Capítulo 41
César:
Sé que estoy siendo brusco, pero es imposible para mí contenerme, necesito de ella… tanto como del aire que respiro. Pensar en lo que ha estado a punto de pasar, me trae loco. Casi la pierdo… No puedo esperar más, siento que con cada minuto que pasa, pierdo un tiempo valiosísimo que podríamos estar pasándolo juntos. Necesito tenerla ya, tenerla ahora. No puedo demorarlo más, se me acaba la paciencia.
Me consume la espera…
Cada beso que la doy, es una droga para mí. Me declaro totalmente adicto a sus labios. Adicto a su aroma… a su sonrisa, a su mirada… A su “todo”…
Necesito quitarme la ropa, me quema en el cuerpo. Necesito quitársela a ella, me quema a la vista. Quiero su cuerpo contra el mío. Su calor en mi piel… Nada calmará esta ansiedad que siento, si no es de esta manera.
-César… - Tiene sus ojos cerrados, y está empezando a dejarse llevar por la pasión. Ya no la molestan mis duros besos.
Cada vez que mi nombre sale de sus labios, pierdo totalmente la razón, y mi autocontrol se esfuma. Es tan erótico verla así… Tan entregada a mí. Es en el único momento, en el que me ofrece su total confianza.
-Necesito tanto de ti…- Digo mientras beso su cuello. Inclina su cabeza para que siga haciéndolo. Veo como todo su vello corporal, se eriza cuando paso la punta de mi lengua por su yugular.
Con mis manos busco el doble de su camiseta, y con un ágil movimiento, consigo sacarla por su cabeza. Es tan perfecta… su vientre es tan plano, y sus pechos tan voluminosos y moldeados… Su pecho se eleva, su respiración es agitada, y mi cabeza se desconecta, dejando paso al instinto… estoy totalmente desbocado.
Saco mi camiseta tan rápido como puedo, y en cuanto aplasto su pequeño cuerpo contra el mío…
Mi corazón y respiración se regulan con la suya, dándome la calma que necesito y haciéndome tomar de nuevo el control. Es una sensación tan increíble…
Mis manos recorren su espalda desnuda. Llego hasta sus muslos y con un pequeño esfuerzo, la tomo en brazos. Ella rodea mis caderas con sus piernas. Llegamos hasta la cama, pongo una rodilla sobre el colchón y la dejo caer lentamente. Me dejo caer con ella…
Jadea en mi boca, y creo que volveré a perder la razón. Sus manos tiran de la goma de mi pantalón, bajándolo con habilidad. Yo hago lo mismo con el suyo.
Tengo que tomar varias bocanadas de aire para tranquilizarme. No quiero hacerla daño…
-Te necesito… - Susurra. Está tan perdida como yo.
Su frase consigue hacerme vibrar, mi corazón palpita locamente. No puedo hablar, no puedo calmarla… solo quiero tenerla. Si espero más, me volveré loco.
Su calor abraza cada centímetro de mí. Sus manos aprietan mi espalda, sus uñas se clavan en mis hombros. El placer se ciñe a cada una de mis células…
Respira rápido, se mueve inquieta debajo de mí, y una fuerte corriente recorre mi cuerpo, desde mi cabello, hasta los dedos de mis pies.
Me pierdo… siento que muero… muero por ella…
La intensidad acaba conmigo, caigo sobre ella, apenas sin fuerza. Mi cabeza está en su pecho y sus manos en mi pelo. Jadeamos juntos, mientras intentamos reponernos. Oigo los fuertes latidos de su corazón. Está viva… y está conmigo… No puedo pensar en otra cosa. Casi la pierdo hoy. Tengo otra oportunidad, y voy a aprovecharla.
Levanto mi cabeza para mirarla. Está preciosa.
Tiene el cabello despeinado, los labios rojos por mis besos y las mejillas ligeramente sonrojadas. Me sonríe.
-Hola - Me dice con cariño.
-Hola - Respondo sonriendo tiernamente. Me estiro para llegar a sus labios, y poder besarla de nuevo.
Pongo mis codos, uno a cada lado de su cuerpo, atrapándola debajo de mí. Beso su nariz, su frente, sus mejillas, su boca… ella ríe y trata de escapar.
-Me haces cosquillas - Dice riendo.
-Tú consigues hacerme otras cosas… - Susurro en su cuello mientras beso su mentón.
-¿Qué te hago? - Vuelve a reír -Sentir… - Digo levantando mi cabeza para mirarla a los ojos.
-¿Y que sientes…? - Pregunta ahora más atenta y seria.
-Que te quiero… - Digo sin dudar. Sus ojos se abren, y mi corazón se encoje.
Tengo miedo de haber ido demasiado lejos, pero no he sido capaz de contener mis palabras.
-César… - Sus ojos se empañan. Yo…
Antes de que pueda hablar, sello sus labios con los míos. No quiero que tenga que decir nada, que no esté preparada para decir… Y tengo miedo de oír algo, que pueda dolerme demasiado. Prefiero seguir viviendo feliz en mi ignorancia, por el momento…
Con cuidado, me dejo caer a un lado. Paso uno de mis brazos detrás de su cabeza y rodeo su cuerpo con el otro. Se acomoda entre mis brazos y cierra sus ojos.
-Mi lugar favorito en el mundo - Suspira mientras pone una de sus pequeñas manos en mi costado.
Mi corazón salta de alegría. - Poco a poco… - Me digo.
Está demasiado cansada… y yo por fin, algo más relajado. Necesitaba sacar de alguna manera, la tensión acumulada en mi cuerpo, y creo que no hubiera podido encontrar otra forma mejor de hacerlo.
Beso su frente, y me acurruco con ella. El aroma de su cabello, mezclado con el calor que desprende, es la mezcla perfecta para dejarme llevar por una agradable sensación de sueño…
Entro en casa, he estado jugando con unos amigos. Mi madre y mi hermana me llaman.
Quieren darme una sorpresa porque estoy un poco triste. Pero por el aroma que hay en la casa, creo que las he descubierto. Han hecho tarta de manzana. ¡Mi favorita!.
Corro hasta la cocina. Por el pasillo veo la silueta de mi padre acercarse. Me asusto… unas enormes ganas de orinar se apoderan de mí y casi no puedo contenerme. Camino más despacio y pegado a la pared cuando me cruzo con él, bajo la mirada, no quiero enfadarle…
Siempre que está en casa, mi pequeño cuerpo se contrae por el miedo.
Creo que no se ha dado cuenta, por lo que siento alivio y sigo caminando. Esta vez con mis ojos apretados. Así seré invisible… Si yo no le veo, el a mí tampoco… Me lo dijo mi mamá.
Siempre que sus ojos azules, se fijan en los míos, es porque he hecho algo malo, y tiene que golpearme para corregirme, como él dice… Mi madre y mi hermana también deben de portarse mal, reciben demasiados castigos…
Todavía siento dolor cuando apoyo mi espalda en el respaldo de la silla. La hebilla de su cinturón, me golpeó anoche con fuerza, porque una de mis zapatillas se rompió jugando en el colegio. Papá gana mucho dinero, pero siempre dice que le hacemos malgastarlo.
El aroma de la tarta inunda mis fosas nasales de nuevo, haciendo que mi boca se haga agua.
Cuando mi padre ya no está en el pasillo, corro de nuevo para llegar cuanto antes. Abro las puertas de la cocina con una gran sonrisa.
- ¡Quiero mi trozo ya!- Grito entusiasmado.
El olor a dulce tan agradable, se transforma rápidamente en metálico. Hay grandes manchas rojas en las paredes y charcos carmesí en el suelo. Detrás de uno de los muebles, veo asomar un brazo inerte…
-¿Mami?- Camino despacio y voy descubriendo, que detrás de ese brazo, está el cuerpo de mi madre tumbado… -¿Mami? - No contesta, está como dormida… Giro la cabeza y el cuerpo de mi hermana Hanna - está al otro lado. - ¡Hanni, ayúdame!, ¿Qué le pasa a mamá? - Lloro. Mi hermana tiene algo clavado en su cuerpo.
Tampoco se mueve…
No puedo gritar, mi cuerpo está paralizado. Mis ganas de orinar ahora son más fuertes, y no puedo contenerme. Me hago pis encima. Me siento en el suelo, mis piernas se manchan, el líquido todavía está caliente. Sujeto la mano de mi madre. Miro su cara. Tiene los ojos abiertos pero no mira a ninguna parte. Una gota roja sale de su boca dejando una estela a su paso… Miro de nuevo sus ojos, y ya no son los de mi madre.
Son los de…
-¡Natalia!-. Grito con todas mis fuerzas.
Me levanto bruscamente, y descubro que estoy sentado en la cama. Estoy empapado en sudor y Natalia está de rodillas a mi lado.
-Tranquilo, César - Me dice. - Jodidas pesadillas…. Van a acabar con nosotros.
- Frota con la palma de su mano mi espalda.
Respiro agitadamente, no puedo hablar. Solo puedo abrazarme a ella con alivio.
Está aquí conmigo. No puedo dejar que a ella le pase nada, no voy a permitirlo.
Me dejaré la vida si hace falta para impedirlo…
pero a Natalia no me la tocan…