Capítulo 35

Natalia:

-Entrad en el coche hasta que salga - Dice Alex seriamente.

-Sube al coche y ponle el seguro, Natalia - Dice César al instante - Voy contigo Alex, espera.

-Tú te quedas aquí. - Ordena Alex - Meteos los dos ahora mismo en el coche.

¡Hasta que yo os diga!. - Grita nervioso.

Nunca había visto hablar a Alex de ese modo con César.

-Voy a entrar contigo - Replica César.

-Esto no es un juego. ¿De acuerdo?. -Cada vez está más cabreado - Ahora entra en el maldito coche hasta que yo te diga lo contrario.

No hay más que hablar, con ese tono autoritario con el que se ha dirigido a nosotros, sabemos que la cosa es seria… y obedecemos. Veo como Alex, levanta su chaqueta y algo brilla en su cadera. Es una pistola. Entra en la casa.

César pone el seguro y el vehículo queda bloqueado.

-¿Estás bien? - Me pregunta.

-Sí… solo un poco preocupada por Alex. - Le digo sincera. Mis manos están empezando a sudar.

-¿Crees que esto pueda ser obra de Mario?.

¿Has tenido noticias suyas en los últimos días, mientras yo no estaba? - Ha llegado el momento… Ya no puedo ocultarlo más.

-La otra noche… cuando corría por el callejón.

Alguien me perseguía…

-¿¡Cómo!? - Sus ojos se abren mientras me mira sorprendido.

-Alguien estaba corriendo detrás de mí, cuando tú llegaste… - Bajo la mirada.

- Por eso grité, pensé que era él quien me sujetaba en ese momento…

-¡Maldita sea Natalia! - Su expresión y gestos son de enfado. - ¿Me estás diciendo que… el muy cabrón, estuvo a punto de atraparte, y que no me lo has dicho hasta ahora?

-Yo… no quería preocuparte…

-¿Sabías que estaba aquí, y no se te ha ocurrido avisarnos? - Alza sus manos y golpea fuertemente el volante con su mirada fija en mí.

Me asusto.

-No estoy segura de que fuera él… Solo vi una silueta… No quería que pensaras que era una imprudente por haberme apartado del grupo… y…

-¡Una imprudente has sido al no contarlo!. -Sus pupilas están dilatadas - ¡Sabías que estaba aquí, y no nos has avisado!. - Otro fuerte golpe en el volante hace que me sobresalte. - ¡Podríamos haberlo acorralado allí mismo! -

Grita de nuevo acercándose a mí furioso y con las manos en alto. - Cubro mi rostro en un acto reflejo.

-¡No César!. ¡Lo siento…! - Cierro fuertemente los ojos, y cuando espero un duro golpe sobre mí… unos grandes brazos me rodean.

-Natalia… - Su boca está cerca de mi oído. - Vamos, tranquila cariño. No voy a hacerte daño.

Lo siento. -Besa mi cabeza - Siento haberme puesto así…

Poco a poco voy saliendo de mi postura de protección. Levanto la mirada y sus ojos están rojos. Veo tristeza en su expresión y arrepentimiento.

-Yo… yo soy así… - Le digo, estoy empezando a agobiarme. - Yo… no tengo idea de como hacer las cosas… ¿Ahora lo entiendes? - Me mira sorprendido - Soy torpe, sobre todo mentalmente. No se me ocurren estas cosas como a vosotros. No pienso en ello.

-No digas eso Natalia. - Tiene sus cejas fruncidas.

-Sí César, tienes que saberlo. Por mucho que odie a Mario, él tiene razón. -Digo sinceramente. Intenta interrumpirme, pero no le dejo. - Cuando creo que estoy haciendo algo bien, resulta todo lo contrario. - Miro al vacío -

Mi intención era no preocuparte. Estaba asustada, e incluso llegué a pensar, que hubiera sido producto de mi imaginación… Cuando volví a mirar, ya ni siquiera estaba.

-Está bien… -Suspira-No le demos más vueltas, pero por favor… No me ocultes nada de esto.

Son pistas muy importantes a la hora de poder dar con él. ¿De acuerdo?. - Asiento.

Ahora es él quien mira a la nada, en silencio. Me gustaría saber que está pensando, aunque creo saberlo. Seguro que se está arrepintiendo de lo que ha pasado esta tarde entre nosotros. Se está dando cuenta de que no soy como creía…

Pronto pondrá algún tipo de excusa absurda, y desaparecerá de mi vida… Nadie quiere estar con alguien como yo. Es algo que tengo asimilado desde hace tiempo. El único que me aguantaba era Mario, y terminé por desquiciarle… Mi destino está claro. Acabaré mis días sola.

Alex viene hacia nosotros. César desbloquea el coche y abre la puerta.

-No hay nadie en la casa. He revisado todas las habitaciones y están limpias. Si necesitáis entrar, es el momento. - Dice seriamente - Por lo que he podido comprobar, todo el destrozo ha sido desde fuera. Han lanzado piedras para romper los cristales. Incluso puede deberse a una chiquillada.

-De acuerdo - Dice César. - Aunque creo que está lejos la opción de la chiquillada. Luego hablamos. - Alex le mira extrañado.

Ahora Alex, también sabrá lo tonta que soy…

Entramos en la casa, y todo parece estar en orden, hay varias piedras en el suelo del salón, con las que deben de haber roto las ventanas.

Algo debajo de la mesa auxiliar, llama mi atención.

Camino hasta allí, mientras César y Alex me miran atentos. Me agacho y con una de mis manos palpo para dar con ello. Por fin lo atrapo entre mis dedos y lo alzo para verlo.

Es una bola pesada. Veo que es otra piedra, pero esta, está cubierta de papeles arrugados.

Vienen hasta mí curiosos, también quieren saber de que se trata.

Comienzo a retirar los papeles y descubro que son fotos. Fotos mías con Mario.

Las aplano para verlas mejor y en todas hay algo escrito. La primera, es de cuando todavía estábamos en la universidad. Con letras rojas sobre mi rostro pone “PUTA”. Mis pelos se erizan. La siguiente foto, está quemada, solo en la zona donde debería ir mi cara. Otra más, celebrando juntos las Navidades de hace dos años. “ODIO” también en letras rojas sobre mi rostro. La siguiente me asusta… Somos César y yo… llegando a casa de mis padres, el día de la lluvia de estrellas. Hay algo escrito en esta también, pero esta vez, ocupa toda la foto.

“TIRATELA AHORA QUE PUEDES, PRONTO ESTARÁS LLORÁNDOLA.”

César se tensa y puedo ver como palpita la vena de su cuello. Alex también está algo nervioso.

Voy a hablar, pero de pronto… un gran ruido nos sobresalta a los tres. No me da tiempo a pensar, cuando César, literalmente me empotra contra la pared, y me cubre con su cuerpo. Tras unos segundos en los que no ocurre nada, poco a poco va apartándose de mí. Puedo ver que Alex, ha sacado su pistola.

-¡Maldito gato! - Grita mientras guarda su arma de nuevo.

Miro a mi alrededor, y descubro a Zeus, el gato de la vecina. De un salto, ha intentado subir por las cortinas, y las ha tirado al suelo, arrancando incluso las barras clavadas en la pared. Debe de haber entrado por alguna de las ventanas rotas, y no ha sido capaz de salir después. Tratamos lentamente de recobrar el aliento, cuando César habla.

-Alex, ¿Crees que podrías hacerte cargo de todos estos destrozos, antes de que venga la familia de Natalia?. No me gustaría preocuparles más. Bastante tienen ya…

-Claro, no habrá problema - Asegura Alex. - Ya es prácticamente de noche, me quedaré aquí para evitar que algún ladrón entre, y por la mañana, buscaré a las personas indicadas.

-¿Te parece bien Natalia? - Me pregunta César.

- La casa es de tus padres, tú mandas.

-Sí, no tengo problema. Después pásame la factura y ya está. - César sonríe, y sé que me costará pelear por ella.

-Hoy tendrás que dormir en el hotel conmigo. - Sonríe pícaramente levantando las cejas. Mi cara se convierte en lava volcánica. Miro a Alex, y está sonriendo también. Menudo par de cabrones están hechos…

Recogemos todo lo necesario para llevar al hospital. Aún faltan varias horas, por lo que una vez que está todo preparado, decidimos volver al hotel. Ya no tenemos tranquilidad para salir por el pueblo, sabiendo que Mario está por aquí.

Mi teléfono suena.

-¿Si? - Respondo.

-Hola Natalia. Soy Andrea, la chica del piso que alquilaste hace más o menos quince días… No sé si recuerdas que quedamos para hoy y… - Mierda, se me había olvidado.

-Em… sí. Hola Andrea. - No la dejo continuar - Sí, si perdona. Ha surgido un problema familiar bastante importante y no he podido ir… pero mañana por la tarde espero poder estar allí. - Quiero ver a mi padre antes de volver a Madrid.

-Oh, de acuerdo. Espero que no sea nada… Nos vemos mañana entonces.- Nos despedimos y cuelgo.

César me mira extrañado. Debo recordar bajar el volumen del teléfono. Todo se oye cuando hablo con alguien.

-Hace unos días, alquile un piso… - Trato de explicarle - Antes de que pasara lo de Erika…

creo que ya abusé demasiado de tu confianza…

-Llámala de nuevo y anúlalo. Es simple. - Me dice.

-No puedo hacer eso… ya pagué el mes por adelantado y la fianza.

-Mañana iremos a hablar con ella. Sabes de sobra que ahora no puedes estar sola.

-¡Dios! - Digo agotada de esta situación. - ¡Estoy peor ahora que cuando estaba con él!. Al menos antes podía salir a la calle y hacer una vida más o menos normal… - Su expresión me confirma que no le gusta lo que acabo de decir.

-¿Estás insinuando que prefieres las palizas y los insultos? - Sus manos están cerradas fuertemente.

-¡Estoy insinuando que ahora no tengo ninguna libertad!, Necesito retomar mi vida… o me volveré loca. - Veo como su expresión cambia.

Tristeza.

Viene hasta mí. Esta vez más tranquilo y me abraza.

-Ten paciencia cariño… esto solo es temporal ¿De acuerdo?. Es la última parte de todo el proceso… Se fuerte, tu libertad está a la vuelta de la esquina. - Besa mis labios.

En vez de cerrar mis ojos por el contacto, los abro enormemente. ¡Acaba de besarme delante de Alex!. Me giro asustada para comprobar si ha visto algo, y su sonrisa me confirma, que no se ha perdido ningún detalle. Resoplo. ¿No le importa que nos vean juntos…? ¿De verdad no se avergüenza de que le vean besar a alguien como yo?. Mario siempre lo evitaba. Son tan distintos…

Nos despedimos de Alex y vamos hasta el hotel.

Por el camino llamo a mis hermanos y a Laura.

Ella se fue a Madrid temprano, al ser lunes, tenía que trabajar. Mis hermanos no tienen noticias relevantes sobre el estado de mi padre, únicamente, que sigue estable dentro de su gravedad. César me confirma que eso es bueno.

Llegamos a nuestro destino y un escalofrío recorre mi espalda. Tengo la sensación de que alguien nos observa… Miro por todas partes, buscando alguna señal, pero no hay nada. Estoy segura de que es sugestión, después de saber quien está en el pueblo… creo verle en todas partes. Tengo miedo, no lo voy a negar. Pero quizás, lo que más me aterra, no es lo que pueda pasarme a mí, lo

que más me preocupa, es que pueda tocar a César. No podría soportar que le hiciera daño.

Se está convirtiendo en alguien muy importante para mí…