CAPÍTULO 12

 

 

 

 

Subió a su habitación, el desasosiego lo acompañó durante el trayecto. Debía lavarse y cambiarse, para bajar a desayunar de una manera presentable. Después de tantos años, o mejor dicho, siglos, las reglas de la etiqueta aún le perseguían.

Se acomodó como siempre frente al ventanal. Le gustaban las ventanas, adoraba asomarse a ellas y contemplar la magia que había en el exterior. La luz del sol le calentó el rostro.

Katherina no se hizo esperar, a los pocos minutos ya estaba atravesando la puerta del comedor. Kaesios se giró despacio. La visión de la mujer lo fascinó. Cuanto más la miraba, más le gustaba. Sus ojos verdes como el musgo, reflejaban el brillo de los rayos del sol. Su rostro, dulce y sonrosado, su cuerpo escultural cubierto por un vestido de fina seda de color crema y con un bonito bordado dorado. Solo hacían que realzar aún más su singular belleza. ¡Y sus labios! Qué decir de sus labios, rojos como las fresas maduras, llenos y suaves. Kaesios podía sentir su maravillosa textura y sabor. Un sabor especial, dulce y a la vez adictivo. Tenerla cerca y no poderla besar era sin duda una de las mayores torturas que él había tenido que soportar.

Se acercó hasta ella sin decir nada, le ofreció la mano, que ella aceptó, y la acompañó hasta la mesa.

Su tacto le aturdía y su olor, a flores silvestres, le elevaba hasta el paraíso.

 

Ambos se sentaron y Kaesios ordenó que comenzaran a servir.

Mientras servían el zumo en las copas, él no pudo evitar mirarla. Notó que el corazón de la mujer latía más deprisa de lo normal, pensó que sería debido a su propia presencia. El ego siempre presente…

— ¿Habéis dormido bien? —Le preguntó al fin.

Pues lo cierto es que hoy no mucho.

El Oscuro se acomodó en su silla y apoyó las manos entrecruzadas frente a él.

— ¿Puedo saber el motivo?

Katherina suspiró frustrada.

—No lo sé muy bien.

¿Hay algo que os perturba? Si me lo contáis, tal vez pueda solucionarlo.

Katherina alzó la mirada del plato y la clavó en los cristalinos ojos de Kaesios. Se armó de valor y decidió que este era el mejor momento para aclarar las cosas.

—Kaesios, me paso el día encerrada, entre mi habitación, la biblioteca y el jardín. No hablo con nadie más que contigo y con Aidan, no tengo más entretenimiento que la lectura y los paseos rutinarios por la fortaleza. Me aburro. Mucho. Si sigo durante más tiempo en esta situación, es probable que me vuelva loca.

Kaesios abrió los ojos debido a la sorpresa. Katherina se veía enfadada y molesta. Otra faceta más de ella que no conocía.

—Debo pedirte disculpas. A veces me olvido de que los humanos necesitáis mantener un contacto continuado con otros humanos.

¿Los humanos? ¿Acaso los señores de la noche no disfrutan de la compañía de otros seres?

No. Los de mi especie somos capaces de pasar años en total soledad sin ansiar ningún tipo de contacto.

¿En serio?

Sí.

Ella volvió a prestar atención a su plato, pero su mente estaba en ebullición.

¿Os molesta mi presencia?

Kaesios, que seguía en la misma postura despreocupada, no se movió. Pero algo en su interior sí.

—No.

Pero, acabáis de decir que podéis pasar años enteros en la más absoluta soledad, entonces, cuando estáis rodeado de gente, debe incomodaros…

Los Oscuros pasamos por etapas en nuestra vida, como los humanos. Al principio debemos estar acompañados por un maestro o un guardián, depende de cómo se mire, que nos enseñe a controlar nuestros impulsos y nos conceda la fuerza de voluntad que nos falta, para no cometer locuras y barbaridades. Después, cuando nuestro aprendizaje queda completado, nos dejan vivir libremente, a nuestro modo. Es ahí cuando cada uno busca el lugar y la ocupación que más le guste. Para encontrarla, a veces es necesario estar solo, meditar. Nuestra vida es muy larga, el tiempo no se ve como algo contra lo que tenemos que luchar, porque sabemos que al fin y al cabo, terminaremos recuperando el tiempo perdido. Después de elegir, simplemente vivimos, como más nos guste. Si yo decidí vivir en un castillo, rodeado de humanos, significa que es esto lo que más me apetece. Así que no, no me molesta tener a gente a mí alrededor. Cuando necesite de soledad sé muy bien dónde encontrarla. Lo que si es cierto, es que a veces estoy tan ocupado en mis propias cosas que no recuerdo que los humanos sois diferentes y necesitáis otras cosas…

Katherina solo pudo afirmar con la cabeza.

—Adriel me dijo que nunca ha habido una mujer en este castillo que fuera tratada de la misma manera que se me trata a mí.

¿Adriel? ¿Has hablado con Adriel?

La muchacha se encogió ante el tono duro del Oscuro. Su corazón comenzó a latir muy rápido. Tuvo miedo. Sabía del carácter impulsivo de los vampiros y temía que arremetiera contra el pobre Adriel.

—Sí. Se portó muy bien conmigo.

Ya… me lo imagino.

Y bien que se lo imaginaba. Adriel, un hombre atractivo para las mujeres y con el encanto suficiente para hacer que pierdan la cabeza por él. Kaesios sintió como la rabia crecía en su interior. ¿Qué le estaba pasando?

—No me gusta que hables con Adriel.

Ella se sorprendió ante las palabras del Oscuro.

— ¿Puedo preguntar por qué? No me pareció peligroso, y me trató con educación. Además, es el único que se ha atrevido a hablar conmigo.

Simplemente no me gusta. –contestó con el ceño fruncido.

Sintió unas ganas terribles de arrancar la hermosa cabeza de Adriel y separarla de su bien formado cuerpo masculino, pero permaneció sentado, en la misma posición, con el rostro inexpresivo.

Katherina volvió a suspirar.

Creo que esto no va a funcionar… —dijo en voz baja.

¿A qué te refieres? –Preguntó él interesado.

La muchacha centró su atención en la gran ventana que tenía en frente. Podía contemplar el jardín y la fuente central, soltando agua por la boca de una de las esculturas, que simulaba un hada de los bosques. El sol ya estaba alto e intentaba hacerse paso entre las nubes que comenzaban a cubrir el cielo, anunciando lluvia.

—Ya sé que no soy una invitada en tu casa, estoy aquí como el pago de una deuda, pero no dejo de ser humana y de estar viva. Tengo necesidades. Necesito respirar, alimentarme, dormir… pero también compañía, entretenimiento y libertad. Si me falta alguna de esas cosas… dejaré de ser yo para convertirme en una sombra de mí misma. ¿Entiendes?

Sí, lo entendía, y muy bien. Pero no dijo nada. Un terrible dolor apareció en su pecho. Ella necesitaba libertad, pero si él se la daba, la perdería y no podría soportarlo.

—Tengo una reunión importante dentro de un rato, tal vez me lleve parte del día e incluso la noche, pero en cuanto venga hablaremos de esto y lo solucionaremos. ¿De acuerdo?

Katherina sonrió y Kaesios sintió como algo cálido se apoderaba de su ser.

— ¿Podré hablar con Adriel?

¡No! –dijo en tono serio, su tono de voz ya no era suave, sino duro y dominante, no pudo contenerse.

La muchacha soltó una carcajada al ver la reacción del vampiro. Reía y reía, no podía parar. Y esa hermosa sonrisa se clavó en el pecho del Oscuro, con la misma fuerza que una daga en el corazón. Sin duda, estaba perdido.

 

 

 

Aidan suspiró ruidosamente. No le gustaba nada este tipo de reuniones. Los antiguos deseaban mostrar todo su poder y anteponer su voluntad a los de otros.

La soberbia era el peor rasgo de los señores Oscuros y al parecer con la edad no se disminuía.

Miró a todos los presentes, debatían entre ellos por todo, ahora tocaba el turno a si  realizaban una reunión  a puertas abiertas o cerradas. Kaesios había dejado claro que haría todo lo posible porque fuera a puertas abiertas, pero sin su presencia iba a ser una tarea bastante difícil. Solo esperaba que estuviera en la reunió a tiempo. Aidan se acercó más al Maestro, que estaba sentado y muy serio, mirando todo con sus ojos sabios y calculadores. Angus, el Maestro, era uno de los antiguos de más edad, pero su rostro era tan joven con el de un muchacho de veinte años. Pero nadie podía llevarse a engaños, Angus poseía más fuerza que muchos de los presentes y su ira no conocía límites. Se le consideraba uno de los más sabios y justos, no en vano, durante siglos, se dedicó a hacer justicia entre los de su raza. Siempre escuchaba las dos versiones de un conflicto, pensaba y meditaba durante días e incluso meses, un posible desenlace. No condenaba si no había suficientes pruebas en contra y si las había y el daño él lo consideraba como de muy grave, no tenía piedad. Ahora, después de siglos moviéndose por el mundo, impartiendo justicia, había aceptado el puesto de Gran Maestro en el consejo y era un cargo que estaba hecho para él.

Angus y Kaesios se conocían de los primeros días y habían peleado juntos en muchas batallas, cuando el mundo no era un lugar apacible y tranquilo. Cuando la supervivencia de la especie dependía de las victorias o derrotas en el campo de batalla. Desde entonces, siempre se habían tratado bien, con confianza, y eso en los de su raza, era algo muy raro de encontrar, pues si había criaturas en la tierra capaces de cambiar de idea como el aire de rumbo, esas sin duda eran los vampiros.

Miró una vez más a la puerta y seguía sin aparecer Kaesios. Empezó a frustrarse.

¿Llegará a tiempo? —Preguntó el Gran Maestro.

Sin duda.

Angus afirmó con la cabeza en señal de aprobación.

 

Me tengo que ir, tal vez luego podamos seguir hablando. –dijo Kaesios incorporándose en su asiento.

Kaesios, ¿algo va mal? –preguntó la muchacha muy seria.

¿Por qué preguntas eso?

Cada día te veo ir y venir a reuniones, Aidan anda por todas partes con sus papeles del brazo. Tengo el presentimiento de que algo está a punto de suceder y que vosotros no me decís nada…

Kaesios agachó la mirada y la clavó en los ojos de Katherina. Se la veía preocupada, pero no estaba seguro de si debía contárselo. Al final cedió al ruego mudo de la mujer.

—Es posible que los “Días Oscuros” se vuelvan a repetir.

La mujer abrió mucho los ojos y en su rostro se mostró la preocupación y el terror.

—Pero de momento estamos haciendo todo lo posible porque todo quede en un susto. –intentó tranquilizarla.

¿Una guerra? ¿Entre humanos y Oscuros? Eso será nuestro fin.

No… no es exactamente así. –Miró el reloj, era hora de marcharse, pero no quería dejarla preocupada— Mira Katherina, me tengo que ir, pero no debes preocuparte, los Oscuros estamos intentando parar todo esto antes de que sea demasiado tarde, cuando vuelva te lo explicaré todo, ¿de acuerdo?

Ella se puso en pie.

—Está bien. Te esperaré.

La tenía a tan solo un paso de distancia, notaba su calor y el olor a flores. Miró su rostro sonrosado y no pudo evitar acercarse y besarla. Fue un beso suave, una ligera caricia con los labios. Pero a Katherina se le aceleró el pulso y el corazón empezó a bombear con fuerza. Kaesios apoyó su frente en la de ella y con una mano le acarició el rostro.

—Luego hablamos.

Aspiró una vez más su aroma y se marchó, dejando a la mujer descolocada y acalorada.

 

 

 

Se asomó a la puerta y el espectáculo era digno de ver. Los más antiguos de la especie, los que supuestamente eran los “sabios”, voceaban como si fueran verduleras.

Kaesios entró en la sala con su habitual andar tranquilo. Su mirada recorrió todo el recinto a medida que se iba acercando a sus congéneres.

Al parecer no se os puede dejar solos, sois la vergüenza de la raza. –dijo en voz baja, pero sabía que todos le escucharían.

Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Cuarenta pares de ojos le miraron fijamente, algunos mostraban enfado, y otros, algo más.

— ¡Vaya! Te dignas a aparecer. — Le espetó Hersir— Y vienes seguido de tu habitual altanería y soberbia…

Al parecer, Hersir, no hay muchos en esta sala que dispongan de algo más que altanería y soberbia.

Un murmullo de rechazo se instaló en la sala.

—Kaesios, ven a mi lado y siéntate, te estábamos esperando. –le ordenó Angus.

El Oscuro obedeció.

—Ya estamos todos, es hora de comenzar la reunión. Lo primero que debemos debatir, es si la reunión debe ser a puerta cerrada o abierta.

Yo voto porque sea cerrada, ningún emisario de Baldur debe conocer lo que aquí hablamos. –dijo Ayman.

Eso estaría bien, si dentro de la sala no hubiera ningún hombre de Baldur… —espetó Kaesios.

Ayman se levantó enfadado y le apuntó con un dedo.

— ¿Insinúas que hay traidores entre nosotros? ¡Eso no te lo puedo consentir!

¡Calma Ayman! — Ordenó Angus— No debemos sacar las cosas de quicio.

Kaesios se puso en pie y comenzó a caminar por el lugar, mirando a los antiguos, uno por uno.

—Todos me conocéis bien, llevamos en este mundo demasiado tiempo. No soy de los que hablan sin saber y tampoco de los que consienten insultos sin agravio, sé que entre nosotros hay un traidor, un Oscuro que comenta ciertas cosas que aquí se hablan, a un hombre de Baldur, sé también cuáles son sus planes y por qué se pide tan fervientemente que la reunión sea a puerta cerrada y no abierta. Si hay algo que yo desprecio más que a nada, es a los traidores, y más a los traidores de la raza…

Los Oscuros se pusieron todos en pie y comenzaron a gritar a la vez, todos salvo Angus y Hersir, que miraba al que fue su hermano con curiosidad.

Kaesios esperó unos segundos y continúo hablando.

—La razón por la que se está pidiendo una reunión íntima y sin interrupciones, es porque Baldur desea atacar sin resistencia por nuestra parte. Si estamos todos aquí reunidos, juntos e incomunicados, él tendrá libertad de movimientos. Para cuando seamos conscientes de sus planes, ya sería demasiado tarde.

¡Mentira! –Gritó fuera de sí Ayman— Tú eres el único traidor aquí, deseas que todos cumplamos tu voluntad, no respetas la autoridad que representa el consejo ni a su superior, el Gran Maestro.

En menos de lo que dura un parpadeo, Kaesios estaba frente a Ayman y le sujetaba por el cuello, con tanta fuerza que comenzaba a escucharse el crujir de los huesos del cuello. El vampiro intentó con todas sus fuerzas apartar a Kaesios, pero la fuerza del Oscuro era muy superior a la suya y solo podía contemplar con horror como se avecinaba el final de sus días.

Aidan corrió a ponerse detrás del Oscuro, con cuidado de tocarle para no enfurecerlo aún más y comenzó a hablarle.

Kaesios, ¡detente! No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, Kaesios…

El Gran Maestro apareció junto a él y sin ningún temor le sujetó por el brazo con el que mantenía prisionero a Ayman. Kaesios miró con odio a Angus, el Maestro pudo comprobar que sus ojos ya no eran de su color azul habitual, así que procedió con cautela, Kaesios en ese estado era un ser muy peligroso.

—Kaesios, esta afrenta no quedará en el olvido, pero no será aquí ni ahora. Suéltalo. –le ordenó con voz firme Angus.

El Oscuro soltó su agarre y Ayman cayó al suelo con un ruido sordo, chorreando sangre por las heridas que le había infringido Kaesios con sus dedos.

—Muy bien, no será aquí ni ahora Ayman, pero nos veremos las caras y pagarás cara tu osadía, le debes la vida al

Gran Maestro, o por lo menos el aplazamiento de tus miserables días en este mundo.

Se dio media vuelta y con tranquilidad se sentó en su lugar correspondiente mientras se limpiaba las manos, manchadas de sangre con un pañuelo. Angus miró a Aidan a la cara y este le devolvió la mirada preocupado. Sin mediar palabra también ocupó su sitio, detrás de Kaesios.

El Gran Maestro tendió su mano hacia Ayman, que la apretó agradecido y se incorporó, sin dejar de presionar las heridas con la mano que le quedaba libre.

Angus hizo un gesto con la cabeza y en segundos estaban rodeados de más vampiros que prestos acudieron a curar el cuello de Ayman para poder continuar con la reunión.

Después de unos minutos, todo volvió a la normalidad. Angus ocupó su lugar y miró a todos a la cara, lentamente, si dejan a ninguno de los allí presentes.

—Todos hemos oído lo aquí expuesto. No puedo arriesgarme, aunque me sea muy difícil de creer, si entre nosotros hay un traidor. La reunión será a puertas abiertas. Estaremos todos comunicados en todo momento. Es mi decisión. No hay más que hablar.

Todos los antiguos se mantuvieron callados, aceptando la orden de su superior en el consejo. Ayman frunció el ceño disgustado, pero acató la orden si protestar como los demás.

—Bien, tomada esta decisión, debemos continuar. He decidido que debido a lo que está en juego, el consejo, aquí reunido, no será suficiente. Ordenaré la llamada de todos los miembros libres de los clanes, nos reuniremos en la Sede de la ciudad de Órion. Allí hay espacio para todos, y juntos decidiremos.

Pero maestro –comenzó Hersir— Eso nos llevará demasiado tiempo. En los días Oscuros, tomamos nosotros la decisión y nadie la cuestionó.

Hersir, amigo. En los días Oscuros, lo único que con quedaba por decidir era cómo nos íbamos a defender, sabíamos que los humanos jamás podrían vencernos, nuestra única gran decisión fue si los matábamos o los dejábamos vivir, a la vista está que esa no era una decisión cuestionable, no podemos eliminar nuestro sustento. Pero hoy, un miembro de nuestro clan, uno de nosotros, planea dominar el mundo humano, controlarlos, poseerlos, torturarlos… y sin ninguna duda, tarde o temprano intentará un levantamiento contra los de su misma especie. Debemos decidir si lo detenemos ya mismo o si esperamos hasta que el ataque se vuelva contra nosotros. Es nuestra existencia misma la que debemos proteger. No podemos hacerlo nosotros solos, pues es la vida de muchos miembros libres, la que está en juego.

Comprendo Maestro –contestó con una pequeña reverencia Hersir.

Perfecto, la reunión queda aplazada, daremos tiempo suficiente para que los hermanos que viven lejos puedan llegar a tiempo. Dentro de una semana en la Sede de Órion.

Sin decir nada más, la reunión terminó. Todos los miembros, uno por uno, se fueron despidiendo del Gran Maestro y abandonaron la sala.

 

 

La deuda
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