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LA TORMENTA DE
CLÁSICOS
Pasan los meses y se forma una nube negra, que descargará con fuerza en primavera. Antes, en el cambio de año, el Barça se ha dado un baño de gloria al copar el podio del Balón de Oro, con Messi, Iniesta y Xavi. El triunfo de Messi es visto con mayor alegría por los barcelonistas en tanto en cuanto los madridistas preferían cualquiera de los otros dos, que son de la selección nacional, reciente campeona del mundo. Pero con Messi el barcelonista no tiene que compartir el Balón de Oro con otras hinchadas. Y lo prefiere.
Pasan los meses, decía, y los dos galopan por separado y al llegar la primavera está claro que se lo van a jugar todo entre sí. El partido de la segunda vuelta de la Liga, la final de Copa, para la que se clasifican ambos, y las semifinales de Champions, donde van a entrar en colisión, son en el plazo de tres semanas. Algo así como unos playoffs de baloncesto, pero con tres títulos en juego. Recuerdo que poco antes de que empezara la serie charlé sobre esto con Joan María Gavaldá, presidente de la Asociación de Entrenadores de Baloncesto. Era pesimista: «No sé cómo va a acabar esto. Demasiada pasión. En baloncesto estamos acostumbrados, así que no se arrastran los agravios de un partido al siguiente. Pero en fútbol no están acostumbrados a eso, sino a que pasen meses y meses entre partido y partido y que eso enfríe las cosas. Pero ahora…».
Tenía razón, según se vio después.
El primer partido es el de Liga, en el Bernabéu. Sábado, 16 de abril. El Barça ha mantenido mejor trayectoria en la Liga y si salió del Camp Nou con dos puntos de ventaja al Bernabéu, llega con seis más, ocho. Aun ganando, el Madrid lo tendrá muy difícil: seguirá a cinco puntos, y el golaveraje en contra, salvo victoria por seis o más, y quedarán solo seis jornadas. Pero quién sabe. El Madrid se había caracterizado en los últimos años por insensatas persecuciones al Barça, algunas bien coronadas, contra todo pronóstico.
El partido es televisado a tres cuartas partes de la Tierra. Los días previos recibo, como los directores de los otros periódicos deportivos de Madrid o Barcelona, frecuentes visitas de enviados del extranjero de prensa impresa, radio o televisión, que me entrevistan una y otra vez. Todo el mundo espera algo fantástico de esta racha de partidos que enfrenta a los dos colosos con tres títulos en juego. Al partido asiste Lula da Silva, presidente de Brasil, que se sienta a la derecha de Florentino.
Consulto la portada de As de ese día. Está compuesta con las siluetas de los dos entrenadores y el título es «Todo o nada». Para entonces la rivalidad del clásico estaba polarizada en los dos entrenadores, personajes tan distintos. Esta vez Mourinho sí que se blinda, para decepción de los madridistas más puristas. Deja la hierba alta y sin regar. Saca a Pepe de la defensa y lo envía al medio campo a marcar a Messi cuando se retrasa a recibir y a alborotar todo lo que puede. El Madrid plantea un partido espeso y tenso en el que el Barça no se siente bien. Al descanso no hay goles ni juego, solo brusquedades y malos modos. Algunas ocasiones, eso sí. Los dos porteros paran bien. Casillas, en una internada de Villa, sale y le derriba en una jugada que se parece como una gota de agua a otra, a la de Valdés con Cristiano en la primera vuelta. Tampoco aquí hay penalti.
En el minuto 51 Albiol agarra a Villa en el área cuando le ha burlado y enfila a Casillas. Penalti y expulsión. Nada que objetar. Messi transforma el 0-1. Con todo perdido y diez contra once, el Madrid tiene un arranque de orgullo, rompe la pizarra, se echa para arriba, domina y alcanza el empate, en el 81, en un penalti transformado por Cristiano. Un derribo claro de Alves a Marcelo, en el que el árbitro perdona la segunda tarjeta al barcelonista, lo que cargará el tambor del revólver de Mourinho, que luego dirá: «Me gustaría jugar algún día contra un Barça con diez». En sus partidos contra el Barça ha sufrido cinco expulsiones: dos con el Chelsea, Drogba y Del Horno; una con el Inter, Motta, y dos con el Madrid, Sergio Ramos (bien es verdad que fuera de hora) y esta de Albiol.
Pero lo importante es que el partido ha acabado 1-1 y todo el mundo dice sentirse satisfecho y realmente lo estaban. El Barça era campeón virtual de Liga, con ocho puntos de ventaja a seis partidos del final. El Madrid había recorrido un buen tramo del 5-0 al 1-1 y aunque fue muy repudiada la forma en que encaró el partido (la hierba alta, la media tan protegida), la reacción diez contra once, el empate, todo junto, conformaba una impresión optimista cara a lo que tenía que llegar.
A todo esto, Messi ha lanzado un balonazo al público, cosa que el madridismo apunta. No le acarrea ninguna tarjeta ni reproche alguno por parte del club, ni emite ninguna señal de disculpa por ello. Más adelante del club saldrá, como excusa, la versión de que pretendió chutar contra la valla y falló.
Toca la final de Copa, en Valencia, escenario neutral hasta en lo geográfico. La fecha fijada es el miércoles 20, solo cuatro días después del primer partido. En esos días se polemiza mucho sobre la figura de Pepe. Para el madridismo es la pieza clave para desarticular el juego del Barça con su despliegue en el medio campo. Para el barcelonismo es la prueba de la propuesta grosera de Mourinho, un central en el medio campo para cortar, pegar y empujar, una fórmula nada creativa. El duelo se va fijando cada vez más como la vieja rivalidad entre el fino estilista y el duro fajador.
Las entradas se reparten por igual. Los dos clubes instalan sus zonas fans, muy concurridas. Es un día alegre, de sol primaveral y calor grato. Hay tensión. Cuando Tomás Roncero acude a por su credencial (el hotel donde la Federación las reparte está junto al estadio, pero hacia el lado de la fan zone barcelonista), pasa un apuro. Le conocen al entrar y cuando sale se ha organizado allí un piquete de varias decenas de radicales que le rodean y le increpan. Pasa las de Caín pero llega al campo bien. Sobresaltado, pero bien.
Este día nuestra portada es «La Copa del Siglo», título que atraviesa las siluetas de Messi y Cristiano, entre las que situamos la de la Copa, con tira azulgrana en un asa y tira blanca en la otra. Salen los equipos. Pepe vuelve a jugar en la media y el Madrid sale sin un delantero centro puro, lo que choca, porque Higuaín ya está repuesto y ha empezado a jugar, Benzema está sano y el club cuenta con Adebayor desde enero, adquirido tras larga insistencia de Mourinho y a costa de una crisis que a la larga hará saltar del club a Valdano. (En el partido de Liga había salido Benzema, dejando la última media hora para Adebayor.) Lo que sigue es una final intensa, bien conducida por Undiano Mallenco salvo por su indulgencia con una fea patada de Sergio Busquets a Xabi Alonso, en el muslo, a poco de empezar. El Madrid empuja al Barça en la primera parte, a base de fuerza y coraje. Desarticula su juego, le desconcierta. No es el Barça. Pepe se adelanta en ocasiones hasta su área, incluso mete un cabezazo al larguero. El Madrid es mejor en la primera parte.
En la segunda, en cuanto el Madrid se toma un respiro, el Barça se serena y empieza a darle al molinillo de su juego. Poco a poco va a más y de repente se instala en una de sus exhibiciones: juego corto, elaborado, rápido, preciso, con llegada. El Madrid se mete en su área y achica. Casillas hace unas paradas tremendas. Pedro caza un gol pero está adelantado y Undiano lo anula bien. El Barça también afloja. Se llega a la prórroga tras un partido hermoso, con aplauso general. En ella, Di María rescata del agotamiento una última carrera por la banda, centra y Cristiano, que había hecho hasta entonces un partido flojo, se eleva a una altura imposible y cabecea. Es el gol de la victoria. No hay fuerza en el Barça para equilibrarlo. El Madrid se lleva la Copa, que recoge Casillas, completando así una colección perfecta de títulos que también tienen Xavi, Puyol e Iniesta. Las finales perdidas por el Madrid no las había jugado y siempre quedó la duda de saber qué hubiera ocurrido con él en la portería. En el Barça el único no titular fue justamente el portero, Pinto, que jugó por Valdés como portero de la Copa. También quedó en el aire si Valdés se hubiera hecho con el remate de Cristiano.
El entusiasmo por la Copa es máximo en Madrid. 5-0, 1-1, 1-0 para el Madrid en el tercero. Sí, Mourinho parece tener la fórmula, y ahora llega lo gordo, la Champions. Entre tanto entusiasmo a Sergio Ramos se le cae la Copa desde el piso alto del autobús que la pasea por Madrid y queda hecha una lástima. Sergio es objeto de burla en Barcelona y la Federación tendrá luego el gesto de dudoso gusto de poner la copa destrozada en su museo sin reparar. El Madrid lo sentirá como una burla, como un indicio más de malevolencia federativa.
Guardiola reacciona bien: «La vida no es ganar siempre; tenemos que digerir esto». Pero la atmósfera ha cambiado, el 5-0 queda lejos, el Madrid aspira ahora seriamente a ganar la semifinal de Champions. Stoichkov, con el que me encuentro a la salida de Mestalla, me dice que ve al equipo fundido. En Barcelona la moral se viene abajo. El fantasma del Madrid, ese enemigo eterno que nunca se rinde, se eleva sobre todas las cabezas. Una vez más, cuando parecían habérselo apartado.
Y la imagen es peor que nunca. Es un Madrid bronco, que hace un fútbol físico, que está dirigido por un hombre que se convierte casi en obsesión en esos días. Casi es peor perder ante Mourinho que perder ante el Madrid.
El sorteo ha fijado el partido de ida para el Bernabéu, el 27. Tercero en once días.
Dos días antes del partido, en conferencia de prensa, Guardiola da unos primeros síntomas de incorrección. Ha corrido la noticia de que arbitrará un portugués, Proença, y dice: «Mourinho debe estar felicísimo si arbitra un portugués. Últimamente tiene mucha suerte. Tuvo mucha suerte en que un asistente viera un fuera de juego de Pedrito por dos centímetros».
Es la primera vez que Guardiola hace una referencia arbitral en todo el conflicto. Eso parecía ser patrimonio de Mourinho hasta ese momento. Se interpreta como un signo de debilidad, de nerviosismo. También dice cosas que en otras ocasiones no habría dicho: «Nos ejercitaremos en el Bernabéu para adaptarnos al césped alto». «Ellos son los favoritos. Lo tenemos todo en contra. Muy pocos aficionados apuestan por nosotros y se da por favorito al equipo al que sacamos ocho puntos.»
La víspera del partido la conferencia de prensa del Madrid es por la mañana. Entre las declaraciones de Guardiola y ese día se ha conocido que el árbitro ya no es el portugués Proença, sino Stark. Desde Madrid se interpreta con facilidad que la UEFA ha atendido la queja de Guardiola y ha decidido el cambio. Mourinho aprovecha para hacer chanzas:
—Más importante que la designación del árbitro y la presión para que no fuera Proença es que iniciamos un nuevo ciclo. Hasta ahora teníamos dos grupos de entrenadores. Un grupo muy pequeñito que no habla de los árbitros. Luego, un grupo grande, donde estoy yo, que critica a los árbitros cuando tienen errores importantes. Gente como yo, que no controla su frustración, pero gente como yo también para halagar el gran trabajo que puede hacer un árbitro. Y ahora, con las declaraciones de Pep, entramos en una nueva era. Un tercer grupo: criticar el acierto del árbitro. Él tiene muchos seguidores por su fantástico juego, pero vamos a ver si tiene muchos seguidores criticando el acierto del árbitro. Es consecuencia de lo que vivió en su primera temporada con el escándalo de Stamford Bridge. A partir de ese momento, no está contento con el acierto de los árbitros. El año pasado, con el Inter, jugué más de una hora con diez. Este año, por ejemplo, tenía un pie fuera y pasó lo que pasó con el Arsenal. Y en la final de Copa, donde un árbitro auxiliar tiene una decisión fantástica, correctísima, dificilísima, él la critica. Pero Stark, Proença... Me da igual. Que tenga mucha suerte y que los jugadores le puedan ayudar. Espero un árbitro muy bueno. La mayor fuerza motriz, más que el vapor o la energía atómica, es la voluntad.
Luego, en entrevista directa con Telemadrid y a la pregunta de ¿ha cambiado Guardiola?, responderá: «Las cosas no cambian por un resultado. Pero para quien vendía una imagen y después ha demostrado que no era así... Parecía la historia del lobo y el cordero. El lobo con la piel del cordero. Yo soy siempre igual. Pienso que es una buena cualidad. No cambiar porque ganas un partido o pierdes otro».
Mientras se dan estas respuestas, el Barça viaja a Madrid. En el ambiente culé se percibe cierto desánimo. Ese día me encontré en un restaurante de Madrid con Amador Bernabéu, abuelo de Piqué y directivo del club. Estaba desanimado. Compartía la teoría de que al equipo le había pillado fundido físicamente este tramo de la temporada y calculaba que la eliminatoria sería para el Madrid.
Pero Guardiola ejerció de líder y consiguió rehacer la moral del grupo en su comparecencia por la tarde en el Bernabéu. En el mismo sanctasanctórum del madridismo, en territorio de Mourinho, soltó una rueda de prensa agresiva y firme que sorprendió a todos, tanto más por su talante habitualmente pacífico:
—Hace poco, Mourinho le citó en su rueda de prensa sorprendido de que usted critique a un árbitro e insinuando que está acostumbrado a que le beneficien. ¿Qué tiene que decir?
—Mourinho, perdón, José, ya que él me ha tuteado, yo voy a tutearle también. Pues bien, José, ¿cuál es tu cámara, José? Bueno, supongo que todas. Iba diciendo que José es el puto jefe, el puto amo en esta sala. Normalmente él siempre gana aquí, yo no tengo árbitros que me hagan informes, ni secretarios generales, ni busco agravios comparativos. No tengo nada que decir. Yo he trabajado con él cuatro años. Si hace más caso a lo que dicen los amigos de Florentino que a mí, que me conoce, pues ya le va bien. No pienso competir con él, para eso no sirvo y el Barcelona necesita otro entrenador. Puede seguir leyendo a sus amigos y tal… Los amigos de Florentino, la central lechera. Yo no voy a justificar mis palabras. Yo solo felicité al Madrid, un gran equipo, pero él ya solo piensa en lo que dicen los amigos de Florentino. No puedo luchar contra él en una sala de prensa porque es mejor que yo. Solo puedo decirle que nos vemos mañana a las 20.45. Le doy la Champions de fuera del campo. En eso él es el puto amo.
—Iniesta estaba tocado: ¿podrá jugar?
—Iniesta es baja. Tiene un ochenta por ciento de posibilidades de ser baja.
—¿Espera un partido limpio y sin teatro, como pidió Sergio Ramos?
—Hace unos años, José dijo esto en el Chelsea. Son muchos años y puede buscar esta estrategia. En esta casa hacemos muchísimas cosas mal, pero intentamos siempre jugar bien. Esto lo sabe Mourinho, al que le ayudamos a formarse como entrenador cuando él me ayudaba a formarme como jugador. Al principio pensé que esto del teatro era cosa de Ramos, pero ahora veo que repetía una consigna.
—¿Se malinterpretaron sus declaraciones del otro día?
—Cuando no se me entiende es que me he explicado mal. Las declaraciones de la final de Copa cuando el entrenador del Real Madrid hizo ese magnífico comentario no era eso. El árbitro estuvo atento. El señor Mourinho me puede creer a mí o lo que lee. Está más cerca de lo que lee.
—¿Por qué este cambio de tono en su discurso?
—Es mi tono de siempre. Utilizo siempre el mismo. A la acusación que me hacen… aquí están las trayectorias. Si dicen que nos quejamos de los árbitros…, pues nada. Es mi tercera temporada, que está a punto de acabar, dicen que cuando pierdo me quejo de los árbitros… pues vale. Los altavoces son mucho más grandes fuera de casa. Competimos con un equipo muy bueno. Competimos con 12 canteranos, con muchísimas bajas. Es la quinta semifinal en seis años contra Cristiano, Di María, Kaká, Benzema, Özil y Pedro León, que es muy bueno. Venimos a competir lo mejor posible. Trato de no jugar a esto, de dar mi opinión. Él lo sabe mucho mejor. Domina muy bien fuera y dentro del campo. Represento una institución que no hace las cosas así. Si nos gana el Madrid es porque han sido mejores. Fastidia y sabe mal que José se crea más lo que lee que a un colega, pero ya sabemos cómo funciona la información por aquí cerca.
—¿Qué opina del Madrid?
—El rival está en el mejor momento de la temporada. Que sepan que competiremos con lo que tenemos. Es una joya estar en esta conferencia de prensa en unas semifinales de la Champions. Tenemos a cuatro o cinco chavales en el banquillo. No damos la eliminatoria por perdida.
—¿Los jugadores del Barça estarán más picados por las palabras de Mourinho?
—¿Crees que los jugadores van a correr más porque he hablado con José a través de las cámaras? Estamos en las semifinales de la Champions. Para nosotros es un éxito rotundo competir con uno de los mejores equipos del mundo. Haber competido en la final de la Copa del Rey y estar como estamos en la Liga. Para nosotros esta eliminatoria es un regalo. Los jugadores saben qué es lo que opino de este juego.
—¿Pronostica un encuentro igualado?
—He venido muchas veces como jugador y otras como entrenador. Si vienes a defender un resultado de vuelta, te machacan. Cristiano, Benzema, Pedro León... Si contra estos vas a defender… Sería menospreciar una cosa que no siento por las bajas. Hay un partido de vuelta. No saldremos sin protegernos, pero la esencia debe ser la misma.
—¿Y Wolfgang Stark? ¿Qué le parece como árbitro para dirigir un encuentro de estas características?
—Esto es lo que hay. Un árbitro de prestigio. Y con él iremos. No hay problema, espero que le vaya perfecto.
—¿Había visto alguna vez un Madrid tan agresivo como el de los últimos tres partidos?
—No, pero esto no es una responsabilidad del Real Madrid. Hay un árbitro y tiene que actuar en función de lo que ve. Cada uno tiene que jugar como pueda.
—¿Qué opina del juego de Mourinho? ¿Le gusta su estilo?
—No me permitiría juzgar la manera de jugar de un colega de profesión. Lo dije el otro día. Es el entrenador con más títulos. Intento aprender muchísimo de él. Intento aprender de él cuando juega. Fuera del campo intento aprender poco.
—Mourinho prepara el partido así, ¿provocándole?
—No es la primera vez que él dice Pep. Por eso debo responder. Él normalmente habla en general. Respondo una pregunta cuando él dice una cosa. Nos favorecieron ante el Chelsea, pero nosotros no recordamos lo de Benquerença. Bueno, ahora sí. A veces tuvimos ventajas, como en Stamford Bridge, pero yo nunca dije nada del penalti a Alves o el gol en fuera de juego de Milito. Si él continúa diciendo mi nombre, yo también lo haré.
—¿Qué opciones baraja para el lateral zurdo, sin Maxwell, ni Abidal ni Adriano?
—No tengo muchas opciones. Los tres están en Barcelona. Tengo alternativas para parar a Özil y compañía.
—¿Cómo ha visto el césped del Bernabéu?
—En nada va a influir. Ya dije hace tiempo que jugaremos con el césped que nos pongan. En Barcelona jugaremos con el césped que pongamos nosotros.
—¿Está harto del pique con Mourinho?
—Estoy dolido. Él sabe que es un partido que va a ganar seguro. Es un mago en esto. Le admiro. No me sale jugar este tipo de partidos. Si el Barcelona quiere un entrenador para jugar a esto, yo no sé jugar a esto. Mañana, a las 20.45, jugaremos el partido. El martes que viene volveremos a jugar. Si ganan, le felicitaré y si lo hacemos nosotros, espero que lo haga él. Hace unos días nosotros no teníamos ni una Copa de Europa. El Madrid tiene nueve y nosotros tres y estamos felices como unas pascuas. Vamos a ver si nosotros conquistamos nuestra cuarta Champions. Lo hacemos con 12 jugadores formados en casa. Venimos a competir con esto ante un club con nueve Copas de Europa. Somos lo que somos, no ponemos excusas. Esto es lo que más orgullo me da. Nosotros hemos caído muchas veces como país y como equipo y luego nos levantamos. Es un pequeño país del que desde cada campanar se puede ver el campanar del pueblo de al lado.
A su regreso al hotel, Guardiola es aplaudido entusiásticamente por los jugadores, que han seguido la conferencia de prensa en directo por televisión. La atmósfera ha cambiado. El colosal desafío, en su propio terreno, a Mourinho y a la prensa de Madrid, la reivindicación del Barça como equipo de cantera, el final del discurso, con unos versos de una canción de Lluís Llach, todo ratifica a Guardiola como un líder formidable en una ocasión difícil. El equipo saltará al Bernabéu decidido a devolvérselo.
El partido resulta ser una bronca. El Madrid de nuevo con la hierba alta, con Pepe en la media, con juego duro, al límite. En el Barça tres jugadores fingen golpes en la cara que la televisión confirma una y otra vez que no existen: Alves, Busquets y Pedro. El juego es feo, el Madrid paraliza al Barça pero a su vez no es capaz de construir. En el descanso, cuando los equipos se retiran al vestuario, Arbeloa es esperado por Pinto, que sale hacia él. Se monta un revuelo del que sale expulsado el propio Pinto. La segunda mitad sigue con el mismo aire bronco y feo. En medio de ese fútbol-reyerta hay un planchazo de Pepe a Alves, que salta y se voltea como si le hubieran roto la pierna. El árbitro, Stark, impresionado, expulsa a Pepe, en una decisión que sigo considerando exagerada y decisiva para la eliminatoria. Es el minuto 60, Mourinho hace un gesto de aplaudir y también es expulsado.
Con Pepe fuera del campo, parece como si las compuertas que frenaban el juego del Barça hubieran saltado. En el 75 y en el 86 Messi marca sendos goles, once contra diez. El partido acaba 0-2, con el Barça feliz, pero a medias. En realidad ha sido un bochorno colectivo, casi da vergüenza que este partido se haya visto en tantos países. Se salva Messi, con sus dos goles, excelentes. Y los que no se han metido en líos, Xavi, Casillas y unos pocos más.
En la conferencia de prensa posterior, Mourinho es un trueno. «¿Por qué?», clama. Su «¿por qué?» con su singular acento y su tono de voz se convierten desde entonces en su identificativo, casi un clásico. Su conferencia de prensa es un trueno:
—¿Qué le ha dicho al árbitro para ser expulsado?
—No le he dicho nada, solo he reído y aplaudido su decisión con los dos dedos y nada más. Si le digo a él y a la UEFA lo que pienso, termina mi carrera hoy. Como no puedo decir lo que pienso, dejo una pregunta. ¿Por qué Ovrebo? ¿Por qué Busacca? ¿Por qué Stark? ¿Por qué De Bleeckere? ¿Por qué? ¿Por qué cada semifinal pasa siempre lo mismo? Estamos hablando de un equipo de fútbol fantástico. Y que nadie cambie mis palabras porque lo he dicho muchas veces. ¿Por qué Ovrebo hace tres años? ¿Por qué el Chelsea no podía ir a la final? ¿Por qué lo del Inter? Fue un milagro. ¿Por qué este año intentar acabar con la eliminatoria este año? Podíamos estar tres horas, porque iba a acabar 0-0. Luego con Kaká, por Lass, íbamos a arriesgar. No sé si es la publicidad de UNICEF o el poder de Villar en la UEFA, pero no lo entiendo. Enhorabuena por un equipo fantástico de fútbol. Pero enhorabuena también por todo lo que tienen. Ellos han conseguido este poder. Los otros no tienen ninguna posibilidad. Drogba, Motta, Van Persie, Mourinho... Es una pregunta a la que espero tener un día respuesta. A ver si alguno de vosotros me puede dar una respuesta porque no entiendo. Marca falta contra el Barça y de repente, por milagro, roja. Segundo partido en Barcelona no es misión imposible, pero es difícil. Tienen que llegar a la final y van a llegar. Espero que un día tenga la respuesta. ¿Por qué este equipo necesita esto? Todos lo ven. Ovrebo, De Bleeckere, Busacca, Stark… El fútbol se juega con reglas iguales para todos. Luego gana el mejor. A lo mejor hoy empatábamos y luego el Barça nos ganaba allí. Pero ¿por qué hoy en un partido equilibrado? Solo el árbitro puede responder. Ahora se va a casa y no tiene que responder nada a nadie.
—¿Está el Madrid eliminado de la Champions?
—Sí, iremos con todo el orgullo, con todo el respeto por nuestro mundo que es el fútbol, y a veces me da un poco de asco vivir en este mundo y ganar dinero. Vamos sin Pepe, que no ha hecho nada; sin Ramos, que no hizo nada, y con un resultado imposible. Si hacemos un gol allí y abrimos la eliminatoria, nos matarán otra vez. No hay ninguna posibilidad y mi cuestión es por qué. Son mejores, acaban ganando, ¿para qué esto?
—El planteamiento del partido ante el Barça...
—(Interrumpe al periodista y no le deja acabar.) Tiene diferentes momentos del partido, de organización, fases, que pasa por no sufrir goles y frustrar al adversario. Pasa por jugar compacto y en un momento, con la entrada de un nueve fijo, con un cambio de organización. La tercera fase era jugar con un diez puro detrás de los atacantes. Es de empate a cero, que parece que puede acabar así, pero intentas arriesgar. Pero el árbitro no nos dejó hacer el planteamiento. ¿Por qué expulsa a Pepe, a Motta, a Van Persie, por qué no pitan los cuatro penaltis al Chelsea? ¿Por qué no ganan con su poder futbolístico? ¿Para qué? Tienes que ser mala gente y tener buen sabor de boca ganando así o en el último minuto con una mano. Sé lo que ha sentido la gente del Chelsea, sé lo que el Inter sufrió y sé lo que esta gente siente. Lo digo de verdad y no es hipocresía, no es un drama. No estoy demasiado triste, ni frustrado. Mañana es otro día. En casa me espera una familia maravillosa. La única cosa que me deja así es la incapacidad. Si la gente del Barça es honesta, saben perfectamente que esto está pasando. Para ellos es fácil, pueden esconderlo. Pero no son mala gente, conozco a muchos catalanes, amigos de verdad, y tienen que tener dentro un sentimiento… Están contentos porque van a Wembley, pero ganar así no tiene el mismo sabor. Ganamos la final, la celebramos y el Madrid es un gran club.
—¿Las declaraciones de los dos entrenadores habrán influido en el árbitro?
—No. No veo que el ambiente estuviera muy caliente. Comenté las palabras de Josep Guardiola, tengo la libertad de hacerlo porque eran declaraciones. Él me ha respondido con un poco de política, y eso no me gusta, y el árbitro tendría que hacer un partido normal, pero no lo ha hecho. Cuando no pitó el penalti de Gourcuff pensé que no lo vio. Quizá no quería que llegáramos a cuartos y estaba pactado. No lo sé. Lo del árbitro ha sido increíble.
—Guardiola dijo que le regalaba la Champions de la sala de prensa. ¿Qué opinión le merece?
—No, gané dos Champions y las gané en el campo con dos equipos que no eran el Barça. El Oporto, de un país que no gana Champions, y el Inter, que hacía 50 años que no lo hacía. Ganamos sudando, luchando. Guardiola es un entrenador de fútbol y ha ganado una Champions que a mí me daría vergüenza, porque la ganó con el escándalo de Stamford Brigde. Y si la gana este año será con el escándalo del Bernabéu. Le respeto y le deseo que gane un día una con el fútbol. Ayer no hay falta de respeto, pensé que le podía llamar de tú. Le deseo que un día gane la Champions blanca, sin escándalos.
—¿Qué pasó con Pinto?
—No sé de que incidente me hablas. Fui el primero en salir.
Lo que sigue es un cruce de denuncias y contradenuncias a la UEFA y una continua exhibición en la tele de los malos modos de estos partidos. El Barça denuncia ante la UEFA a Mourinho, cosa innecesaria, porque ya esta le abre expediente de oficio por sus tremendas declaraciones, que cuestionan todo el sistema. El Madrid contraataca denunciando los fingimientos del Barça, al que acusa de una actitud deliberada (en Madrid todo el mundo quedó convencido de ello) de buscar expulsiones de jugadores del Madrid. Los telediarios muestran una y otra vez las escenas de los tres partidos. Pisotones de Arbeloa a Villa y de Marcelo a Pedrito. El patadón de Busquets a Xabi Alonso. Los fingimientos irritantes de los jugadores del Barça. La escena del túnel en el descanso del último partido. El balonazo de Messi al público. Corre la versión, no comprobada, de que Xabi Alonso habría escupido a Iniesta en uno de los partidos, imagen que no existe. Aparece una imagen de Busquets en la que aparentemente llama mono a Marcelo y el Madrid la incopora a su denuncia. Todo es un cruce de acusaciones sin precedentes, que yo recuerde. El peor momento vivido en esta larga rivalidad, o así me lo parece por ser el más reciente.
La prensa internacional refleja la decepción. Se salva Messi, con sus dos golazos, pero solo él. Lo demás ha sido un espanto.
Y pese a las quejas del Madrid, el Barça sale ganador de la batalla ante la opinión pública. Hay quien ve más razonable que yo la expulsión de Pepe. En todo caso, circula mucho el argumento de que basar la estrategia de esta campaña en Pepe en el medio campo era jugar con fuego por la propia naturaleza inestable de este jugador. Al fin y al cabo, lo que opina la mayoría es que el bien está del lado del Barça. Pretende jugar, tiene cantera… Aun así, sale herido. Los fingimientos han sido muy visibles. Algunos artículos en la prensa americana e inglesa los reprochan severamente. En el mundo anglosajón, donde estas cosas se ven peor, el Barça sale peor parado.
Queda solo un partido, que ya no puede decidir nada después del 0-2, pero que aún puede empeorarlo. Es el martes 3 de mayo, seis días después del último, dieciséis después del primero. La UEFA designa a uno de los árbitros que citó Mourinho en su conferencia de prensa, con lo que no puede esperar nada bueno. El mismo árbitro, De Bleeckere, había dirigido el Liverpool-Madrid de la Champions anterior, cuando el club de Chamartín se estaba aconsejando con Dupont en un pleito por el caso Lass-Huntelaar, que fichó en invierno sin saber que solo uno de los dos podría jugar en Champions. De Bleeckere hizo su trabajo con eficacia: permitió un primer gol del Liverpool tras falta indisimulable de Torres a Pepe y concedió un penalti contra el Madrid en una jugada en la que Heinze controló con el hombro. Cero a dos en pocos minutos. Luego dejará que los otros dos lleguen por su propio peso.
En la víspera, la intriga es dónde verá Mourinho el partido, si le blindarán un palco privado, si en el palco principal, si por la tele en las tripas del estadio. Si al final se quedará en el hotel. Está sancionado, por supuesto, de forma cautelar. Luego le caerán más partidos. Llueve torrencialmente sobre Barcelona durante el día. Esta vez, sin Pepe, suspendido, el Madrid saca un equipo mejor, con cuatro defensas, Lass y Xabi en la media, Di María, Kaká y Cristiano en línea de tres y, arriba, Higuaín. La primera parte es de cierta calidad. El Madrid presiona, pero sin la violencia agonística de los otros partidos. El Barça se mueve correctamente, aunque la fatiga le hace perder lucidez. El público canta olés a ratos, pero no da para tanto. Descanso y cero a cero.
Al regreso, se produce la jugada del partido. Cristiano se escapa hacia el área y al tiempo que envía un pase final a Higuaín Piqué le empuja y le hace caer; al rodar, da con el cogote en el talón de Mascherano, que se ha vuelto para perseguir a Higuaín; este alcanza el balón y cruza a gol. Pero De Bleeckere ha pitado, un instante antes del remate…, ¡falta de Cristiano!, zancadilla con el cogote a Mascherano. El gol no sube. En el 53 marcará Pedro tras fantástico pase de Iniesta, en el 63 empatará Marcelo a pase de Di María, que recoge el rebote en el palo de un disparo propio. Pero poco a poco todo se ha ido disolviendo en brusquedades, malos modos, nuevos fingimientos (hasta Mascherano), patadas del Madrid, que se desahoga, tarjetas… La imagen digna del primer tiempo se descompone al final.
En suma, pasa el Barça, que luego ganará la final con facilidad al Manchester. Pero en cuanto terminó ese partido del Camp Nou, empezamos a echar cuentas: quedaban cien días para los siguientes choques, la Supercopa, que habría de enfrentarles en verano.