Capítulo 32
Becca se ciñó más el chaquetón rojo y dejó que Kreyson se lo abrochara hasta arriba. Se quedaron mirándose los dos a los ojos sin decir nada más, él con una medio sonrisa y ella algo sonrojada.
––¿Lista?
Asintió con la cabeza demostrando que era valiente, que iba a luchar por su amor por ellos como una mujer enamorada de sus hombres. Sintió la mano de Norim entrelazándose con la suya y se volvió para mirarlo. Él posó sus labios en los de ella por sorpresa, sin pretender nada con ese gesto.
––Ya lo verás, te vamos a enseñar miles de cosas y verás a montones de extraterrestres. ––Eso le hizo sonreír––. No todos son tan parecidos a vosotros pero seguro que no os asustan.... Algunos.
––¿Habrá bichos verdes? ––Norim miró por encima a Kreyson borrando su sonrisa––. Vale, entonces habrá.
––En Rochel no se permiten las peleas, Becca. No harán nada ––tranquilizó Kreyson.
––No, si no es por eso, ya visteis las películas que teníamos en la Tierra. Es un poco raro llegar y empezar a ver seres de otras razas paseando como si nada.
––No te harán nada ––reiteró Norim.
Becca le acarició la mejilla.
––Lo sé. Pero si me asusto por ver a uno como Alien, no me digáis nada.
Ambos rieron atrayéndola a sus cuerpos.
Después de los días pasados, había llegado el momento de salir a visitar el pueblo y, también, para que los habitantes pudieran interactuar con los “nuevos”. Sabían de la intranquilidad del mismo al ver que, después de la celebración de esa reunión, los humanos seguían estando en el castillo sin salir fuera, algunos malinterpretando ese comportamiento para poner en contra a los demás.
En las asambleas llevadas a cabo, muchos planteaban dudas acerca de los recién llegados y sus capacidades, de sus debilidades al ser inferiores a ellos. Pero todos esos argumentos eran desestimados por Kreyson y Norim recordándoles la no discriminación por esas razones. Los que visitaban el planeta no eran iguales ni física ni mentalmente y no se veían acosados como ellos; sin embargo, ambos convenían en el mismo pensamiento: la gente pensaba que había algo más para traer a los humanos al planeta. Y no se equivocaban.
––¿Gala viene con nosotros? ––preguntó Becca al ver a éste con un traje menos ostentoso de los que usaba.
––Sí. Alguien tiene que proteger a los Príncipes ––contestó éste.
Miró a su alrededor en busca de otros guardias pero sólo Gala estaba presente, al margen de los que vigilaban las puertas de acceso.
––¿Sólo vienes tú?
––No podemos llevar guardia al pueblo, Becca. No somos ese tipo de personas que van escoltados por otros. Además, no van a atacarnos.
––¿Seguro?
Kreyson se acercó a ella.
––Seguro. ¿Preferirías no salir?
––No, quiero ir. Quiero ver el pueblo y conocer la historia. Observar cómo vive la gente y...
––¿Y?
Becca enrojeció un poco.
––Me gustaría ver uno de los lagos ––susurró agachando la cabeza para que no vieran sus ojos.
Los gruñidos de los hombres la avisaron de que sus pensamientos habían llegado hasta ellos.
––¡No para eso! ––se aprestó a explicar.
––Demasiado tarde ––le susurró al oído Norim––. Pero todavía hace frío para poder bañarte en ellos.
Un ruido los alertó para volverse y ver cómo Alice y Josh bajaban la escalera. Ambos iban vestidos con pantalones y chaquetones protegiéndose del frío que aún les hacía mella.
––Perdón por el retraso ––se disculpó Alice––. ¿Algo que debamos saber?
––No os alejéis de nosotros ––respondió Kreyson––. Debéis tener en todo momento contacto visual con Gala, Norim o conmigo.
––¿Crees que pueden hacernos daño? ––preguntó Josh.
––No. No pasará nada pero nos sentiremos más tranquilos si lo cumplís. No nos gustaría que salierais lastimados u os perdierais.
Becca entrelazó su otra mano con Kreyson haciendo que la mirara.
––¿Nos vamos? ––propuso con una sonrisa. No había miedo en ella sino curiosidad por lo que esperaba tras las puertas.
Los soldados abrieron las verjas, nada más dar un paso, cegando por un momento a Becca quien apartó la cara y cerró los ojos para evitar deslumbrarse. Cuando se adaptó a la luz, se fijó en unas escaleras en mármol blanco, o al menos eso pensaba que sería ese material, aunque mucho más brillante, hacia un camino enlosado que daba a otra valla de rejas blanca y, más allá, el pueblo.
––Esto... Por aquí no vinimos...
––No. Usamos la entrada lateral. Es la que utilizamos cuando no queremos que los habitantes descubran algo. Normalmente es para celebraciones o para invitados importantes cuando hay bailes.
––¿Bailes?
––¡Claro! ––exclamó Norim––. ¿Sabes bailar, Becca?
Ella negó con la cabeza y sonrieron traviesos.
––¿Qué?
––Nada, nada... ––contestó Norim bajando las escaleras.
Becca miró hacia atrás para ver salir a Alice y Josh junto a Gala.
––¿Estarán bien? No quiero meterlos en problemas por mi culpa.
––Gala no se despegará de ellos ––comentó Kreyson––. Estarán bien.
Creía en los dos. Respiró hondo dejándose llevar hacia fuera donde algunos de los hombres y mujeres ya se habían dado cuenta de su presencia y aguardaban fuera susurrando entre ellos. Las rejas se abrieron y todos pasaron a través de ellas. La gente allí reunida dio un paso hacia atrás como si los temieran pero Kreyson avanzó hacia delante sin prestarles atención y Norim instó a Becca y Alice a hacer lo mismo. Después los siguió él. Josh y Gala quedaron en la retaguardia.
––¿Por qué nos separamos así? ––susurró Becca a Kreyson.
––Porque no deben sospechar que entre nosotros y tú hay algo más. No podemos demostrar nada aquí fuera con ellos mirándonos hasta no ser anunciado, o los intentos porque seas aceptada serán en vano.
––Pero aun así, cuando sepan la verdad, se sentirán traicionados.
––No si les decimos que el vínculo se creó aquí. Confía en nosotros, todo irá bien.
––Me fío, Kreyson.
Echó la mano hacia atrás rozando a Becca quien la agarró y apretó antes de soltarla.
A pesar de las miradas que les echaban, las cosas fueron bien y Kreyson, Norim y Gala se ocuparon de contarles a los otros un poco sobre la historia de Rochel. Fundado hacía milenios, había comenzado como un lugar pacífico donde todos se ocupaban de todos, similar a una comuna. Sin embargo, los continuos ataques de planetas vecinos convirtió la aldea en bélica, sólo para proteger aquello que les pertenecía, nunca ansiando surcar el espacio en busca de otros objetivos. Su fuerza y destreza dejó claro pronto la imposibilidad de ser derrotados por otros reinos y poco a poco los combates fueron cesando y cambiando las armas por sus manos y habilidades para labrar la tierra, construir y crear. De eso vivían en esos momentos, una vez firmados los acuerdos de paz con todos los mundos más cercanos y establecido como un reino abierto a otras razas.
Conforme pasearon por las calles de Rochel, pudieron ver a distintas razas de extraterrestres. Algunos de ellos se paraban y entablaban conversación con ellos como si conocieran a los príncipes pero otros pasaban de largo, aunque se quedaban mirando a Becca y a los demás haciéndoles sentir bichos raros. Afortunadamente no había por allí ningún alien parecido a los de las películas, y esperaba no verlos.
Al principio Becca iba con Kreyson a un lado y Alice al otro charlando entre todos sobre el reino y las distintas construcciones. No eran tan similares a las casas de la Tierra, éstas más de estilo medieval, como si quisieran fundirse con el entorno y no destacar en el mismo. Los hogares no tenían más que una planta aunque se veían amplias. El material del que estaban hechas no parecía ladrillo ni barro, era algo duro y liso, como una aleación de metal, en color marrón oscuro o incluso negro. Tenían ventanas pero no se podía ver a través de ellas. Norim explicó entonces que sólo se permitía vislumbrar desde dentro y pidieron permiso a una de las mujeres para entrar y mostrársela. Ésta miró primero a los príncipes y después a Becca, asintiendo al final.
Dentro, Becca quedó maravillada por el espacio. Era mucho más grande que por fuera con distintas habitaciones y divisiones. Los ventanales eran amplios y podía verse fuera al resto que esperaban la salida de ellos. Se fijó entonces en los pequeños niños sentados en la mesa mirándola directamente, asustados por su presencia.
––¿Qué pasa? ––preguntó Norim acercándose a ella al sentir su incomodidad.
––¿Los asusto?
Norim miró a los niños, pendientes de Becca.
––Sienten curiosidad, como en la Tierra, ¿te acuerdas? Cuando esa niña se me acercó en el parque.
Se acordaba. No tenía más de tres años y había venido andando desde la otra parte del campo hasta donde ellos estaban. Y al ver a Norim se había quedado prendada de él, tanto que cuando su madre fue a buscarla tuvo que llevársela llorando porque “quería estar con el sol”, refiriéndose a él.
––Esto es igual, salvo que hemos entrado en su propia casa.
La mujer les ofreció algo de comer o beber pero todos lo rechazaron educadamente y salieron de allí después de verla. Fue entonces cuando cambiaron las posiciones y fue Gala quien se ocupó de guiar a Becca mientras Kreyson y Norim se separaban por distintas calles con Alice y Josh.
––¿No quedamos en no separarnos? ––le preguntó a Gala.
––Sí. Pero teniendo en cuenta la escolta que llevamos es mejor así, ahora se dividirán para ir con quien ellos quieran.
Becca echó un vistazo de reojo y se dio cuenta que la mayoría de personas seguían a los príncipes dejándolos a ellos solos.
––¿Ves? También así a ti te dejan más tranquila.
––Se me nota demasiado, ¿verdad?
Gala se encogió de hombros.
––Es difícil estar en un planeta diferente al tuyo y que todos te miren. A tus amigos no parece importarles, pero tú eres distinta.
––¿Has viajado alguna vez?
––Sí. Una vez.
––¿Dónde fuiste?
––A un reino cercano. Debía entregar un mensaje de parte de los Reyes a quien gobernara en ese planeta. Cuando llegué, todos me miraban como si fuera a atacarles. Claro que después me encerraron para estar seguros de quién era.
––¿Qué hiciste?
Gala sonrió entrecerrando los ojos.
––Me escapé. Cuando esa raza llegó a Rochel y me descubrieron aquí con los Reyes enterados del tipo de hospitalidad ofrecida, Pahaliah les pagó con la misma moneda.
––¿Los encerró? ––inquirió sin poder creerlo.
––A todos. Durante una semana, el mismo tiempo pensado para mí. No te creas, nos sirvió para firmar los tratados de paz y hacer valer nuestra posición. Aunque ya no seamos un pueblo bélico, aún tenemos en nuestra sangre ese conocimiento.
––Sois una fuerza para temer ––dijo Becca mirando hacia un mercadillo.
––También tenemos cosas buenas. ¿Te apetece ir? ––preguntó señalando el mercadillo.
––No tengo dinero.
––¿Dinero? ¿Qué es eso?
Becca se detuvo estudiando su rostro por si estaba bromeando con ella.
––¿Cómo se compra aquí?
––¿Comprar? ––negó con la cabeza––. Lo que quieras de los mercadillos no tienes más que cogerlo. El Reino se ocupa de suministrar a todos en Rochel lo suficiente para vivir y trabajan para conseguir sus propios alimentos o productos que intercambian con otras personas. Si alguien del Palacio Real viene y adquiere algo, después se les recompensa.
––Un trueque ––murmuró ella––. Pero no me parece justo que sea el reino, y en definitiva los Reyes, quienes paguen por aquello que yo quiera.
––Echa un vistazo al menos. Te gustará.
Becca lo miró insinuándole con la mirada lo que pensaba de las multitudes. Tomó aire profundamente preparándose para ser el centro de atención.
Pero no ocurrió. Gala iba a su lado con las manos en los bolsillos, caminando de forma despreocupada mientras no se apartaba en ningún momento. Y era ella la que se quedaba mirando embobada a ambos lados, bien por los extraños que pasaban a su lado, bien por los productos en los puestos. Allí la gente no parecía fijarse en los otros, sólo anunciaban sus productos o hacían trueques con pieles, animales u otros productos a cambio de lo que ellos vendían. Los de otra raza ofrecían diferentes piedras preciosas o pieles aún más extrañas a las ofrecidas y éstas parecían ser más importantes que las piedras pues casi siempre eran canjeadas por ellas.
Había visto allí gente de piel azul, verde e incluso roja. Personas mucho más altas que Gala y más pequeñas que un niño, aun siendo adultos. Incluso aladas como si fueran hadas. Y, lo más sorprendente, fue cuando Gala la apartó para dejar pasar a una especie de... no encontraba la palabra para definir a una cosa con cuernos en la frente, cara medio humana y el resto de cuerpo cubierto de pelo tan espeso que no sabía si tendría algo debajo de todo ese manto o era su propia constitución. Y encima Gala le explicó acerca de la forma de andar, como si se arrastrara, al parecer porque era el propio cabello quien movía el resto del cuerpo.
En los puestos, Becca encontró muchas cosas interesantes y hermosas, pero a pesar de los intentos de Gala porque cogiera algo, ella lo rechazó siempre. La única vez en la cual le resultó difícil fue con una pequeña cajita azul pintada a modo de simular el espacio. Al abrir la tapa sonaba una melodía, según el anciano del puesto, de los albores del propio planeta, cuando la guerra hizo mella en ellos. Era la historia de una mujer aguardando la vuelta de su esposo. Al no darse y ella sentir por el vínculo el miedo de él por morir sin verla una vez más, decidió ir a él enfrentándose a quien se pusiera delante, siempre fija en su objetivo.
Becca le preguntó si ella lo encontró, si vivieron después de la guerra, pero la sonrisa amable del anciano le dijo todo. Eso y el hecho de ver a una mujer anciana salir en ese momento de su casa y buscar con la mirada a su esposo. No pudo evitar morder su labio para reprimir las lágrimas. Tragó con dificultad devolviendo la cajita a su dueño agradeciéndole la historia para seguir adelante. El amor mostraba el camino, y ella amaba a Kreyson y Norim. Encontraría la forma de ganarse también a su pueblo.
Salieron del mercadillo poco después llevándolos hasta una plaza donde había varios niños jugando con extraños objetos. Eran como los bolos pero mucho más pequeños y el objetivo no era tumbarlos sino ponerlos de pie sin usar las manos, sino sus poderes. Había quien los conseguía levitar pero no poner derechos pues se tambaleaban demasiado; otros usaban su habilidad afectando a otros objetos hasta conseguir su objetivo.
––¿Estás cansada?
––No, ¿los otros se reunirán aquí con nosotros? ––preguntó mirando las otras calles que desembocaban donde estaban.
––Sí, ese es el plan.
Se sentó en la fuente mirando el agua colorida. Aún no se acostumbraba a ella, la atraía cada vez y no pudo evitar tocar el líquido con sus manos.
––Podría pensar en mí como una sirena. Cuando la veo no hago otra cosa.
––¿Sirena?
Becca alzó la vista hacia él con el ceño fruncido.
––¿Un bicho alado con colmillos y un tridente que ataca por las noches sacándote el corazón? ––le describió con algunos gestos corporales.
––¿Eh? ¡¡No!! ¿Eso es una sirena para vosotros?
––¿Hay otro tipo?
––Sí. En la Tierra las sirenas son mitad mujer u hombre y mitad pez. La parte superior es como la de un humano y la inferior como una cola de pez.
––¿Hay esa clase de humanos en la Tierra?
––En realidad no... O mejor dicho, no se sabe. Hay mucha extensión y nunca se ha visto una sirena o un tritón.
––¿Tritón?
––El nombre de los sirenos macho. Hay historias y cuentos para los niños, de hecho fue el primer libro que leí yo sola, el de La Sirenita.
Gala se sentó a su lado pidiéndole que se lo contara y ella así lo hizo. Le narró el amor de esa nereida por un humano y el trato con una bruja para ser humana a costa de su voz. Iba a proseguir cuando una vocecilla la interrumpió:
––¿Qué pasó?
Becca giró la cabeza observando cómo los niños que antes jugaban estaban ahora sentados en el suelo. Miró a Gala, éste sonriéndole alentándola a continuar. Ella lo hizo cambiando su forma de expresarse para adecuarla a su público, haciendo distintas voces para cada uno de los personajes e incluso gesticulando en varias partes.
Los chiquillos quedaron entusiasmados por la historia; se asustaban cuando ésta se ponía tensa y suspiraban al encontrar un final feliz. Tan absorta estaba, que no se dio cuenta de quién escuchaba su cuento, no ya sólo los pequeños, sino personas adultas quienes dejaban sus quehaceres para oírla. Sólo cuando terminó de contarla y levantó la mirada, se dio cuenta de la cantidad de gente allí reunida.
Becca se levantó de la fuente con rapidez, incómoda por la situación pero, sobre todo, por Kreyson y Norim frente a ella observándola con tal adoración que no entendía cómo no explotaba en ese mismo momento. Ambos se acercaron apartando al resto, seguidos de cerca por Josh y Alice, también allí.
––Eso ha sido divertido. No hay muchos que sepan contar como tú lo haces, Becca ––le dijo Kreyson conteniéndose para no tocarla delante de los demás.
––En la Tierra solía hacerlo en la librería ––aclaró Alice––. Los fines de semana y también algunos viernes por la tarde. Siempre estaba a rebosar por niños y padres.
––Aquí he de tener cuidado con las palabras porque muchas no las entienden.
Norim negó acariciándole el brazo.
––Ha estado genial. Seguro que no se olvidan fácilmente de ese cuento.
––¿Te has divertido? ––preguntó Kreyson.
––Sí. ¿Dónde habéis ido vosotros?
––Kreyson me mostró la parte más histórica del pueblo donde tienen un edificio enorme con montones de cosas, no sólo de este planeta. Puedes pasarte horas y no verlo todo.
––Y Norim ––prosiguió Josh––, me llevó a conocer las ruinas que aún conservan de cuando Rochel era un pueblo bélico. Estoy seguro de que puede haber cosas enterradas debajo.
––Ya salió su lado aventurero ––lanzó Alice cruzándose de brazos––. ¿Te doy un pico, un sombrero y una pala?
––No te burles, mi profesor de...
––¿También arqueología? ––cortó sin darle tiempo a decir más––. ¿Yo con quién estoy, con un tío o una enciclopedia andante?
Josh abrió la boca para contestarle pero la cerró al ver la mirada de ésta. Cuando estaba así era mejor no contradecirla.
––¿Y ahora? ––preguntó Becca.
––Ahora nos toca a nosotros ––dijo Norim––. ¿Has visto el mercadillo?
––Gala me llevó.
––Sí ––afirmó él––, y hubo algunas cosas que le gustaron pero no quiso nada.
Kreyson y Norim la miraron reprendiéndola. Becca se ruborizó agachando la cabeza.
––Chivato... ––masculló hacia Gala.
––¿Qué es el mercadillo? ––Alice se acercó interesada por ese lugar del que hablaban.
––Es donde todas las razas se reúnen para adquirir productos. Nuestra gente hace intercambios con ellos.
––¡Yo quiero ver eso! ––exclamó Josh.
––Vamos todos entonces ––decidió Kreyson––. Becca ha de coger aquello que le guste.
––Ni hablar ––gruñó ella––. No tengo nada para dar a cambio.
Los dos hermanos miraron a Gala.
––Se lo expliqué, le dije que después recibirían su pago en el palacio pero ni siquiera así.
––Y yo no voy a dejar que paguen por mis caprichos.
––Uy.... En eso no le vais a ganar ––avisó Alice––. Becca es muy terca y no conseguiréis que cambie de opinión.
––¿Tu crees? ––insinuó Norim––. Te apuesto una noche con juguetes nuevos a que Becca sale con algo del mercadillo.
––¡Eh! ¡Yo no soy un objeto para apostar! ––gritó enfadada.
––Hecho ––aceptó Alice.
––¡Críos! ––exclamó al aire echando a andar para salir de la plaza. Delante de ella se interpuso un hombre al cual recordaba de la reunión, uno que puso impedimentos a ese encuentro.
––Hola ––saludó parándose frente a él.
El silencio pareció presentarse en el lugar y todos quedaron expectantes ante ellos dos. Podía sentir la tensión por parte de los otros pero no quería ponerse nerviosa. Entendía lo asustado que podía estar ante un ser desconocido.
Dejó que la examinara de arriba a abajo sin apartar su mirada del frente ni reprimirse ante ese estudio. Pero entonces se dio la vuelta y desapareció entre el gentío. Las manos de Kreyson y Norim la entibiaron.
––¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo?
––No, ¿podía hacerlo?
––Uno de sus poderes es crear ilusiones. ¿Te sientes rara?
––¿Ilusiones? ¿Como cuando le hicisteis a Eddy ver ositos de peluche?
––No exactamente, sólo crearlas y hacerte pensar en ellas como cosas reales, pero no insertarlas en la mente ––contesto Norim.
––Vale, pero me siento bien. No ha hecho nada.
Los dos suspiraron aliviados llevándola donde el resto aguardaba. Juntos volvieron a recorrer el mercadillo y, de igual modo que Becca, Josh y Alice prestaron más atención a los seres de otros planetas que a los propios puestos. A pesar de los intentos de Norim por encontrar algo para Becca, ésta no se dejaba camelar por nada y lo rechazaba aun cuando no miraba. Iba con Kreyson en ese momento mientras Alice y Norim se peleaban por adivinar lo que a Becca le gustaría, cuando la hizo detenerse en un puesto.
––¿Kreyson? ––llamó fijándose donde se había parado––. ¿Seguimos?
––Te pusiste triste y feliz al mismo tiempo ––murmuró él.
––¿Qué?
––Algo te entristeció pero de una manera feliz. Lo sentí.
––Voy a empezar a odiar ese nexo si no me da privacidad, ¿lo sabías?
Kreyson sonrió cogiendo una pequeña cajita azul, la misma que antes había estado en sus manos.
Se fijó en el anciano, feliz por tener al Príncipe en su puesto, y también sorprendido por estar ella a su lado. No sabía bien dónde mirar ni qué hacer.
––¿Puedo llevármelo? ––le preguntó.
––Por supuesto, Príncipe ––contestó en una reverencia.
––Kreyson, no ––detuvo Becca––. No quiero... ––Dejó de hablar al verlo sacar unas piedras rosadas de su bolsillo dejándolas caer en las temblorosas manos del abuelo.
––Tanto mi hermano como yo solemos recolectar nuestra propia moneda de cambio, Becca. Las piedras se encuentran en los lagos, a una gran profundidad, pero es divertido intentar llegar por ellas y coger unas cuantas antes de faltarte el oxígeno. Por eso no son los Reyes los que pagan por ti, somos nosotros ––le explicó ofreciéndole la pequeña caja––. Fue éste el objeto más preciado para ti, ¿verdad?
––¿Cómo lo supiste?
Kreyson se acercó a ella inclinándose sobre su oído.
––Porque te amo.