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LAS DOS LIGAS
DE TENERIFE
El final de la Liga 91-92 era de aúpa. A la última jornada llegó el Madrid con un punto de ventaja sobre el Barça, que era el campeón del curso anterior. Eran los años en que empezaba a deslumbrar el dream team de Cruyff, los de la lenta y larga decadencia de la Quinta del Buitre. En la Liga anterior el Madrid lo había pasado mal. Así como el Barça se había disparado en la tabla desde muy pronto con un juego novedoso, ofensivo y elegante, el Madrid lo había pasado mal. Toshack, el entrenador con el que el equipo había ganado en la 89-90 la quinta de las Ligas de «la Quinta», perdió el mando desde muy pronto. Los jugadores le acusaban de estar demasiado pendiente de San Sebastián, donde se preparaba, ante la inminencia de unas elecciones, una candidatura que le quería a él como mánager general. Ponía el entrenamiento el lunes muy temprano, daba libre el martes y volvía el miércoles por la tarde, para juntar 48 horas en San Sebastián. El Madrid empezó a ir mal, hasta que Mendoza le echó. Le sustituyeron Di Stéfano y Camacho, que hacían tándem, pero el equipo no levantó el vuelo. Luego hubo una interinidad de Grosso (diez días) hasta que apareció Antic, ya el 31 de marzo. Tardó algunos partidos, pero enderezó por fin el rumbo (ocho victorias y un empate en las nueve últimas jornadas) y el Madrid consiguió acabar tercero.
Tan mal había llegado a pasarlo el Madrid esa temporada que a mitad de ella Míchel, en una cena con el grupo de Canal+ (donde estaba yo esos años como director de deportes) nos dijo que podrían descender, que veía a muchos jugadores despistados y desentendidos.
La reacción final le permitió acabar la Liga decentemente, pero Mendoza, antes de ese estirón final de Antic, al que solo había tenido por una solución pasajera, se había comprometido con Leo Beenhakker, entrenador de los buenos años de la Quinta del Buitre. Luego, ese rush final del Madrid de Antic le hizo sentirse obligado a alargarle el contrato y respetó el compromiso moral con Beenhakker nombrándole mánager. O sea, Antic empezaba la Liga 90-91 con la sombra de Beenhakker sobre el cogote. Mala cosa. Y así pasó lo que pasó.
Y pasó que aunque Antic iba bien, todo el ambiente en su torno era de que su puesto era provisional. Tanto que, caso increíble en la historia del fútbol, se le destituyó justo al final de la primera vuelta… ¡cuando el Madrid era líder! El pretexto era que había llegado a tener ocho puntos de ventaja sobre el Barça y ya solo le quedaban tres, tras perder sus dos últimas salidas, ante el Atlético y el Valencia.
La verdad es que Mendoza estaba deseando desde el principio cambiarle por Beenhakker. Y la segunda verdad es que en toda la segunda vuelta el Madrid, con Beenhakker, hizo ¡ocho puntos menos! que en la primera con Antic.
Y aun así, llegó líder a la última jornada, con 54 puntos. Esa última jornada llevaba al Madrid a Tenerife, mientras que el Barça debía recibir al Athletic. Los dos aspirantes habían empatado (1-1) los dos enfrentamientos directos. En el golaveraje tenía ventaja el Madrid, al que podía bastarle el empate.
Las vísperas fueron tremendas. El Tenerife estaba bastante salpicado de influencias madridistas. El entrenador era Valdano, ex jugador de la casa, compañero de equipo de la Quinta en los días heroicos y entonces aún recientes de las remontadas de la UEFA. (Valdano regresaría luego al Madrid, como entrenador, y, ya más recientemente, como director general en los dos periodos de Florentino Pérez.) El portero (y esto creaba los mayores recelos en el Barça) era Agustín, que también había jugado en el Madrid, que se había criado en aquel Castilla que jugó la final de Copa. En la plantilla estaban además Francis, compañero del Castilla de los Butragueño, Míchel y demás; Julio Llorente, también ex jugador del Madrid, hermano de Paco, que aún lo era, y de los baloncestistas José Luis y Toñín, madridistas todos, y, por añadidura, sobrinos carnales de Gento, de cuya hermana eran hijos. Y por si todo eso fuera poco, Manolo Hierro, hermano de Fernando Hierro, el formidable jugador blanco.
(Más adelante este partido provocaría una bomba periodística de efectos retardados: la denuncia, lanzada desde El Larguero de la Cadena SER, y con la máxima credibilidad, de que un jugador del Barça, ex compañero en La Masía de Milla, le había hecho a este una oferta para corromperle y que facilitara la victoria del Barça. Se especuló primero con que sería Amor, pero finalmente las sospechas se trasladaron a Angoy, yerno de Cruyff. Milla se había hecho como jugador en La Masía y el Madrid se lo llevó del Barça aprovechando un descuido burocrático del club. Para el que quiera más detalles del asunto, está perfectamente narrado en el segundo de los libros de José Ramón de la Morena, Aquí unos amigos, así como la posterior prima, 20 millones de pesetas, que pagó el Barça al Tenerife por aquella victoria.)
En Canal+ vivimos aquello con enorme intensidad. Nos correspondió por contrato televisar ambos partidos, pues yo había tomado la precaución de no agotar el cupo de transmisiones de ninguno de los dos (en previsión de que la última jornada pudiera proclamar campeón a alguno de los dos) y al jugarse obligadamente en domingo y en simultáneo con el resto, nos correspondía en el codificado. Aún recuerdo los apuros de la semana de antes del partido, cuando Javier Pérez, presidente del Tenerife, pretendía impedir que se televisara el partido a no ser que se le pagara un dinero extra. Tuve que entrar a polemizar con él en directo en el programa de José María García, por única vez en mi vida. Mi relación con García nunca fue buena, pero tengo que reconocer que en ese caso se portó honorablemente.
El árbitro designado fue García de Loza, del que el Madrid había salido escaldado con ocasión del Madrid-Barcelona de Liga del 28 de noviembre de 1982 (aquel 0-2 con cierre de campo del Bernabéu), pero no mucha gente reparó en ello. En aquellos tiempos el madridista apenas se fijaba en los árbitros. Empezó a fijarse justo después de estos sucesos.
En la sala de control de Canal+ yo mismo fui escogiendo en qué campo estamos en cada momento, según va la tarde. Tuve la suerte o el tino de ofrecer en directo seis de los siete goles. Partimos la pantalla al principio de ambos tiempos para mostrar que, en efecto, se jugaban en simultáneo, cosa en la que se esmeraron los dos árbitros. Ofrecimos más tiempo del partido de Tenerife, donde estaba la verdadera sustancia del asunto, pero el final fue casi pleno para el Camp Nou, donde se desbordó la euforia con el alirón.
El partido empezó bien para el Madrid, que se adelantó con un gol de Hierro (minuto 8). Agustín, que había sido duda hasta el final por dolores en el hombro, pidió el cambio, lo que suscitó no pocos comentarios. Los más malévolos se resumirían así: había salido a dejarse meter un gol cuanto antes para luego hacerse cambiar y agotar así una de las sustituciones. Entró por él Manolo, al que pronto (28) Hagi marcó un gol de libre directo. El Madrid se siente campeón en el descanso, pese a que en el 36 Estebaranz descontó. Pero el 1-2 pintaba bien.
Y en la segunda mitad todo se le viene abajo. García de Loza, al que ya se le está viendo el plumero con las tarjetas, anula un gol a Milla que la televisión demuestra que es legal. Beenhakker arruga al equipo al sustituir al delantero Alfonso por el defensa lateral Lasa (59). García de Loza pasa por alto un penalti a Butragueño y en el 69 expulsa a Villarroya por dos tarjetas muy seguidas, exageradas ambas. (En el curso del partido mostró una tarjeta al Tenerife y seis al Madrid.) El Madrid empieza a sentirse nervioso y el Tenerife se va arriba, en busca de la victoria y de la prima ofrecida por el Barça. El público se enardece y el Madrid se empieza a poner nervioso. En el 76, en una jugada rápida, Rocha, central brasileño, se embarulla y marca en propia meta el 2-2. Y solo dos minutos más tarde se produce una jugada casi grotesca. Desde el medio campo, Sanchís cede el balón a Buyo, en un pelotazo largo, por alto. (Entonces se podía ceder el balón al portero, la prohibición vino más tarde.) El balón vuela y vuela, fuerte, mal dirigido, parece ir a córner. Buyo corre hacia él, vuela hasta más allá del palo derecho de la portería y lo palmea hacia la izquierda para no caer con él fuera del campo. Cuando se da cuenta de lo que ha hecho, dejar el balón solo en el área chica, rodando por delante de la portería, se reincorpora y corre; pero Pier llega como una bala, lo alcanza en el otro palo y marca, ante un clamor.
El resto del partido el Tenerife mantiene el control, entre el jolgorio de su público. Pierde tiempo, se la pasa atrás, baila a un Madrid deshecho. Mientras, el Barça, como era previsible, había ganado al Athletic (2-0) en un partido sin historia, en el que todo el Camp Nou estuvo pendiente del desenlace de Tenerife. En el descanso, en Canal+ recogimos palabras de desencanto en el palco del Camp Nou, junto a alguna insinuación infamante. Al final todo era euforia. El dream team había ganado su segunda Liga, a la que pronto uniría su primera Champions, en la célebre final de Wembley, con el gol de Koeman en la prórroga.
(Por cierto, fue en vísperas de ese partido de Londres que le daría al Barça la primera «orejona» cuando Joan Gaspart lanzó lo del dream team como apodo de aquel gran Barça, tomándolo del equipo profesional de baloncesto norteamericano que se estaba reuniendo para los JJ. OO. de Barcelona. Samaranch había conseguido abrir los JJ. OO. al profesionalismo y por primera vez iba a verse reunidos en una selección de baloncesto norteamericana a los grandes profesionales de la NBA, un equipo de ensueño, un dream team. En vísperas del partido de Londres, Gaspart declaró a Manuel Oliveros en la SER: «Este Barça es el verdadero dream team». Y la expresión hizo fortuna.)
Para remate, el Madrid perdería tres semanas después la final de Copa en el propio Bernabéu, ante el Atlético, que ganó 2-0 con goles de Futre y Schuster. Fue un epílogo desastroso para el retorno de Beenhakker, batido por los dos grandes rivales del club de forma consecutiva.
Pero lo verdaderamente extraordinario fue que al año siguiente se repitieron los acontecimientos con un paralelismo casi absoluto. El Madrid llega con un punto más que el Barça, el golaveraje particular lo tienen empatado, en el general tiene ventaja el Barça. El Madrid termina la Liga, ¡otra vez!, en Tenerife, donde sigue de entrenador Valdano. El Barça termina en casa, no ante el Athletic, pero casi: ante la Real Sociedad. El entrenador del Madrid es ahora Benito Floro, en el que Mendoza ha creído ver una especie de Sacchi español sobre el que construir un futuro. En el Barça sigue Cruyff, ya campeón de Europa, en plena marcha triunfal.
De nuevo tenemos en Canal+ el privilegio de ofrecer la transmisión en paralelo de los dos partidos. Repetimos los equipos del año anterior. Carlos Martínez y Robinson, los narradores titulares, en Tenerife, donde habría más que contar; un segundo equipo, Chus del Río y Lobo Carrasco, en el Camp Nou. (Lobo Carrasco se vistió con la misma ropa que el año anterior, para ver si les volvía a dar suerte a los suyos.) En cambio, los reporteros titulares estuvieron de nuevo en el Camp Nou, como el año anterior: Josep Pedrerol (director hoy de Punto Pelota) en el palco y Juan Carlos Nieto sobre el césped. Yo ocupé de nuevo mi sitio en la sala de control de Madrid, escogiendo en cada momento qué partido mostrar. De nuevo imagen partida al principio del partido y de la segunda parte, para comprobar que sí, que los dos partidos van al unísono.
No está García de Loza, está Gracia Redondo, que quedará en el recuerdo del madridismo para los restos, más que el anterior.
Valdano, decía, seguía en el Tenerife. Lo mismo que Agustín y Julio Llorente, pero ya no hay tantas sospechas por parte del Barça. El Tenerife ha pasado a ser club amigo para los culés.Y es mejor equipo. El año anterior Valdano había entrado en el equipo sobre la marcha y había conseguido salvarlo del descenso poco antes de la jornada final. Este año, más cuajado y con refuerzos notables, aspira a clasificarse para la Copa de la UEFA, lo que finalmente conseguirá gracias a la victoria de ese día.
Empieza el partido bien para el Tenerife, que en el 11 marca por medio de Dertycia. En el 40, Zamorano se planta ante Agustín, le dribla, este mete los brazos, le derriba, pero Gracia Redondo deja seguir. Poco después se repite el mano a mano, Zamorano regatea esta vez para el otro lado, de nuevo Agustín le derriba y de nuevo Gracia Redondo disimula. Inmediatamente después, Chano marca de cabeza el 2-0. Y justo antes del descanso un cabezazo de Hierro es cortado con la mano por Toni, en actitud de bloqueo de voleibol. De nuevo Gracia Redondo deja seguir. Y vamos al descanso.
El segundo tiempo no tiene mucha más historia que la doble expulsión de Zamorano y César Gómez y la desesperación del Madrid, que no se encuentra. Entre tanto, el Barça ha ganado (1-0) a la Real, según lo previsto, así que repite título. Es la tercera Liga del dream team La cuarta llegará con aquel penalti fallado en última instancia por Djukic ante el Valencia en La Coruña.
El madridista siempre recordará a los culés que de las cuatro Ligas del dream team tres llegaron en última instancia, por los pelos, y las dos de Madrid con arbitrajes muy influyentes en la última jornada de ambas temporadas.
Núñez recompensó al Tenerife invitándole al Gamper e imponiendo la medalla de oro y brillantes del club al presidente. Y al tiempo fichó a Quique Estebaranz, todo lo cual fue tomado por los madridistas como un ofensivo recochineo.