Capítulo 24

Un horrible escalofrío se apodera de mí. Mis manos tiemblan y trato de mantener la calma. Lo que menos quiero en este momento, es dar un espectáculo delante de mi familia. Trato de mantener a raya mis crisis de ansiedad. Respiro profundamente e intento apartar mi mente de lo que acabo de leer. Cuando creo que lo he conseguido, saco el aire de mis pulmones y levanto la mirada hacia ellos. César me está mirando con el ceño fruncido mientras mis hermanos le hablan. Creo que se ha dado cuenta de algo. Viene hasta mí.

-¿Todo bien? - Me pregunta.

-Sí, todo bien - Sonrío tratando de esbozar una sonrisa natural.

-Dame tu móvil un momento - Extiende su mano hacia mí.

-¿Para que lo quieres? - El calor vuelve.

-Déjamelo un segundo, quiero comprobar algo.- No me deja otra opción, y se lo doy.

Lo revisa, y sé que lo ha encontrado por la nueva posición de sus cejas. Me lo devuelve mirándome a los ojos, y sin decir una sola palabra, saca el suyo del bolsillo. Marca un número y sale de la habitación para hablar con alguien.

Cinco minutos después, vuelve a entrar por la puerta y viene hasta mí de nuevo.

-No va a hacerte daño. ¿De acuerdo? - Dice mientras sujeta mi barbilla para que lo mire.

-De acuerdo - Le respondo.

Miro hacia el grupo por un segundo, y Javier está mirándonos con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo pícaro en su mirada. Me sonrojo y trato de apartarme de la mano de César. Pero ya es tarde. Ha visto ese gesto íntimo entre nosotros, y ya no habrá forma de hacerle creer lo contrario a lo que sea que esté pensando.

-Voy a salir con mi padre a las doce y media.- Le digo a César entre dientes, para que no nos oiga mi madre-Tenemos cita con el Doctor Pedro -¿Se encuentra peor tu padre? - Me pregunta preocupado.

-Anoche me dio un susto - Le narro lo ocurrido unas horas antes.

-¿Por qué no me llamaste? - Me riñe.

-Bueno… eres traumatólogo - Le digo encogiéndome de hombros. -Creo que lo tuyo son los huesos… y no quería preocuparte.

-También soy médico internista. - Dice con el ceño fruncido. - Es solo que tomé la plaza de traumatología para cambiar un poco.

-Oh vaya… - Digo asombrada. - Lo tendré en cuenta…

-¿Qué decís de médico?- Dice mi madre desde el otro lado del salón. No se la escapa nada. Mis hermanos y mi padre nos miran preocupados de que hayamos roto nuestro pacto de silencio.

-Vaya… le habéis hecho mil preguntas, y se os ha olvidado la más importante - Digo riendo y tratando de salir al paso.

-¿La más importante? - Dice mi hermano David intrigado.

-Sí. - Respondo - No le habéis preguntado por su oficio. -Me rio y todos le miran.

¿Cuál es tu oficio, hijo? - Pregunta ahora curioso mi padre.

-Te estás pasando - Me dice César con una ceja arqueada y sonriendo.

Todo sea por una buena causa - Le susurro - ¡Es médico! - Digo ahora mucho más alto y orgullosa. Todos quedan sorprendidos.

Sé que en los pueblos, es un puesto de lo más valorado. Quien tiene un amigo doctor, presume de ello continuamente.

-¡Me cagüen la leche! - Dice mi padre fascinado.

-Que callado te lo tenías, granuja.- Todos reímos.

Durante el camino al centro de salud, mi padre va contándole todas sus dolencias a César. Le habla de su lumbago… su dolor en una rodilla…

Su codo… la tensión de su cuello, los pinchazos que siente en el dedo gordo del pie…

Empiezo a arrepentirme de habérselo contado.

César en cambio, parece encantando y le presta atención a todo. Le ofrece un chequeo completo en Madrid, y mi padre acepta sin dudar.

Por fin nos nombran y entramos a la consulta.

César y el Doctor Pedro, hablan durante un rato de la cardiopatía de mí padre. Ambos le auscultan y analizan un electro que le acaban de hacer. Mi padre y yo miramos sin entender ni una sola palabra de lo que hablan. No puedo negar, que ver a César ejerciendo, e interactuar, me está gustando demasiado, y creo que a mi padre también, por el brillo que veo en sus ojos.

Finalmente, coinciden en que parece que la arritmia está bastante regulada, y por el momento, creen que no hay riesgo, pero nos aconsejan ir al especialista.

Por fin llegamos a casa y hay un coche que creo reconocer aparcado en la puerta.

Me sorprendo al ver que es Alex.

Mientras mi padre entra en casa, nos acercamos a saludarle.

-Buenos días señorita Natalia - Me dice con su agradable sonrisa.

-Hola Alex, ¿Cómo tu por aquí?- Le pregunto sorprendida, pero antes de que responda contesta César.

-Le he llamado yo. - Dice con decisión. - Alex estará con nosotros durante unos días.- Me mira fijamente a los ojos - Recuerda lo que dijo el agente respecto a nuestra seguridad. El será el encargado.

-¿Crees que ya sabe dónde estamos? - Le pregunto cabizbaja.

-No lo sé, Natalia. Pero ante la duda, toda protección es poca. - Alex asiente a su afirmación.

-No quiero preocupar a mis padres…

-Ya lo has oído. Discreción total.- Dice César a Alex, y me tranquiliza.

-No notaréis que estoy por aquí. - Responde Alex.

Tras unos minutos más hablando con César, sobre como llevará la situación, se despide de nosotros y se marcha. Me quedo pensativa. Mil imágenes desagradables vienen a mi mente.

-¿Dónde te apetece ir? - Dice sonriendo y distrayéndome de mis pensamientos.

-No lo sé… creo que… - No termino la frase porque nos interrumpe su teléfono.

-¿Si? - Responde. - Sí, soy yo. - No sé que le están diciendo al otro lado de la línea, pero su cara cambia radicalmente. - No… - Dice tocando su pelo nervioso.- ¿Cuándo ha sido?- Escucha con atención lo que le dicen mientras camina de un lado a otro de la calle -¿Ella cómo está? - Frunce el ceño. Me empiezo a preocupar. -

Dígame hospital y habitación. - Otro silencio mientras escucha - En un par de horas estoy allí.- Responde tajante y cuelga. - Tengo que irme ahora mismo - Mira nervioso por todas partes y veo latir la vena de su cuello rápidamente.

-¿Ocurre algo? - Le pregunto preocupada.

-Tengo que irme - Vuelve a decir con la mirada perdida. Marca un teléfono y rápidamente se a quien está llamando. -Alex, ven a por mí, tenemos que salir para Madrid. ¡Ya!.- Cuelga y me sujeta por los hombros mientras me mira fijamente a los ojos. Su mirada está muy oscura, me asusta. Veo sufrimiento en ella. -

Necesito que en cuanto me vaya, te metas en casa, hasta que vuelva Alex.

¿De acuerdo?.

-¿Pero… que ha ocurrido? - Me empiezo a asustar. No responde.

-¡Prométemelo! - Vuelve a insistir.

-No. Me voy contigo - Le digo -No. Tienes que quedarte aquí - Dice tajante, mientras vuelve a meter los dedos entre los mechones de su pelo.- Esto es algo solo mío - Ya no me atrevo a seguir insistiendo y asiento.

-De acuerdo… - Está bastante alterado.

Necesito saber que ocurre, pero parece que no piensa darme ninguna explicación.

-Si todo va bien, en un par de días estaré aquí contigo - Intenta tranquilizarme, pero no ayuda.

-César, estoy preocupada - Le digo.

-Te llamo en cuanto pueda - Me dice mientras se aparta para que pase Alex que acaba de llegar.

-César… - Le digo impotente. Se acerca a mí antes de subir al coche, y me deja un fuerte beso en la frente. Noto temblor en sus manos cuando sujeta mi cara.

-Te llamaré - Me dice, y un minuto después, veo como se alejan…