Capítulo 45

Espero impaciente a que salga. Estoy realmente nerviosa. ¿Qué es lo que puede haberle puesto así?. Mil imágenes pasan por mi cabeza…

¿Tendrá algo que ver Mario en esto?. - Dios mío, que no haya hecho daño a nadie que él conozca… - Me digo. Camino nerviosa por la habitación.

¿Habrá pasado algo en su familia?

Dijo que la llamada era de Alemania… Con cada minuto que César pasa ahí dentro, mi corazón se altera más y mis paranoias aumentan. Trato de escuchar a través de la puerta… Sigue con nauseas.

No entiendo que es lo que puede haber ocasionado esto a César… él es realmente fuerte…

-Arschloch! - Grita. Me asusto. - Betrunken!-

Vuelve a gritar y un golpe retumba en la habitación.

No puedo más. Necesito saber que está pasando y tengo que entrar para calmarlo.

Abro la puerta lentamente, y está sentado en el suelo de espaldas a la pared, tiene sus rodillas dobladas, y con sus manos sujeta su cabeza.

Está temblando…

Otro impacto hace vibrar el tabique, y veo el motivo… Ha golpeado con su cabeza la pared.

-César… - Le digo y rápidamente me mira. Tiene los ojos muy rojos y su mirada está perdida.

-Raus hier! - Me grita y señala la puerta. Le miro extrañada, no entiendo que dice… - ¡Vete de aquí! - Vuelve a decir cuando se da cuenta.

-No voy a ir a ningún sitio hasta que no me digas que pasa. Estoy empezando a asustarme - Le digo sincera.

-¡Déjame solo!. ¡Vete a tu habitación!.- Intenta decirme con más calma, pero no puede disimular su estado.

Al ver que no me muevo, se pone de pie. Toma mi brazo con fuerza, y me saca del baño.

-César, no voy a ir a ningún sitio. ¿Que está pasando? - Le vuelvo a preguntar.

Está muy alterado. Entro de nuevo.

-¡Que te vayas! - Cierra su puño y golpea el espejo que tiene delante. Cientos de cristales saltan en todas direcciones. Pone una mano a cada lado del lavabo, agacha su cabeza y veo como su espalda sube y baja con su fuerte respiración.

Sigue temblando…

Varias hilos de sangre caen al suelo. Se ha cortado en los nudillos. Sus ojos están cerrados con fuerza, como intentando controlarse, pero no lo consigue.

Otro puñetazo golpea la mampara de cristal que tiene a la derecha, y la hace añicos.

-¡Para! - Grito mientras sujeto su brazo. No quiero que se haga más daño.

Se gira hacia mí, pero no le reconozco… Sale del baño, casi empujándome para abrirse paso, y comienza a lanzar cosas. Toma una de las mancuernas de diez kilos que hay colocadas en una estantería, y la lanza contra el gran espejo del gimnasio como si no pesara, haciéndole trizas. Uno de los trozos llega hasta mí, provocándome un pequeño corte en el cuello.

Llevo rápidamente mi mano a la zona dolorida y compruebo que sangro.

Es poco, pero no quiero mancharme la ropa.

Saco un pañuelo de mi bolsillo para limpiarme, cuando César se da cuenta…

-¡VETE!, ¡VETE!. ¡MIERDA!- Grita como un loco.

Toma uno de los taburetes y lo lanza contra la pared, también se rompe… -¡VETE DE AQUÍ!.

Mi corazón va a mil, estoy realmente asustada.

Solo oigo golpes por todas partes, César sigue lanzando cosas en todas direcciones, y gritando palabras en alemán que desconozco.

Destrozando todo lo que toca. Mis ojos se llenan de lágrimas. Esta escena es tan desgraciadamente familiar para mí… Todos mis malos recuerdos se agolpan en mi cabeza.

Me pego a uno de los rincones de la habitación, y me dejo caer hasta sentarme en el suelo. Tapo mis oídos con mis manos y me hago un ovillo. - Solo tengo que esperar a que se relaje… - Trato de mentalizarme para calmarme. - Él, no me golpeará después…

-¡César!- Oigo una voz conocida. Levanto con cuidado la mirada, y veo que Manuel está en la puerta.

-¡Llévate a Natalia de aquí!. - Le grita César.

Respira agitadamente - ¡Largaos!

-Vuelve a gritar.

Manuel descubre donde estoy, y entra a la habitación. Toma mi brazo y tira de mí.

-Vamos señorita Natalia. - Dice mientras me saca de allí.

Cierra la puerta cuando salimos, y los golpes vuelven a sonar. Mi corazón se encoge…

-Manuel por favor haz algo. Haz que pare, se va a hacer daño… - Lloro.

-Tranquila señorita. - Me dice mientras saca su teléfono y marca un número.

-Alex, soy Manuel, ¿puedes venir al gimnasio?…

César está descontrolado. - Cuelga y tira de mí brazo para que le siga. - Vamos, esto se solucionará pronto - Me dice.

Antes de que salgamos del pasillo, veo como Alex viene corriendo. No nos saluda, ni siquiera nos mira, simplemente entra a toda prisa en la habitación…

Han pasado dos días desde el incidente en el gimnasio, y todavía no he visto a César, ni he tenido noticias de él. He intentado subir un par de veces a su piso, pero la puerta está cerrada.

Llamo, y nadie me abre. Le mando mensajes, y no me contesta. Estoy desesperada. No puedo parar de pensar en que puede haberle afectado tanto.

Le he preguntado a Manuel, y dice no saber nada. Pero se que me está ocultando cosas.

¿Porqué?. No lo sé… Me tumbo en la cama tratando de buscar alguna explicación… cuando la puerta suena, sobresaltándome.

-Natalia, abre. Soy yo. - Es la voz de César.

Mi cuerpo se tensa rápidamente y me pongo nerviosa. Abro.

-Hola… - Le digo.

Está visiblemente afectado. Sus ojos siguen tan rojos o más que la última vez que lo vi, su cara está desmejorada y su barba descuidada.

Juraría que ha perdido peso si no fuera porque solo han pasado dos días.

-Vengo a hablar contigo. ¿Puedo pasar? - Dice sin mirarme a los ojos.

Un escalofrío recorre mi espalda. No me gusta la sensación que tengo.

-Es tu casa… - Le digo. - No necesitas permiso…

- Veo que a sus pies, hay una maleta. Mi corazón late tan fuerte, que puedo oírle.

-Tengo que irme unos días… - Sigue sin mirarme cuando me habla. - Han surgido problemas que tengo que solucionar…

-César… ¿Que es lo que pasa?. ¿Realmente es tan grave como para que yo no deba saberlo? .- Pregunto angustiada.

-No es nada que te pueda afectar - Dice fríamente.

-Si te afecta a tí… también me afecta a mí. - Le digo preocupada.

-Natalia… - Su voz no suena igual, y el escalofrío que me recorre, ahora es más grande - No podemos seguir con esto…

-¿Esto? - Casi grito. - ¿A que te refieres con “esto”? - Está asustándome.

-Lo nuestro… creo que tenemos que hablar sobre lo sea que tengamos.

Algo se rompe dentro de mí, y todas las palabras de Erika, cobran sentido en mi cabeza.

Se ha cansado de mí… Abro mi boca para hablar, pero rápidamente la cierro de nuevo. Si digo una sola palabra, se que lloraré. - ¿Acaba de insinuar lo que creo? - Tengo que aguantar el nudo que tengo en mi garganta. Si hablo, me derrumbaré.

- … - Asiento. No puedo hacer otra cosa.

Veo como su mirada se alza hasta mi cuello, y se para en el pequeño corte que me hizo el cristal en el gimnasio. Aprieta fuertemente su mandíbula y cierra sus ojos. Toma aire y se vuelve a dirigir a mí.

-No te mereces lo que te está pasando… - Le miro esperando una explicación, pero no lo hace. - Tengo que irme… -Traga saliva - Quédate en el hotel y espera a que regrese.

Tenemos que hablar con más calma. Ahora mismo no soy dueño de mis palabras… y puedo decir cosas de las que luego me arrepienta.- Vuelve a tragar.

-Por lo que deduzco… poco tendremos que hablar ya… - Consigo decir.

Veo como toma una gran bocanada de aire para seguir.

-Es lo único que te pido. - Me mira por un segundo, pero rápidamente vuelve a bajar su mirada. - Alex ya está avisado… Solo tienes que decirle cuando quieres ir a ver a tu padre, y el te llevará. Manuel también está al día, y como siempre, procurará que no te falte de nada…

-Creo que podré arreglármelas… No te preocupes. - Le digo con dolor.

-Natalia. - Pone sus manos en mis hombros.

Ahora si me mira fijamente. - Necesito estar tranquilo allí, y saber que no te pondrás en peligro. Solo serán unos días más.

¿De acuerdo?.

-Por lo que veo, esa parte ya debería darte igual. - Digo con sarcasmo y frunce su ceño -

Pero tranquilo, según se han puesto las cosas, no me queda más remedio que aceptar tu petición. De momento, no tengo opción. - Suspira aliviado.

-En una semana estaré de vuelta. - Toma su maleta - Cuídate mientras. - Y sin mas, se marcha…