Capítulo 48

Natalia:

Han pasado cuatro días desde que fui a ver a mi padre, y desde entonces, mi cabeza no para de dar vueltas. Por una parte… está César, que según Alex, me necesita. No sé como podría ayudarle, si desde que se fue, no he tenido noticias suyas… Vivo pegada a mi teléfono, esperando un milagro… pero sé que no va a pasar. Yo tampoco me atrevo a decirle nada, basta que fue él quien decidió terminar todo esto… pero estoy realmente preocupada.

Por otra parte, está Mario. Alex cree que sabe demasiado… Por mi cabeza han pasado miles de ideas hasta ahora. Sospecho de todos y de ninguno, es un sin vivir… pero siempre he pensado que es demasiado listo, y no necesita de nadie para conseguir lo que le dé la gana.

Pero por si acaso, tomaré las precauciones que él me dio.

Vuelvo a sacar el móvil de mi bolso y lo reviso.

Con esta, seguro que son más de doscientas las veces que he repetido este gesto hoy. - No seas idiota Natalia, no va a llamar, ni a escribir.

No le importas - Me digo para tratar de autoconvencerme. Necesito creer eso… Pero gracias a la pista de Alex, no soy capaz de ello.

Tengo la impresión de que es cierto lo que me dijo. A César le pasa algo… Una persona, no puede cambiar tanto de un día para otro…

Vuelvo a presionar el botón y el móvil se enciende…

Sigue sin llegarme ninguna notificación. Siento rabia. No puedo más, esta espera me va a matar, y lo peor, es que no sé, que es lo que estoy esperando, si cuando se marchó fue claro…

Me dejo caer sobre la cama… cierro los ojos y solo le veo a él. Me vuelvo a sentar - Mierda - Me digo. Me levanto y me pongo a caminar por la habitación.

Siento las piernas débiles, y un pequeño mareo me obliga a sentarme. Debo haberme levantado demasiado rápido. Pongo mis manos sobre la cabeza hasta que se pasa.

Llevo cuatro días apenas sin probar bocado.

Debido al manojo de nervios que tengo en el estómago, todo lo que como lo vomito. Casi no duermo y mi cuerpo lo empieza a notar. Si no hago algo, acabaré enfermando.

Tomo mi móvil otra vez… cualquiera que pudiera verme, pensaría que tengo algún tipo de problema mental. Aprieto el botón para que se encienda… Nada. Al igual que las otras cientos de veces. No puedo seguir así… Tengo que saber algo de él como sea. Seré yo quien le escriba. Me tragaré el poco orgullo que me queda…y si no me contesta, al menos tomará más fuerza la idea de que no quiere saber nada de mí, y podré mentalizarme antes. Necesito matar la esperanza que me dio Alex, para llorarle de una vez, e intentar seguir con mi vida como buenamente pueda.

Abro la pantalla de mensajes y mis manos tiemblan. Me he puesto nerviosa.

Tras un largo rato, cambiando las palabras mil veces y pensando en que ponerle… por fin me decido.

“Necesito saber como estas. Estoy preocupada”

Creo que es el mejor de todas las posibilidades… No le pregunto nada, para que no se sienta obligado a contestar. Le expongo mi necesidad, para que sepa que quiero saber de él… y además añado la palabra “preocupada”

para que sepa que realmente lo estoy. Espero que tenga el efecto que deseo. Nunca antes, había sido tan difícil para mí, escribir seis jodidas palabras.

Cuando le voy a dar a enviar, dudo. Mis manos vuelven a temblar… dejo mi dedo colocado en el lugar adecuado, cierro fuertemente los ojos para no verlo y aprieto. Definitivamente me falta un tornillo…

Cuando llega la notificación confirmando que se ha enviado correctamente, mi corazón comienza a latir con fuerza. Tengo que poner mis manos sobre el pecho, para que no se salga de mi caja torácica. Demasiada presión estos días… Vuelvo a ponerme en pie y camino por la habitación.

Tras más de tres horas en ese estado… llega la decepción. Y con ella, mi bajada de mi ánimo. No hay mensaje de vuelta… Apoyo mi cabeza en la almohada y pierdo la cuenta del tiempo que paso así. Estoy tan agotada, que por fin después de varios días, consigo quedarme dormida.

Oigo a lo lejos el tono de mi teléfono. Me despierto sobresaltada y corro hasta él. La habitación está casi oscura, pero me guio por la luz de la pantalla.

Rápidamente descubro el nombre del remitente “CÉSAR”. - Oh Dios mío - Digo fuertemente poniendo una de mis manos sobre mí boca.

Cuanto más deprisa quiero abrirle para leer que pone, más me equivoco de teclas. Tras intentarlo varias veces, lo consigo.

“CENA”

-¿Cómo? - Digo decepcionada. No entiendo ese mensaje.

-Eso mismo… Que comas. - Grito fuertemente al oír a alguien hablar dentro de la habitación.

La luz de la mesita de noche se enciende, y puedo ver que César, está sentado en una de las sillas que hay en la habitación, con una bandeja de comida encima de sus piernas. No puedo creer lo que veo, debo de estar soñando todavía. Intento enfocar mejor, pero estoy deslumbrada por la bombilla. - Es él… - Mi corazón le reconoce y late desbocado. Aunque seguramente se deba a que acabo de llevarme el mayor susto de mi vida.

-¡Estás loco!- Le grito. - ¡Ha estado a punto de darme algo!.

-Echaba de menos esos recibimientos… - Dice sonriendo, pero la sonrisa no llega a sus ojos.

Me fijo más en él. Parece estar físicamente agotado y bastante más delgado.

Ahora sí noto su pérdida de peso. Tiene circulos negros debajo de sus ojos, y la barba más poblada.

-¿Cuándo has llegado? - Le pregunto confusa y todavía tratando de reponerme.

No sé como reaccionar ante él. Si por mí fuera, me lanzaría a sus brazos. Es lo que más deseo en este momento. Pero tengo que sujetarme, estoy demasiado dolida y no quiero incomodarle.

-Hace apenas media hora… -Dice - He llamado varias veces a tu puerta, y al ver que no abrías, me he preocupado y he decidido entrar… Como es mi casa, no necesito permiso. - Me guiña un ojo.

Sé que se refiere a mis palabras del otro día.

Cuando le dije que no tenía que pedir permiso para entrar a mi cuarto, porque era su casa. - ¿Intenta hacerme creer que está bien?- Me digo. Estoy segura de que es para que no me preocupe.

Ha leído el mensaje…

-No esperaba que llegaras hasta dentro de tres días.- Le digo sincera. - Estaba tan profundamente dormida, que seguramente por eso, no te oí llamar.

-He acabado antes de lo que creía. Ahora solo tengo que esperar… - Dice mirando al suelo. - Seguramente en unas semanas tenga que volver, pero no es necesario que me quedé allí por el momento.

-Am - Digo. Estoy totalmente en blanco. No sé que significa nada de lo que está pasando.

-¿Tu cómo estás? - Noto que me observa. - ¿Por qué no has comido estos días?.

-¿Cómo lo sabes? - Le pregunto interesada.

-Me ha dicho Manuel, que las bandejas han estado bajando prácticamente llenas…

y que no has salido de la habitación…

-No debería importarte - Las palabras salen de mi boca, casi sin que pueda evitarlo. Veo un gesto molesto en su cara.

-Pues por desgracia, lo hace. - Se levanta de la silla y pone la bandeja encima de la mesita. - Cena esto, si esperas más se enfriará. - Me mira - Y ahora que ya sé que estás bien… me voy a casa, necesito relajarme un rato.

-César… - No quiero que se vaya todavía. No sé que decirle, pero no quiero que se vaya.

-Dime…

-No me tengas así, por favor… -Digo finalmente - Creo que deberíamos hablar sobre lo que tenemos pendiente de una vez… quiero saber a que atenerme, y porqué has tomado esta decisión.

-Hoy no tengo ganas de nada - Me mira serio - Tendremos que dejarlo para otro día. - Abre la puerta y sale de la habitación. Camina deprisa.

Salgo detrás de él. Siento de nuevo esa sensación de mareo, pero no puedo perder el tiempo en reponerme o se marchará. Quiero hacerle entender, que necesito esa conversación.

-César - Se gira cuando le llamo, casi ha llegado al ascensor. - No te… no…

- Algo está pasando en mi cuerpo. Mis rodillas comienzan a fallar y no me sostienen. César frunce el ceño y puedo ver preocupación en su cara. - No…

te… - Lo vuelvo a intentar, pero no puedo hablar. Todos los ruidos se alejan y mi visión se oscurece. Pongo una de mis manos sobre mi cabeza, pero mi brazo pesa demasiado. Trato de enfocar, y con dificultad logo ver a César correr hacia mí. Pero antes de que llegue, todo se vuelve oscuro…