CAPÍTULO 19

 

 

 

 

 

Irina salió del salón hecha una furia. Como odiaba cuando Kaesios la ponía en evidencia, y más aún, delante de todos los demás.

Suspiró frustrada. A su mente vinieron imágenes del día que le conoció.

“—Más vale que te sepas comportar Irina, esta no es una reunión de amigos, aquí están los más antiguos y ellos son impredecibles, los únicos que pueden acabar con uno de nosotros sin apenas pestañear.

No te preocupes Silvana, me has enseñado bien. Te seguiré y te imitaré.

Más nos vale, a las dos.

Avanzaron con calma por el enorme salón. Los Oscuros vagaban a sus anchas por el lugar, en calma. Había círculos de grupos que hablaban tranquilos y otros iban y venía de aquí para allá, hablando con todos pero sin unirse a ningún grupo.

Irina miró a su alrededor. Ella había vivido con Silvana desde su conversión en el campo. Nunca había estado en un lugar tan hermoso. Cada lugar en el que ponía los ojos, llamaba su atención. Pinturas, cerámicas, muebles, candelabros… todo eran piezas únicas y sin ningún lugar a dudas, costosas. Pero los Oscuros apenas prestaban atención al dinero, vivían demasiado tiempo y acababan amasando inmensas fortunas. Solo pensaban en poseer aquello que les gustara, sin pensar en costos.

Las piezas de oro relucientes, brillaban por encima de los muebles de madera pulida y brillante. Nadie tenía miedo a ser robado.

 

Suspiró ilusionada. Hasta hoy, Silvana no había pensado que estaba preparada para salir de su tranquilo hogar, así que no conocía nada del mundo ni de las criaturas que lo habitaban, más allá de las personas que conocía en su vida humana.

De pronto lo vio. Apoyado despreocupadamente en una barandilla del piso superior, mirando con fingido aburrimiento, todo lo que le rodeaba.

Irina se detuvo en el acto y lo observó con calma. Era el ser más apuesto que  había visto jamás. Sus ojos azules, como el cielo despejado de una mañana de invierno, lo miraban todo. Sus hermosos labios estaban fruncidos, como si lo que estuviera viendo no le agradara lo más mínimo. Su pelo negro, lucía algo largo y despeinado, confiriéndole un toque travieso. Su cuerpo, fuerte, tenso y musculado la dejaron sin respiración.

Una mujer se acercó hasta él y le puso la mano en el hombro. Él se giró ante el contacto y al ver a la mujer una amplia y maravillosa sonrisa asomó a sus labios.

Ése es Kaesios –le dijo Silvana que seguía su mirada— Es un antiguo. Se cuentan muchas cosas de él. Es uno de los más fuertes y más importantes. Su familia es de las más antiguas y poderosas. Los que le conocen dicen que es frio y despiadado, y posee una inteligencia superior.

— ¿Y la mujer?

Ah… ella es Karina, su hermana. Están muy unidos, es la única que puede acercarse lo suficiente a él.

Volvió a observar a Kaesios, él hablaban con su hermana en susurros, pero su rostro había mudado completamente, parecía más joven, más apuesto, más humano.

—No debes acercarte a ellos, ¿entiendes Irina? No los provoques, no podré salvarte. No de ellos.

Tranquila –Le dijo, pero acababa de decidir qué haría cualquier cosa para que Kaesios fuese suyo.”

Volvió a la realidad y se dio cuenta de hasta dónde la habían llevado sus pasos. Estaba frente a la casa de Kaesios.

Miró fijamente la casa, su visión privilegiada la permitía ver con claridad desde esa distancia. Respiró profundo y… el olor de la humana se apoderó de sus sentidos. Una rabia intensa inundó su cuerpo. Comenzó a temblar. Los celos la comían por dentro. No podía permitir que Kaesios la rechazara y menos por una simple mortal. Observó más fijamente y pudo divisar su silueta a través de las ventanas del salón. Estaba desayunando tan tranquila.

Un pensamiento pasó fugaz por su mente.

Entrar en la casa, matar a la humana y salir tan campante.

 

 

 

La reunión se alargó más de lo esperado. Todos hablaban a la vez y las cosas no llegaban a solucionarse. Nadie daba su brazo a torcer.

Kaesios, sentado en su sitio, miraba a su alrededor indiferente. No participaba en la retahíla de voces y comentarios que se oían por todas partes.

Las puertas permanecían abiertas y los vampiros inferiores salían y entraban con noticias para sus superiores.

Al menos Baldur no les pillaría desprevenidos.

Las voces subieron varios tonos más. Kaesios miró al maestro. Estaba sentado, mostrando calma, mientras intentaba escuchar todo lo que se decía.

—Así no llegaremos a ninguna parte, Maestro.

Bien que lo sé, Kaesios. Pero voy a dejarles unos minutos más, para que se desfoguen y sean escuchados.

Kaesios miró a su padre, estaba tan tranquilo, observando todo con ojos calculadores. Onuris poseía fuerza, poder, inteligencia, y algo más importante aún, paciencia. Era uno de los pocos Oscuros que no disfrutaba alterando el orden de las cosas, según él, todo sucedía cuando debía suceder.

Sin duda, Onuris y Angus se habían reunido después de dejar a la sacerdotisa sana y salva en su monasterio. Los detalles desvelados por Lyris cambiaban el curso de las cosas. Sus visiones habían revelado una traición mayor de lo esperado y no podían quedarse de brazos cruzados. Por eso le extrañaba que el Maestro estuviera sentado tranquilamente y dejaba a los Oscuros discutir, cuando estaba seguro de que ya había tomado una decisión.

Cuando lo creyó oportuno, Angus se incorporó y toda la sala fue silenciándose poco a poco.

Los vampiros que se habían puesto en pie para replicar y hacerse oír entre todos los demás, tomaron asiento.

Debemos tomar una decisión. Y de esta forma, nunca llegaremos a un consenso. Tenía planeado dejaros hablar por turnos, pero las cosas se han precipitado y me he visto obligado a cambiar de parecer. Sé de una fuente muy fiable, más de lo que imagináis, muchas cosas y las noticias que os traigo no son en absoluto esperanzadoras. Entre nosotros germina la semilla de la traición. Un Oscuro ha osado conspirar contra la raza aliándose con el enemigo. Mientras nos manteníamos reunidos en absoluto secreto, uno de los aquí presentes, transmitía todo lo hablado a Baldur. Al final, la sospecha de Kaesios se ha visto fundamentada. Para mi resulta tremendamente triste —el Maestro se movió lentamente por la sala, frotándose los ojos con fruición. Hizo una señal a uno de sus sirvientes y éste cerró las puertas inmediatamente. Un murmullo de sorpresa se escuchó en la sala— Muy triste sí, aunque no lo creáis. Os conozco a todos desde hace siglos. Somos una raza solitaria y traicionera, todos sabemos que nos cuesta controlarnos, por eso puse unas normas básicas de convivencia, para que la vida entre nosotros fuera más sencilla y menos sangrienta. Una de esas normas era que si perteneces al consejo, debes serle fiel, pues el consejo es la máxima autoridad y habla en nombre de la mayoría, pensando siempre en el bien de todos. La traición, como todos sabéis, se paga con la muerte.

El murmullo se detuvo en el acto.

Kaesios miró fijamente al Maestro que caminaba despacio, hablando como si estuviera contando un cuento, en vez de impartir justicia y en consecuencia la muerte, a uno de los suyos.

La Sacerdotisa había sido clara, no había tenido ningún reparo en contar a Onuris todo lo que sus visiones le habían revelado. El futuro incierto, los planes decididos y los caminos a tomar. Su ayuda jamás sería agradecida como realmente se merecía.

—Durante siglos, he impartido justicia entre nosotros, he intentado, por encima de todas las cosas ser justo. Siempre he puesto el castigo acorde al delito. Nunca me tembló la mano a la hora de conceder vida o muerte. Pero hoy me siento apenado. Muy apenado. Porque el Oscuro al que tengo que condenar, ha sido considerado por mi persona, como un amigo.

Los ojos vivos e inteligentes de Angus, se posaron en los de Ayman. El vampiro se tambaleó. Sabía que, rodeado de sus iguales, no había escapatoria. Le habían descubierto y estaba condenado. Su futuro terminaba ahí, en ese momento. Durante unos segundos, mientras miraba fijamente los fríos ojos del que antaño fuera su amigo, sintió una punzada que identificó como arrepentimiento, pero él era consciente de lo que hacía cuando se dejó embaucar por las promesas de Baldur.

Se puso en pie.

Haz lo que tengas que hacer, Angus.

Eso es lo que tenía pensado, Ayman.

Se acercó hasta él a una velocidad pasmosa y sin pestañear le arrancó la cabeza. El cuerpo mutilado cayó sin vida con un estruendo sordo, que resonó en toda la sala. Ningún vampiro osó replicar.

Angus miró el cuerpo del que fue su amigo, durante unos instantes. Luego levantó la mirada y ordenó que se llevaran el cadáver. Se encaminó hacia su sitio mientras un sirviente se aproximaba a él con una palangana llena de agua.

Se lavó las manos y la cara que estaba salpicada de sangre y después, como si no hubiera pasado nada, se sentó entre Onuris y Kaesios.

El olor a sangre alteró a más de un vampiro, sobre todo a los más jóvenes, los colmillos les crecieron sin poder evitarlo y un siseo múltiple inundó la sala. Los más ancianos intentaban calmarlos.

Después de sacar el cuerpo de Ayman y de limpiar el estropicio causado, durante unos minutos, nadie habló.

Todos los asistentes tenían sus miradas fijas en el Gran Maestro. Él no parecía advertirlo y se sumió en sus pensamientos.

Fue Kaesios quien llamó su atención.

Maestro.

Angus levantó la mirada y la clavó en el Oscuro y éste le hizo un gesto con las cejas para que observara la sala.

El Maestro volvió a la realidad. Suspiró y se puso en pie. Su túnica, antes tan blanca que cegaba, ahora mostraba gotas de sangre esparcidas por casi toda su superficie.

Os debo una explicación. Por suerte, tenemos amigos poderosos que no dudan a la hora de ayudarnos. Nos han sido revelados los planes de Baldur. Su venganza no es exclusiva a los humanos, una vez sometidos, su furia se volverá contra nosotros. Ha creado un ejército de neófitos solamente para poder vencernos. Sus ansias de poder no tiene límites, así que me veo en la obligación de imponérselos yo. Si alguno de vosotros desea unirse a él, está en su derecho. Le pido amablemente que abandone la sala, porque si se queda y nos traiciona recibirá el mismo castigo que Ayman.

Miró uno a uno a todos los presentes.

— ¿Cómo sabemos que dices la verdad? ¿Quién te informó de los planes de Baldur? Porque conociéndole como le conocemos no se los habrá comentado a nadie.

Tus dudas son razonables –contestó Angus— Supongo que con lo que estamos viviendo, es lógico que nadie se fie de nadie y que necesitéis pruebas de mis palabras…

El vampiro agachó la cabeza, avergonzado.

—Lo siento, Maestro. Mi intención no era dudar de ti.

Sí, soy consciente de ello. Tenemos aliados poderosos que ven más allá de los días, lo que pasó y puede pasar. La magia y los poderes de la naturaleza están de nuestra parte, siempre y cuando apoyemos a los humanos. Ésa es la condición de la Suma Sacerdotisa Lyris.

Los vampiros exclamaron sorprendidos. La Sacerdotisa era la mujer más poderosa, la única capaz de quitar la vida a cualquier ser sin tocarle siquiera. Sus poderes eran inmensos, respetados y temidos. No salía de su círculo de protección, porque su sangre era demasiado tentadora para los vampiros.

—Ahora pues, debemos tomar una decisión. Nos unimos a la batalla o esperamos nuestro turno.

La deuda
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