Capítulo 42

Natalia:

Por fin se ha dormido. El pobre ha pasado un mal rato. Con el susto que hemos llevado hoy, no me extraña que tenga pesadillas. Se puso demasiado nervioso. Y para colmo… no he sabido como reaccionar, cuando me ha dicho que me quiere…

Son tan difíciles para mí esas palabras… Tienen tanto significado, que no las puedo decir a la ligera. Creo que todavía no estoy preparada para volver a querer a nadie. El miedo solo me permite llegar hasta aquí. No quiero sufrir otra vez por amor. Estoy segura de que siento algo por él. Algo muy fuerte, pero no quiero llegar más lejos… Me acomodo con ese pensamiento a su lado, y también me duermo.

Varios rayos de sol, llegan hasta mi cara, haciendo que me despierte. Me giro buscando el cuerpo de César a mi lado, pero no está. Trato de escuchar algún ruido procedente de la ducha, pero tampoco parece estar ahí.

Recuerdo que hoy tenía que comenzar a trabajar, por lo que deduzco que se ha levantado temprano.

Tomo mi móvil para ver la hora que es, y veo un mensaje en él. Es de César.

“Buenos días, preciosa. Espero que hayas podido dormir bien. Siento el mal rato que te hice pasar anoche. Estoy en el trabajo. Come algo por favor. Te veo por la tarde.”.

Sonrío. Me encantan estos detalles suyos.

Incluso ha puesto mi móvil en silencio para no despertarme con su mensaje… Es un amor.

Sabía que lo revisaría cuando despertara.

Le contesto:

“Buenos días, precioso (risas). He dormido con mi ANGEL guardián, no se puede dormir mejor… Espero que tengas un buen día. Bajo a desayunar en nada.”

Llamo a mis hermanos para saber cómo se ha despertado hoy mi padre. Al parecer, todavía está mejor que ayer, y si se mantiene así, en unas horas, le pasarán a su nueva habitación. Me despido y suspiro con el teléfono pegado a mi pecho. El día no puede empezar mejor.

Sin más, me doy una ducha y bajo a comer algo para reponer fuerzas. Manuel me saluda, y me indica un lugar tranquilo en el restaurante donde poder desayunar.

El cacao está delicioso, no es mi marca favorita, pero no me puedo quejar.

Una extraña sensación de incomodidad se instala bajo mi piel… como si alguien me observara. Levanto la mirada, y ahí está… Erika acaba de entrar, y viene hacia mí.

-Hola. - Tiene una gran sonrisa falsa en su cara.

-¿Qué quieres? - Pregunto de mala gana.

-Solo quiero saber cómo estás - Miente. Retira la silla que tengo delante, y se sienta enfrente de mí.

-Esa silla está ocupada. - Digo con mi ceño fruncido. Solo quiero que se vaya.

-¿Por quien querida?, César está trabajando…

Se despidió de mí esta mañana. - Vuelve a sonreír.

Una ola de celos me quema en mi interior.

Imagino mil maneras de sacarla los ojos, pero me contengo. Prefiero contestarla.

-¿A sí?. Me alegro por ti. -Ahora la que sonríe soy yo - Como la perrita que eres, seguro que estabas inquieta meneando el rabo, esperando por él. - Sus ojos se engrandan.

-Eres despreciable. -Me mira con asco - Sabes interpretar muy bien el papel de víctima con César. Pero que sepas que solo está contigo por lástima. Necesita ayudarte para sentirse bien consigo mismo - Me mira esperando mi reacción -

Cuando consiga algún avance contigo… te dará la patada como a las demás, y volverá a mi lado.

No deberías hacerte demasiadas ilusiones… - i corazón se encoge, y como puedo, disimulo que me ha hecho daño.

-Eres poco obediente perrita - Insisto en llamarla así, sé que la molesta. - Tu dueño te dio órdenes de no invadir el espacio de nadie y estás desobedeciendo… Vuelve a tu rincón, o tendrá que darte con el periódico en el hocico. -

Sonrío de nuevo.

-Esto no va a quedar así… - La piel de su rostro se vuelve color amapola al instante.

Se levanta de la silla violentamente, dejándola caer contra el suelo. La gente se gira hacia nosotras, y Erika, con grandes pasos, sale por la puerta. Está realmente enfadada, y yo satisfecha.

Aunque he de reconocer, que ha dejado sembrada la duda en mí. - ¿Será verdad que César solo está a mi lado por lástima? ¿Está haciendo todo esto para sentirse bien con él mismo? … Realmente, está muy empeñado en ayudarme desde el primer día, sin tener necesidad… - Sacudo mi cabeza, no quiero oírme pensar. Es Erika quien me ha dicho esto, no debería hacerla caso. - Pero es que todo lo que me ha dicho, encaja tan bien en mis preguntas… - Y por desgracia… sé que César me está escondiendo algo. Definitivamente y para evitar males mayores, no debo dejarme llevar por los sentimientos. - Pero es tan difícil… -

Suspiro. Como estamos ahora, está bien. Tengo que usar más la cabeza y tener cuidado, si no quiero volver a pasar por lo mismo. Mi corazón no aguantará otro asalto más. Está demasiado roto…

Con esa idea me levanto de la mesa, recojo todo lo que he puesto, para no hacer trabajar al persona, y lo llevo hasta la barra.

-¿Todo bien señorita? - Me dice Manuel preocupado. Sé que ha visto todo el espectáculo de Erika.

-Sí Manuel, no te preocupes - Le sonrío y cuando estoy a punto de irme…

-Señorita… - Me llama de nuevo. - No haga caso a nada de lo que Erika diga. Es una arpía. - Susurra y me guiña uno de sus ojos.

Por un segundo, puedo ver al verdadero Manuel y no al educado recepcionista.

Asiento para tranquilizarle y le regalo una amplia sonrisa.

-Gracias - Le digo. Me despido y vuelvo a mi habitación. Quiero llamar a Laura, para saber que tal fue su misteriosa cita.

Tomo mi teléfono y marco su número.

-¡Nataaaaa! - Como ya la conozco demasiado bien, antes de que grite, separo el auricular de mi oído.

-¡Lauuuu!. ¿Ves? - Le digo. - Se puede decir de la misma manera, y sin partir el tímpano a tu amiga.

Ríe y rápidamente se preocupa por mi padre. Se alegra mucho de que esté mejor y quiere ir a verlo pronto.

Quiere saber cómo van las cosas por aquí.

Dudo, pero al final, le cuento todo lo ocurrido ayer por la tarde. Grita… Llora, insulta, maldice… y cuando finalmente se calma, me pregunta.

-¿Se lo habéis contado a Alex? - Dice todavía agitada.

-¿Alex?… ¿Cómo sabes que Alex no venía? - Pregunto sospechosamente. En ningún momento la he insinuado que no estaba con nosotros.

Silencio es la respuesta…

Algo pasa, Laura jamás hace silencios, siempre tiene algo que decir, por poco que sea.

-¿Qué pasa?… ¡Solo es una pregunta! - Está nerviosa.

-Lau… ¿Por qué sabes tú, que Alex no estaba informado en el momento? - Mas silencio…

-Me están llamando. Tengo que colgar - Me dice.

-Como te atrevas a colgarm… - Tu… Tu… tu… tu…

Se atreve.

-Oh Dios mío…- Me digo. - ¡Alex ayer tenía una cita y Laura otra!. - Uno más uno… empiezo a encajar ideas en mi cabeza. - ¡ESTABAN JUNTOS! - Grito llevando las manos a mi boca.

No me lo puedo creer… Son tan distintos…

Laura es puro nervio y alegría.

Alex en cambio, todo lo contrario. Serenidad y seriedad… Lo que mi amiga más detesta en un hombre… ¿Cómo diablos ha surgido esto?… - Pobre Alex… - Río a carcajadas. - ¡La que le espera! - Estoy deseando que llegue César para contárselo. No puedo callarme algo así…

La tarde pasa lenta y aburrida. Me encantaría poder estar en la calle tomando el sol, en algún parque cercano. De compras, paseando por Madrid, o bebiendo

algo con Laura en alguna terraza. Mi vida se ha reducido a la de una monja de clausura. Es tan triste… Durante unos días, no podré ni ir a ver a mi padre… Tengo que buscarme una buena excusa para no preocuparles. Los agentes me han aconsejado no salir demasiado a la calle, y cuando lo haga, siempre acompañada. En esa idea se les adelantó César hace semanas.

Siempre cuidándome…

Sé que esto, es solo hasta que lo arresten.

Cuando lo consigan, podré hacer mi vida normal.

Pero se están demorando demasiado en dar con Mario. Siempre ha sido muy inteligente, no les va a ser fácil encontrarlo. Su fotografía está en todas las comisarías. Pero aun así, no hay rastro de él. No puedo imaginar donde se está escondiendo. Ni una sola pista de su paradero.

Simplemente, aparece de la nada como si fuera un fantasma, cuando menos te lo esperas…