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MÍSTER ELLIS Y
MÍSTER LEAFE
El Madrid saltó de esa eliminación al Barça a su cénit. Poco después jugó su mejor y más célebre final en Glasgow, ante el campeón alemán, el Eintracht de Frankfurt, que precisamente había eliminado previamente al Glasgow Rangers con un sensacional agregado de 12-4. El partido despertó pasión en el Hampden Park, uno de los grandes estadios de la época, que se colmó con 120.000 espectadores. Allí el Madrid hizo su partido más glorioso, hasta ganar por 7-3. La prensa internacional agotó los elogios para ese equipo que ganaba su quinta final consecutiva. Puskas marcó cuatro goles (uno de penalti) y Di Stéfano, tres.
Justo ese año se había puesto en marcha la Copa Libertadores, que enfrentaba a los clubes campeones de América. La ganó el Peñarol de Montevideo. Surgió entonces la iniciativa de enfrentarlos, en busca de un campeón mundial. La FIFA objetó que al tratarse de solo dos continentes no podía llamarse así, a pesar de que el nivel del fútbol de clubes de Europa y Suramérica era infinitamente superior al del resto. Se llamó Copa Intercontinental y se jugó a ida y vuelta, antes y después del verano europeo. En Montevideo el Madrid empató a cero, en una tarde fría y lluviosa, el 3 de julio. El partido de vuelta se celebró el 4 de septiembre en un Bernabéu repleto. El Madrid vuelve a alcanzar la perfección. En diez minutos ya estaba ganando por tres a cero, dos de Puskas y uno de Di Stéfano. Venció finalmente por 5-1. Herrera y Gento marcaron los otros dos.
Estaba en el máximo de la gloria.
Y de ahí le bajó justamente el Barça, en lo que quizá aún pueda considerarse la mayor decepción del Madrid en su historia. Fue en la sexta Copa de Europa, a la que el Madrid concurría como campeón de la quinta y el Barça como campeón de la Liga 59-60. El Barça se enfrentó en dieciseisavos al Lierse, de Bélgica, al que apartó con sendos cómodos 2-0 y 3-0. El Madrid, campeón, estaba exento en la primera ronda. Entraba en el bombo en los octavos de final y la suerte le deparó el Barça.
En España aquel cruce se lamentó. Demasiado pronto, uno de los dos habría de quedar inevitablemente lejos, y la mayoría pensaba que sería el Barça. Ya no estaba el maléfico Helenio, que se había ido al Inter. En su lugar el Barça había fichado al yugoslavo Ljubisa Brocic, al que le costaría adaptarse al fútbol español. Mantenía, eso sí, a todas las estrellas del lujoso Barça de HH, pero su pulso no era tan firme como el de su predecesor.
El cruce se produce todavía en 1960, el año triunfal del Madrid. El partido de ida es el 9 de noviembre, en el Bernabéu, y el de vuelta el 23 del mismo mes, en el Camp Nou. Arbitran los dos números uno de la UEFA, los ingleses míster Ellis y míster Leafe. Árbitros de la máxima confianza de la organización. Son los mismos que arbitraron la semifinal entre ambos equipos en la temporada anterior, solo que en orden inverso. Entonces Leafe arbitró en Madrid y Ellis en Barcelona. Ahora será al revés y el madridismo nunca olvidará sus nombres.
El partido de ida se juega en el Bernabéu, el 9 de noviembre, festividad de la Almudena, ante 120.000 espectadores. En ese tiempo la capacidad del estadio era mayor, porque dos terceras partes de las localidades eran de pie, y en esas zonas, en la práctica, se vendía papel casi sin límite.
El Madrid sale con Vicente; Pachín, Marquitos, Casado; Vidal, Del Sol; Herrera, Mateos, Di Stéfano, Puskas y Gento. Lo sigue entrenando Miguel Muñoz. El Barça, en el que el yugoslavo Brocic es el nuevo entrenador, juega con Ramallets; Rodri, Garay, Gracia; Vergés, Gensana; Villaverde, Evaristo, Kocsis, Suárez y Czibor. El Madrid se adelanta pronto con Mateos (3); empata Luis Suárez (27, en libre directo); Gento vuelve a adelantar al Madrid, en veloz galopada cruzando un tiro fuerte al que no llega Ramallets (33). En la segunda mitad el juego es equilibrado. Villaverde marca en el 63 al cabecear el saque de una falta, pero el gol es correctamente anulado por fuera de juego. Y cuando faltan dos minutos para el final, se produce el empate en una jugada que protestará el Madrid: un pase en profundidad de Evaristo sorprende a Kocsis en fuera de juego que el linier señala con su bandera. Ellis hace caso omiso de su compañero y el húngaro avanza en solitario hacia la meta de Vicente que sale a la desesperada y le derriba fuera del área, según aún hoy sigue insistiendo el propio Vicente, con el que he hablado varias veces de la jugada. Ante la sorpresa general, y las protestas de los jugadores blancos, el inglés señala penalti. Luis Suárez lo transforma en el 2-2. El linier se había quedado quieto, con la bandera en alto, sin acompañar la carrera de Kocsis, lo que desdeñó Ellis. El público madridista salió escamado por esa jugada final, en la que se sumaron dos reclamaciones: el fuera de juego y la posición de la falta de Vicente a Kocsis.
Todo se ha de decidir en la vuelta, en el Camp Nou, el 23 del mismo mes, ante un Camp Nou igualmente colmado. Los dos equipos presentan algunos cambios. El Barça sale con Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Kubala, Evaristo, Kocsis, Suárez y Villaverde. El Madrid sale con: Vicente; Marquitos, Santamaría, Casado; Vidal, Pachín; Canario, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento.
Esta vez el encargado de dirigir el partido es otro inglés famoso en el arbitraje, Reg Leafe. En el acta firmará el triunfo del Barça por dos goles a uno, lo que producirá la primera eliminación del Madrid en el torneo que viene acaparando desde su fundación, con cinco victorias en otras tantas cinco ediciones disputadas. Lo que no cuenta el acta son los cuatro goles anulados al equipo blanco.
El primero a los 27 minutos, dos después de que Vergés abriese el marcador. Canario entra con ventaja en el área culé, Gracia le frena con una patada en el pecho, él cae y el balón llega a Del Sol, que marca. Leafe sanciona con falta al Madrid, porque estima que al caer Canario ha tocado el balón con la mano. Algo así como la zancadilla de Cristiano a Mascherano con el cogote.
En el 68, llega el gol cuya foto dará la vuelta al mundo. Es una de las fotos más hermosas de la historia del fútbol. Kubala saca un córner y en lugar de bombear el balón, lo lanza, raso, hacia el pico más próximo del área grande, donde esperaba Olivella: «Era una jugada que practicábamos a veces. Yo andaba como despistando, y cuando él ya estaba para sacar, me acercaba en carrera y él sincronizaba el saque con mi llegada. Empalmé, tiré a puerta, cruzado, el balón iba fuerte, a media altura, no sé si hubiese entrado o lo hubiera parado Vicente…».
Y ahora es este quien entra en el relato. Los reuní para As a fin de hacer un reportaje para aquella foto. En el encuentro faltó Evaristo, autor del gol, que vive en Brasil: «Yo me lancé hacia el balón, me lancé bien, pero justo cuando lo iba a alcanzar se adelantó Evaristo, en plancha, volando. Apareció como un avión y la clavó».
Existen dos fotos casi idénticas, una de Pérez de Rozas, padre del popular periodista deportivo de estos días, y otra de Nicolás. Estaban juntos, tiraron ambos en el momento exacto. Se ve dos siluetas enfrentadas, horizontales, Vicente volando de izquierda a derecha, con su estampa elegante, sus medias y rodilleras blancas, y Evaristo volando de derecha a izquierda, conectando con la cabeza el balón.
En la jugada del saque de centro tras el gol, Puskas centra sobre Di Stéfano, que cabecea a la red. Leafe lo anula por fuera de juego aunque el lateral izquierdo Gracia lo hacía imposible.
El Madrid reacciona como una fiera, borra del campo al Barça, que recula prudente, y, a pesar de la lesión de Pachín, situado como extremo derecha, arrincona en su terreno a los azulgrana. Es el mismo Pachín quien consigue el llamado «gol del cojo», al que tampoco se da validez. Gol bien anulado, según el propio Pachín.
Casi inmediatamente un disparo de Gento lo toca Ramallets, da en el palo, traspasa la raya según la mayoría de los criterios y es sacado por Gracia. Leafe ni siquiera consulta con su ayudante, mejor situado para apreciar la jugada. El Madrid reclama que el balón ha entrado.
Al final Canario consigue un remate que bate a Ramallets. Restaban cuatro minutos y esta vez Leafe lo dio por válido. Siguió el ataque en tromba del Madrid y Di Stéfano está a punto de cabecear a gol cuando Marquitos se le adelanta y cabecea alto. Y míster Leafe señala el final. El Barça ha ganado 2-1, el Madrid está eliminado por primera vez de la Copa de Europa.
La reacción de la prensa fue unánime: el Real Madrid caía sin haberlo merecido.
Estos fueron los juicios de Pedro Escartín tras los dos encuentros: «Nuestro buen amigo míster Ellis, número uno de los árbitros ingleses, falló de forma lamentable y a todo lo largo del encuentro. No cumplió la ley de la ventaja, detuvo el juego infinidad de veces cuando favorecía al bando infractor, permitió que el juego pasara de fuerte a bronco y estuvo mal de criterio en las jugadas. El gol anulado al Barcelona no podía ser fuera de juego. En cuanto a la jugada origen del penalti, fue clarísimo y flagrante off-side de Kocsis, quien inició la carrera ya en posición ilegal».
Como para casos así es mejor apoyarse en la prensa extranjera, añado aquí algunas muestras de lo que se publicó sobre aquellos partidos en significados medios del exterior.
Sobre el partido del Bernabéu, L’Equipe titulaba a toda página: «El crimen de Mr Ellis». En Paris-Presse, Louis Neville firmaba: «Mr Ellis, absolutamente inconsciente de las consecuencias de su decisión, explicó después del encuentro: “Estoy bien seguro de haber visto a mi linier agitar la bandera; pero era para señalarme el penalti”. Esta respuesta no podía ocultar la verdad. Más sincero que Mr Ellis, su linier no ha negado la falta. Mordisqueando su grueso bigote, como si se sintiese molesto, Mr Stewart me ha dicho: “Es evidente. Yo he visto un jugador del Barcelona en fuera de juego”. Entonces, le pregunto: “¿Por qué cuando Mr Ellis ha silbado el penalti no ha intervenido usted?”. “Porque he pensado, responde, que míster Ellis tendría una buena razón para dejar seguir el juego. Por lo tanto he seguido mi carrera y he visto un penalti. ¿Sabe usted? En fútbol son cosas que suceden con frecuencia. Es el juego...”». El propio Stewart reconocía el fuera de juego de Kocsis ante la pregunta. Jean Eskenazi se expresó así en France-Soir: «Es una lástima que un error arbitral haya estropeado el más bonito partido de fútbol que puede verse en Europa actualmente. El Real ganaba justamente por dos a uno. Quedaban tres minutos por jugar. Evaristo [sic] arrancó claramente en fuera de juego, que fue señalado por el juez de línea. Pero ante la sorpresa general, el árbitro inglés Mr Ellis pitó penalti».
Tras el segundo encuentro las críticas europeas a la actuación arbitral fueron mucho más severas. El error de Ellis podía ser puntual, pero la actuación de Leafe desbordaba la normalidad. En días sucesivos, cuando las imágenes dejan a las claras que dos de los goles son perfectamente legítimos y establecen dudas sobre si traspasó o no la raya el otro, la reacción favorable al Madrid es unánime. Solo los periódicos ingleses obviaban el asunto arbitral, por costumbre o paisanaje. «El Real Madrid se marcha como los campeones que nunca han dejado de serlo», titulaba el Daily Express. Mientras que el Daily Herald publicaba: «Los jugadores del Real Madrid nunca fueron tan grandes como en esta derrota. La tragedia fue que el Real se mostró claramente superior durante todo el partido y fueron desesperadamente desgraciados por no lograr la diferencia que merecieron».
Las prensas francesa, italiana, alemana... fueron más claras. L’Equipe, en un suelto, titula: «La televisión lo ha demostrado: el partido de Barcelona ha sido falseado por el arbitraje». Y en el interior: «Mourir en beauté» [Morir en belleza]. El gran vencido del Camp Nou fue el árbitro. Tres goles anulados: Mr Leafe, el árbitro, ha eliminado al Real Madrid de la Copa de Europa. Los jugadores del Real Madrid han perdido su Copa de Europa, contra toda lógica, a favor de una injusticia y mostrándose superiores a sus vencedores. Han marcado un mayor número de goles que sus rivales. Han producido un fútbol de mayor calidad. Han sido los protagonistas exclusivos del espectáculo de ayer noche en Barcelona. Fue una victoria pero no un éxito. Y mucho menos un triunfo. Todos los honores van al vencido, abatido por la coalición de la suerte y del arbitraje. Así pues, no es lo que había soñado el Barcelona, durante días, semanas, meses, años. No se figuraba que si subía un día al Capitolio sería por la escalera de servicio».
Y así páginas y páginas que enaltecían la conducta futbolística y deportiva de los ases blancos eliminados de «su torneo». ¿Fue, como se llegó a decir, una conspiración para eliminar la supremacía blanca?
La postura oficial del Real Madrid la recoge el siguiente número del boletín del club, que incluye la reproducción de muchos textos de la prensa internacional. En el editorial de la revista, bajo el titular «El plebiscito de la honradez», podía leerse:
[...] Por lo que toca al coro nacional —en larga escala, desde quien quizá es por excepción justo esta vez, al que no tiene porque ocultar una limpia y sincera filiación que en nada turba su imparcialidad—, es simplemente estremecedora la unanimidad: el Real Madrid no ha merecido perder. El coro incluye, y es para nosotros gustosísimo deber señalarlo, a la gran prensa catalana, muchos de cuyos calificados titulares no han vacilado en afirmar aquella verdad sustantiva. La verdad sustantiva es que el Barcelona —que tiene un colosal equipo, con el que puede vencernos cualquier día, en su casa o en la nuestra— no ha eliminado de la VI Copa de Europa al Real Madrid más que en la fría —aunque decisiva— verdad oficial de las actas. En el estadio Bernabéu y en el Camp Nou, dos árbitros ingleses —de los que todavía un bobo papanatas recuerda la ya anacrónica calificación de primero y segundo en el escalafón mundial— se ensañaron con el Real Madrid, logrando hacer inútiles su mejor fútbol, su denuedo y su dominio, crucificándole con decisiones absurdas, que han ido desde la invención del castigo máximo a la anulación implacable de cuatro goles. Una auténtica conjura que podría, en mentes menos serenas que las que rigen esta Sociedad, dar paso a las más directas sospechas sobre las flaquezas humanas, capaces de cualquier desafuero. De «conjura», de postura prefabricada, de inquina sostenida y manifiesta, ha sido calificada la conducta de esos dos ingleses, Arthur Ellis y Reg Leafe, que, repetimos, han crucificado al Real Madrid. Y fueron ellos y no el glorioso club catalán los que lograron lo hasta ahora imposible: eliminar de la Copa de Europa al pentacampeón de este torneo, al Real Madrid. [...] Arthur Ellis y Reg Leafe acaban de escribir dos páginas sensacionalmente acusatorias. Frente a su torpeza y su tozudez se ha alzado —volvamos a repetir que con estremecedora unanimidad— toda la prensa extranjera y toda la prensa española. Ellos, los jueces (?), han quedado definitivamente juzgados.
Con la prensa, las imágenes de la televisión y del cine dicen hoy, y podrán ser consultadas mañana y siempre, cómo cayó el Real Madrid. Por eso el plebiscito de la honradez nos da por vencedores, aunque seamos los derrotados. Dios dé suerte al Barcelona y ojalá consiga en esta edición de la Copa de Europa el mismo laurel que en las cinco anteriores consagró el limpio esfuerzo madridista.
El Real Madrid sigue su ruta sin vacilar. Caído, le cupo más gloria que a su vencedor. Y dicen los que vieron esta eliminatoria de la VI Copa de Europa, con unanimidad escalofriante, que jamás fue más grande, más campeón y más glorioso que cuando Arthur Ellis y Reg Leafe decidieron que su reino en la Copa de Europa terminara.
El Madrid se sintió atropellado, aunque ni la opinión del club como tal ni la pública volcaron su enfado contra el Barcelona, sino contra la UEFA. La explicación (recuerdo aquellos días, yo era un niño que apenas seguía esto, pero entre los mayores no se hablaba de otra cosa) era que se había tratado de un crimen perfecto, urdido ya desde un sorteo trucado que habría cruzado al Madrid con el Barça para que el asalto, al ser ante un equipo español, fuera más digerible. Se trataría, según esta versión, de una decisión de la UEFA para impedir que un solo club acaparara la Copa de Europa. Algo así como cinco ya son mucho, no hemos hecho una copa para que la gane siempre el Madrid.
La Liga proporcionó un desquite. A los quince días de su polémica caída en el Camp Nou, el Madrid regresó en partido de Liga y ganó por 3-5 en una primorosa exhibición.
Esa goleada a domicilio le permitió escaparse en la clasificación de ese campeonato, que acabaría ganando con lo que en la fecha fue un récord de puntos, 52 de 60 posibles. (Era Liga de dieciséis equipos y treinta partidos. El Barça acabaría el campeonato a veinte puntos del Madrid.)
En la Copa de Europa, sin embargo, prosperó el Barça, que fue eliminando sucesivamente al Spartak Kralove y el Hamburgo hasta llegar a la final, en la que se cruzó con el Benfica. Con el Hamburgo, que tenía al fenomenal Uwe Seeler, pasó las de Caín. Ganó 1-0 en casa y en Hamburgo perdía 2-0 en el minuto 90 cuando Kocsis marcó un gol in extremis. Eso llevó a un desempate en el estadio Heysel, de Bruselas, al que acudieron los reyes Balduino y Fabiola (ella era española), y ganó el Barça con un solitario gol de Evaristo, otra vez héroe.
A la final el Barça se presentaba como favorito. Había hecho ya lo más difícil, apartar al Madrid y al Hamburgo, y tenía enfrente al Benfica, representante de un fútbol portugués que todavía no tenía gran caché. Estaba en el microondas un tal Eusébio, cuya aparición sería inminente, pero para entonces aún no era titular.
La final fue en el Wankdorf Stadion, de Berna, el 31 de mayo, y pocas veces un equipo ha tenido tan mala suerte como el Barça aquel día. Dominó, fue mucho mejor todo el partido, llegó mucho pero perdió por 3-2. Ramallets tuvo un día pésimo, regalando en la práctica dos goles. Y en el otro lado, el Barça estrelló cuatro tiros en los postes; uno de ellos, en tiro de Kubala, pegó en un palo, recorrió la línea de gol, dio en el otro y finalmente no entró. Eran postes cuadrados todavía, y para algunos esa forma tuvo que ver con el resultado final, hasta el punto de que hay quien sostiene que se prohibieron a partir de entonces, cosa que no me consta. El reglamento ya recomendaba por entonces postes redondos o preferiblemente ovalados, pero más bien porque las aristas de los postes cuadrados podían provocar golpes dolorosos.
El caso es que el Barça mereció ganar y una especie de maleficio le impidió hacerlo. Y el madridismo respiró con una indisimulada satisfacción. Incluso hubo quien comentó que para perder así una final más valía que hubieran dejado seguir adelante al Madrid. Pero el club blanco iba a toparse con el Benfica un año más tarde, y también saldría malparado. En la séptima copa, el Madrid volvió a llegar a la final. Fue en Amsterdam. Enfrente estuvo el Benfica, ya con Eusébio, un demonio en su delantera. Ganó el Benfica 5-3 pese a que el Madrid se había puesto por delante 2-0 y 3-2, los tres goles de Puskas. Fue entonces el turno del barcelonismo de recordar las rechiflas de un año antes, pero, paradójicamente, el Barça salía perjudicado de esa derrota. El Madrid había sido campeón de Liga, el Barça, segundo. De haber salido campeón de Europa el Madrid hubiera obtenido plaza para la siguiente edición como tal, y su derecho como campeón de Liga de España se hubiera transmitido al Barça, que así hubiera podido participar por tercera vez consecutiva. No se dio, y el Barça ya no volvería a la Copa de Europa hasta la 1974-75.