Capítulo 13

Poco a poco detenemos nuestro beso, dejando unidas solo nuestras frentes, mientras tratamos de calmarnos. El aún tiene los ojos cerrados, nuestras respiraciones son agitadas. Su cálido aliento da de lleno en mi cara y no puedo evitar, desear volver a sentir sus labios. Traga saliva y se aparta para mirarme a los ojos.

-Natalia… - Es lo único que dice susurrando.

-César…- Le contesto de la misma manera.

Unas luces se encienden detrás de nosotros, interrumpiéndonos. Miramos al mismo tiempo tratando de buscar la causa, pero son tan potentes y cegadoras que nos deslumbran, evitando que podamos ver de dónde proceden.

Un coche arranca, las luces se mueven y vienen hacia nosotros. El coche golpea fuertemente en nuestro parachoques trasero, provocando que nos movamos violentamente dentro. César abre su puerta y cuando está a punto de salir, el coche retrocede rápidamente y se marcha. Es ahí cuando lo veo.

-¡Dios mío!, ¡Es Mario! - Grito asustada. Es el inconfundible coche que compartía con él.

-Mierda, nos debe haber seguido - Dice César mirándome con preocupación.

Algo vibra en mi bolso, lo abro y saco el móvil.

Tengo un mensaje. Veo que pone MARIO en la pantalla.

Con las manos temblorosas pulso el botón para abrirlo:

“VAYA, VAYA, LA PUTA Y EL DOCTORCITO. AHORA QUE SE DONDE TE ESCONDES, DATE POR MUERTA. APARTATE DE ÉL SI NO QUIERES QUE CORRA TU MISMA SUERTE”

Un, dos tres… un, dos tres… trato de relajarme.

Un dos tres… no lo consigo, siento como el pánico rodea todo mi cuerpo, me abraza como una anaconda y me asfixia. No quiero que César me vea así. Necesito irme de este lugar, le he puesto en peligro.

-Cálmate. - Me dice sujetando mi cara - ¿Qué pone?- Levanta mi barbilla para que lo mire.

-¡Necesito irme de aquí! - Grito alterada. - ¡Tengo que irme de aquí, ya! - La sangre arde en mis venas y mi corazón está desbocado.

-Tranquilízate Natalia, déjame el móvil, quiero verlo.

-No, no quiero que veas nada. ¡No debíamos habernos besado!. - Le grito - Lo ha visto todo.

Solo quiero irme de aquí. Esto no debería haber pasado. - Su expresión es triste.

-Natalia… Lo siento. Fue un impulso… No volverá a ocurrir - Hay dolor en sus ojos y estoy segura que arrepentimiento en los míos. Mis nervios me hacen decir cosas que no quiero.

Tiro de la manilla para abrir la puerta y salir a la calle. Estoy muy alterada.

Intenta impedírmelo pero yo soy más rápida.

Corro y corro todo lo rápido que puedo para alejarme de él. Para alejarme de este precioso y tranquilo lugar que acabo de corromper con mí presencia.

Todo esto es por mi culpa.

-¡Natalia! - Me llama mientras le oigo correr detrás de mí. Miro hacia atrás y veo que casi está alcanzándome. Intento aumentar la velocidad, pero no tarda en llegar hasta mí.

-¡Déjame!, - Agarra mi brazo - ¡Suéltame! - Hace caso omiso y me sujeta con más fuerza. De un ágil movimiento, me pega contra su pecho y me rodea con sus brazos. Forcejeo para liberarme, pero él es más fuerte.

-Vamos, cálmate. Todo va a estar bien. -Su voz es suave - No le des lo que busca - Apoya su barbilla en mi cabeza - No dejes que consiga lo que quiere, ni que te rebaje a este estado.

-Te he puesto en peligro… - Le digo mientras rompo a llorar sumergida en su hombro.

-Para eso hace falta algo más que un loco cobarde - Me dice mientras acaricia mi espalda.

-Dice que va a matarme y que tú correrás mi suerte si no me aparto. - Siento como se tensa y me aprieta con más fuerza.

-Nadie va a hacerte daño. -Dice con voz ronca-Ni a ti, ni a mí. Me voy a encargar de ello.

Es como un bálsamo para mí. Poco a poco consigue que deje de temblar y salga de mi estado de nervios. Siento protección entre sus brazos.

Finalmente caminamos hasta el hotel, vamos en silencio. Le noto distinto, está cabizbajo y serio. Y sé por lo que es.

-Siento lo que te dije antes… - Le digo apenada.

- Lo que ocurrió dentro del coche…

-No te preocupes Natalia, - No deja que termine lo que le quiero decir - Entiendo que es pronto para ti. Como ya te dije, fue un impulso, no significó nada. No volverá a ocurrir.

Oigo como mi corazón se fisura. ¿De verdad nuestro beso no significó nada para el?. ¿Por qué me rompe por dentro esa frase?. Soy idiota, ¿Cómo he podido llegar si quiera a pensar, que él pueda fijarse en mí?.

-Está bien - Digo fingiendo media sonrisa e intentando que no note lo dolida que estoy.

Entramos al hotel y me acompaña hasta la habitación.

-Mañana tenemos que ir a poner otra denuncia.

Pasaré a recogerte sobre las ocho.

-De acuerdo - Le digo sin mirarle a los ojos.

Espera unos segundos de pie delante de mí, abro la puerta sin decir nada y cuando se asegura que estoy dentro de la habitación, se marcha.

Me pongo mi pijama y me acuesto. No puedo quitarme la sensación de los labios de César sobre los míos. Jamás sentí algo parecido, ni cuando besé por primera vez a Mario cuando más enamorada estaba de él. Trato de sacudirme ese pensamiento de la cabeza. Cierro mis ojos y finalmente, consigo quedarme dormida.

A la mañana siguiente, llega César puntual.

Analizo su cara según abro la puerta, y está visiblemente peor que la noche anterior. Serio, distante, y hay unos círculos negros debajo de los ojos. Puedo asegurar que no ha dormido demasiado.

Salimos por fin a la calle, respiro profundamente al notar que ha llovido. Me encanta el olor a tierra mojada. Justo enfrente de nosotros hay un precioso deportivo aparcado. Un Bentley Continental Supersport en color blanco. César lo rodea y abre la puerta para que suba en él.

-Vaya… ¿es tuyo?- Le pregunto para romper el hielo. No me gusta sentir esta tirantez entre nosotros.

-Sí, es el que tengo para viajes largos - Me dice - Esta mañana han venido a por el otro para repararlo.

-Lo siento mucho… - Le digo sincera. No puedo evitar pensar, que todo esto que está pasando, es por mi culpa. Su coche estaría intacto, si no se hubiera hecho cargo de mí. - En cuanto pueda te pagaré los desperfectos y todo esto que estás haciendo por ayudarme.

-Yo no te he pedido nada - Dice secamente.

-No hace falta que me lo pidas - Le digo - Tengo sentido común. - Frunce el ceño, pero no dice nada.

Llegamos a la comisaría y está el mismo agente que nos atendió la vez pasada. Le narramos todo lo que pasó. Desde el incidente en la sala de conciertos, hasta el

golpe en el coche horas después, y las amenazas de muerte.

El agente nos asegura que Mario será detenido esa misma mañana, y que el juez, decidirá qué hacer con él una vez que testifique. Se despide de nosotros, asegurándonos que nos mantendrán informados. No puedo evitar sentir alivio y a la vez terror al imaginar que hará si lo sueltan. Aún estará más cabreado, eso es seguro.

En el trayecto de vuelta, mi cabeza vuela con pensamientos cruzados. ¿Debería buscar un apartamento?, ¿Otro trabajo?. De momento sigo de baja laboral, pero pronto recibiré el alta médica y tendré que avisar antes de que ocurra. Sí, definitivamente voy a buscarme un apartamento, no puedo arriesgarme a que el loco de Mario, haga algo a César, solo porque piensa que estamos juntos… no podría soportarlo.

Los días siguientes, pasan rápido. Todavía los agentes no han dado con Mario, y aún no le he dicho a César mis intenciones, pero no paro de buscar en internet casas en alquiler. No estoy teniendo suerte, prácticamente todas las que me gustan, están ya alquiladas, o se pasan de mi presupuesto.

Él sigue distante, apenas nos vemos, y ya no comemos, ni cenamos juntos cuando vuelve de trabajar. Siento que cada día que pasa, soy una carga para él. Quizás ya se ha cansado de tenerme por aquí, y por eso me evita.

Con ese pensamiento en la cabeza, llamo al siguiente número de teléfono.

-Buenas tardes - Digo con mi mejor voz. - Le llamo por el anuncio de una casa que tiene usted en alquiler.

-Si dígame. Aquí es-Me responde la voz de una chica aparentemente muy simpática.

-Me gustaría poder ir a ver el piso. ¿Aún lo tiene libre?

-Sí, aún está libre, pero mañana vendrá una pareja a verlo. Si quiere puede pasarse esta tarde, el que antes diga que sí, se lo queda. - Me parece buena idea, no quiero arriesgarme a que cuando por fin encuentro algo que está bien, me lo quiten.

-Está bien, ¿A qué hora quedamos?

-Voy a estar allí dentro de una hora y media.

-De acuerdo, allí estaré - Me despido y me voy directa a la ducha.

Me arreglo todo lo deprisa que puedo, el apartamento está algo lejos y me llevará tiempo llegar. Telefoneo para que me envíen un taxi, y me aseguran que estará esperándome abajo en cinco minutos, bajo a toda prisa.

Salgo del ascensor para entrar al recibidor que me lleva a la calle, cuando una risa de mujer llama mi atención. Levanto la mirada y veo la razón. Es Erika, la espectacular mujer que salió de la consulta aquella tarde. Está sentada junto a César, en una postura demasiado amigable para mi gusto, se ríe a carcajadas por algo que César ha dicho.

Ambos se percatan de mi presencia. César se pone tenso al verme, y Erika, al notarlo, no duda en marcar territorio, pasando los brazos por su cuello y dándole un beso en los labios. Mi estómago está en llamas. La sangre me hierve y apenas si puedo respirar. No sé que me pasa.

Solo quiero salir de allí. Si me quedaba alguna duda, ahí está la respuesta. No significó nada para él, debo irme cuanto antes, y dejar de ser una carga.

Para mi desgracia, tengo que pasar por su lado para llegar a la puerta de salida, pero tomo aire y en un acto de valentía camino hasta la calle.

-Natalia - La voz de César hace que me frene durante unas décimas, pero rápidamente continúo la marcha.

Oigo pasos tras de mi, sé que es el, pero intento ignorarlo y sigo avanzando.

-¿Dónde vas?- Me dice sujetando mi brazo.

-Voy a hacer algunos recados - Le digo tirando de mi brazo para recuperarlo.

Erika está observando la escena con gesto cabreado y viene hacia nosotros.

-Sabes que no puedes salir sola - Su cara echa humo. Me sujeta más fuerte para que no me vaya.

-Deja que se marche, no es una niña - Dice Erika agarrándolo por la cintura.

-Eso. Hazla caso. Ya soy mayorcita - Digo secamente. Doy una sacudida mas y finalmente me suelta.

-Deja que llame a Alex para que vaya contigo - Saca su móvil del bolsillo y comienza a marcar su número. Erika me está fulminando con la mirada.

-No tienes que molestarte por mí. Pedí un taxi, está afuera esperándome. - Le digo mientras salgo por la puerta, dejándole con cara de pocos amigos.

Bajo los escalones, y efectivamente, el taxi ya está esperándome. Subo al coche y le indico al conductor donde ir. No puedo evitar buscar a César con la mirada.

Está mirando hacia el taxi, con las manos hechas puños, y Erika le está diciendo algo, bastante cabreada, a lo que él no está prestando atención…