Asentamientos y cambios de población
La cuestión, pues, es saber hasta qué punto estaban produciéndose ya unos cambios profundos y duraderos en la estructura demográfica de Oriente y en las relaciones existentes entre la ciudad y el campo en el período inmediatamente anterior a las invasiones del siglo VII. Podemos encontrar una primera pista en el apoyo cada vez mayor que para defender sus fronteras orientales buscó el gobierno en los filarcas árabes, cuyas bases no estaban en las ciudades —centro tradicional de la cultura romano-bizantina y sede de casi todas las unidades del ejército durante el Bajo Imperio—, sino en los campamentos del desierto o incluso en los denominados «palacios del desierto». Las tribus cristianas de los gasaníes solían congregarse, al parecer, en el centro de peregrinación que era el santuario de San Sergio de Rusafa o, como han pretendido algunos, en la capilla de San Juan Bautista de er-Ramt-haniyye, en los Altos del Golán, mientras que los lajmíes, de tendencias pro-sasánidas, tenían su base en al-Hira. La evaluación de su contribución al establecimiento de un nuevo modelo de asentamiento de la población en los albores del período islámico se halla todavía en pañales.[386] También actualmente empieza a ponerse de manifiesto cada vez con mayor claridad un fenómeno muy distinto, a saber, la enorme densidad de asentamientos que se produjo en determinadas zonas desde finales del siglo V hasta bien entrado el VI. De este modo podemos afirmar, por lo que se refiere a algunas áreas del sur de Palestina, al Golán y especialmente al Néguev, que la cota más alta de asentamientos y presumiblemente también de población se alcanzó en este momento (véase el capítulo 7). Por una vez tenemos la posibilidad de cotejar los testimonios de los papiros de Nessana, en el Néguev suroccidental, con los restos arqueológicos, concretamente con las ruinas de ciertos centros urbanos como, por ejemplo, Rehovot, en el Néguev central,[387] u Oboda y Elusa, que también conocieron un alto grado de desarrollo por esta época. Poseemos innumerables vestigios del cultivo de vides y olivos en toda esta región, así como restos materiales de unos métodos de regadío sumamente complicados destinados a potenciar la agricultura en esta zona tan seca, como por ejemplo esclusas, acueductos, cisternas, etc. La comparación con las modernas técnicas de explotación de las zonas áridas como el Néguev resulta sorprendente, aunque estos testimonios exigen un análisis muy cuidadoso y las conclusiones acaso sean prematuras. Curiosamente, como cabría esperar a la vista del modelo de urbanismo propio de la última fase de la Antigüedad que hemos esbozado en el capítulo anterior, las ciudades de esta época atestiguadas en el Néguev eran, según parece, centros mercantiles y administrativos de la comarca circundante, densamente poblada de aldeas, más que centros urbanos al estilo del clasicismo tardío.
Hay otras formas de rastrear un modelo semejante de densidad de los asentamientos. De manera general, por ejemplo, la gran cantidad de pavimentos de mosaico procedentes de las iglesias, sinagogas y demás edificios de esta época que se nos han conservado en Palestina ponen de manifiesto el nivel de las inversiones realizadas en la construcción de edificios públicos, cuando no la prosperidad general de la región. El auge de la gran ciudad de Escitópolis (Bet Shean) no da muestras de declinar hasta que la población fue víctima de un violento terremoto, probablemente en 749; una balanza procedente de la ciudad con una inscripción bilingüe en griego y árabe parece sugerir que la población de la zona había encontrado un modus vivendi con los árabes de la época omeya, mientras que otra inscripción griega de 662 procedente de Hammat Gader, en la ribera oriental del mar de Galilea, usa como referencia cronológica el reinado del califa Mu'awiya y el año de la fundación de la antigua colonia griega de Gadara.[388] Aunque las variantes regionales son muy numerosas, los testimonios parecen indicar que también se dio una gran densidad de asentamientos rurales en zonas tan apartadas como la comarca de Edesa, en Mesopotamia (véase el capítulo 7). A menudo carecemos de una estratigrafía fiable de los yacimientos, capaz de suministrarnos unos indicadores de datación lo bastante fidedignos, y los hallazgos de carácter superficial suelen inducir a error. No obstante, son muchas las prospecciones que han puesto de relieve el incremento experimentado por la población, el desarrollo de las ciudades y el nivel cada vez más alto alcanzado por los cultivos de secano y de regadío.[389] Por el contrario, parece que en muchos casos se produjo una clara disminución de la población a partir del siglo VII, cuando a los estragos de la peste se añadieron los daños causados por la guerra civil de los tiempos de Focas y las posteriores invasiones, por no hablar de los grandes contingentes de personas que emigraron a Occidente. Todo ello impide establecer una ecuación directa entre inversiones militares y prosperidad, y suscita además la cuestión de cómo explicar el incremento demográfico.
Se han propuesto varias soluciones, entre ellas los beneficios económicos que habría reportado el tráfico de peregrinos. Otra de las razones aducidas para justificar los cambios acontecidos en la región durante este período ha sido el comercio con países lejanos. El tráfico de las caravanas desempeñó un papel importantísimo en la prosperidad alcanzada por Palmira en los primeros siglos de la época imperial, como sabemos por la numerosa documentación que se nos ha conservado, si bien la ascensión del imperio sasánida, que puso serios impedimentos al paso de las caravanas, provocó la decadencia de la ciudad. En el siglo V otro caudillo árabe llamado en griego Amorceso (Imru' al-Qays), antiguo súbdito de los persas, se hizo con el control de la isla de Jótabe, situada probablemente en el golfo de Aqaba:
Abandonó Persia y atravesó la zona de Arabia que bordea Persia. Desde allí realizaba correrías y ataques no contra los romanos, sino contra los sarracenos que le salían al paso. Se apoderó de una de las islas pertenecientes a los romanos, llamada Jótabe, y tras expulsar a los recaudadores de impuestos de Roma, se quedó con la isla, amasando una fortuna considerable mediante el cobro de tributos. Tras apoderarse de otras aldeas cercanas, Amorceso quiso hacerse aliado de los romanos y filarca de los sarracenos súbditos de Roma que habitan los confines de la Arabia Pétrea (Maleo, fr. 1, Blockley).
El ambicioso Imru' al-Qays envió entonces al obispo de la localidad a defender su causa ante el emperador León, que no sólo quedó convencido, sino que invitó a Imru' al-Qays a acudir a Constantinopla, celebró una cena en su honor, lo presentó en el senado y lo nombró patricius, con gran escándalo del historiador que recoge la anécdota. Cuando Imru' al-Qays regresó a su país, León le dio numerosos regalos y una sustanciosa cantidad de dinero del erario público, mientras que Imru' al-Qays, por su parte, obsequió al emperador con «un valiosísimo icono de oro engarzado de piedras preciosas». El episodio pone de manifiesto el papel desempeñado por la cristianización en la diplomacia bizantina, así como las técnicas empleadas para controlar los territorios fronterizos y manejar a las tribus árabes. A finales del siglo V sin embargo, Jótabe fue reconquistada por el gobernador de Palestina.[390]
Rasgo interesantísimo de toda esta región es la trascendencia que tuvo la influencia judía, sobre todo en el sur de Arabia.[391] Cuando a comienzos del siglo VI el rey judío Dhu Nuwas promovió una persecución contra los cristianos, incluidos los mercaderes bizantinos, se emprendieron diversas expediciones contra él desde Etiopía (Axum), país cuyos intereses coincidían con los de Constantinopla. La propia Bizancio estaba ansiosa por mantener abierto el acceso a la ruta comercial que desde el sur se dirigía al Extremo Oriente; el interés por los intercambios comerciales con Arabia y Etiopía desempeñó, por tanto, un papel importantísimo en las relaciones diplomáticas de Bizancio con Axum y el Yemen del Sur a comienzos del siglo VI. Aunque últimamente ha sido puesta en tela de juicio, ha estado en boga durante mucho tiempo la tesis de que habría sido de este comercio de las caravanas de donde vendría la importancia alcanzada por La Meca en tiempos de Mahoma.[392] Finalmente, por poner otro ejemplo de la parte septentrional de esta misma zona, recordemos que Sergiopolis (Rusafa), en las cercanías del Eufrates, principal núcleo de población de los gasaníes, no sólo era un gran centro religioso, meta de las peregrinaciones al santuario de San Sergio, sino que además estaba situada en una de las grandes rutas de las caravanas, lo que la convertía en punto de cita ideal para las concentraciones religiosas, así como para la celebración de ferias y mercados. Nada de extraño tiene, por tanto, que el control del tráfico de mercancías constituyera uno de los puntos clave del tratado de paz firmado entre Roma y Persia en 562; la tercera cláusula de éste dice así: «Los mercaderes romanos y persas, cualquiera que sea el producto con el que comercien, y demás tratantes similares llevarán a cabo sus negocios con arreglo a los usos establecidos a través de los susodichos puestos aduaneros» (Menandro, fr. 6, Blockley, Menander the Guardsman).
El comercio, pues, fue un factor que a todas luces influyó poderosamente sobre la política gubernamental entre las postrimerías del siglo V y los inicios del VI. No obstante, pensar que los indicios de prosperidad y el nivel cada vez más alto alcanzado por los asentamientos de colonos que podemos observar en muchas regiones de la zona pueden atribuirse en su totalidad a la influencia del comercio, traería consigo ulteriores dificultades relacionadas con el cambio sufrido por los modos de producción y los objetos de la misma, con los beneficiarios de ese comercio, y con el grado de monetarización, temas todos ellos que todavía esperan ser investigados. No está ni mucho menos claro que ese aumento experimentado por los asentamientos comportara un crecimiento económico en el sentido moderno del término, y parece bastante dudoso que dicho incremento se debiera al comercio de las caravanas. Estamos muy lejos de poder demostrar que se produjera una auténtica modificación del sistema económico; por el contrario, el hecho mismo de que las provincias orientales gozaran de una paz relativa durante el siglo V debió de constituir un factor primordial en todo este asunto, capaz acaso de justificar el aparente crecimiento económico experimentado.
Comarcas marginales: Nessana en la actualidad. En el curso de las excavaciones de una de las iglesias en 1935 se descubrió aquí un importante depósito oculto de papiros de los siglos VI-VII escritos en griego, latín, siríaco y arábigo.