CAPITULO 25

 

 

 

 

 

Hersir se detuvo frente a la ventana. No se sentía cómodo en presencia de Kaesios. Sus vidas, desde la muerte de su hermana, habían ido por caminos distintos. Se habían separado tanto que a veces lo miraba y no lo reconocía. Sin embargo ahora se veían obligados a soportarse. El pobre Aidan, que no tenía nada que ver, se había sentado frente al fuego y procuraba pasar desapercibido.

Te felicito, Hersir. Me alegro mucho por ti. —Dijo Kaesios, rompiendo el incómodo silencio que se había instalado en la habitación.

Giró un poco la cabeza y le miró de soslayo.

—Gracias, Kaesios.

¿Puedo preguntar cuando la conociste?

Hersir se mantuvo en silencio durante unos largos segundos. Aidan alzó la mirada que tenía fija en el fuego y los observó con fingida calma.

—Hace casi doscientos años...

Vaya, es toda una sorpresa. ¿Y cuándo habéis decidido casaros?

Hersir se giró y lo enfrentó.

—Ya estamos casados, pero no celebramos ninguna fiesta y Onuris se ha empeñado en que Alissa tenga una bonita celebración, por eso ha montado todo esto. —Dijo mientras con el gesto de los brazos abarcaba todo el lugar.

Humm... creo que Onuris está muy contento.

Sí, eso parece. —Dijo Hersir y volvió a centrar su atención al exterior de la casa.

Los recuerdos le torturaban, sabía que había sucedido hace muchos años, sin embargo sentía como si fuera ayer. Durante años pensó que aquella mujer era especial, que ella era la elegida, pensó que jamás podría amar a otra como la había amado a ella, pero eso no era cierto, Onuris tenía razón, solo fue un capricho que confundió con algo más profundo. Era joven, su vida humana estaba muy presente en él. Por eso se sentía mal, porque  su error había llevado a Shamira a la muerte. Les había mentido. A los tres. Ella no se había caído por accidente, se había tirado al río. Sus últimas palabras las tenía clavadas en el pecho y no podía quitárselas de la cabeza.

 

“—Tú eres un monstruo. Kaesios también, yo no debo seguir con vida porque he  amado a seres del infierno. ¿No lo entiendes? No podré continuar sabiendo lo que eres, lo que me has pedido. No puedo Hersir.

Las lágrimas le rodaban por la cara.

—Shamira, no soy un monstruo y te amo, con todo mi corazón, haría cualquier cosa por ti. ¿No lo ves? Te amo.

— ¡No! ¡Tú no puedes amar! Eres un Oscuro. Has intentado poseer mi alma, y yo he estado a punto de caer en la trampa. Soy débil. No merezco la vida.”

 

Pero ahora todo se veía de otra manera, tenía a Alissa, había reconocido en ella a su media naranja, su vida giraba en torno a la mujer, y cuando no estaba cerca de ella estaba incompleto. Jamás pensó que podría sentir de esa manera, que podía depender tanto de otra persona, si Alissa faltara, él no podría seguir viviendo en un mundo en el que ella no estuviera. El lazo que los ataba era fuerte y duradero.

Sintió a Kaesios caminar a sus espaldas, como le había dicho Onuris, era hora de enterrar viejos odios y comenzar una nueva vida, juntos, como una familia. La guerra que se avecinaba les pondría  a prueba y tenían que estar unidos, para poder ser fuertes.

Suspiró anhelante.

Lo que más le apetecía era subir a su habitación y hacer el amor a su mujer, sin embargo tenía que estar aquí, mirando por la ventana y añorando el cuerpo, las manos y los labios de Alissa.

Kaesios se sentó frente a Aidan, el muchacho estaba más callado de lo normal.

— ¿En qué piensas? —Le preguntó.

Aidan levantó la mirada sorprendido.

—No... en nada...

Supongo que algo ocupa tu pensamiento, no has hablado desde que llegamos.

Las cosas se suceden de una manera muy rápida, no me da casi tiempo a aceptarlas. Hersir se ha casado y tú lo harás pronto...

Al oír esto, Hersir se apartó de la ventana y miró a los dos hombres que estaban sentados.

—Bueno, lo que es seguro es que Hersir se ha casado, lo mío está aún por ver... —Murmuró el Oscuro.

¿En serio? —Preguntó Hersir alzando las cejas.

¿En serio, qué? —Le preguntó a su vez Kaesios.

Qué  si  en serio  estás pensando en casarte.

No. Eso no se me ha pasado por la cabeza, bastante tengo con aceptar lo que siento y por quién.

¿Quién es ella?

Aidan se acomodó en el sillón y esperó a que su tío comenzara con la explicación. Al parecer la fiesta iba a ser movida.

—No la conoces.

¿No la conoces? —Preguntó en tono guasón— ¿Qué respuesta es esa?

La única que tengo.

¡Venga allá, Kaesios! Supongo que no la tendrás escondidita para que ningún Oscuro te la quite...

Lo cierto es que no, de hecho, está hoy aquí, en tu casa.

¿En serio? ¿Y dónde exactamente?

Pues si no creo mal, Onuris se la llevó con tu esposa...

Una amplia sonrisa se dibujaba en los labios de Hersir. Estaba encantado con la noticia.

—Estoy deseando conocerla. —Le dijo.

Lo mismo que yo a tu esposa. —Contestó Kaesios.

 

 

 

Onuris no paraba de hablar. Durante todo el trayecto que duró el paseo desde la habitación de abajo hasta el cuarto de la novia, no paró de hacerle preguntas, algunas personales, otras no tanto. También le dijo lo mucho que le alegraba que Kaesios hubiera elegido compañera, a pesar de su condición humana, y que estaba intentando unir más a la familia, por lo que esperaba que la novia, Alissa, y ella se llevaran bien, porque al fin y al cabo, acabarían siendo hermanas.

Katherina no daba crédito mientras Onuris con un suave empujó la obligó a entrar en la habitación.

—Alissa, ¿estás visible?

Sí. —Sonó la voz desde un cuarto anexo que Katherina supuso que sería el vestidor— Ahora mismo salgo.

Ante ella se presentó una visión. La mujer más hermosa que ella jamás vio. Su larga cabellera roja caía libremente por su espalda en maravillosos rizos entre los que se podían ver diminutas flores blancas, sus ojos eran de un color verde intenso como los prados en primavera. Su piel fina y muy blanca, surcada por un montón de pecas, le aportaba un aire delicado y juvenil. Su cuerpo, cubierto por fina seda de color marfil, era simplemente espectacular.

Katherina se quedó pasmada, quieta, mirándola con la boca abierta.

La mujer se detuvo frente a ellos y los miró con curiosidad.

—Mira Alissa, quiero presentarte a Katherina, es la compañera de Kaesios, el hermano de tu esposo. La he traído para que te haga compañía hasta que empiece la cena y así os vais conociendo un poco más.

Es humana... —Atinó a decir Alissa.

Creo que sí, espero que eso no sea impedimento, querida.

Alissa reaccionó al tono serio de Onuris.

— ¡Desde luego que no! No te preocupes, seguro que nos llevamos muy bien...

Oh... eso sería estupendo. Bueno, me voy que hay muchas cosas todavía por hacer.

El antiguo se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta.

— ¡Onuris! —Le llamó Alissa.

Dime.

Eh... solo quiero darte las gracias... por todo lo que estás haciendo.

Oh querida, no se merecen. Ahora formas parte de mi familia.

Sin decir nada más se marchó, dejándolas completamente solas.

 

 

 

Irina se acurrucó en la cama satisfecha, después haber estado durante horas practicando sexo salvaje. Baldur, estaba de pie, completamente desnudo, frente a la ventana. Ella observó con deleite el cuerpo musculoso del hombre. No sabía mucho sobre la vida humana de Baldur, salvo que había sido esclavo y al admirar su porte y su belleza masculina entendió porque  su ama  no había querido prescindir de él. El cuerpo perfecto del oscuro, no mostraba ninguna señal o cicatriz, aunque bien era sabido que en aquella época, raro era el esclavo que no fuera azotado, mutilado o torturado, pero al pasar a la otra vida, parte de la conversión trasformaba la piel en alabastro pulido, sin imperfección, sin mácula, sin ninguna señal de su vida anterior. Lo miró fijamente. Sabía de su maldad, pero no lo temía, al fin y al cabo, ambos eran parecidos.

¿En qué piensas? —Le preguntó.

Debo encontrar la forma de eliminar a Kaesios.

¿Kaesios? ¿Por qué precisamente a él? Hay muchos otros oscuros que tienen mucho poder.

Él se giró muy despacio y fijó su fría mirada en el rostro de Irina.

—Ya lo sé... pero es él el único que puede vencerme.

Ella se sentó en la cama. No era tímida y la desnudez de ambos no le afectaba, salvo si estaba dispuesta a jugar un poco más, que no era el caso, ahora estaba muy intrigada.

—No te entiendo, Baldur. Eres grande y poderoso, no creo que Kaesios sea rival para ti.

Mi pequeña Irina, tú no sabes nada. Has pasado la mitad  de tu vida oscura en el campo y la otra mitad en las tierras heladas. Poco sabes de lo que se mueve por aquí. Kaesios es muy poderoso, inspira confianza, casi todos los miembros de la raza le temen, y por eso harán lo que él les pida. Sin olvidar a su familia. Juntos son casi indestructibles.

¿Y por qué no los separas?

OH mi pequeña, lo intenté, hubo un tiempo en el que estuve a tan solo un paso de su destrucción.

¿En serio? ¿Cuándo?

Cuando murió Karina... fue un plan meditado, muy pensado... creímos que Kaesios se hundiría en el sufrimiento, como lo hizo Onuris o Hersir, sin embargo no fue así. La pérdida de su adorada hermana le transformó en un ser malvado, cruel, temerario. Siempre estaba atento, al acecho. Nos fue imposible pillarlo desprevenido. Comenzó a trabajar para el juez Angus, junto con otros cuatro de la raza, viles asesinos, sin piedad. Cuando Angus dictaba sentencia, ellos eran los encargados de eliminar al desdichado. La espada jamás le tembló a Kaesios, no importaba si eran hombres, mujeres o niños. Si su destino era la muerte él se la daba.

Los de la raza le temían.

— ¿Fue un verdugo del juez?

Sí.

¿Por qué lo dejó?

Creo que fue cuando eligieron a Angus como Maestro del consejo, Kaesios se negó a trabajar para el nuevo juez y lo dejó, así, sin más.

¿Por qué no lo hicisteis de frente? Eráis más, seguro que lo habríais derrotado sin problemas.

No mi pequeña, eso no era posible, si descubrían lo que habíamos hecho, sin duda, eso sería nuestro fin. Como muy bien sabes, no se nos está permitido matar a los nuestros sin una razón de peso. Karina era el ser más adorable que pisó la tierra... nos habrían linchado en el acto.

No me digas que les temes...

Los ojos de Baldur cambiaron de color, un rojo intenso brillaba en sus pupilas.

Irina sintió miedo por primera vez en mucho tiempo.

Lo siento, no quería ofenderte...— Se disculpó, suplicante. Deseaba poder arreglar la ofensa antes de que Baldur perdiera la paciencia y la hiriese o lo que era peor, la eliminase.

No me ofendes... —contestó algo más tranquilo— lo cierto es que entiendo que pienses así, no es propio de mi actuar por la espalda, pero ante todo me preocupa mi supervivencia y en aquél momento también la de mi hijo.

Ah...

Por eso tramamos ese plan, si eliminábamos a Karina, la familia quedaría destrozada, y supusimos que se hundirían en el dolor, se debilitarían... pero ese no fue el caso de Kaesios. Onuris desapareció y Hersir... bueno él no nos servía de nada ni vivo ni muerto.

¿No sospecharon de que un humano pudiera vencer a una vampiresa tan fuerte?

Estaban tan asombrados, tan rotos que no se dieron cuenta de los posibles errores.

Ella no dijo nada. Le miró con calma. Ese ser era diabólico. Karina había sido un ser especial, todos los de la raza lo sabían, tan dulce que parecía mentira que fuera una vampiresa. Pensar en algo tan enrevesado como eliminar a Karina para que los tres Oscuros se sumieran en el dolor y se separaran, daba mucho en lo que pensar, eso lo hacía todavía más temerario, no sabía nunca con qué artimaña intentaría eliminar al enemigo.

 

 

 

Las mujeres bajaron despacio las escaleras y entraron en el comedor justo a la hora que le había indicado Onuris. Los  hombres estaban en un rincón de la estancia, con un vaso de licor en las manos. En cuanto abrieron la puerta ellos se giraron y las miraron.

Katherina no podía apartar los ojos del rostro de Kaesios. Desde que habían hecho el amor un lazo invisible los unía. Ella no se arrepentía, jamás podría hacerlo. Amaba al Oscuro, sin duda era un error y el futuro la depararía más de una noche de llantos, pero jamás podría arrepentirse. Kaesios avanzó hacia ellas, cogió la mano de Alissa y la besó, dándole la bienvenida a la familia, se dirigieron unas cuantas palabras y después se acercó hasta ella.

— ¿Estás bien?

Perfectamente. —Le contestó.

Espero que disfrutes de la velada.

Ella le sonrío.

—Apuesto a que sí.

 

 

 

Mientras volvían a casa los en el coche de caballos, Katherina recordaba cada momento vivido en la cena, jamás pensó que se lo pudiera pasar tan bien.

Hersir había resultado ser un esposo entregado y enamorado, pendiente en todo momento de su mujer. Onuris era el que llevaba la voz cantante, era divertido y le encantaba contar historias de tiempos pasados mientras los demás escuchaban atentos.

Suspiró satisfecha. Jamás nadie la creería si les contaba lo humanos que llegaban a ser los Oscuros, a pesar de todas las diferencias que había entre las razas, había algo que los unía, los lazos familiares. Onuris solo deseaba que su pequeña familia fuera feliz.

Cerró los ojos y se dejó llevar por el vaivén del coche. Sentía a Kaesios cerca de ella, podían notar su mirada fija a pesar de la oscuridad reinante. Él siempre estaba pendiente de ella, en todo momento. Se sintió segura y protegida. Sabía que el oscuro jamás dejaría que nadie le hiciera daño. 

La deuda
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