Capítulo 4
Becca logró deshacerse de sus amigos casi a las cuatro de la mañana. Al día siguiente planeaba abrir la tienda por el día, ya que era sábado, y quedaron en reunirse con ella para salir a comer y después ir a ver alguna película.
Cuando se metió en la cama, siseó de placer por poder relajarse unos minutos. La siesta que había tomado antes no le parecía demasiado reconfortante después de experimentar el dolor. Tenía miedo de dormirse pero el cansancio pudo más y finalmente cayó en un sueño en pocos minutos. Salvo que, en éste, no encontró a ninguno de los hombres.
Despertó con el sonido del despertador y, nada más hacerlo, se sintió defraudada. A pesar de sus temores, ansiaba encontrárselos otra vez. Quería volver a oírles hablar. Había sido la primera vez que lo hacían y sus voces le resultaron muy acordes a su aspecto.
Se levantó de la cama, vistió, desayunó y salió de casa hacia la tienda. Pensar en algo que no controlaba no era habitual en ella, así que decidió olvidarse. Si había soñado durante meses con ellos, porque una vez no lo hiciera no era el fin del mundo.
Pero a media mañana, Becca no podía dejar de recordarlos. Se recriminó a sí misma por tener en mente a unos personajes que no eran reales y trató de centrarse en el trabajo por... ya no tenía ni idea de cuántas veces llevaba tratando de concentrarse o de las que había tropezado mientras su mente cavilaba por sí sola.
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Kreyson daba vueltas en su habitación. Le había prohibido a Norim contactar de nuevo con ella y lo mismo hacía él, pero permanecer lejos de esa mujer le estaba consumiendo. Y seguramente su hermano estaría igual que él.
––Eso no lo dudes... ––Hablaron en su mente.
––Norim... Te dije que te mantuvieras alejado de mi cabeza.
––No seas así, hermano. Estamos conectados en emociones y pensamientos. ¿Acaso querías que obviara tu intranquilidad? Además, tú también la sientes.
––Sí. Está confundida y anhela encontrarnos. Pero teníamos que dejarla tranquila después de lo que pasó.
––Tiene miedo de nosotros, Kreyson.
––Lo sé. Lo noto. Y también quiere estar a nuestro lado.
––¿Qué hacemos?
––Iremos... Para hablar.
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Becca bostezó mientras contemplaba a través del cristal del escaparate. Le quedaban unos minutos para que Josh y Alice vinieran a buscarla y la tienda ya estaba cerrada para los clientes pero seguía sentada al lado de la caja registradora tratando de revisar los pedidos que le acababan de llegar con libros. Tendría que meterlos en el ordenador y buscarles un sitio para que tuvieran salida ya que algunos eran novedades y la gente preguntaba por ellos casi a diario. De hecho, había ya una lista de reservas debajo de su mesa. Les mandaría un sms a todos ellos para que supieran que ya podían recogerlo.
A pesar de haber dormido bien, el trabajo le aburría, si no se ponía a leer ella misma los libros, y acababa teniendo sueño. Apoyó la cabeza entre sus manos y éstas en la mesa cerrando los ojos y abriendo la boca en otra espiración.
De la oscuridad, el cuerpo tan conocido del hombre moreno se le apareció y quedó fascinada por su capacidad de evocar el recuerdo de él como si realmente estuviera delante. En este caso lo había vestido de una forma un tanto rara. Con unos pantalones de cuero negro y unas botas a juego, su pecho quedaba cubierto con una fina camisa blanca y ancha que le dejaba uno de los hombros descubiertos mientras ésta caía con gracia sobre sus músculos.
Extendió el brazo hacia ella y Becca avanzó. Cuanto más se acercaba más consciente era de su presencia y de su espacio. Sentía, al estar tan próxima, un escudo a su alrededor. Trató de mirarle a la cara pero ésta seguía oculta para ella.
Levantó su brazo para tocarle y sus labios dejaron escapar su voz.
––¿Por qué? ––susurró.
––No quiero asustarte... ––contestó con la misma voz grave y potente que recordaba de la última vez.
––No me asustas... ––replicó acariciando la parte donde estaban sus ojos––. Quiero verte.
Como si sus deseos fueran órdenes, la oscuridad que cubría el rostro de él se dispersó y pudo verlo todo. Mantenía los ojos cerrados pero podía apreciar sus facciones suaves y duras. Su nariz algo puntiaguda y sus cejas espesas del mismo color que el cabello. Un mechón corto blanco asomaba a uno de los lados.
––Eres guapo... ––murmuró casi sin contener el aliento.
Abrió lentamente los ojos y Becca jadeó. Su color... Un rosa brillante ocupaba el iris de sus ojos y hacia que todo su rostro se iluminara con esa tonalidad. Era lo más maravilloso que había visto nunca y, en él, parecía lo más natural.
––Tu nombre... ––pidió él.
––Becca.
––Becca... ––repitió con su voz haciendo que su vientre se contrajera por el sonido. Pronunciarlo era igual que si él estuviera dentro de ella––. Becca...
Despertó de golpe y estuvo a punto de caerse de la silla. Miró alrededor para ver qué podía haberla sacado de su sueño pero no había nada. Tampoco en la calle se veía demasiado tráfico. Se maldijo entonces por ser tan estúpida y alejarse de ese hombre en ese momento.
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––¿Kreyson? ––preguntó Norim––. ¿Estás bien?
Kreyson apoyó la mano sobre la pared para recuperarse, su hermano al lado, pendiente de cualquier necesidad.
––¿Llamo al médico?
––No... No es nada. Ella me llamó...
––¿Ella? ¿Nuestra mujer?
Kreyson asintió. Sonrió al recordar la forma en cómo la llamaban. La consideraban suya a pesar de no haberla visto todavía en el plano real.
––Su nombre es Becca. Es lo único que pude hablar con ella antes de despertarse.
––¿Cómo ha podido hacer que vayas? Se supone que aún no puede.
––La atracción que sentimos es tan fuerte que nos hace acudir indirectamente. ¿Tú no lo sentiste?
––Fue como un tirón, pero no sabía de dónde venía y al poco tiempo empecé a sentir tranquilidad y alegría. Estabas con ella ––terminó al darse cuenta de lo ocurrido.
––Sí... Me mostré entero para ella.
Norim esperó que le dijera más.
––No se asustó ––añadió con una sonrisa que su hermano copió.