CAPÍTULO 22
El sol comenzaba a asomar dando paso así al día, dejando atrás el momento en el que los Oscuros poseían la mayor actividad. La noche era su momento. Pero Hersir había decidido que era el momento de volver a casa donde le esperaban.
Abrió la puerta y lo primero que se encontró fueron los hermosos ojos de su esposa. Ella se lanzó a sus brazos antes de que él pudiera dar un paso.
Alissa, la flor que había cautivado su corazón de una manera violenta y arrebatadora. En cuanto la vio sintió un profundo impacto que le invadió entero.
Nadie sabía de su existencia, ni siquiera Onuris. Quería guardase su felicidad para él solo y no sentía la necesidad de compartirla, ni siquiera con su familia. Si Karina estuviera viva… a ella sí que se lo hubiera contado, pero ella no estaba, Onuris se había alejado de ellos cuando perdió a su hija y entre Kaesios y él no había muy buena relación.
Dejó que su mujer le abrazara fuerte y aspiró su aroma.
—Alissa… —murmuró.
—Oh Hersir, has tardado mucho, estaba preocupada.
—Lo siento, mi amor. Se me fue el tiempo sin darme cuenta.
Ella le miró a los ojos y él la contempló embobado.
Alissa tenía el pelo rojo y los ojos verdes, y el rostro lleno de diminutas pecas que le conferían un aire travieso y juvenil. Su piel blanca como la nieve y unos labios rojos como las fresas, llenos y jugosos.
Hersir la besó con pasión y ella se apretó más a él.
Sus respiraciones se aceleraron. Hersir dio un golpe a la puerta con el pie y la cerró. Con las mismas subió las escaleras hacia su habitación a toda velocidad sin dejar de besarla. Ella se rio en sus labios y el sonido de su risa repercutió en el estómago del Oscuro.
Abrió la puerta del dormitorio y acostó a su esposa en la cama, muy lentamente. Ella no soltó sus brazos del cuello del hombre y le miró con picardía.
—No debería dejar que me besaras así. Estoy enfadada contigo.
Él se acostó a su lado y le acarició el rostro con los dedos.
— ¿En serio? ¿Y qué puedo hacer para que me perdones?
Ella fingió pensarlo.
—Pues no sé… me has tenido muy preocupada y eso es muy grave. Tal vez te veas en la obligación de amarme todo el día para compensar lo mal que me lo has hecho pasar.
—Mi querida Alissa, sí que eres cruel conmigo. Ese es el peor de los castigos a los que puedes someterme.
Ella soltó una carcajada mientras Hersir desabotonaba el vestido de su mujer.
—Y cómo te amo y estoy tremendamente apenado y deseo de todo corazón tu perdón, creo que cumpliré con creces tus deseos.
Volvió a posar sus labios en los de la mujer. Ella envuelta en el frenesí que le provocaban los besos de su esposo, comenzó a desnudarle. Deseaba poder tocarlo.
Hersir la dejó hacer y solo se apartó de su tentadora boca para poder quitarse la camisa por la cabeza. Ella comenzó a tocar su duro pecho con placer y lo miró a la cara.
—Hersir, te amo tanto que me duele.
Él se detuvo unos instantes y miró su reflejo en los ojos de su mujer.
—Entonces, mi amada, multiplica eso que sientes por el infinito y sabrás como me siento yo…
Alissa suspiró profundamente.
—Eres lo mejor que me ha pasado, Hersir. Sin ti me moriría.
—No, no Alissa. Tú eres la razón por la que yo sigo con vida. Tú, mi pequeña florecilla eres la que me mantiene atado aquí, y la que hace que cada uno de mis días sea maravilloso, una experiencia digna de ser vivida.
Ella sonrió y sus ojos se inundaron de lágrimas.
—No llores, mi bien. No es tiempo de lamentar nada, es tiempo de disfrutar.
—Pero tengo tanto miedo…
— ¿Miedo? ¿De qué?
—De lo que está por venir, tengo miedo de perderte.
—Eso no va a suceder jamás. Mientras tú estés aquí, yo estaré.
Volvió a besarla y ella lo abrazó con fuerza, dejando que las lágrimas resbalaran por su rostro y se concentró en sentir.
Hersir comenzó a quitarle el vestido, primero lentamente y después casi se lo arrancó del cuerpo. Alissa rompió a reír al ver la impaciencia de su esposo. En escasos segundos los dos estaban desnudos. El oscuro comenzó a recorrer el cuerpo de su esposa con la boca, dejando besos esparcidos por su piel, la obligó a girarse quedando de espaldas a él. Su boca ansiosa dibujó garabatos por toda la espalda, deteniéndose en el cuello. La mujer suspiró. Estando en esa posición se veía limitada. No podía tocarlo, ni besarle y el fuego que invadía su cuerpo estaba amenazando con hacerla explotar.
Rodó sobre la cama y quedó frente a él. Sus manos acariciaron los duros músculos del cuerpo masculino, deleitándose con el tacto de su piel. Su boca correspondió con fuego el fuego que había encendido Hersir.
El hombre se posicionó entre sus piernas y ella le abrazó la cintura con ellas. La deseaba, tanto que pensó que quedaría hecho pedazos sin no la poseía en ese mismo instante.
La penetró con fuerza y ella gritó. Sus movimientos, primero lentos y acompasados, se fueron volviendo más rápidos a medida que pasaban los segundos. La embestía una y otra vez mientras ella correspondía moviéndose a su vez. Los gemidos de placer de Alissa encendían su sangre. Abrazados llegaron al éxtasis que los invadió desde los pies hasta la cabeza, haciendo que su mundo girara en torno a la maravillosa sensación que acababan de experimentar. Cada vez que se amaban las estrellas y el firmamento se convertían en minucias en comparación con lo que sentían. Hersir cayó desplomado hacia un lado, la abrazó por la cintura y la acercó hasta él, abrazados y desnudos, descansaron durante unos minutos hasta que ambos recuperaron el pulso normal.
—Un día vas a acabar conmigo, Hersir. Cada vez es distinta y más maravillosa que la anterior.
—Soy un buen amante, que le voy a hacer.
Ella le dio un pequeño golpe en el pecho.
— ¡Serás…!
Pero él le tapó la boca con un pasional beso.
¡Cuánto amaba a esa mujer! Merecía la pena todo lo que había vivido simplemente por haberla conocido. Todo cobraba sentido cuando estaba junto a ella. Todo. Sería capaz de dar su vida sin pensarlo siquiera, por salvar la de ella. Y eso que no hay criatura en la faz de la tierra, más egoísta que los vampiros. Sin embargo, él perdía todo sentido, toda realidad, todo pensamiento, si estaba a su lado. Él estaba completo y no podía sentirse mejor que junto a ella.
Comenzó a hacerla cosquillas y ella se reía sin parar. Su risa era su alimento.
—Eres lo mejor que tengo Alissa. Si me dejas me muero.
Ella volvió a sonreír y le acarició la cara con ternura.
—Si algún día te dejo, es porque estaré muerta.
—Entonces, eso no pasará jamás.
La abrazó más fuerte y ella se acurrucó junto a él.
El sol asomaba brillante a través de la ventana.
— ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? –Preguntó ella.
Él sonrió.
—Jamás podré olvidarme.
“Hersir paseaba por las sucias calles de Órion. No solía hacerlo muy a menudo, detestaba el bullicio y el ruido de los humanos, también el olor a podredumbre que invadían los barrios bajos. Una niña pequeña llamó su atención. Estaba sucia y sus ropas rotas, andaba descalza y se acercaba a todo aquél que pasaba a su lado con las manitas extendidas pidiendo limosna. Uno de los hombres que pasó a su lado, la empujó con asco y la niña cayó al suelo sobre su trasero. Pero lo que más le llamó la atención fue que la pequeña se levantó y clavó su mirada furiosa en el hombre que la había empujado. No le temía y eso que era mucho más grande que ella. Hersir se acercó hasta la niña y la miró con curiosidad.
—¿Usted también va a pegarme, señor? –Le preguntó descarada.
—No, ¿por qué habría de hacer algo así?
Ella se sacudió sus raídas ropas mientras respondía.
—Es lo que suelen hacer los grandes señores.
Hersir la miró durante unos segundos y luego se sentó en el suelo, junto a ella.
—¿Dónde están tus padres?
—No tengo.
—Así que eres huérfana… ¿dónde vives?
Ella alzó sus grandes ojos verdes y los clavó en el Oscuro.
—En la calle. No tengo casa.
—¿Y te gusta?
—Pues no. Paso frío, me mojo si llueve y siempre tengo hambre.
Hersir apoyó la espalda en la pared que estaba tras él y miró el escaso pedazo de cielo que se veía a través de la estrecha calle.
—Bueno, yo tengo una casa muy grande, en la que casi no estoy y tengo una cocinera que siempre se queja de que está sola y no tiene quién la ayude. Tal vez te apetezca vivir allí, a mí no me importaría.
—¿Y por qué habría de hacer eso por mí? A nadie le importa una pobre huérfana.
Él la miró fijamente. Ella también se había sentado, tenía la espalda apoyada en la pared y miraba fijamente sus pies descalzos mientras movía los dedos.
—No todos somos iguales.
—Tal vez quiera que vaya para luego matarme o cosas peores.
Hersir rompió a reír.
Ella le miró asombrada.
—Entiende esto, pequeña, si hubiera querido matarte, ya estarías muerta.
—Oh… entonces puedo probar. Si no me gusta, ¿me podré ir?
—Eres libre de hacer lo que te plazca.
Entonces la muchacha se puso en pie y le ofreció la mano a ese señor tan bien vestido y tan extraño. Él la aceptó y se levantó.
—Pues vamos entonces.”
—Creo que me enamoré de ti en ese mismo instante. –Le confió ella.
— ¿En serio? Yo pensé que lo que te atrajo de mi fueron mis brillantes zapatos…
Alissa rompió a reír.
—Eso también.
Unos golpes en la puerta los devolvieron a la vida real.
— ¿Quién será? –Preguntó ella.
—No tengo ni idea, no espero a nadie.
Escucharon como el mayordomo abría la puerta y la poderosa voz de Onuris.
Hersir se quedó quiero durante unos segundos. Después se levantó y se vistió corriendo.
Alissa le miraba fijamente. Él no hablaba, se puso las botas y se acercó a la puerta del dormitorio, la abrió y se giró hacia la mujer.
—Prepárate esposa, vas a conocer a tu suegro. –Le dijo mientras le guiñaba un ojo juguetón y salía de la habitación.
¿Su suegro? ¿Acaso tenía suegro? ¿Cómo era posible que fuera a conocer a su suegro si en todos los años que llevaban juntos él nunca se lo había mencionado? Furiosa e intrigada se puso en pie y se vistió. Hersir iba a tener problemas, eso no quedaría así…
—Hola Onuris –le saludó en cuanto entró en el salón, su padre estaba apoyado en la repisa de la chimenea despreocupadamente— ¿Qué te trae por aquí?
El antiguo lo miró con los ojos muy abiertos.
— ¿Acaso no puedo venir a visitar a mi hijo?
—No es eso, pero hace siglos que no pisas esta casa, me resulta extraño, nada más.
Onuris alzó la vista hacia una de las paredes y observó un cuadro a tamaño natural de su amada Karina. Después volvió a prestar atención a Hersir.
—Estaba cansado y no tenía ganas de estar solo. He pasado gran parte de la noche planeando junto a Agnus. Ya estoy mayor para estas cosas…
Hersir rompió a reír a carcajadas.
— ¿Qué te hace tanta gracia, muchacho?
—Pues tú. Muy mayor para estas cosas… tú naciste para estas cosas Onuris, solo que has preferido, con el paso del tiempo, desentenderte.
—Tal vez tengas razón. –Le dijo mientras se acercaba hasta la licorera y se servía una copa de licor. Se la bebió de un trago y rápidamente se sirvió otra.
Hersir escuchó los delicados pasos de Alissa bajando las escaleras. Había llegado el momento.
—Tengo una sorpresa para ti, padre.
— ¿Una sorpresa? –Preguntó Onuris con los ojos brillantes de ilusión.
—Sí. –Le contestó mientras Alissa entraba al salón.
Su sola presencia causaba estragos en el cuerpo de Hersir. ¡Era tan hermosa! Se había vestido con un precioso vestido de seda verde y llevaba el pelo suelto y en todo su esplendor.
Onuris la miró impresionado, la mujer que estaba ante él era realmente una belleza.
Hersir extendió su mano y la mujer la aceptó. La acercó, con un suave empujó, hasta su cuerpo.
—Padre, te presento a mi esposa, Alissa.
Los ojos de Onuris se abrieron debido a la impresión, al igual que su boca. La copa de fino cristal resbaló de sus manos y cayó al suelo con un estrépito de cristales rotos. Nadie se movió.
— ¿Tu esposa?
Los ojos de Onuris cambiaron sutilmente de color y Hersir se posicionó frente a su mujer, cubriéndola con su propio cuerpo.
— ¿Tu esposa? ¿Cómo es posible que tengas una esposa y yo no sepa nada? ¿Cuánto tiempo lleváis casados?
Nadie contestó.
—Hersir… cuanto tiempo lleváis casados.
—Pues casi doscientos años.
— ¿¡Doscientos años!? ¿Y por qué yo me entero ahora?
—Bueno… estaba sumergido en tu tiempo de luto, pensé que no debía molestarte.
— ¿Y no pensaste, pedazo de asno, que quizá la presencia de una nueva hija pudieran aliviar en algo el dolor que sentía por la pérdida de Karina?
Los ojos de Hersir se abrieron desmesuradamente. Comenzó a balbucear, pero no consiguió articular palabra.
Onuris se acercó hasta la chimenea. Apoyó su codo en la repisa y se frotó los ojos con fruición. Después se giró tan tranquilo.
Extendió su mano hacia la mujer.
—Ven querida, siéntate a mi lado.
Alissa miró interrogante a su esposo y este afirmó con la cabeza. Ella se acercó hasta Onuris y aceptó su mano. Él la llevó hasta uno de los sofás y ambos se sentaron.
—Bien, vamos a conocernos un poco más. Eres muy hermosa, no entiendo que es lo que viste en este animal. –Le dijo.
Ella abrió los ojos en señal de sorpresa, pero no contestó.
—Dime, ¿cuál es tu nombre, preciosa?
—Alissa…
—Umm… muy bonito, sí señor. ¿Cuándo conociste a la bestia de mi hijo?
— ¡Onuris! –gruñó Hersir.
—Silencio, estoy hablando con esta dulce señorita, cuando hable contigo ya lo sabrás.
Dirigió su mirada hacia la mujer esperando su respuesta.
—Bueno, la primera vez que le vi fue en la calle, yo no era más que una niña y estaba pidiendo dinero para comer… él me encontró y me dio un techo, comida y ropa.
—Ah… ya entiendo. Por agradecimiento. Eso lo explica todo.
— ¡Onuris! –gritó Hersir.
El aludido rompió a reír a carcajadas viendo el enfado de su hijo.
Cogió las manos de la mujer con delicadeza y las entrecerró entre las suyas.
—Me alegro de que al fin, mi hijo haya encontrado a la mujer que le haga feliz. Bienvenida a la familia, hija. –le dijo mientras la abrazaba.
Los ojos de la mujer se inundaron de lágrimas y dejó que el duro cuerpo de Onuris la reconfortara.
— ¿Tuviste una grandiosa fiesta de bodas?
—No.
— ¿No? –preguntó mientras se apartaba y miraba a su hijo. – ¿Kaesios lo sabe?
—No. –Contestó Hersir.
Onuris movió la cabeza negativamente mientras murmuraba algo sobre la estupidez.
—Esto tiene que terminar, estoy más que harto de vuestros juegos de amor—odio. Ya no sois unos niños, debéis empezar a comportaros como adultos.
Hersir no dijo nada, solo le miró. Onuris volvió al tema que realmente importaba. Se dirigió hacia Alissa con una hermosa sonrisa en su maravilloso rostro.
—No te preocupes querida, tendrás una gran fiesta. Ya me encargo yo.
—Onuris, no creo que este sea el momento adecuado para la celebración de una fiesta.
—Pues claro que no, porque el momento fue hace doscientos años, pero como tú no has sido capaz de regalarle eso a tu esposa, ahora me toca a mí arreglar tu estupidez, como siempre.
—Onuris... entiendo tu malestar, pero en serio, no es el momento adecuado. No podemos hacer una gran celebración y reunir a todos los Oscuros en el mismo sitio, no es seguro.
—Tú y tu mente pensante... —contestó el antiguo algo molesto — Hay cosas más importantes que esta futura guerra.
—Ahora mismo no. Si Baldur se entera, estamos perdidos. No es el momento...
El antiguo miró a su hijo pensativo. El muchacho tenía razón, no era un buen momento para una gran celebración.
—No importa, podemos posponer la gran fiesta y realizar una pequeña y familiar.
—Onuris...
—Ya basta, Hersir. Resultas de lo más molesto. Deseo una fiesta para tu esposa y la voy a hacer, no será la que a mí me gustaría, pero lo convertiremos en un motivo para la unión y la bienvenida a un nuevo miembro familiar.
Hersir suspiró frustrado.
Onuris abrazó de nuevo a Alissa y se puso en pie.
—Tendrás noticias mías. –Le dijo a su hijo mientras se marchaba.
Los dos se quedaron quietos y escucharon el sonido de la puerta cuando la cerró con demasiada fuerza y los comentarios que el antiguo murmuraba sobre desagradecidos, la estupidez y arreglar él los platos rotos…
— ¿Te ha llamado asno? —preguntó Alissa con calma.
—Creo que sí.
— ¿Y bestia?
—Sí.
—Mmm... Creo que tu padre me va a caer muy bien. —le dijo mientras un brillo malicioso hacía aparición en los maravillosos ojos de la vampiresa.