CAPÍTULO 1
Miró a su alrededor. Todo estaba perfecto. Era la primera vez que se reunían en la casa de su padre, desde que su madre falleciera y quería que todo saliera a la perfección.
Su padre se reunía de vez en cuando con los veteranos soldados de la guerra a la que llaman "De los días oscuros", hombres, supervivientes de aquellos aciagos días, que se reunían de vez en cuando, acompañados por sus esposas y descendencia, para hablar de los sucesos vividos por ellos. Un recordatorio a su valor y honor.
Los invitados iban llegando puntuales, se les ofrecía un pequeño aperitivo y después se sentaban y contaban todos sus recuerdos sobre lo sucedido en aquellos tiempos. Katherina no recordaba nada de los días oscuros, ella aún no había nacido en aquella época, como muchos de los hijos allí reunidos. Ellos eran el futuro y en ellos recaía la obligación de recordar por sus padres cuando ellos ya no estuvieran.
Después de los saludos y de picar alguna cosa, decidieron sentarse todos a la mesa. Los supervivientes juntos, en la cabecera Thomas, el padre de Katherina. Los chicos y chicas jóvenes se sentaban después de las esposas.
Katherina se sentó al lado de Julien y Mark, los hijos de Daniel, un buen amigo de su padre, quizá el único superviviente con el que mantenían contacto más a menudo.
Se hizo el silencio en el salón. Por estar en su casa le tocaría a Thomas iniciar la historia con sus propios recuerdos. Katherina miraba fijamente a su padre, se sentía muy orgullosa de él y de todos los demás, por convertirse en la resistencia, en el único bastión que quedaba a los alrededores, lucharon y aguantaron hasta que llegaron los refuerzos, contra esas malvadas criaturas.
—Mis queridos amigos y queridas amigas, un año más estamos juntos para celebrar la más terrible de las tragedias y aun así continuamos con vida...
Katherina se emocionó con las palabras de su padre, dichas en un tono solemne.
De pronto un viento gélido inundó la estancia, la temperatura bajó tantos grados tan rápido que a Katherina se le puso la piel de gallina. Miró a los hombres que se estaban poniendo de pie, sus rostros mostraban preocupación.
No pudo ver lo que pasó a continuación con claridad, una imagen borrosa atravesó la sala como un huracán. La gente gritó asustada. Julien abrazó a Katherina que ahora temblaba, pero no de frío. Una risa malvada se escuchó en la estancia mientras uno de los hombres caía al suelo. Katherina se soltó del abrazo de Julien y corrió hacia Charles, el hombre que yacía en el suelo con el cuello ensangrentado. Cogió una servilleta y se la puso en la herida abierta, intentando parar la hemorragia. Charles miró a la chica fijamente, sus ojos transmitían pánico.
—No os preocupéis Charles, seguro que todo saldrá bien —intentó tranquilizarlo. Sus manos temblaban, pero no dejó de apretar la herida.
Todo era pánico y confusión, las personas reunidas comenzaron a juntarse asustadas.
De pronto se hizo el silencio...
— ¿Creías que me había olvidado de ti, Thomas? —La voz demoníaca resonó en toda la estancia— ¿Creíais que me olvidaría de todos vosotros?
—No puede ser cierto —dijo Thomas mirando a su alrededor.
Todos estaban quietos, mirando a todas partes, intentando averiguar de dónde provenía esa horrible voz. Sus rostros pálidos indicaban lo asustados que estaban. De pronto, sin saber cómo, apareció ante Thomas un ser, parecía un hombre pero Katherina sabía que no podía ser un hombre. Era alto y fuerte, su pelo negro brillaba como la misma noche, era tan hermoso como el ángel de la muerte.
—No puede ser —volvió a repetir Thomas, ahora frente a su enemigo.
—Ah, ¿no? Pues ya ves, estoy aquí, ante ti. He venido a cobrar mi deuda.
—Pero...pero... ¿ahora?
La criatura se giró, observando a todos los presentes.
—Pensaste que ya no iba a venir ¿verdad? —Levantó la mano y apuntó a los supervivientes con el dedo índice— todos pensasteis que no volvería, pero ya veis, aquí estoy, listo para reclamaros lo prometido.
—Pero ¿Por qué has tenido que matar a Charles?
La criatura volvió a mirar fijamente a Thomas.
—Su deuda ya está saldada —dijo con una terrible crueldad.
Katherina abrazó al pobre Charles, sin soltar la mano de la herida, susurrándole palabras de consuelo al oído. Pudo notar el momento exacto en el que su corazón dejó de latir.
Un sollozo escapó de sus labios, llamando la atención de aquel ser malvado.
—Oh... ¿Qué tenemos aquí? —Dijo al darse cuenta de que la muchacha estaba arrodillada en el suelo, abrazando al hombre asesinado— Menudo placer para la vista.
— ¡NO! —Gritó Thomas mientras avanzaba y se ponía entre Katherina y la bestia— No te acerques a ella.
—Y quién me lo va a impedir ¿Tú?
Para reafirmar sus palabras pasó al lado de Thomas, sin que este pudiera hacer nada por impedírselo. La criatura se arrodillo frente a Katherina, le puso las manos en la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos. Katherina sintió un escalofrío al notar esos dedos congelados tocando su piel. Miró sus ojos, azules, tan azules y fríos como un día de invierno sin nubes en el cielo.
—Hola preciosa.
—No, Kaesios, te lo suplico.
Kaesios soltó delicadamente a la chica y se puso en pie.
—No provoques mi ira Thomas. Hace muchos años que hicisteis una promesa, es muy triste que la hayáis olvidado, sobre todo, cuando os reunís tan a menudo para recordar aquellos días. ¿Crees que no lo sé? ¿Acaso creéis alguno que alguna vez he dejado de vigilaros? La respuesta obviamente, es no.
Todos estaban petrificados, mirando aquel ser con temor y reverencia. Sabían que si él decidía matarlos, ninguno tendría escapatoria, tal era su fuerza y poder.
—Ella no tiene nada que ver con esto. ¡Ni siquiera había nacido en aquella época!
Kaesios se giró nuevamente hacia la muchacha que seguía arrodillada en el suelo, con las manos manchadas de sangre. La única, pensó, que se había decidido a ayudar.
—La quiero a ella.
— ¡No! —Gritó Thomas — ¡No! No puedes, ella es inocente.
—Eso no tiene importancia Thomas, un trato es un trato.
—Ella no entra en el trato.
—Su vida, a cambio de la vuestra —dijo tranquilamente Kaesios.
—Jamás, antes deseo mi muerte.
—Es por eso que hoy estamos todos aquí Thomas, porque no deseabais la muerte. Yo os prometí una vida larga y tranquila, he cumplido mi parte.
—Kaesios, te lo suplico...
— ¡Dásela Thomas! —Ordenó John— Es su vida a cambio de la de muchos.
— ¡Es mi hija John! Ella no debe pagar por nuestros pecados ¿Entregarías tú a tus hijos?
John se quedó callado unos instantes, mirando fijamente a Kaesios.
—Si con ello salvo al resto, sí.
Un murmullo ahogado inundó la sala.
— ¡No serías capaz! —Gritó su esposa Elena— No puedo creer lo que acabas de decir.
—Silencio Elena, es a Katherina a quién desea –le ordenó su marido.
—Esto comienza a ser divertido —anunció Kaesios— ¿dices la verdad John?, ahora lo veremos...
Y se acercó lentamente hacia los hijos de John, una chica de más o menos la edad de Katherina y un chico un poco mayor. Ambos estaban inmóviles, aterrados ante la mirada asesina de Kaesios.
John abrió mucho los ojos debido a la sorpresa y al terror. Abría y cerraba la boca como un pez sin soltar palabra, sin embargo, no se movió. Fue su esposa la que echó a correr y se interpuso entre sus hijos y aquella bestia.
Kaesios soltó una carcajada que hizo estremecer a Katherina.
—Ya veo... siempre fuiste un cobarde John, y ahora puedo comprobar que no tienes alma... —comentó Kaesios— Te dejé vivir gracias a Thomas y hoy lo traicionas, incluso traicionas a tu esposa y a tu sangre. Eres un malvado, me recuerdas mucho a mí.
John bajó la mirada al comprobar el desprecio que veía en los ojos de todos los que le rodeaban, incluido sus hijos.
—Bien, soldados de los días oscuros, yo tengo toda la eternidad, pero deseo ocupar mi tiempo en otras cosas más provechosas, debemos terminar con esto pronto. Mi paciencia tiene un límite.
Thomas alzó los ojos suplicantes hacia Kaesios.
—No es justo que pague yo por todos Kaesios, todos contrajimos una deuda, todos debemos pagar, no solamente yo.
Kaesios se llevó un dedo a la barbilla y simuló pensar.
—Creo que tienes razón Thomas, no sería justo. Debemos encontrar otra solución. Que os parece, me quedaré con uno de vuestros hijos, uno de cada uno y a cambio, os dejaré terminar vuestra miserable vida y daremos por saldada la deuda.
Las mujeres gritaron con terror. Los hombres se miraron entre sí. Si Kaesios tomaba esa decisión, no había nada que hacer.
— ¿Y si yo no deseo ir? —Preguntó Katherina, poniéndose en pie.
Kaesios la miró lentamente, sus labios se levantaron en la comisura, anunciando el comienzo de una sonrisa.
—Puedo hacer que vengas por voluntad propia.
— ¡Jamás! —Afirmó ella.
Nadie le vio moverse, pero en un parpadeo tenía a Thomas sujeto por el cuello, y sus pies se movían a centímetros del suelo. El hombre sujetó con fuerza la mano de Kaesios, intentando aflojar su agarre, algo imposible.
—Tú decides. Si vienes tu padre vive, en cambio si decides no venir conmigo, morirá... debes elegir deprisa, el tiempo se acaba...
Katherina miró a los ojos de su padre con terror, él no podía hablar y su rostro comenzaba a cambiar de color. Unas lágrimas brotaron de los ojos de la muchacha. Agachó la mirada y suspiró.
—Iré.
En ese mismo instante Kaesios soltó a Thomas, que cayó al suelo brutalmente, llevándose las manos al cuello y respirando ansiosamente.
—Si llego a saber esto Kaesios, habría muerto aquel día. —dijo con apenas un hilo de voz.
Kaesios sonrió.
—Pero elegiste vivir, aun sabiendo que si hacías tratos con el demonio, siempre saldrías perdiendo.