Capítulo 36
Entramos a su habitación. Pensar que tengo que dormir con él, me da un poco de vergüenza. Así en frio… no es lo mismo. Miro a la cama con detenimiento, y no puedo evitar pensar en todo lo que pasó aquí, hace apenas unas horas.
Pone las llaves del coche, y el teléfono encima de la mesilla. Entra al baño.
Aprovecho para abrir mi mochila y sacar la ropa de noche. Antes de que pueda terminar de ponerla sobre la cama, su teléfono suena. Lo tengo tan cerca, que no puedo evitar mirar. La rabia recorre mi cuerpo, cuando leo el nombre de “Erika”
César al oírlo sale del baño, al ver de quien se trata, me mira fijamente. Creo que quiere descubrir, si yo también lo sé. Disimulo terminando de poner mi pijama sobre la colcha.
La llamada se corta. O la corta él, no estoy segura. Devuelve el móvil a la mesilla. Ni dos segundos pasan, cuando vuelve a sonar.
-Tengo que atender la llamada - Dice.
-Claro - Le digo.
No sale de la habitación y me gusta la idea, podré saber que quiere esa malnacida. Toma el teléfono y descuelga.
-Hallo! - Dice en alemán. Un momento de silencio - Vuelve a hablar en el mismo idioma durante unos segundos más. - Más silencio. Puedo distinguir la voz de Erika, pero es imposible que pueda saber de que está hablando… Adiós a mi idea de escuchar la conversación.
César resopla y frunce el ceño. Continúa hablando durante unos minutos más. Ya no se, si está empezando a cabrearse, o es la forma tan agresiva que tienen los alemanes de expresarse.
- Ich bin morgen Nachmittag wieder da. Gute Nacht!. - Cuelga de mala gana.
Definitivamente, está cabreado.
-¿Todo bien? - Le pregunto.
-Podría ir mejor - Dice malhumorado. - Voy a por algo al restaurante para que podamos cenar antes de dormir. -¿Qué te apetece? - Me pregunta.
-No quiero nada… - Le respondo - Todavía tengo las pizzas casi en la garganta.
Abre la puerta y se va. Me quedo mirándola fijamente cuando la cierra. -¿Qué mosca le ha picado? - Me pregunto. Seguro que la perra de Erika le ha dicho algo molesto.
Pongo la televisión plana que hay colgada en la pared, para distraerme un rato mientras le espero, y me echo sobre la cama.
Abro los ojos y estoy tumbada de lado sobre el colchón. El enorme brazo de César está rodeándome. Oigo su respiración en mi nuca. - ¿Cuándo ha llegado?-. Todavía estoy algo confusa. Estiro lentamente el brazo para coger mi móvil, que está en la otra mesilla, y así poder ver la hora. Son las seis de la mañana. Debí quedarme dormida mientras lo esperaba.
Decido levantarme. Si no lo hago ya, al final haré tarde. Quiero pegarme una ducha antes de que vayamos a ver a mi padre. Despacio, intento levantar su pesado brazo para liberarme, pero consigo el efecto contrario. Se mueve, y me presiona más fuerte contra él. Pega su cuerpo contra mi espalda. Ahora todavía estoy más atrapada… Tendré que despertarlo para que me deje ir.
-César - Susurro. No funciona. - César… - Vuelvo a intentarlo, pero no consigo nada. A la tercera, se gira sobre sí mismo, y me da la espalda mientras sigue durmiendo. - Pon fin - Me digo a mi misma.
Preparo sin hacer ruido todo lo necesario, y entro al baño. Mientras me ducho, él puede seguir durmiendo otro rato más.
Cierro la mampara de cristal y abro el grifo del agua caliente. Los chorros comienzan a caer sobre mí, adoro esa sensación. Abro uno de los jabones de César y lo extiendo por todo mi cuerpo. Inhalo profundamente, huele a él. Me encanta…
Una corriente de aire frío entra por alguna parte. Me giro y me encuentro con César de frente. Pego un salto por la impresión, resbalo, y si no es sus ágiles reflejos, hubiera caído de bruces.
-¡Casi me matas del susto! - Le recrimino. -
¿Estás loco?. ¡No vuelvas a hacer eso!.
-Lo siento… - Dice, pero está riendo. No debe sentirlo mucho…
-¿Por qué no esperas que termine? - Digo tapándome todo lo que puedo. -¿Por qué estás desnudo? - Sigue riendo.
-¿Qué tengo que esconder que no hayas visto ya? - Levanta una ceja pícaramente.
-Eso fue ayer por la tarde, hoy es distinto… - Su expresión cambia bruscamente.
-¿Qué quieres decir? - Creo poder ver miedo en sus ojos y no entiendo la razón.
-Lo que pasó ayer… los dos estábamos… ya sabes… excitados… Así, porque sí… no es igual. - Le digo finalmente.
Juraría que expulsa aire de sus pulmones y se relaja. Levanta la mirada de nuevo hasta mí, y una media sonrisa aparece en su cara. Creo que sé, que dirección está empezando a tomar esto…
-Eso lo solucionamos ahora mismo - Un intenso brillo se coloca en sus ojos.
Toma mis manos rápidamente, consiguiendo con ello, que mi cuerpo quede al descubierto, mientras me empuja contra el cristal de la mampara.
-¿Pero que haces? - Le riño.
Coloca mis brazos sobre mi cabeza, dejándome totalmente expuesta. Me observa durante unos segundos. No puedo evitar hacer lo mismo. Yo también le observo a él. Los chorros de agua corren sobre sus hombros. Está increíblemente sexy.
Es extraño, pero no me siento incómoda. Un calor agradable comienza a instalarse por todo mi cuerpo. Solo con su mirada, es capaz de crearme un intenso deseo…
Contempla mis pechos, y ellos reaccionan a su encanto, como si no fueran parte de mí. Pega su cuerpo húmedo y resbaladizo contra el mío, y besa apasionadamente mi boca. Nuestras respiraciones se vuelven rápidas. Una de sus manos, suelta mi brazo derecho y agarra mi muslo. Lentamente, levanta mi pierna y se coloca entre ellas… cuando el teléfono suena en la habitación.
-¡Mierda! - Gruñe en mi boca y cierra con fuerza sus ojos.
-Deja que suene - Le digo jadeante.
-No puedo, debe de ser Alex… - Dice pesaroso - Besa mi nariz, pone una toalla sobre su cintura y sale del baño.
Pongo mi espalda sobre el frio cristal, tratando de calmarme, cuando a los dos minutos vuelve a entrar.
-No tardes Natalia, Alex viene de camino.
Tenemos que salir ya para el hospital.
- Rápidamente reacciono y termino de ducharme.
La gente parece tener el don de la oportunidad últimamente. Es acercarme a César, y siempre tener a alguien alrededor en cuestión de segundos Cuando ya estoy arreglada, entro de nuevo a la habitación. César está vestido, y tiene todo preparado para irnos, incluso las maletas están hechas.
-Vaya… ¿Tanto tiempo he estado ahí dentro? - Le digo bromeando.
-No - Sonríe. - Anoche cuando llegué, estabas tan profundamente dormida, que decidí preparar todo para hoy.
La puerta de la habitación suena y César abre.
-¡Joder! - Le oigo a César decir fuertemente.
Me acerco para ver que pasa.
-¡Dios Santo, Alex!. ¿Qué le ha pasado a tu cara? - Le pregunto preocupada.
Tiene varios rasguños en la frente y en su mejilla izquierda.
-¿Tú que crees?. - Dice arqueando una ceja. Mil imágenes pasan por mi mente intentando buscar la causa.
-¿Ha intentado entrar alguien mientras estabas allí? - Empiezo a preocuparme.
-No querida… - Alex suspira fuertemente - El gato de tu vecina, me ha hecho una caricia, cuando he intentado sacarlo de la casa…
Las comisuras de mis labios tiran con fuerza de mi boca hacia arriba… Lucho por no reírme, no debo hacerlo, es una falta de respeto. Trato de aguantar… Un tic comienza a palpitar en mi ojo por el esfuerzo… pero todo es en vano, cuando oigo detrás de mí, la explosión de carcajadas de César, no puedo más y estallo entre risas con él.
-Lo… Lo… si…entooo - No puedo apenas hablar, soy incapaz de serenarme.
Sujeto mi barriga con mis brazos.
César está tirado en el suelo, pataleando.
Luchando por entrar aire en sus pulmones, y más rojo que un cangrejo inglés.
-Muy graciosos… - Dice Alex malhumorado.
O al menos eso intenta aparentar… porque dos minutos después, se une a nuestras risas.
Durante el camino al hospital, César y yo, seguimos bromeando con el gato. Menos mal que Alex va en otro coche y no puede oírnos, no creo que le hiciera gracia
que siguiéramos con el tema. Después de lo que ha trabajado el pobre, durante la noche, para dejar todo arreglado… Contactó con una empresa de 24 horas, y la casa quedó reparada en cuestión de horas.
El trayecto se me pasa volando. Cuando me quiero dar cuenta, ya estamos en la puerta principal. Estoy realmente nerviosa, me quedo pensativa durante unos segundos y César lo nota.
-¿Vamos? - Espera a que le responda.
-Sí. Vamos - Le digo y sonrío.
Caminamos juntos hasta información, donde ya están mis hermanos y mi madre esperando. Les saludo, y preguntamos a la chica por mi padre.
Nos indica el número de habitación, y el tiempo que podemos estar dentro con él cada uno. Nos permiten diez míseros minutos… pero estoy tan emocionada por verle, que no pienso replicar.
Caminamos por el pasillo en silencio.
-Este es el número - Dice César delante de la puerta.
Pasamos de uno en uno, y por tiempos como nos han indicado. Cuando llega mi turno, al abrir la puerta, mi corazón se encoge. Siento una gran emoción por estar con él, y a la vez, tristeza.
Se me cae el alma a los pies, cuando le veo tumbado en esa cama. Está muy blanquito y ojeroso. Tiene un derrame en uno de sus ojos, y varios cables cuelgan alrededor de su cuerpo.
Además le noto bastante fatigado… Pero está vivo, y eso es lo único que cuenta ahora.
-¡Enhorabuena hija! - Estira sus brazos para que vaya con él.
Está tan débil, que me da miedo apretarle demasiado y le abrazo con delicadeza.
Tengo ganas de llorar, pero me contengo.
-¡Gracias papá!. ¿Cómo te encuentras? - Le pregunto cariñosamente.
-Hombre… algo fastidiaete… - Me dice. - Pero como decía mi padre. ¡Bicho malo, nunca muere!
- Ríe y la risa le provoca tos. Me asusto.
-Papá por favor, no hagas esfuerzos…
-¡Ay que joderse! - Suelta sin más. -Ya no puede uno, ni reírse a gusto.
-Ya podrás hacerlo cuando estés más recuperado. Ahora tómalo con calma, ¿De acuerdo? - Le insisto.
-Que remedio hija… la que me he liado, por bruto. - Está pesaroso. Sé que le ha estado dando vueltas a la cabeza, por no haberse cuidado más.
-Bueno… tómalo como un aviso -Trato de calmar su conciencia - Y a partir de ahora… ya sabes que tendrás que llevar una vida más sana…
Los minutos pasan volando. Nos despedimos con varios besos, y la promesa de que volveré al día siguiente.
Cuando salgo por la puerta, no puedo más y me derrumbo. Siempre he sido una persona fuerte, pero ya son demasiadas cosas juntas… César viene a consolarme…