pero no me gusta.- Arruga su frente - No soy una marioneta a la que podáis manejar como os dé la gana. Eso ya se acabó. - Me mira fijamente.

- Voy a hacer lo que yo quiera, y no lo que la gente que me rodea diga…

-Vaya… menudos cambios de humor. -Dice sonriendo - Pero he de admitir que me encanta lo que acabo de oír. - Levanta una ceja. - Por fin veo correr algo de sangre en tus venas.

-No sé a que te refieres.- Digo malhumorada.

-A que poco a poco, vas sacando carácter y defendiéndote.

-Vuelve a sonreír - Cuando llegaste aquí la primera vez, eras lo más parecido a esa marioneta que dices… Y créeme, esto es un gran progreso. - Le miro extrañada. - Ese carácter, es el que no permitirá que vuelvas a caer en el mismo error.

Tiene razón. Hace tan solo unos meses, hubiera agachado mi cabeza, dejando que dispusiera de todo, como si yo no tuviera voz, ni voto. Todos siempre eran antes que yo.

-Pues ahora que lo sabes. Déjame sola. - Intento seguir manteniendo mi nuevo yo.

Le oigo reír.

-Estás aprendiendo, no he dicho que hayas ganado. Si no vienes, me quedaré aquí.

-César - Me incorporo para mirarle mientras le hablo. - Estoy hablando en serio.

-Yo también. - Se sienta en la silla.

-¡Eres imposible! - Grito enfadada y vuelvo a darle la espalda.

Miro a la pared de enfrente, estoy incómoda sabiendo que está ahí. Noto su intensa mirada en mi nuca.

-Natalia…

-Que. - Contesto sin darme la vuelta.

-A veces… soy un verdadero gilipollas…

-Ya lo había notado. - Respondo sin pensar.

-Natalia…

-¡Que!. - Vuelvo a decir molesta.

-Esa es solo una de las razones… por las que es imposible, que lo nuestro funcione…

-Me doy cuenta… -Digo cabreada.

-Creo que este es el mejor momento para que hablemos… - Mi ojos se abren de par en par…