Prólogo

 

Las ásperas manos acariciándole los brazos hicieron que Becca se estremeciera y gimiera por el contacto; la incendiaban por cada roce en su piel cuando la tocaban.

Se removió en la cama esperando con ello aliviar el dolor que comenzaba a sentir en su sexo cuando otras manos le impidieron cerrar las piernas, abriéndola con amplitud, y sintiendo una lengua frotarse por encima de sus bragas.

Becca se arqueó echando la cabeza hacia atrás ante la sensación que experimentaba. Abrió los ojos para encontrarse a dos hombres en su cama completamente desnudos que la miraban como si fuera la única mujer en el mundo. Y, por una vez, se sintió deseada.

El que estaba con ella era corpulento, de anchos hombros y torso, con unos músculos que se le tensaban conforme se iba moviendo alrededor desabrochándole los botones del camisón que llevaba. Tenía una cicatriz que lo atravesaba desde el hombro derecho hasta el costado izquierdo y tuvo curiosidad por saber cómo alguien había podido marcarle de forma tan cruel.

Las caderas eran estrechas y daban paso a unas piernas largas y bien ejercitadas. En su entrepierna, guardada entre una maraña de pelo negro como el carbón, igual color que su cabello, un pene erecto mostraba la excitación de éste. Era amplio y grueso como nunca antes había pensado ver uno. Se le marcaban las venas, seguramente necesitado de una liberación, pero no parecía prestarle atención, centrado como estaba en destaparle los senos a ella.

Los jadeos continuaron y tuvo que cerrar los ojos para controlarse. Cuando los abrió, había acabado con los botones y extendía su prenda dejando al descubierto sus pechos ya sensibles. Un solo roce de sus manos sobre los pezones le hizo saltar de la cama y gritar.

El que estaba entre sus piernas se las agarró para evitar que se escapara mientras profundizaba con la lengua y mezclaba su saliva con los flujos que salían de su canal cada vez que la torturaba con las lamidas.

Estaba a punto de correrse y aún quería más. Movió un brazo para acariciar el tórax del que estaba a  su lado y obtuvo con ello una sonrisa. No podía verle la cara completa pero el pelo largo le caía sobre los hombros. Se inclinó sobre ella capturando con los dientes uno de los pezones, apretándolo, hasta que Becca siseó por el dolor. Sólo entonces lo soltó y acarició con cuidado, succionándolo después. Con la mano cogió el otro y tiró de su perla haciendo círculos e iniciando un juego estimulante.

Sintió cómo, quien estaba entre sus piernas, le quitaba las bragas, empapadas por su pasión, y notó pasar los dedos a través de su raja. Gimió por ello y fue recompensada con la entrada de uno de ellos en su canal. No la penetró, sólo lo dejó en la abertura, lo suficientemente dentro para notarlo pero no como para darle placer.

Meneó las caderas intentando profundizarlo sin resultado. La otra mano siguió el mismo camino a través de sus labios mayores acariciándole el clítoris, inflamado y duro, y continuando hasta la entrada de su trasero. Un dedo empujó hacia dentro y, de nuevo, se quedó en el inicio.

––No... ––lloró Becca––. Por favor...

Una risa que no sabía si provenía del hombre que estaba abajo o del que se deleitaba con sus pechos, reverberó en la habitación y lo siguiente que supo fue que se arqueó en cuanto índice y corazón entraron a la vez en su cuerpo.

Gritó y jadeó al mismo tiempo por esa doble intrusión. No lograba recuperar el aliento con los embistes en ambos canales y sus pechos siendo succionados a intervalos iguales. Trató de alcanzarlos con los brazos para pararlos y que fueran más despacio pero el que estaba en sus senos la inmovilizó para que no pudiera hacerlo y les dejara el control. Jamás se había sentido de esa manera, nunca antes de eso podía pensar en hacer algo así y ahí estaba ella, disfrutando de una doble penetración y una restricción de movimientos.

Tras varios minutos entrando y saliendo, los dedos la abandonaron y pudo recuperar algo de su respiración normal. También fue abandonada en la zona superior y el hombre comenzó a lamerle el vientre, a pasar la lengua por el ombligo introduciéndose en él haciendo que Becca se contrajera.

Miró al otro que se había levantado. También tenía músculos aunque menos que el primero. Era más delgado pero, cuando enfocó hacia su miembro, descubrió que la delgadez no importaba porque tenía un buen grosor y, desde luego, era mucho más largo. No sabía si alguna mujer podría albergarlo entero.

Le colocó las manos en sus muslos internos y los separó más hasta dejarla abierta para él. Puso el glande en la entrada, empujó lentamente y Becca se preparó para ser catapultada al cielo con semejante elemento entre sus piernas.

Podía sentirlo estirando su canal, forzándola a aceptar mientras su compañero le masajeaba el clítoris e introducía un dedo junto al pene.

Echó la cabeza hacia atrás. Un relampagueo de luz, a pesar de tener cerrados los ojos, le hizo ponerse en alerta. Los abrió y...

Amar por partida doble
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