Capítulo 20
Pasamos el cartel que nos indica que ya estamos en el pueblo, y tomo el primer desvío a la derecha. Me dirijo al hotel donde César ha reservado la habitación durante el camino. El hotel, no es muy grande, pero lleva en funcionamiento más de treinta años, y a los dueños les va muy bien. Además de ser el único que hay por la zona, es famoso por su restaurante, donde ponen las mejores comidas caseras.
Por suerte, quedaban un par de habitaciones libres cuando llamó y reservó la más grande.
Aparco en la zona habilitada para ello y le ayudo con los bultos. Lleva demasiadas cosas. Entre ellas, varias toallas y sabanas. Según me dijo mientras cargábamos, es bastante maniático en el tema de la higiene.
-Buenas noches - Saludo apenas sin mirar a la persona que está detrás del mostrador de recepción.
-¿Natalia?- Me giro y le veo. Es el padre de Miguel Ángel, un gran amigo y con el que hace años, me di mi primer beso.
-¡Blas! -Corro a saludarle. Blas, a su vez, es muy amigo de mi padre.
-¿Cómo estás, preciosa?. Hace años que no te veo. - Me dice mientras me repasa con la mirada. - Siempre le pregunto a tu padre y me dice que estas muy atareada.
-Pues ya ves. - Le digo - Más o menos como siempre, mucho trabajo y poco tiempo para venir.
-Eso es bueno hija, que no falte el trabajillo, pero a la familia hay que visitarla… - Mira las maletas que tenemos en las manos - ¿Cómo es que venís al hotel, teniendo la casa de tus padres?
-Oh… yo no vengo aquí - Le digo roja como un tomate. Estoy segura de que cree que somos pareja - Solo vengo a traer a César, que va a pasar aquí unos días.
César se acerca a mí, entendiendo lo que ha insinuado el amigo de mi padre, y sin pensarlo dos veces, pone su mano en mi cintura y me besa en la cabeza. Le miro y me sonríe maliciosamente. Frunzo mi ceño, porque sé lo que pretende. Está jugando conmigo para hacerme sentir más avergonzada.
Les presento formalmente y nos dirigimos a la habitación. Blas entrega la llave a César. Se despide deseándole buena noche, y le guiña un ojo cuando cree que no le veo.
-Muy gracioso-Le digo mientras suelto en su cama varias bolsas de viaje. - Ahora todo el pueblo, creerá que estamos emparejados.
-Que todo lo malo que digan sea eso - Ríe sonoramente mientras comienza a deshacer las maletas.
-Pues a mí no me hace gracia… - Le digo - Es un pueblo muy chismoso, y en cuanto puedan, se inventarán una película sobre nosotros. ¡Pronto dirán hasta que estamos esperando un hijo!. - Estalla en carcajadas.
-Quitando la parte de los hijos… - Justo antes de que pueda terminar su frase, suena mi teléfono.
Es el número de casa de mis padres. Descuelgo -¿Hola?
-Natalia hija, estamos preocupados. Nos parece que tardas demasiado - Es mi madre y tiene razón, debí haber avisado que ya estaba aquí.
-Tranquila mamá, he venido con un amigo y le he traído al hotel. Va a quedarse esta semana por aquí. En quince minutos estoy con vosotros.
-¿Un amigo?- Su tono es risueño. César gira la cabeza hacia mí en ese momento, mi madre habla tan fuerte que sé que la está oyendo. -
¿Por qué no lo traes mañana a comer?
-No mamá, no creo que sea buena idea - Mi madre siempre tan hospitalaria…
-Claro que sí hija, si es tu amigo, nos gustaría conocerlo - Insiste.
Siento los dedos de César detrás de mi oreja, toma mi móvil y me lo arrebata. Me quedo boquiabierta viendo lo que hace.
-Buenas noches señora. Soy César, el amigo de Natalia. ¿Cómo está?. - Mi boca cae hasta el piso de la habitación, - No he podido evitar oír su invitación. Su hija tiene el volumen del teléfono muy alto. -Ríe escuchando algo que le está diciendo mi madre - De acuerdo, mañana sin falta estaré en su casa, yo también quiero conocerles. - Se despide de ella y cuelga.
Estira su mano devolviéndome el teléfono y su cara de satisfacción lo dice todo.
-Te habrás quedado a gusto. ¿No?. - Le digo con tonito.
-Mucho - Su ceja está levantada pícaramente, y luce una amplia sonrisa.
-No tienes remedio… - Le digo negando con la cabeza y con los brazos apoyados en mis caderas. -¿A que hora quiere el señor que venga a por él? - Suelto con sarcasmo.
-A las nueve estaría bien, así me haces una ruta turística por la zona. ¿Te parece bien?.
-Que remedio… - Resoplo fingiendo. A las nueve estaré aquí.
Me acompaña hasta el coche. Nos despedimos con un beso en la mejilla y se queda conmigo hasta que estoy dentro, y he cerrado la puerta.
Se hace a un lado para que salga del aparcamiento y cuando me alejo lo suficiente, compruebo por el retrovisor que entra en el edificio.
Al llegar a casa, mi madre me está esperando en la puerta. Sé que está ansiosa por saber… pero le cuento lo mínimo. Que es un buen amigo, y que me ha ayudado y apoyado en mi ruptura con Mario.
Parece que se queda satisfecha, porque minutos después, se despide y se va a la cama.
Los demás ya llevan rato durmiendo. Estos días están siendo agotadores para ellos. Llevan semanas preparando la competición benéfica que realizan todos los años en nombre del taller.
A la mañana siguiente, me despierto una hora antes y me arreglo para ir a recoger a César.
Mientras voy de camino, mentalmente trazo la ruta turística.
Quiero que conozca lo más significativo del lugar. Los pequeños monumentos. La ermita y las ruinas árabes. Creo que le gustarán.
Cuando casi estoy llegando, puedo verle sentado en los escalones de la entrada del hotel. Se ha puesto ropa cómoda. Un pantalón de chándal negro con una tira lateral amarilla, una camiseta del mismo color que la tira y unas zapatillas de deporte. Está escandalosamente atractivo así.
Parece más joven.
-Buenos días preciosa - Dice con su agradable sonrisa. Me pasaría la vida mirándole cuando sonríe así. Entra por la puerta del copiloto y acercándose, me besa en la mejilla.
-Buenos días - Le digo aún con la sensación de su dulce beso en mi cara - ¿Qué tal has dormido?
-Bastante bien, la verdad. La cama es muy cómoda y la gente que trabaja aquí, muy agradable. - Se acaricia la barriga - La cocinera, me ha obligado a probar varias tartas que ha hecho. - Rio a carcajadas. Conozco a Rosita y se la obsesión que tiene por que sus inquilinos, queden saciados.
-No te preocupes, con la caminata que pienso darte, rebajarás él empacho.
La mañana pasa volando. Visitamos más lugares de los que tenía previsto. César se muestra entusiasmado con todo lo que ve, y hace varias fotos de cada sitio al que vamos. Insiste continuamente en que el lugar es precioso, y que jamás había visto algo así. La verdad es que estamos situados en la misma falda de la montaña y el paisaje es espectacular.
Llega la hora de ir a comer, y no puedo negar que estoy nerviosa. Mientras nos dirigimos a casa, trato de disculparme continuamente por lo que sé que va a pasar… El le resta importancia, pero se que mis padres le harán miles de preguntas y mis hermanos le mirarán con cara de asesinos, como aviso por si se le ocurre hacer algo a su hermanita.
Llamo al timbre con las manos sudorosas y un pequeño nudo en el estómago. Él, en cambio, está tan tranquilo, parece que ha estado viniendo aquí cada día.
-¡Hola! - Es mi padre quien abre. Me besa en la frente y se dirige a César. - ¿Qué tal, hombre?. Soy José, el padre de esta preciosa muchacha - Le ofrece la mano.
-Hola José, yo soy César, el amigo de esta preciosa muchacha - Ambos ríen y se dan un apretón.
Mi madre y hermanos también se presentan cuando entramos. De momento la cosa no va a mayores, no hay malas caras por parte de mis hermanos, y me relajo un poco.
Pasamos al salón y la mesa ya está puesta. Por lo que veo, mi madre se ha ocupado de todo durante la mañana y solo tenemos que sentarnos a esperar que termine de hacerse la comida.
César se sienta a mi lado.
-¿Cómo van los preparativos de la competición?
- Les pregunto para sacar tema de conversación.
-De momento todo va yendo según lo previsto - Responde mi hermano David. - Pero ya sabes lo que ocurre los últimos días… cuando crees que todo va bien, surge algún problema de última hora.
-Oh… vaya que si lo sé… - Le digo - ¿Recuerdas aquel año en el que cayó el diluvio universal y la pista estaba tan embarrada que casi tenemos que cancelar?. Era una aténtica pista de patinaje - Mi hermano rompe a reír, atrayendo la atención de César.
-Como para olvidarme - Dice casi llorando de risa - Ese año fue el primero que ganaste la competición, y cuando saliste del coche, no sabía si eras mi hermana o un puchero de barro. - Todos se parten de risa, menos César, que me mira con las cejas levantadas y los ojos notablemente abiertos.
-¿Compites en carreras? - Me pregunta sorprendido.
-Competía… - Le digo
-¡Ha ganado varios premios! - Dice mi padre orgulloso, señalando varios trofeos en el mueble de madera.
-Vaya… no dejas de sorprenderme - Dice César observando las copas de metal que le ha señalado mi padre.
-¿Por qué no participas este año? - Dice mi hermano Javier muy convencido.
-Puff, llevo años sin subirme a un coche de carreras… no sé si es buena idea…
-Tienes toda la semana para prepararte - Ahora es mi padre quien habla. César les mira bastante serio.
-Pero… No se hará daño. ¿Verdad? - César está realmente preocupado. Lo noto.
-Nunca hemos tenido problemas graves, y llevamos haciendo esto más de diez años - Vuelve a hablar Javier. César baja la mirada pensativo pero no dice nada.
-Ven luego a las pistas, hija - Dice mi padre entusiasmado. Me gusta la idea, y acepto sin pensar.
-¡Dé acuerdo!.- César me mira sonriendo, pero su sonrisa, no es como la de esta mañana.
-¡Bien!- Dicen los tres. Mi madre como siempre, prefiere no decir nada y mantenerse al margen, aunque sé que se preocupa, siempre nos ha dejado disfrutar con lo que nos gusta.
- ¡Que se preparen todos, que la Natalita ha vuelto! -Suelta David, y mi cara se vuelve de color amapola.
-¿Natalita? - Dice César, ahora riendo de verdad. Yo resoplo.
-Sí… se les ocurrió inscribirme con ese nombre en la competición, obviamente sin mi consentimiento, y desde entonces, me quedé con ese apodo allí. - Digo disgustada y todos ríen a la vez.
Terminamos de comer, y como siempre que guisa mi madre, todo estaba buenísimo.
César incluso, le da la enhorabuena. Echo mucho de menos sus guisos cuando estoy en Madrid.
Parece que todo ha salido a pedir de boca, y no me han hecho pasar el mal rato que creía.
Todos se han comportado y no han hecho de las suyas. Han dado buena conversación a César, y este parece estar disfrutando.
Ayudamos a recoger la mesa y mientras mis hermanos terminan de traer todo lo que falta, César y yo fregamos los platos.
-¿De verdad vas a competir? - Dice casi susurrando para que no le oigan.
-¿Por qué no? - Le digo sonriendo para tranquilizarlo. - Lo tuve que dejar por obligación… - Es algo que realmente me gusta y como todo lo que me gustaba, Mario me hizo alejarme de ello.
-Me preocupa que te hagas daño - Dice mientras da varias vueltas con la esponja en un plato.
-Siempre tengo cuidado y voy muy protegida. - Le digo - Si en algo mis hermanos son cabezones, es en el tema de la seguridad. Al ser algo benéfico, solo queremos pasarlo bien. - Sus hombros parecen relajarse y asiente con la cabeza.
-¡Vamos chicos!- Nos apremia mi padre, está emocionado y desde que sabe que voy con él, más aún.
-José… no te alteres demasiado - Le dice mi madre - Que sabes cómo andas últimamente con el corazón y las arritmias…
-Tranquila mujer, para algo valdrán las pastillas que me han mandado.- César me mira con las cejas arqueadas y cara interrogante. Sé que cuando estemos solos, me preguntará por la salud de mi padre.
Salimos, mi padre sube a nuestro coche y vamos hasta las pistas. Mientras, mis hermanos van a por la joya de la casa. El Ford Focus Rally que este año voy a conducir.
Hace un día espléndido, y la verdad, es que tengo ganas de quemar un poco de adrenalina.
Llegamos, y mientras esperamos a que Javier y David vuelvan, César, mi padre, y yo, paseamos por la zona. Veo que han trocado la posición de algunas curvas, trazado nuevas rectas, y creado varios saltos nuevos. Mi padre me explica algunos de los cambios, pero tendré que dar varias vueltas para reconocer el circuito, y saber cómo debería desenvolverme el próximo domingo en la carrera.
Por fin vemos aparecer la grúa con el coche encima. Es de lo más llamativo. Me encanta.
Naranja, verde y azul. Tiene logos en toda la carrocería y un vistoso alerón trasero.
César no parece tan contento de verlo como yo…