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EL PRIMER PARTIDO
LO GANA EL
BARÇA
Para 1902, el fútbol tenía ya una cierta presencia en varias ciudades españolas, singularmente Madrid, Barcelona y Bilbao. Pero también en Huelva o Vigo. En las más sometidas a la influencia inglesa. Por razones portuarias en cuatro de ellas, en Barcelona aumentadas porque se establecían los contactos del negocio textil. Y en Madrid, por los contactos de los jóvenes educados en las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, gentes aperturistas y deseosas de superar la España taurina y garbancera que tanto lamentaba la generación del 98.
Ya se había jugado en Barcelona la Copa Macaya (donada por un mecenas de este nombre y ganada por el Hispania, duro rival del Barça en la primera época) y se concertaban amistosos un poco por aquí y por allá. Pero Carlos Padrós, alma máter del fútbol nacional en esos tiempos, quiso dar un paso más.
El 17 de mayo cumpliría años Alfonso XIII: dieciséis. Alcanzaba la edad en la que debía jurar la Constitución. Terminaba así la regencia de su madre, la reina María Cristina. Con tal motivo se organizó un largo programa de fiestas en Madrid y Carlos Padrós vio la ocasión de organizar la presentación en sociedad de su deporte. En realidad, se puede dar por seguro que fue con tal fin por lo que inscribió al Madrid en el registro el 22 de abril. Una vez inscrito, tenía en el nuevo club una base legal firme sobre la que hacer las gestiones. Consiguió del alcalde de Madrid, Alberto Aguilera, la donación de una copa para el vencedor. Le costó mucha insistencia. (Manuel Rosón, en su Libro de Oro del Real Madrid, cuenta que el conserje les recibía con el comentario: «Ya están aquí estos pelmazos de las patadas». Y que el alcalde les solía reconvenir: «Los jóvenes lo que tienen que hacer es estudiar, no andarse con tonterías».) Pero le convenció y consiguió al fin que donara una copa, que se encargó en el taller de Marabini, el más reputado orfebre de Madrid en la época. Como consiguió del duque de Sesto, presidente de la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar, la cesión del hipódromo (situado en lo que hoy son los Nuevos Ministerios, junto a la Castellana, entonces fuera del casco de la ciudad, pero no lejos de él) y se dirigió a todos los clubes en funcionamiento para cursarles invitación.
Se apuntaron por Barcelona, el Barcelona y el Espanyol; por Bilbao, el Vizcaya (nombre que utilizaban los jugadores del Athletic y el Bilbao, los dos clubes de la Villa de Don Diego, cuando jugaban juntos en algún desplazamiento, uniendo sus fuerzas), y por Madrid, el New y el propio Madrid.
Todos los jugadores se vacunaron previamente contra el tétanos, consigna el propio Rosón. El terreno del hipódromo se solía utilizar para partidos de polo y en él eran frecuentes los excrementos de caballo.
Estas fueron las bases del concurso:
- Podrán formar parte en este
concurso todas las sociedades españolas de Foot Ball Association,
inscribiéndose hasta el primero de mayo, para lo cual podrán
dirigirse al presidente de la Sociedad Madrid Foot Ball Club, calle
de Alcalá, núm. 48.
- Al inscribirse, la sociedad
presentará la lista del equipo, con un número de suplentes
limitados.
- El
premio quedará en propiedad legítima de la sociedad que lo
obtenga.
- Se
jugará por series, sorteándose los equipos dos a dos y, por este
procedimiento, será vencedor el que gane la última
serie.
- En caso
de empate, el juez árbitro podrá prolongar el partido por tiempos
de 15 minutos.
- Los
partidos se jugarán con cualquier tiempo, si no hay acuerdo en
contra por parte de los capitanes respectivos.
- Los
jueces se nombrarán de común acuerdo entre los capitanes de los
equipos litigantes. En caso de que estos no lleguen a un acuerdo,
será el jurado el que lo haga. El juez árbitro tendrá obligación de
dar cuenta al jurado en acta firmada por él y los dos capitanes
respectivos y no se aceptará ninguna reclamación pasadas las 48
horas.
- Diferencias
y reclamaciones de cualquier índole tienen que hacerse por escrito
al jurado, que se reserva el derecho de resolver. (Obsérvese que la
dirección de referencia que se ofrecía era la de la tienda Al
Capricho, propiedad de los hermanos Padrós.)
Y ahora, a jugar. Como eran impares, hubo una eliminatoria previa, el día 13, en la que el Vizcaya se deshizo fácilmente (5-1) del Espanyol. El Vizcaya, semifinalista. Deberá enfrentarse el día siguiente al New.
Pero antes se iba a jugar el primer clásico, que entonces nadie llamó así. A las once de la mañana de ese 13 de mayo, festividad de Nuestra Señora de Fátima y de San Pedro Regalado, saltan al campo del Hipódromo de Madrid los equipos representativos de los dos clubes que están llamados a protagonizar una rivalidad deportiva sin parangón: el Madrid y el Barcelona.
Y ganará el Barcelona, por 3-1.
La crónica de Rosón en el Heraldo pasa, como se verá, por un retrato costumbrista que él mismo, al reproducirla en el mencionado Libro de Oro, confiesa cursi:
Damitas con talle de avispa y sombrero enorme de bailarina de can-cán, faldas que dejan al descubierto tres botoncitos de la botina breve y puntiaguda. Tonos claros, sombrillas rameadas; muchos polvos de arroz en los bellos rostros. Los caballeros, graves, solemnes. Es la transición del «petimetre» al «pisaverde», de este al «lechuguino» y de aquí al «pollo», que aspira a ser un «gentleman». Tonos oscuros, figuras lánguidas, animadas por una camelia, descuidadamente prendida en el ojal. Uniformes rutilantes. Húsares encorsetados, como toreros de chaquetilla corta y fondillos prominentes. Artilleros de charolado ros, con sus cordoncitos encarnados; infantes con teresiana; «golfos» que se han «colado», hijos adoptivos todos ellos de don Alberto Aguilera, que fue un alcalde ejemplar. En el tinglado oficial, chisteras de ocho luces, levitas abotonadas un poco parduscas; bimbas como melones, chaquets un tanto estrechos, bastones con puño de marfil… Las faldas de la tribunita están cubiertas por una percalina bicolor… En el campo hay casi dos mil personas. Padrós, Gorostizaga, Meléndez, Manolo Mendía y otros jóvenes —jóvenes entonces, claro—, hacen los «honores» de la casa, y actúan de introductores de embajadores, porque, entre otros diplomáticos, acude el de Su Majestad británica. Cada invitado varón lleva un cartoncito colgado del ojal. Las damas tienen entrada libre. Hubo que alquilar doscientas sillas en el Rastro a un chamarilero que se llamaba Paul Serafín…
Y ahora, el notario de referencia enjuicia así la lucha Barcelona-Madrid:
A las once dio principio el segundo partido, componiendo el Barcelona los jugadores siguientes: Puelles, Llobet, Witty, Terradas, Mayer, Valdés, Parsons, Gamper, Morris, Steinberg y Albéniz (seis extranjeros). El Madrid lo componían: Sevilla, Molera, Giralt (M.), Góngora, Spottorno, Palacios, Johnson, Giralt (J.), Neyra, Giralt (A.), Celada. Juez árbitro, Arana, del Vizcaya. Empieza el partido con gran empuje por ambas partes, y después de un córner por cada bando, logra el señor Steinberg, del Barcelona, marcar un tanto. Siguen dos córners al Madrid, y después de dominar el juego un gran rato el Barcelona, se rehacen los del Madrid y termina la primera parte del partido. En la segunda, el Barcelona, llevando la pelota con gran maestría, consigue acercarse a la meta del Madrid, pero los de este lo rechazan con gran energía, volviendo los del Barcelona a dominar, y consiguiendo hacer un segundo tanto. Vuelve el Madrid con nuevos bríos a acercarse a la meta del Barcelona, gracias a una rápida carrera de Giralt (J.), quien al recibir una tremenda carga del guardameta consiguió pasar la pelota a Johnson, del Madrid, que marcó un soberbio tanto. Por haber dado una mano Spottorno dentro de la línea de los once metros, sufre el Madrid un puntapié de castigo, en el que el Barcelona marcó un tanto. Siguiendo dos córners al Madrid, termina el partido, por haber pasado el tiempo reglamentario, con tres tantos el Barcelona por uno el Madrid. Fue el partido más reñido; y el público aplaudió con entusiasmo la notable labor de los jugadores, y especialmente a los del Madrid, que jugaban como no se podía esperar del poco tiempo que llevaban jugando y de la poca edad de la mayoría de ellos.
Nótese que el cronista, de confesión madridista, acepta con bien la victoria del Barça, a la que no opone ningún reparo, ni siquiera al penalti. Pero no deja de meter el pellizquito de los seis extranjeros.
Steinberg fue el héroe, en suma. (El cronista lo escribe mal, pierde la “i”.) Steinberg debió de ser el primer gran fenómeno de nuestro fútbol, o como tal lo describe Alberto Maluquer en su Historia del Club de Fútbol Barcelona, editada en 1949, con ocasión de las bodas de oro del club, que en algunos párrafos de la obra no oculta el entusiasmo por el jugador:
En 1901 fue presentado a Gamper un joven ingeniero alemán llegado a Barcelona, llamado Udo Steinberg, que dijo haber jugado en el Britannia F. C. de Berlín y mostró deseos de jugar en el club azulgrana, al que había visto actuar en uno de sus últimos partidos. Era Steinberg de complexión robusta, más bien algo grueso y de estatura regular. Llevaba una barbilla bien cuidada y por su tipo físico nada hacía presumir en él al gran jugador. Gamper le atendió cariñosamente pues, como buen suizo, el fundador del Barcelona hablaba perfectamente el alemán, pero, queriendo saber si los méritos de que hacía gala el recién llegado eran ciertos, lo presentó a Ossó para que este, como capitán del segundo equipo, lo alinease en uno de los primeros partidos…
Y Steinberg, siempre según la misma fuente, debutó con el segundo equipo ante el Espanyol. El Barça perdió por 4-0, pero él gustó mucho, hasta el punto de que inmediatamente fue puesto en el primer equipo.
Conviene aclarar lo de primer y segundo equipo. El Barça para ese tiempo tenía tres: primero, segundo y tercero, en el que eran colocados los socios-jugadores según su nivel de destreza. Cada equipo tenía sus suplentes. Steinberg fue colocado en el primer equipo ya a últimos de diciembre, cara al año 1902, por la comisión capacitada para ello, que formaban, con Joan Gamper, Pablo Viderkeer y Jorge Meyer.
Y acertaron. El día de Reyes fue la gran estrella de un tremendo partido contra el Hispania (con el que el Barça se las tenía tiesas entonces) ganado por los culés por 4-2 en un ambiente apasionado. Steinberg estuvo por encima de todos y ya quedó como figura del conjunto hasta que tuvo que dejarlo, en 1908, obligado por su dedicación a la construcción de la línea del tranvía de la Rabassada. Sus apariciones fueron espaciándose hasta que tuvo que dejarlo del todo, con gran dolor propio y mayor aún de sus compañeros.
Pero pasó a la pequeña historia del fútbol por ser el primero en marcar un gol en eso que ahora llamamos «clásico» y que entonces no pasaba de ser una curiosa extravagancia extranjerizante. Y marcó por dos veces. El tercer gol del Barça lo marcó el fundador Gamper, como ya se ha visto, de penalti, por mano de Spottorno. Por el Madrid marcó Johnson, su único inglés, que se esmeraba en enseñar a sus compañeros las reglas y los rudimentos del juego. Fue célebre un manual de instrucciones en el que recomendaba a sus compañeros-pupilos que evitaran la costumbre de abandonar el partido y dirigirse a la valla para fumar un pitillo charlando con los espectadores.
Todas las historias de uno y otro club que he consultado dan por bueno el resultado y hacen un dibujo apacible del encuentro, dibujo que luego ha escaseado, cada vez más, en los encuentros entre ambos. El libro Cincuenta años de Historia del C. de F. Barcelona (1899-1949), editado por el propio club, resalta un tramo de la información ofrecida por el diario madrileño El Imparcial, que señala la superioridad del Barça:
[…] Después jugaron «Barcelona» contra «Madrid». Este partido desde el principio estuvo muy reñido, defendiéndose muy bien los madrileños contra los del «Barcelona», que desde el primer momento se observó les llevaban considerable ventaja en facultades físicas y en experiencia de juego…
Nada de polémica pues. Por ahora…