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DI STÉFANO DIVIDE
LAS AGUAS
Entre los meses de mayo y septiembre de 1953 se suscita un pleito entre el Barcelona y el Real Madrid por el fichaje de un jugador argentino de 26 años, Alfredo di Stéfano, célebre por su calidad pero con unos peligrosos antecedentes por incumplimiento de contratos. Se había fugado del River Plate al Millonarios de Colombia, sin mediar traspaso alguno, y tras cuatro años allí, había decidido dejar el club de Bogotá pese a tener todavía contrato en vigor por dos años más. Su propiedad correspondía al Millonarios hasta finales de 1954 y revertiría al River Plate el 1 de enero de 1955. En España se dio a conocer con ocasión del torneo de las Bodas de Oro del Real Madrid (marzo de 1952), a las que acudió con el Millonarios y maravilló.
El Barça negoció su fichaje con el River Plate año y medio antes de que los derechos sobre el jugador revirtieran en el club argentino. El Madrid negoció con el Millonarios, que era su propietario de una manera que podríamos definir como provisional.
Se desencadenó un pleito enrevesado que ha hecho correr mucha tinta y del que ha cundido la versión de que fue decidido por los poderes del régimen a favor del Madrid, en una cacicada que habría resultado decisiva para el devenir posterior del fútbol español. Las versiones más usadas para abonar esta tesis son creaciones posteriores a la época y cimentadas sobre bases a mi juicio erróneas o sobre exageraciones a partir de bases reales.
La verdad fue que el Barcelona se interesó antes que el Madrid por Di Stéfano y que se interesó porque Kubala sufrió una tuberculosis que en principio parecía incurable. Una vez recuperado Kubala, y ante las complicaciones del fichaje, el Barça enfrió su interés e intentó recolocar a Di Stéfano en el Juventus o devolverlo al River Plate. Eso enfadó al jugador, que decidió aceptar el ofrecimiento del Madrid, que se había cruzado en las negociaciones. Contribuyó a ello que en el proceso el Barça prescindió de los servicios de Samitier, que era el gran avalista del argentino.
En detalle, el asunto fue así.
Alfredo di Stéfano debutó con 19 años en la Liga argentina como jugador del River Plate ante el Huracán, equipo al que fue cedido la siguiente temporada. Regresado al River, ganó la Liga con el club, marcando 17 goles. Y jugó el Campeonato Sudamericano con Argentina, saliendo campeón, con cinco goles propios en seis partidos. Estamos hablando de 1947.
El año 1948 hubo huelga de jugadores profesionales en Argentina y la Liga la terminaron jugando aficionados. La situación se arregló para 1949, ya en mayo, pero Di Stéfano, que había sido uno de los más activos, se encontró a contrapié con la directiva del club, presidida por Liberti. De aquel año data su primer viaje a Europa, al desplazarse a Italia para jugar un partido a beneficio de las familias de los jugadores del Torino fallecidos en Superga.
El 9 de agosto de 1949, una noticia sobresalta a Argentina: «Alfredo di Stéfano y Néstor Rossi se fugan a Colombia». Rossi, medio centro, era otro gran jugador del River Plate. Colombia vivía en esos años una situación singular. Un grupo de dirigentes habían creado una asociación propia, al margen de la Federación (una liga profesional, que llamaron División Mayor), y, como no tenían que rendir cuentas a nadie, se dedicaron a reclutar jugadores, casi todos suramericanos, ofreciéndoles fuertes cantidades sin necesidad de pagar traspasos.
Di Stéfano solo fue uno de ellos, entre muchos. Fichó por el Millonarios. Los clubes de la Federación Colombiana protestaron ante la FIFA y lograron que este organismo no reconociera a los equipos de la División Mayor, pero esta siguió funcionando por su cuenta sin rendir cuentas a nadie. Como el conflicto se fue alargando, la FIFA decidió enviar a Ottorino Barassi al Congreso Sudamericano, celebrado en Lima en 1951. Barassi consiguió un acuerdo entre las partes afectadas, que fue conocido como el Pacto de Lima.
En él se reconocía a los clubes colombianos piratas la propiedad sobre los jugadores del conflicto, hasta el 15 de octubre de 1954, pero se les prohibía traspasarlos a cualquier otro club. A partir de esa fecha, la propiedad de estos jugadores revertiría a sus clubes de origen, de los que habían salido sin compensación de traspaso. Es decir, por lo que respecta a él, que Di Stéfano era legalmente del Millonarios hasta el 15 de octubre de 1954 y después su ficha volvería a pertenecer al River Plate.
Para el que esté interesado en más precisiones, añado aquí el texto de los artículos del Pacto de Lima que afectaban al «caso Di Stéfano»:
2. Los jugadores de los Clubes de la División Mayor, habiendo pertenecido anteriormente a Clubes de las Asociaciones Nacionales de los ocho países siguientes: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, y, habiendo sido transferidos sin tener el certificado correspondiente de transferencia de parte de sus Clubes de origen, son autorizados a continuar jugando con sus Clubes respectivos y actuales de la División Mayor hasta lo más tardar el 15 de octubre de 1954. Inmediatamente después estos jugadores están obligados a regresar a sus Clubes de origen.
3. La Asociación Colombiana de Fútbol no está autorizada para transferir ni siquiera uno solo de estos jugadores a otra Asociación Nacional, a menos que no se haya hecho un arreglo previo a este respecto con la Asociación Nacional interesada.
4. Los jugadores de los Clubes de la División Mayor, transferidos sin un certificado de transferencia emitido por su Club de origen, y sin haber pertenecido a un Club de una Asociación Nacional de los ocho países arriba mencionados, bajo el punto segundo, habiendo sido suspendidos por este hecho por su Asociación Nacional correspondiente, quedan suspendidos y no son autorizados para continuar jugando con su Club actual de la División Mayor, hasta que no se haya hecho un arreglo, por el cual la Asociación Nacional competente levantara expresa y formalmente la suspensión promulgada anteriormente.
Este pacto, y la consiguiente reincorporación a la FIFA de los clubes de la División Mayor, permitió al Millonarios y a los otros clubes ser contratados para amistosos en otros países, cosa que hasta ese momento estaba vedada. Y el Real Madrid invitó al Millonarios, junto al Norrköping sueco, al torneo organizado para celebrar las bodas de oro del club, en marzo de 1952. Lo ganó el Millonarios y entre sus jugadores llamó poderosamente la atención su delantero centro, Alfredo di Stéfano, por su movilidad, su estilo y su llegada al área. De los seis goles del Millonarios entre los dos partidos (empató 2-2 con los suecos y ganó 4-2 al Madrid), marcó tres y estuvo en los otros tres. La directiva madridista tanteó a la del Millonarios sobre el posible traspaso de su jugador al Madrid, pero le respondieron que el acuerdo era imposible debido a esa cláusula del Pacto de Lima que impedía traspasar a los jugadores.
No obstante, salió el acuerdo de jugar dos amistosos en Colombia, en julio, en el curso de una gira del Madrid por América en la que también se enfrentarían al Millonarios en la Serie Mundial de Venezuela, popularmente conocida como Pequeña Copa del Mundo. Del 6 al 27 de julio, el Madrid y el Millonarios jugarían cuatro partidos, dos en Bogotá y dos en Caracas, todos ellos muy calientes.
En las navidades de 1952, el Millonarios visitó Chile para unos amistosos y Di Stéfano aprovechó para viajar de ahí a Buenos Aires. Decidió entonces no regresar a Colombia. Su intención firme en ese momento, según me ha contado él mismo, era dejar el fútbol. Llevaba cuatro años jugando en Colombia, donde había ganado tres veces el campeonato y había sido segundo la otra vez; había hecho un dinero; estaba casado con su novia del barrio de Buenos Aires; tenía dos hijas; su padre, al que le habían ido bien las cosas, había comprado una hacienda bastante grande que él podía contribuir a llevar; le daba terror el avión, y más con los vuelos interiores entre las serranías de Colombia, en uno de los cuales, por cierto, había muerto Gardel. El interés en Colombia por el boom de la Liga pirata estaba descendiendo, bajaban las recaudaciones y el Millonarios completaba sus ingresos jugando frecuentes amistosos por Suramérica, otro tormento para Di Stéfano. Más vuelos, más tormento. Todo le empujaba a regresar a Argentina. Además, le adelantaron parte de la ficha del año siguiente, 4000 dólares.
Cuando le pregunté por qué se había quedado con ese dinero adelantado, me contestó que puesto que el Millonarios no había pagado en su día traspaso por él le parecía justo, le parecía que el Millonarios no perdía nada. En sus memorias (Gracias, Vieja, en cuya redacción tomé parte, junto a Enrique Ortego) da otra versión, que se trataba de unos atrasos que se le debían.
Su intención, decía, era dejar al fútbol. La perspectiva de regresar al River Plate después de cuatro años de fuga no le hacía gracia. Y el Pacto de Lima le obligaba a eso. O, en todo caso, ya pensaría qué hacer llegado ese 15 de octubre de 1954, en el que volvería a pertenecer al River. Dejaba atrás una carrera en Colombia de 294 partidos y 267 goles. Y más atrás, 66 partidos y 49 goles en el campeonato argentino, más su presencia con la selección albiceleste, con cinco goles en seis partidos. Una carrerita, unos ahorros, la mujer tirando para casa, dos niñas que cuidar, miedo al avión, que nunca venció…
El Millonarios, esta vez perjudicado, protestó ante la FIFA y denunció que Di Stéfano, con contrato en vigor hasta el 15 de octubre de 1954, había percibido esos 4000 dólares de la ficha en concepto de anticipo. Y la FIFA comunicó entonces a las federaciones nacionales la anómala situación del jugador, advirtiendo de la imposibilidad de su fichaje.
En definitiva, a comienzos de 1953 Di Stéfano se hallaba en Buenos Aires, en rebeldía con el Millonarios, a quien pertenecía hasta el 15 de octubre de 1954, y con el compromiso de retornar al River Plate a partir del 1 de enero de 1955.
Paralelamente a esta encrucijada en la vida de Di Stéfano, en España se vivía una convulsión futbolística: Kubala se había puesto enfermo. Después del segundo partido de la Liga 52-53, jugado por el Barça en Oviedo el 21 de septiembre, fue baja. Arrastraba molestias en la rodilla desde un amistoso contra el Espanyol el día de la Mercè, pero lo que de verdad le martirizaba era otra cosa: «De la rodilla voy bien, lo que tengo es una tos que no me deja vivir», declara. Las radiografías revelan que ha contraído la tuberculosis, una enfermedad que hoy no parece gran cosa, pero que entonces ponía los pelos de punta. Kubala había contraído el bacilo de Koch; las radiografías revelan una mancha en su pulmón del tamaño de una pelota de tenis, según se informó entonces. Su capacidad pulmonar, informa la prensa de la época, se redujo de siete a cinco litros.
En una ficha médica llega a anotarse dramáticamente: «No apto para el deporte». Frente a tanto pesimismo surge el nombre de doctor Recasens, que había conseguido curar a Aloy, jugador del Barça afectado también de tuberculosis. Pero la de Kubala parece de mayor alcance. En unos cuantos días ha perdido seis kilos. La imagen de un Kubala enfermo conmociona al país entero, es la gran información del momento. Recasens receta buenos aires, comida sana y descanso, y escoge un pueblo de montaña, Monistrol de Calders, que adquiere súbita fama. Allí va Kubala y allí le siguen periodistas que informan de su evolución. Las fotos o imágenes de NO-DO de Kubala paseando entre los pinos con un fuerte jersey de cuello alto son una constante en el invierno del 53. Recasens asegura que en tres meses estará jugando, pero nadie está convencido de ello.
Así que el presidente del Barça, Enrique Martí Carreto, encarga a José Samitier, secretario técnico del club, que fiche a una gran estrella que ocupe su lugar. Y Samitier sugiere a Di Stéfano, que recibe en Buenos Aires la visita de dos emisarios del Barcelona, Domingo Vals Taberner y Riera. Ellos le insisten en que fiche por el Barcelona, le aseguran que en España viajará en tren, no en avión, le hablan del campeonato español y del Barça. Su propio padre le anima. Seguramente sabía que le quedaban goles en las piernas y que acabaría echando el fútbol en falta. Así que convence a su mujer, Sara, levantan de nuevo la casa y viaja a España, aunque, les advierte a los emisarios, poco convencido: «Solo para probar».
Paralelamente, el Barça le compra al River Plate los derechos de Di Stéfano, por los que paga el equivalente a dos millones de pesetas, aplazando la segunda mitad del pago, de igual magnitud. Con eso se hace con los derechos del jugador a partir del 1 de enero de 1955 y espera que el Millonarios, ante los hechos consumados, acceda a ceder sus derechos con anterioridad. Los hechos consumados son que el jugador ya no quiere volver a Colombia y que el River ha vendido sus derechos a partir de 1955 al Barcelona.
Y llega a Barajas el 23 de mayo 1953. Allí le recibe Samitier, con el que había trabado contacto durante las bodas de oro del Madrid, a las que había acudido el entonces secretario técnico barcelonista. Se habían caído bien. Samitier lleva en coche a Di Stéfano y familia (viajó con la mujer y las dos niñas) a Barcelona, haciendo noche en Zaragoza. En Barcelona le hospedan en principio en la Residencia Córcega, luego le alquilarán un apartamento.
Pero entre tanto se ha curado Kubala, que, confirmando los pronósticos de Recasens y gracias a su tratamiento, elimina su enfermedad, empieza a entrenar incluso antes de lo previsto y ya el 24 de febrero ha reaparecido en El Sardinero, con empate a tres. Se ha perdido trece jornadas de Liga, pero está de vuelta. El domingo siguiente, en Les Corts, se vive una tarde feliz ante el Zaragoza, con 8-0 de resultado final. Cuando llega Di Stéfano han pasado varias semanas del retorno de Kubala, que está plenamente recuperado, y el Barça se encamina a un nuevo título de Liga.
Di Stéfano ya no es tan necesario. Y su fichaje se complica, porque el Millonarios hace valer sus derechos todavía sobre el jugador, que no puede ni siquiera ser alineado en amistosos. La FIFA no lo permite, y él empieza a aburrirse y a desesperarse. ¿Qué pinto aquí?, se pregunta. En el Barça le dicen que espere y él espera y se aburre.
El Barcelona volvió a proclamarse campeón de Liga y Copa. Estos éxitos hicieron que fuera invitado a la Pequeña Copa del Mundo, en Caracas. Martí, el presidente barcelonista, declaró a la salida que aprovecharía el viaje para resolver la situación del jugador: «Solucionaré el fichaje de Di Stéfano», declara a la prensa. Pero la entrevista que mantuvo con Alfonso Senior, presidente del Millonarios, no acabó felizmente. Senior exigió 27.000 dólares (1.350 000 pesetas) por ceder sus derechos sobre Di Stéfano, cifra que a Martí le pareció exagerada. Sus declaraciones tras la fallida negociación resultaron explosivas: «El Barcelona está dispuesto a tener a Di Stéfano una temporada completa sin jugar. Millonarios debe rebajar sus exigencias». Eso no gustó nada a Di Stéfano, que se sentía progresivamente más incómodo y manoseado por todos.
Solo con que Martí Carreto hubiera acordado en ese momento el pago de los 27.000 dólares que le pedía el Millonarios, Di Stéfano hubiera sido de pleno derecho, y sin problema alguno, jugador del Barça.
Mientras, con el equipo viajando a la Pequeña Copa del Mundo, Di Stéfano juega tres partidos de verano, sin carácter oficial, en poblaciones del entorno: El Masnou, Sitges y Palafrugell. Y se siente cada vez más frustrado e irritado.
Y es entonces cuando el Madrid envía a Bogotá a Raimundo Saporta con los 27.000 dólares que Alfonso Senior demandaba al Barça por la cesión de los derechos de su club sobre Di Stéfano. Hubo acuerdo y el Madrid se hizo con los derechos del jugador hasta el 15 de octubre de 1954. Saporta prosiguió viaje a Buenos Aires y visitó la sede del River Plate, donde pudo constatar que el Barcelona ya había efectuado un desembolso de dos millones de pesetas a cuenta de la cifra convenida, que era el doble, cuatro millones, y por tanto no podía el Madrid dar el golpe definitivo para hacerse con todos los derechos sobre Di Stéfano. Sí obtuvo al menos garantías de no beligerancia del River en un posible futuro conflicto.
Con la baza del Millonarios en el bolsillo, Raimundo Saporta viajó a Barcelona y mantuvo una entrevista con el jugador en el hotel Regina, donde encontró a un Di Stéfano asqueado, harto del calor húmedo de Barcelona, al que no estaba acostumbrado, y enfadado. «¿Ustedes qué están haciendo? ¿Están bloqueándome?». Pero Saporta le convenció de que tenían interés real en ficharle y como muestra de ello le adelantó un dinero.
El 7 de agosto regresó de América la expedición barcelonista. Enrique Martí volvía sin la Pequeña Copa del Mundo y sin resolver el caso Di Stéfano por no pagar lo que pedía el Millonarios. El 9 de agosto, Samitier abandonaba la secretaría técnica del Barcelona tras una entrevista con Martí, en la que no llegaron a un acuerdo para renovar el contrato del viejo mago barcelonista, lo que hizo que Di Stéfano se sintiera aún más aislado en Barcelona, porque el gran valedor del fichaje y su gran amigo había sido justamente José Samitier. Una semana más tarde, el presidente del Millonarios se reunía en Madrid con Santiago Bernabéu escenificando definitivamente la operación del traspaso de Di Stéfano.
Pero no estaba tan claro:
- El Barcelona no podía tramitar la solicitud de licencia para Di Stéfano en la Federación Española de Fútbol sin la cesión de derechos a su favor que tenía el Madrid.
- El Madrid no podía tramitar la solicitud de licencia de Di Stéfano sin el visto bueno del River Plate, que a su vez había vendido sus derechos al Barcelona. La pescadilla se mordía la cola y la Federación Española, ante la cercanía del final del plazo para inscribir jugadores extranjeros para la temporada 1953-54, se dirigió a la FIFA. En su respuesta, el máximo organismo futbolístico decretaba: «Alfredo Di Stéfano no podrá jugar por ningún club español mientras su situación ante esta Federación Internacional no quede absolutamente aclarada».
El 24 de agosto de 1953 entraba en vigor la nueva disposición legal de la Delegación Nacional de Deportes sobre prohibición de nuevas incorporaciones de jugadores extranjeros al fútbol español. Solo cabía una solución: el Madrid y el Barcelona deberían ponerse de acuerdo para, contando con el beneplácito de la FIFA, buscar una salida al futuro de Di Stéfano. Todavía la directiva barcelonista hizo una última tentativa. El 26 de agosto se reunió en Madrid el vicepresidente Narcís de Carreras con Alfonso Senior. Fue Carreras, y no Martí, quien acudió a esta reunión por las malas relaciones que habían quedado entre el presidente del Barcelona y el del club colombiano.
El presidente del Millonarios confirmó al vicepresidente del Barcelona que todo estaba cerrado a favor del Madrid. Narcís de Carreras llegaba tarde para enderezar el rumbo equivocado tomado por su presidente. Enrique Martí se dirigió entonces a la directiva del Juventus de Turín para traspasarle sus derechos del jugador argentino. Este acto provocó más enfado de Di Stéfano, que no había sido consultado previamente y que veía que si ocurría tal cosa para él todo iba a seguir igual: un club, la Juve, tendría la parte de derechos del River Plate, y otro club, el Madrid, tendría la parte de los derechos del Millonarios. Vista la imposibilidad también de esa salida, Martí se dirigió al River Plate intentando la anulación del contrato firmado entre ambos clubes y la devolución del dinero (dos millones de pesetas) ya entregado al club bonaerense, cosa que el River Plate rechazó. A esas alturas ya no les interesaba el jugador, preferían recuperar los dos millones, pero tampoco querían ceder sus derechos al Madrid, aunque empezaban a sentirse presionados en ese sentido.
La carta con la que el River rechazaba la propuesta del Barça, firmada por el presidente, Enrique Pardo, era la siguiente:
1. Cuando el River Plate transfirió a Di Stéfano al Club de Fútbol Barcelona no existía la resolución de la Federación Española que, posteriormente, prohibió la contratación de futbolistas extranjeros.
2. En el convenio de la transferencia de Di Stéfano se dejó constancia de que cualquier arreglo con el jugador era por cuenta y riesgo del C. F. Barcelona.
3. Al hacer entrega de la transferencia de Alfredo Di Stéfano a la Asociación del Fútbol Argentino para formalizar su traspaso al Barcelona, el River Plate quedó totalmente desligado del jugador y «de los compromisos posteriores».
4. Si la Federación Española tomó una resolución posterior a la transferencia, «el River Plate no tiene nada que hacer».
Enrique Martí, con el que hablé en una ocasión del asunto, me comentó que le amenazaron con controlarle el movimiento de divisas en sus negocios con el extranjero. La misma versión nos dio Narcís de Carreras a Emilio Pérez de Rozas y a mí en un trabajo que hicimos conjuntamente para El País en octubre de 1982, y que cito en otro capítulo del libro:
Nuestro presidente, Martí Carreto, fue llamado a Madrid. Desde allí me telefoneó y me explicó que le estaban presionando para que cediera los derechos sobre Di Stéfano. Yo le dije que esperara y me trasladé a Madrid. Allí fuimos seguidos por detectives privados, según supe más tarde, y se nos colocaba siempre algún escucha en las conversaciones. Sufrimos todo tipo de presiones. Incluso Martí Carreto recibió una llamada de un alto funcionario del Ministerio de Comercio que le dijo: «Hasta ahora no has tenido problemas en el Instituto de Moneda Extranjera, pero sin insistes en lo de Di Stéfano no sabemos lo que pasará».
Enrique Martí y su directiva asumieron que toda solución pasaba por Chamartín y la FIFA. El organismo internacional designó mediador a Armando Muñoz Calero, ex presidente de la Federación Española de Fútbol y miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA. Este decidió que Di Stéfano jugara para el Real Madrid las temporadas 1953-54 y 1955-56, y en el Barça las 1954-55 y 1956-57. Cumplidas estas cuatro temporadas, ambos equipos deberían ponerse de acuerdo sobre el futuro del jugador en España.
Añado aquí el texto de tal acuerdo, firmado en Madrid a 15 de septiembre de 1953, por Enrique Martí, presidente del Barcelona; Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid, y Muñoz Calero, miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA:
Aceptar plenamente el arbitraje de don Armando Muñoz Calero, así como las siguientes cláusulas dictadas por el mismo, con la advertencia de que las mismas están inspiradas en el mejor deseo de solucionar esta cuestión, y que requieren previamente para su efectividad la aprobación por parte del Excmo. Sr. Conde del Alcázar de Toledo, delegado nacional de Deportes, del escrito de Súplica al mismo dirigido, y la anuencia de la Real Federación Española de Fútbol:
a) El jugador Alfredo di Stéfano, una vez cumplido el requisito reglamentario de su inscripción legal en la Real Federación Española de Fútbol, podrá ser alineado en el equipo representativo del Real Madrid C. F. en las temporadas de 1953-54 y 1955-56, y, por el Barcelona C. F. en las temporadas 1954-55 y 1956-57, tanto en los encuentros de competición oficial como en los amistosos o de entrenamientos públicos o privados que los respectivos Clubes consideren oportuno organizar.
b) Los Clubes Barcelona C. F. y Real Madrid C. F. designarán respectivamente un delegado que con plena autoridad liquidará los gastos efectuados por cada uno de los Clubes, aceptando el cargo del 50% del total para cada uno de ellos.
c) Finalizada la temporada 1956-57, ambos Clubes, con la conformidad del jugador Alfredo di Stéfano, y si así se lo permitieran las disposiciones legales entonces, decidirán sobre la posterior actuación de dicho jugador en España.
d) Los ya indicados Clubes podrán de mutuo acuerdo modificar las anteriores cláusulas, en el sentido de la cesión definitiva de derechos sobre el jugador, en favor de alguno de ellos, siempre que a esta modificación contractual no se opongan las disposiciones vigentes de los Organismos Superiores.
e) Sea cualquiera la resolución que la Delegación Nacional de Deportes adoptara en relación con el jugador Di Stéfano, ambos presidentes se comprometen a realizar el máximo esfuerzo para consolidar las amistosas relaciones deportivas que siempre han debido existir entre sus respectivos Clubes, de tan destacada raigambre en la afición futbolística de Barcelona y Madrid.
El acuerdo se firmó pero seguía existiendo el grave inconveniente de la prohibición del fichaje de extranjeros desde el día 24 de agosto. El Barcelona y el Madrid elevaron un recurso de súplica al general Moscardó manifestando que las gestiones y compromisos entre todas las partes habían cristalizado con anterioridad a la entrada en vigor de la prohibición, cosa a la que accede la Delegación Nacional de Deportes con fecha de 19 de septiembre: «Elevados a esta Delegación Nacional de Deportes, por varios clubes de fútbol, recursos de súplica con motivo de la propuesta hecha a la superioridad por esta Delegación sobre prohibición de fichajes de jugadores extranjeros profesionales de fútbol, y a la vista de las razones expuestas en las citadas súplicas, la Delegación Nacional, en sesión del día 18 del actual, acordó proponer a la superioridad que confirme dicha prohibición, con la excepción de aquellos fichajes que estuvieran en trámite de gestión con anterioridad al día 22 de agosto de 1953. El acuerdo cuyos términos están contenidos en esta nota lo ha confirmado la superioridad en todos sus extremos».
Gracias a esta decisión, además de a Di Stéfano se les abrió las puertas a Faas Wilkes (holandés fichado por el Valencia), Andrés Prieto (chileno para el Espanyol) y Carlos Ducasse (francés para el Valladolid). Los tres se encontraban en el mismo caso: sus fichajes se estaban tramitando antes de que se cerrara la importación de extranjeros.
El presidente Enrique Martí se responsabilizó de sus errores en todo el caso Di Stéfano y presentó la dimisión el 22 de septiembre. Se nombró una comisión gestora, presidida por el expresidente Agustín Montal (padre), quien convocó unas elecciones que ganaría Francisco Miró-Sans. Su carta de dimisión llevaba este texto:
Barcelona, 22 de septiembre de 1953
Aceptando la amable invitación que me hace el excelentísimo señor gobernador civil y consciente de mi deber, me creo en la obligación de dar pública cuenta de la causa de mi dimisión a los socios y simpatizantes del Club de Fútbol Barcelona.
Iniciadas las gestiones para la adquisición, en traspaso, del jugador Alfredo Di Stéfano, con el River Plate, de Buenos Aires, no pudimos mantener relaciones oficiales con el jugador por estar reglamentariamente prohibido por la Real Federación Española, hasta tanto no fuera un hecho el traspaso.
Una vez tenida la anuencia del River Plate, nos pusimos en relación con el Club Millonarios, de Bogotá, y después de largas gestiones y vicisitudes se nos manifestó por su delegado que el club que presentara el pase del River obtendría también el de ellos. Esto no sucedió, ya que más adelante tuvimos conocimiento de que el presidente del Millonarios había cedido sus derechos al Real Madrid. Hecha pública la disposición de la Delegación Nacional de Deportes sobre jugadores extranjeros, orden que acatamos respetuosamente, hicimos todos los posibles para traspasar el jugador a un club extranjero.
Como para esto necesitábamos la conformidad del Real Madrid, me trasladé a dicha capital y bajo los auspicios de un miembro de la FIFA, que se ofreció para ello, se hicieron todas las gestiones para efectuar el traspaso de acuerdo totalmente con el Real Madrid, sin lograrlo, en definitiva. En esta situación y tratando ya solo de defender los intereses deportivos y económicos del club, y bajo el arbitraje del doctor Muñoz Calero, se dirigió una súplica conjunta al excelentísimo señor Delegado Nacional de Deportes, en solicitud de excepción para dicho jugador, ya que los trámites reglamentarios se habían cumplimentado con anterioridad.
No obstante, era necesario que ambos clubes se pusieran de acuerdo y tras arduo empeño mío en querer superar todas las dificultades, en un caso que, más que difícil me pareció especialísimo, sintiendo el pesar de presumir que no satisfaría la decisión, acepté el laudo y firmé el pacto, que establecía una igualdad económica y un contrato alternativo entre los dos clubes, con las salvedades de que de mutuo acuerdo podría ceder un club al otro definitivamente el jugador. Inmediatamente después de dar cuenta al Comité Directivo del club, y sabiendo que el criterio de muchos socios hubiera preferido que se realizara de otra forma, se confirmó mi creencia de que cualquiera de ellos, con más acierto, podría cumplir la misión mejor que yo, presenté por mi propia voluntad la dimisión irrevocable, que ha sido aceptada por la Real Federación Española de Fútbol.
En la presidencia del Club de Fútbol Barcelona he puesto con ilusión toda mi posible capacidad de trabajo, y si el Club ha triunfado en lo deportivo ha sido gracias a la colaboración de mis compañeros de Directiva, de los servicios técnicos, de los empleados, entrenadores y, sobre todo, de los jugadores, a los que he animado siempre y tenido verdadero afecto. No habiendo llevado a cabo todo lo que hubiera querido en beneficio del Club, no tengo ninguna razón para sentirme satisfecho; sin embargo, mis cinco años en la Directiva son bastante conocidos. Por eso, al dimitir no siento amargura. He buscado el bien por la satisfacción de hacerlo, y a ello han tendido siempre mis anhelos por los colores azulgranas de mi querido Club de Fútbol Barcelona.
Firmado: Enrique Martí.
La ficha de Di Stéfano fue presentada al anochecer del día 22 de septiembre de 1953. Al día siguiente, Di Stéfano debutó en Chamartín frente al Nancy. El Madrid perdió 2-4 y la Saeta Rubia logró en el minuto 67 su primer gol como jugador merengue. Su actuación, tras nueve meses ausente del fútbol competitivo, no despertó grandes emociones. Su peso de 79,8 kilos estaba muy por encima del adecuado en buena forma. El domingo siguiente, 27 de septiembre, debutó en la Liga. Tras la quinta jornada, el Madrid aventajaba al Barcelona en dos puntos. El miércoles 14 de octubre, la comisión gestora del Barça, en su reunión semanal, decidió renunciar a todos sus derechos sobre Di Stéfano, siempre y cuando obtuvieran del Madrid la compensación económica por los gastos que toda la gestión había producido a las arcas barcelonistas. Bien fuera que a Daucik no le gustase el Di Stéfano que ya actuaba en el club blanco, bien que se considerase que bastaba y sobraba un Kubala totalmente recuperado como líder del equipo, o que Di Stéfano pareciera una persona especialmente conflictiva, Agustín Montal y Alberto Maluquer manifestaron que el Barcelona era demasiado importante para compartir un jugador con un club rival y negociaron en Madrid con Santiago Bernabéu la solución final del caso.
El 25 de octubre, en la séptima jornada de Liga, se enfrentaron en Chamartín. Para ese momento compartían la cabeza de la tabla, con 10 puntos cada uno. Previamente al partido, resuelto a favor del Madrid por 5-0, con dos goles de Di Stéfano, se celebró una reunión entre los directivos de ambos clubes, donde se firmó el documento que ponía fin al contencioso, y cuyo texto va también a continuación:
Madrid, 23 de octubre de 1953
En Madrid, a 23 de octubre de 1953, de una parte don José Vidal-Ribas Güell, como miembro de la Comisión Gestora del Club de Fútbol Barcelona, debidamente autorizado por la misma y en nombre y representación del referido Club, y de otra don Santiago Bernabéu de Yeste, como presidente del Real Madrid Club de Fútbol, y en nombre y representación del mismo, con relación al acuerdo concertado entre los Presidentes de ambos Clubes con fecha 15 de septiembre próximo pasado, bajo el arbitraje de don Armando Muñoz Calero, miembro de la FIFA, convienen y estipulan:
Primero. Que el Club de Fútbol Barcelona hace expresa renuncia en favor del Real Madrid Club de Fútbol de todos cuantos derechos le corresponden, a tenor de lo que se preceptúa en el apartado a) del acuerdo antes referido, sobre el jugador don Alfredo Di Stéfano, el cual, a partir de este momento, dependerá de la exclusiva disciplina del Real Madrid Club de Fútbol durante los cuatro años de vigencia del acuerdo antes citado.
Segundo. Que el Real Madrid Club de Fútbol, en compensación a esta renuncia de derechos, se compromete a reintegrar al Club de Fútbol Barcelona la cantidad de CUATRO MILLONES CUATROCIENTAS CINCO MIL PESETAS, importe de los desembolsos efectuados por el Club de Fútbol Barcelona, más los intereses del pago aplazado en parte que corresponde satisfacer al Real Madrid Club de Fútbol.
Tercero. La indicada cantidad de CUATRO MILLONES CUATROCIENTAS CINCO MIL PESETAS la hará efectiva el Real Madrid Club de Fútbol en la siguiente forma: UN MILLÓN DOSCIENTAS VEINTICINCO MIL PESETAS, que se entregan en este acto por cheque al portador número 329998 a cargo de la cuenta corriente número 20337 que el Real Madrid Club de Fútbol tiene abierta en el Banco Mercantil e Industrial, de Madrid. UN MILLÓN QUINIENTAS MIL PESETAS, en una letra aceptada por el Real Madrid Club de Fútbol, con vencimiento al 31 de julio de 1954, siendo el efecto empleado en esta operación de la clase primera número A3351252. SETECIENTAS CINCUENTA MIL PESETAS, en otro efecto aceptado por el Real Madrid Club de Fútbol, con vencimiento al treinta y uno de enero de mil novecientos cincuenta y cinco, siendo el efecto empleado para esta operación de la clase primera, número A3351253. NOVECIENTAS TREINTA MIL PESETAS, en otra letra aceptada con vencimiento el treinta y uno de julio de mil novecientos cincuenta y cinco, siendo el efecto empleado en esta operación de la clase primera número A3351254. Este efecto enjuga el saldo total de la cuenta aplazada y los intereses correspondientes a la misma y con ello quedan canceladas todas las obligaciones que el Real Madrid Club de Fútbol hubiera contraído con el Club de Fútbol Barcelona por cesión de los derechos que este Club ostentaba sobre el jugador señor Di Stéfano.
Y para que así conste y surta todos los efectos, lo firman por cuadriplicado las partes en Madrid, en la fecha arriba indicada.
En el documento figuran, lógicamente, las rúbricas de los tres personajes.
Cuando llegó Di Stéfano al Madrid, el club solo había ganado dos Ligas, ambas durante la República. Llevaba quince años, los de posguerra dura, sin ganarla. A partir de la llegada de Di Stéfano el Madrid ha ganado tantas Ligas como todos los demás equipos juntos. Además, ganó las cinco primeras Copas de Europa, constituyéndose en leyenda universal y cimentando un tremendo poder que le colocó muy por encima del Barça prácticamente hasta los años noventa.
En Barcelona se ha escrito muchísimo de esto y se da por una verdad histórica que el régimen, poco menos que Franco en persona, decidió que Di Stéfano jugara para el Madrid. Después de leer todo (he visto muchas exageraciones e inexactitudes en multitud de textos escritos desde Barcelona), mi idea es que el Barça perdió el interés sobre la marcha y que el Madrid, al contrario, lo reavivó.
Si el régimen hubiera estado tan interesado en favorecer al Madrid, no hubiera estado hasta la 1953-54 sin ganar la Liga.
Si el régimen hubiera querido perjudicar al Barcelona, no hubiera hecho los esfuerzos que hizo por favorecerle el fichaje de Kubala. Aquello lo ganó el Barça porque tenía a Cabot en la Federación, pero, sobre todo, porque lo deseó más que el Madrid. Porque aceptó a Daucik como entrenador y porque fue tenaz y preciso en todos los pasos a dar. Y porque cuidó al jugador en la época de incertidumbre.
Lo contrario pasó con Di Stéfano. Solo con haber pagado Martí Carreto a Senior la cantidad que este le pidió hubiera tenido a Di Stéfano. El Madrid, que en este caso empezó después, fue más decidido y más tenaz. Pagó a Millonarios y después persiguió el resto de los derechos, primero en Buenos Aires y luego en España. Y atendió al jugador en sus días difíciles.
Sí, tengo la impresión de que el Barça fue presionado al final. Que lo que me contaron Martí Carreto y Narcís de Carreras tuvo que ser verdad. Pero eso se produce ya en la fase final, cuando el Barça está tratando de colocar sus derechos en la Juve o devolvérselos al River, por no cedérselos al Madrid. Eso hubiera prolongado el caso, dejaba mal a la Federación Española ante la FIFA, puesto que parte de los derechos de Di Stéfano seguirían en poder de un club (el Madrid) y otra parte en otro (la Juve o el River, si hubieran aceptado a propuesta del Barça). De ahí las presiones, más o menos discretas, para que contribuyera a la solución del caso.
Si no queréis el jugador, no prolonguéis más esta situación, sería la tesis. Pero el Barça tenía su derecho a evitar al menos que el jugador acabara en el Madrid. Una cosa es no tenerlo y otra que lo tenga tu rival. E interpretaba que la interferencia del Madrid al comprar los derechos al Millonarios había encastillado a Senior en su negativa a vendérselo.
Di Stéfano, en cuyas citadas memorias puede seguirse la peripecia, desde su punto de vista, en cuatro capítulos, también escuchó lo de las presiones al Barça. Lo cuenta así:
El Barcelona tenía un equipazo. Venía de ganarlo todo. Kubala era una auténtica máquina. El estadio, con capacidad para 45.000 personas, lo tenía siempre lleno, abarrotado. Y yo pensaba: «Si estos tipos son tan campeones, ¿para qué me van a traer a mí?». Yo lo pensé siempre, pero bueno. Se decía que me fichaban porque Kubala estaba malo del pulmón y venía a sustituirle. Pero creo que no era por ese asunto. Escuché que el presidente Enrique Martí había recibido amenazas porque tenía negocios con Marruecos. Eran cosas que se decían, que si le iban a investigar de dónde sacaba el dinero, que si recibió presiones desde Madrid.
Con todo, hay que situarse en la perspectiva del momento. Di Stéfano no había sido lo que luego fue. Un jugador estupendo conocido por pocos, no la superestrella de época en que se convertiría. Nadie podía anticipar en ese momento que iba a ser más decisivo para la historia del fútbol español que el propio Kubala, que cualquier otro jugador de la historia. Nada hace pensar que el régimen anticipara tal cosa para influir en ese sentido. Simplemente empujó para que el asunto se resolviera de una vez, cuando el Barça ya había tirado la toalla y el Madrid estaba más terco en la cuestión.
Cabe aún añadir una entrevista que concedió Samitier a Dicen algunos días después de la dimisión de Enrique Martí Carreto y que puede aclarar aún más cosas. La recoge Justo Conde en La guerra que nunca cesa. Justo Conde fue durante muchos años redactor de Dicen. En el mismo libro, comenta que poco antes de la publicación de la entrevista Samitier dio una conferencia en la Peña Solera. En el coloquio posterior un asistente le preguntó: «Si hubiese ido a Caracas, ¿habría podido fichar a Di Stéfano para el Barcelona». Y su respuesta fue: «La ficha de Di Stéfano la hubiera podido conseguir yo o cualquier otro que fuera a América con poderes suficientes. La cuestión estriba únicamente en pagar o no pagar». La entrevista que luego reproduce insiste sobre el asunto.
—¿Di Stéfano era necesario?
—Sí, y todo aquel que tenga la clase de este hombre.
—Según tengo entendido, venía a Barcelona por tu consejo, ¿cómo lo dejasteis perder?
—Vino a Barcelona siempre conociendo con toda exactitud todos los pasos que hacía y se hacían para traerlo a nuestras filas, el presidente Martí, el señor Guardiola y Narcís de Carreras y otros. El presidente no ignoró nunca nada.
—¿Y por qué se os escapó?
—Eso el presidente Martí podría dar con exactitud una aclaración que a mí es imposible darla.
—¿Era Di Stéfano más difícil que Kubala?
—En modo alguno.
—Tú trajiste a Kubala y no has podido con Di Stéfano.
—No es verdad que yo traje a Kubala; fue la junta de Agustín Montal y Narcís de Carreras quienes trajeron a Kubala; yo solamente seguí la ruta más rápida posible dentro de mis amistades de España y fuera de ella, pero insisto que la pauta la llevaron siempre Montal, Carreras, junto a Guardiola y Doménech. En cuanto a Di Stéfano, quien tenía el remate de jugada fácil para que este hombre viniera eran los que fueron a América.
—¿Si tú vas, lo traes?
—Si hubiera tenido órdenes para que así fuese, lo hubiera traído sin discusión alguna. Di Stéfano lo perdimos cuando llegó el momento más fácil de poderlo traer.
—Pero ¿tú crees que…?
—¡No preguntes más!
—¿Y…?
—¡Que no!
—No te pongas así, hombre.
Para completar el asunto, aporto aquí la entrevista publicada un año después en la revista deportiva barcelonesa Club, con el presidente del Millonarios, Alfonso Senior. La entrevista, firmada por Mariano Fernández Pereira, gira sobre la posibilidad del traspaso de Villaverde desde el Millonarios al Barça, que se culminará felizmente después. Lo que sigue es el extracto que se refiere a Di Stéfano:
—Don Alfonso: ¿tiene usted personalmente algún resentimiento con el C. F. Barcelona? Parece que en las gestiones con Di Stéfano quedaron muy enfriadas las relaciones entre usted y aquella entidad.
—Por mi parte puedo asegurarle que nada tengo en contra de tan admirado club español. Es más: mi deseo hubiese sido que las gestiones iniciadas con el Barcelona para la cesión de Di Stéfano hubiesen llegado a buen término. Pero los directivos del Barcelona se volvieron atrás con respecto a ese jugador y fue entonces cuando el Millonarios entró en tratos con el Real Madrid. Y a partir de ese momento, una vez rotas las negociaciones (no las relaciones, entendámonos), mantuvimos nuestra palabra con don Santiago Bernabéu. Sé que la prensa barcelonesa no me trató muy bien en aquel entonces, cosa lógica porque no conocía algunos pormenores muy importantes de la «cuestión Di Stéfano».