Edificación de iglesias

Para empezar, durante el período inmediatamente posterior a Constantino los edificios religiosos cristianos se hicieron mucho más vistosos de lo que habían sido hasta entonces. Una vez acabada oficialmente la persecución, quedó abierto el camino para el desarrollo de la arquitectura eclesiástica en cuanto tal. El propio Constantino fue un gran constructor de iglesias, y los emperadores sucesivos siguieron su ejemplo. A lo largo del siglo IV se consagraron grandes iglesias en los centros urbanos más importantes, por ejemplo en Antioquía, Nicomedia, Milán o Aquilea; algunas contaron con el patrocinio imperial, hecho que venía a reflejar el nuevo papel de los emperadores como patronos de las capitales cristianas. La enorme cantidad de obispos atestiguados en las actas de los concilios debería constituir de hecho una especie de guía para estudiar la proliferación de las iglesias construidas por todo el imperio. En algunos casos, determinados edificios ya existentes fueron convertidos en iglesias, y, por lo general, los cristianos siguieron utilizando los estilos arquitectónicos profanos ya existentes, sobre todo el modelo de basílica de tres naves rematadas por un ábside, destinado a convertirse durante siglos en la forma predominante de la arquitectura eclesiástica. Las iglesias más grandes y más prestigiosas rivalizaban con los edificios públicos paganos en tamaño y esplendor, y a menudo se habla de ellas en los sermones y descripciones retóricas de la época. El siguiente informe en torno a la construcción (bajo el patrocinio de la emperatriz Eudocia) de la catedral de Gaza, en sustitución del viejo templo pagano debidamente destruido, el Marneion, refleja en parte el entusiasmo que sentían los hombres de aquella época:

El sagrado obispo contrató los servicios de un arquitecto de Antioquía, Rufino, hombre formal y experto, y fue él quien llevó a cabo toda la edificación. Tomó un poco de cal y señaló el contorno de la sagrada iglesia, de acuerdo con los planos enviados por la piadosísima Eudocia. En cuanto al sagrado obispo, recitó una oración e hizo una genuflexión, ordenando al pueblo que se pusiera a cavar. Inmediatamente, en un alarde de celo religioso, todo el mundo se puso a cavar, al tiempo que exclamaba: «¡Cristo ha vencido!»... De ese modo, al cabo de unos cuantos días habían sido plantados los cimientos de todo el edificio y se habían retirado los escombros (Marcos Diácono, Vida de Porfirio , 78, según la trad. ingl. de Mango, Art , p. 31).

No obstante, la decoración de las nuevas iglesias evolucionó con bastante lentitud; no queda ningún ejemplo anterior a las postrimerías del siglo IV o los primeros años del V de lo que sería la fastuosa decoración en mosaico de iglesias tan conocidas como San Apolinar el Nuevo (del año 490 c.) y San Apolinar in Classe (530-540 aproximadamente) de Ravena. Santa María la Mayor de Roma, edificada bajo el patrocinio del papa Sixto III (432-440), constituye un ejemplo espectacular del estilo decididamente clásico de las construcciones eclesiásticas cuyo interior se nos ha conservado intacto; los elaborados mosaicos del arco triunfal, en los que aparece una representación de la Virgen María vestida de emperatriz romana, están inspirados en el repertorio profano ya existente utilizado para representar escenas bíblicas. Del mismo modo, el ábside más antiguo con decoración musivaria que se conserva en Roma, el de la iglesia de Santa Pudenziana (de finales del siglo IV), utiliza también motivos imperiales, esta vez para reproducir la figura de Cristo rodeado de los apóstoles, según el estilo habitual con el que se representaba al emperador y el senado romano.

El segundo modelo en orden de importancia utilizado en la arquitectura eclesiástica se basaba en el martyrium, y se utilizó sobre todo para la construcción de baptisterios, como, por ejemplo, el famoso Baptisterio Ortodoxo de Ravena, de forma octogonal (comienzos del siglo V). Muchos de esos baptisterios se hallaban adosados a iglesias de planta basilical, pero el modelo no se limitaba únicamente a este tipo de edificios; también de planta octogonal era, por ejemplo, la Iglesia Áurea construida por Constantino en Antioquía y desgraciadamente desaparecida (cf. Euseb., Vita Const, 111, 50). Durante el siglo VI se desarrollaron unas formas arquitectónicas mucho menos clasicistas, adoptando unos modelos muy variados que van desde la basílica abovedada a la denominada planta octogonal doble de la iglesia de los Santos Sergio y Baco de Constantinopla, por ejemplo.

Aún se conserva en Estambul la elaborada «gran iglesia» de Santa Sofía (Ayia Sofya), construida por Justiniano. Fue edificada en sustitución de otro edificio que ocupaba el mismo solar, y que había quedado totalmente destruido tras el incendio que estalló durante la rebelión de Nika (532); su enorme cúpula (dedicada el año 563, después que la original se viniera abajo a raíz de un terremoto que hubo en 558) fue considerada —y con toda razón— por sus contemporáneos una verdadera obra maestra de ingeniería y de diseño.[91] La labor realizada por Justiniano en Santa Sofía fue imitada a menor escala en otros lugares, por ejemplo en Edesa (la moderna Urfa, situada en la zona oriental de Turquía), donde se reconstruyó en el siglo VI una iglesia más antigua, consagrada también a la Santa Sapiencia.[92] La forma basilical más clásica fue dando paso paulatinamente a la típica planta de cruz griega, habitual en las iglesias bizantinas, cuya arquitectura se desarrolló al tiempo que iba desarrollándose la liturgia ortodoxa. Durante los siglos V y VI, el carácter público de estos edificios y el prestigio que conferían a sus promotores, ya fueran emperadores u obispos, salta a la vista; poco después de la construcción de Santa Sofía se edificó en Constantinopla otra gran iglesia, dedicada a san Polieucto —cuya excavación ha sido emprendida recientemente—, bajo el patrocinio de Anicia Juliana, dama perteneciente a una de las familias aristocráticas más encumbradas de la ciudad, a todas luces con objeto de emular a Justiniano. Gregorio de Tours afirma que la decoración de oro del techo de San Polieucto fue fruto de la previsión de Anicia Juliana, deseosa de frustrar los planes que tenía el emperador de apoderarse a su muerte de su fortuna, gastándosela antes en la ornamentación de una iglesia.[93] La decoración de la iglesia resultó suntuosísima, con un techo de oro puro, columnas con ricas incrustaciones de mármol, y una inscripción de setenta y seis versos que daba la vuelta a la nave, en la que se elogiaba la magnificencia de su ofrenda. A juzgar por las últimas noticias que tenemos acerca de la construcción de Santa Sofía, edificada poco después, parece que Justiniano pretendía con su obra dejar pequeña esta iglesia.

San Pablo Extramuros, basílica paleocristiana, destruida a raíz de un incendio en 1823, pero reproducida en esta acuarela del pintor del siglo XVIII G. P. Panini. El estilo arquitectónico cuenta con muchas analogías en otras construcciones y se basa en el de los edificios públicos y en general en los principios de la arquitectura civil romana.

Se erigieron asimismo muchas otras iglesias, aunque no tan famosas ni espectaculares, si bien podemos afirmar que su influencia a nivel local fue comparable a las de Constantinopla y contribuyeron a resaltar el impacto que supuso el cristianismo. Su construcción no respondería en realidad a las verdaderas necesidades de la población, si atendiéramos únicamente al número de habitantes; más bien, como demuestra el caso de las basílicas bizantinas restauradas y modificadas durante los período vándalo y bizantino en algunos yacimientos arqueológicos del Norte de África como, por ejemplo, Sbeitla, en la actual Tunicia, la construcción o restauración de una iglesia solía constituir una prueba de prestigio local: las donaciones de dinero por parte de las familias acomodadas de una determinada zona, que en época clásica habían ido destinadas por regla general a la construcción o restauración de termas, pórticos y demás edificios públicos, se destinaron en esta época a la realización de obras en las iglesias y a sus ajuares y elementos decorativos en general. Este fenómeno resulta evidente, por ejemplo, todavía en el siglo VII en algunas regiones de Siria, donde hasta las iglesias de las aldeas más pequeñas poseían refinadas colecciones de objetos de plata destinados a la liturgia; por lo común se trataba de patenas y vasos litúrgicos, provistos con frecuencia de una decoración muy elaborada, por lo general escenas bíblicas o de otro tipo, como por ejemplo la comunión de los apóstoles, y en los que a menudo aparecen también inscripciones con el nombre de los donantes, según una fórmula sumamente simple, como la que aparece en un pie de lámpara hallado en el tesoro de Kaper Koraon, procedente de una aldea situada al este de Calcis: « En cumplimiento del voto que hicieron a (la iglesia de) los Santos Sergio y Baco. Sergio, Simeoni(o), Daniel y Tomás, hijos de Maximino, de la aldea de Kaper Korao(n)».[94] Todos estos objetos suelen llevar impreso algún contraste o marca oficial de la plata, que permite datarlos con bastante exactitud. La mayoría de las iglesias paleocristianas sirias son de un estilo extremadamente sencillo, aunque también en esta región empezaron a levantarse enseguida edificios más elaborados, siendo los más espectaculares los de los centros de peregrinación como San Sergio de Rusafa, en las proximidades del Eufrates, donde en el siglo VI se construyó una catedral que vino a sustituir a otro edificio de época anterior, o el santuario de San Simeón el Estilita en Qalat Siman, donde se levantó una gran iglesia, con su monasterio adjunto, y otros numerosos edificios, que rodeaban el pilar sobre el cual vivió el santo durante más de treinta años.[95]