CAPITULO 24

 

 

 

 

 

Katherina se miraba en el espejo una y otra vez, no estaba segura de si su apariencia era la adecuada para ese tipo de fiestas. Jamás había asistido a una boda y menos de un Oscuro. Le había pedido a Kaesios el no ir, pero él se había negado en redondo. No tenía alternativa.

Su vestido era sencillo, de un color verde pálido, con bordados en color oro y un bonito collar de diamantes a juego con unos pendientes que Kaesios le había regalado para la ocasión. Llevaba el pelo recogido en un intrincado moño adornado con perlas. El vestido se ajustaba en el pecho pero luego caía suelto hasta los pies. Se veía bonita, pero no tanto como las mujeres vampiresas.

Dudaba mucho de la decisión de Kaesios. Ella, una mortal, en una celebración tan íntima de dos Oscuros...

Sabía que Kaesios cuidaría de ella y que si pensara que había peligro, jamás la dejaría ir, sin embargo no se sentía en absoluto segura.

Se miró una última vez y se dispuso a salir de la habitación. Se acercó hasta las escaleras. A bajo, Kaesios y Aidan la estaban esperando. Hablaban de sus cosas, pero cuando se dieron cuenta de su presencia, se callaron en el acto. Kaesios se acercó hasta el último escalón y la miró fijamente. Jamás había visto a una mujer tan hermosa. Sus ojos brillaban expectantes. Notaba que el corazón de la mujer latía con demasiada rapidez. Estaba nerviosa. Él extendió la mano y la indicó que bajara. Sin decir nada, ella obedeció.

Estás realmente arrebatadora. —Le dijo en un susurro cuando llegó hasta él.

Katherina se ruborizó y sonrió.

—Tú también estás muy guapo... —Contestó.

Aidan carraspeó para llamar la atención.

—Todos estamos muy guapos, ¿Nos vamos?

Kaesios sonrió sin dejar de mirar a Katherina y a ella se le paró el corazón al verle. ¡Era tan increíblemente atractivo!

Con un suspiro bajó el último escalón y se pusieron en marcha.

Durante el trayecto en el carruaje apenas hablaron. Aidan estaba sumido en sus pensamientos, Kaesios no apartaba la mirada del rostro de Katherina y ella, incómoda, se contemplaba las manos en el regazo.

— ¿Dónde se celebra la ceremonia? —Preguntó al fin.

En la casa de Hersir. Es muy grande, te va a gustar, está a las afueras de la ciudad, a mi hermano no le gusta compartir espacio con otros seres, por eso prefiere la soledad del campo.

Es extraño que no te haya dicho nada, ¿no? —Le preguntó Aidan. —Me refiero a que casarse es algo muy importante.

Supongo que será igual de importante para los Oscuros como para los humanos, ¿No?

Bueno, Katherina, no es igual. —Respondió Kaesios.

¿Y eso?

Para los humanos hay varios motivos para contraer matrimonio. Pueden ser por amor, por compromiso entre familias, como pago por alguna deuda, para afianzar alianzas... etcétera. Sin embargo para los oscuros solo hay un motivo y ése es que has encontrado a la pareja perfecta.

Ella le miró extrañada.

—Aunque nuestra vida es muy larga, la mayoría del tiempo solemos estar solos. Las relaciones entre nosotros no son algo corriente, salvo excepciones. Somos independientes, fríos, egoístas... no solemos confiar en nadie más y menos en los de nuestra especie, por eso, encontrar a nuestra pareja ideal es muy difícil.

Entiendo... ¿y si nunca la encontráis?

Pues estaremos solos durante muchos años. —contestó Aidan.

Pero eso es muy triste...

No, en realidad no, es nuestra naturaleza. Aunque claro, si encontramos a nuestra media naranja nuestra vida se torna más placentera y mucho más gratificante. —Dijo mientras sonreía pícaramente.

¿Y por qué no te ha dicho nada de su boda? ¿Sabías que había encontrado a su mujer ideal?

Kaesios miró por la ventanilla al exterior. Su rostro ya no era juguetón, se volvió más oscuro y triste.

—Mi hermano y yo hace mucho tiempo que no nos llevamos bien.

—No nos podemos ir, Kaesios. Hersir no aparece por ningún lado. ¿Qué pasó anoche?

Le seguí. Había quedado con Shamira. No había perdido la esperanza de convertirla y llevarla con nosotros...

Este muchacho. No me hizo ni caso.

Onuris comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación. Su rostro, normalmente afable y risueño,  mostraba preocupación.

— ¿Crees que seguirá pensando lo mismo ahora? —Le preguntó.

No creo, ayer la muchacha vio lo que somos en realidad y huyó aterrada.

Debemos encontrarlo antes de que comenta una locura. Onuris, Hersir está irreconocible, debemos cuidar de él.

Lo sé, lo sé Karina. Salgamos y busquémosle, el primero que lo encuentre que lo traiga aquí.

Los tres salieron y comenzaron a buscar por todas partes.

Kaesios avanzó desesperado hasta la casa de Shamira. Con la agilidad propia de los de su especie, se coló en el jardín, sin apenas hacer ruido.

Se encontró con gritos de dolor y palabras inconexas.

Se detuvo detrás de un árbol y escuchó. Shamira había desaparecido.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Kaesios. ¿Acaso Hersir había sido capaz? Sin dar crédito volvió a saltar el muro y corrió por las calles empedradas, buscando algún rastro, algo que lo llevara hasta su hermano.

Pudo distinguir el suave aroma de Shamira. Como un perro de caza se dispuso a seguirlo. Le llevaba hasta el río. Cuando estaba saliendo de la última calle del pueblo, el aroma de Hersir se hizo más intenso. Estaba cerca, muy cerca.

— ¡Hersir! —Gritó Kaesios— ¡Hersir!

No hubo respuesta. En unos segundos, tanto Onuris como Karina aparecieron.

—El rastro nos ha traído hasta aquí. —Dijo ella.

No me responde.

No os preocupéis. Está cerca. Lo sé. —Les informó Onuris.

Onuris, la muchacha ha desaparecido...

Los ojos del antiguo se entrecerraron mientras observaba las cristalinas aguas del río moverse en la corriente. Avanzó despacio, siguiendo el rastro.

No tardó mucho en encontrarlo. Estaba arrodillado, en la orilla del río. Llorando. En sus brazos el cuerpo frío e inerte de Shamira.

Onuris procedió con cautela. No sabía cómo reaccionaría Hersir ante su intrusión. Indicó a sus hijos que permanecieran lejos y se acercó hasta él muy despacio. Después, cuando estuvo en su campo de visión, se sentó a su lado.

— ¿Qué ha sucedido, hijo?

Él mecía el cuerpo como si se tratara de un niño.

—Está muerta... —murmuró.

— ¿Qué ha pasado?

Hersir continuó durante unos momentos abrazando el cuerpo y besando la cara de Shamira.

—No pude hacer nada... lo intenté... pero no pude... —Sus sollozos era desgarradores.

Onuris puso su mano en el hombro de Hersir y se lo apretó en un gesto que impartía cariño y fuerza.

—Cuéntamelo...

Apretó un poco más el cuerpo de la mujer contra él.

—Me fui, lo hice... cuando ella se marchó yo decidí que la dejaría ir a pesar de que sentí que me partiría en dos... pero luego sentí la necesidad de verla, una última vez. Necesitaba escuchar su voz, ver sus ojos, su sonrisa... la necesitaba Onuris y la busqué. Me colé en su casa, en su habitación, pero ella no estaba allí. Me asusté. Corrí por las calles, escuchando, rastreando su olor... lo encontré, ella se había dirigido hacia el río... ¿Qué locura la había llevado hasta allí?... —Miró el rostro de la mujer y se lo acarició con extrema dulzura — La llamé, suavemente, para no asustarla. Estaba mirando el reflejo de la luna en el agua. Se giró y me miró. Jamás nadie me había mirado así. Me temía... estaba aterrada... traté de tranquilizarla, le dije que jamás le haría daño, que era el mismo que la visitaba en el jardín, que la amo, que haría cualquier cosa por verla sonreír... me acerqué y ella retrocedió. Cayó al río. Me tiré inmediatamente, pero no pude encontrarla. Me zambullí y recorrí todo el lugar, buscándola, la corriente se la había llevado. Cuando la encontré ya era tarde. No pude salvarla... ¡No pude salvarla! Soy un maldito inmortal y no pude salvar a la mujer de mi vida. —Gritó con furia.

Tanto Karina como Kaesios seguían en el mismo sitio, observando cómo su hermano daba rienda suelta a su dolor. Jamás sintieron tanta angustia como en aquél momento.

Onuris habló con calma.

Tenemos que llevarla a su casa. Su familia está preocupada, necesitan saber...

Hersir alzó el rostro surcado por las lágrimas y miró fijamente a su creador.

—Está muerta... ella está muerta...

—Lo sé hijo, lo sé. Esto que ahora sientes es terrible, ese dolor puede cegarte y destrozarte. Pero es hora de ser fuerte. Tú no eres responsable de nada, debes entenderlo. Ahora, lleva a la mujer a su casa y diles que la encontraste en la orilla.

Hersir volvió a apretar el cuerpo de Shamira y la besó. Su lamento era tan intenso, tan real que se clavó en el alma de los presentes. Jamás volverían a ser iguales, no después de eso. Aunque superaran la muerte de Shamira y Hersir volviera a ser el mismo, ese momento de pérdida y dolor permanecería vivo en sus mentes.

Hersir se puso en pie y se dirigió con paso lento hacia el pueblo, con la mujer que amaba muerta  entre sus brazos. Al pasar por sus hermanos miró a Kaesios con odio.

Jamás te perdonaré Kaesios, ella está muerta, ya nada puedo hacer, pero no olvidaré que el culpable eres tú. Mi vida será larga y solitaria. Espero que ahora seas feliz.

Hersir... yo... —Pero no pudo llegar a hablar pues su hermano ya no estaba junto a él.

Se le pasará, ya lo verás. Volverá a ser el mismo. —Les reconfortó Onuris, pero ninguno de ellos estaba seguro de que eso llegara a suceder.”

El lugar estaba bellamente decorado. Había flores por todas partes de todos los colores, con cintas a juego.  Era inmenso,  constaba de una casa enorme de dos plantas y un amplio jardín. Katherina se quedó maravillada ante tanto esplendor.

Kaesios la ayudó a bajar del coche y con paso lento entraron en la casa. Aidan iba tras ellos sin mediar palabra.

En la puerta Onuris les esperaba.

Bajó las escaleras al ver acercarse a Kaesios y Aidan. Les indicó que le siguieran y se los llevó a un rincón.

—Me alegra veros, muchachos. Hoy es un día importante, espero que sepáis comportaros. —les dijo.

Vaya, Onuris, ¿en serio? —Le contestó Kaesios. — Nos acabas de ver y ya nos estás regañando...

Lo siento hijo, pero no quiero que os peleéis, tiene que salir todo perfecto. La chica se lo merece.

¿Ya la conocías? —Le preguntó interesado Kaesios.

Me la presentó ayer, porque vine a visitarlo aquí y no tuvo otra opción el muy majadero... pero la mujer es la adecuada, lo sentí nada más verla. Quiero que sea un día perfecto para ella, ¿Lo entiendes?

Perfectamente.

Onuris reparó entonces, en la pequeña mujer que estaba entre los vampiros. Miró interrogante a Kaesios y éste carraspeó.

—Onuris... te presento a Katherina.

Puso la mano en la cintura de la mujer y la empujó dulcemente hacía el antiguo, que la miraba con los ojos entrecerrados y muy interesado.

Ella estaba un poco asustada. Sabía que Onuris era el ser que había convertido a Kaesios, que era uno de los más antiguos y poderosos, sin embargo no aparentaba más de veinticinco años, era muy alto, moreno y tenía unos preciosos ojos del color del ámbar, brillantes e inteligentes. Era un hombre muy atractivo, como caracterizaba a los de su raza. Su pelo negro muy corto le daba un aire aún más infantil. Pero su apariencia era engañosa. El antiguo desprendía un aura de fuerza y poder difícil de ocultar.  Se sintió de pronto muy pequeña, muy insignificante. Ese oscuro en especial, conocía más cosas de las que ningún humano conocería jamás, había vivido épocas, guerras, cambios durante siglos y siglos.

El antiguo extendió la mano y ella la aceptó. El contacto fue eléctrico, como si una pequeña descarga la hubiera atravesado todo el cuerpo mientras sus ojos no se apartaban de los de ella. La estaba evaluando. Fue consciente de eso en el mismo instante en el que sus manos se tocaron.

— ¿Y ella es...? —Preguntó sin apartar la mirada de la mujer.

Mi compañera. —Anunció Kaesios.

Las cejas del Oscuro se alzaron en señal de sorpresa, soltó delicadamente la mano de la mujer y dirigió su mirada hacia su hijo.

Aidan había dejado de respirar.

— ¿Tu compañera?

Así es.

Es humana...

Lo sé muy bien. —Respondió.

Y aun así la presentas como tu compañera...

Kaesios afirmó con la cabeza. Aguantó la mirada fija de su creador. Respetaba y amaba a Onuris, necesitaba de su aprobación, pero aunque no la tuviera había decidido que Katherina sería suya a pesar de las circunstancias. No podía pensar en estar lejos de ella y no lo deseaba. Onuris tenía el poder para intentar hacerle cambiar de opinión, lo sabía y por eso era tan importante que le diera en cierto modo, su consentimiento.

El antiguo permaneció en silencio durante unos instantes, sin duda pensando. Miraba de manera  intermitente de uno a otro.

¿Estás seguro de lo que haces, Kaesios? Ya hemos pasado por esto en otro tiempo.

La edad es un grado, Onuris. Soy consciente de la situación, pero también sé lo que siento, lo que quiero y lo que necesito... sin ninguna duda, es ella.

Bien... menuda sorpresa, está claro que no puedo permanecer lejos de vosotros demasiado tiempo, porque después os desmadráis y mira con lo que me encuentro... —Miró al pobre Aidan que estaba estupefacto, quieto y sin hablar — Y tú muchacho, ¿tienes algo importante que decirme? La ocasión es ahora.

Yo... eh... yo creo que no, Onuris, no.

Bien, tantas emociones pueden dañar mi maltrecho corazón. Ya estoy mayor para estas cosas...

Kaesios comenzó a reír a carcajadas y Katherina lo miró como si estuviera loco, la verdad es que tendría muchos años a sus espaldas, pero no parecía para nada, mayor.

—Vamos dentro. Los novios estarán ansiosos y nerviosos. Les he prohibido verse. Hersir debe estar echando espuma por la boca.

Onuris comenzó a caminar sin esperar al resto, consciente de que le seguirían sin pensárselo. Y fue eso mismo lo que pasó.

Kaesios cogió la mano de Katherina y se la apretó dulcemente, ella le miró y el oscuro le guiñó un ojo intentando tranquilizarla.

La muchacha suspiró. No alcanzaba a comprender lo que acababa de suceder, pero entendía que había sido muy importante, al menos para Kaesios.

Onuris los acompañó hasta una habitación vacía y cuando entró Aidan, el último, cerró tras él. Les indicó que se sentaran y él comenzó a dar vueltas por el lugar. Katherina no podía apartar los ojos del Oscuro, su belleza exótica la tenía completamente embelesada.

Después de unos momentos se detuvo frente a ellos. Los tres estaban ocupando el sillón central, la mujer en el medio de los oscuros.

—He tomado una decisión, Kaesios, que te incumbe básicamente a ti y a Hersir. Esta enemistad entre ambos queda zanjada, aquí y ahora. No aceptaré más ese comportamiento vuestro. O lo superáis por las buenas o me veré obligado a tomar otras medidas. Sea como fuere, esto terminó. ¿Queda claro?

Sí. Pero sabes de sobra que no soy yo el que propicia las disputas.

No quiero escusas. No me interesan. Os conozco bien, a los dos, sé más de lo que creéis, pensáis o imagináis. La decisión está tomada. Somos una familia y vamos a estar unida pase lo que pase. Nos cuidaremos y nos protegeremos. Como hacíamos antes, cuando estaba entre nosotros nuestra amada Karina. ¿De acuerdo?

Los oscuros asintieron sin hablar, pero Katherina notó las chispas que salían de los ojos de Kaesios.

—Hoy será la celebración de la boda de Hersir, pero también algo más que eso, será la celebración de nuestra unión como familia. Volveremos a ser la familia más poderosa

y temida, nadie podrá utilizar nuestras debilidades contra nosotros. Ahora, más que nunca, debemos permanecer unidos, y así será...

—Espero que hayas comentado con Hersir tus planes, sabes que él va por libre, normalmente...—le dijo Kaesios.

Los ojos de Onuris cambiaron de color durante unas milésimas de segundo, fue algo tan rápido que Katherina pensó que se lo había imaginado.

—He mantenido con él la misma conversación. Y hará lo que tiene que hacer, lo mismo que tú.

Las palabras salieron de la boca del oscuro con un tono de voz que no admitía replica. La mujer se quedó asombrada de que un hombre, en apariencia tan joven, con solo una palabra, pudiera someter a su voluntad a seres tan fuertes y poderosos. Se le puso la piel de gallina y un miedo frío le atravesó la espalda.  ¿Dónde demonios se había metido? Sus ojos se cruzaron con los de Onuris y se encogió un poquito más en el sillón para pasar lo más desapercibida posible, no sentía ningún deseo de enfadar al antiguo, sin duda provocar su furia sería algo terrible de presenciar y mucho más de sentir.

Aidan, sentado a su lado, apenas se movía. Katherina pensó que ni siquiera respiraba. Le miró de soslayo y el vampiro joven miraba al frente, tan quieto como solo un Oscuro podía estar.

Permanecieron en silencio durante unos segundos más. Después y como por arte de magia, Onuris mudó su rostro y en sus labios apareció la sonrisa más amplia y maravillosa que Katherina había visto jamás. Se quedó embelesada mirando la belleza elegante del antiguo. Su corazón empezó a latir con fuerza y los tres vampiros la miraron a la vez. Ella agachó la mirada ruborizada. Kaesios frunció el ceño.

— ¿Te ocurre algo?

Hum... nada, nada en absoluto.

No muy convencido, miró de nuevo a su creador.

—Bien, la muchacha vendrá conmigo, le voy a presentar a la novia.

Kaesios se puso en pie de un salto preocupado.

—La esposa de Hersir, ¿es de fiar? Quiero decir, ¿sabe controlarse?

Sí, Alissa es increíble, ya lo verás. Seguro que le gustará la presencia de una mujer en estos momentos.

Pero... —intentó protestar Kaesios.

Pero nada, no le pasará nada, te lo prometo. Ahora siéntate muchacho y espérame aquí.

Onuris agarró a Katherina de la mano y la puso en pie con delicadeza. Ella no pudo hacer nada más que obedecer.

Ambos salieron de la habitación y Kaesios se quedó preocupado mirando cómo se cerraba la puerta.

No te preocupes, seguro que Onuris sabe lo que hace. Jamás la pondría en peligro.

Eso ya lo sé... pero aun así...

¿Cuándo me lo ibas a decir?

El oscuro se giró y quedó frente a un enfadado Aidan.

— ¿Decir el qué?

Pues eso —dijo él mientras hacía aspavientos con las manos apuntando la puerta cerrada— Que ella es tu compañera, ¿No crees que debería saberlo?

Bueno, lo decidí esta noche, no tuve tiempo de contártelo.

¿Qué no tuviste tiempo...? Oh, venga Kaesios. Uno no decide de la noche a la mañana que va a pasar el resto de su vida con una mujer, eso no funciona así y lo sabes.

No te enfades Aidan. He estado bastante confuso y con todo el problema de Baldur no he podido centrarme en lo importante. Fue ayer, en el picnic cuando entendí que ella era la mujer adecuada. Y esta noche le he dado muchas vueltas al asunto, no va a ser fácil, lo sé, pero creo que merece la pena luchar por ella y eso es lo que pienso hacer.

No cabe duda de que has sorprendido a Onuris, veremos que planea él. Es imprevisible.

Bueno... ya veremos...

La puerta se abrió y entró Hersir. Durante unos segundos se quedó allí, quieto, mirándolos sin moverse y sin decir nada.

—Onuris me está volviendo loco —dijo al fin.

Kaesios y Aidan se miraron entre sí y comenzaron a reírse a carcajadas.

 

 

 

 

 

La deuda
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