Cristianismo y paganismo
Al estudiar la literatura profana de esta época resulta sumamente difícil deslindar lo que es clásico de lo que es auténticamente pagano, y lo cierto es que en el griego hablado corrientemente el término «heleno» pasó a significar «pagano».[283] Semejante distinción resultaba problemática para los propios cristianos, algunos de los cuales no tuvieron el menor empacho en lanzar ataques frontales contra la literatura griega clásica y los «helenos».[284] La actual controversia en torno a la literatura latina profana y al arte de tendencias clasicistas producido en Roma a finales del siglo IV y durante todo el siglo V responde también en parte a una simple cuestión de terminología.[285] En cuanto al proceso de cristianización de la sociedad del Bajo Imperio, se produjo en realidad mucho más despacio de lo que suele creerse. Resulta bastante difícil justipreciar la realidad de las convicciones religiosas de una sociedad a partir de unas fuentes que a menudo poseen un carácter polémico o tienden a la exageración. Rasgo habitual de la literatura cristiana es la elaboración de catálogos de cultos paganos y de toda suerte de herejías, aplicando a todos ellos la correspondiente contrapartida cristiana, de suerte que las fuentes cristianas ofrecen en general una mera caricatura del paganismo. Como ya hemos visto (véase el capítulo 3), el estado impuso la fe cristiana como religión oficial a partir del reinado de Teodosio I; la legislación imperial animó a los cristianos a lanzar sus ataques contra los templos y estatuas de los paganos, siendo en ocasiones los propios soldados quienes, cumpliendo órdenes del emperador, ejecutaron aquellos actos de violencia. No obstante, los intentos de la soldadesca de cumplir las órdenes recibidas chocaron a menudo con reacciones violentas por parte de la población, y no olvidemos que muchas veces los enfrentamientos eran también fruto de rencillas y rivalidades personales, como en el caso de los estudiantes de Alejandría en tiempos de Severo.[286] Más de un siglo después del reinado de Teodosio, Justiniano seguía promulgando leyes contra los paganos y publicando edictos en contra de los disidentes en general —herejes, maniqueos y homosexuales—, sobre todo si se dedicaban a la enseñanza.[287] Pero aunque es indudable que Justiniano llevó a cabo una decidida política procristiana, deberíamos estudiar toda esta legislación en relación con la actitud generalmente represiva adoptada durante todo este período por el estado frente a todos los grupos minoritarios, entre ellos, por ejemplo, los judíos y los samaritanos, y resulta muy difícil dilucidar si los cargos de los que se les acusaba tenían o no en realidad carácter político. En general, podemos calibrar cuál era la situación de aquellos a quienes se les ocurría oponerse al gobierno recordando que, al comienzo de su Historia arcana —obra particularmente crítica con la figura del emperador—, Procopio afirma que en tiempos de Justiniano la publicación de su libro le habría costado la vida. En los procesos incoados hacia 580 (véase el capítulo 3), el mismísimo patriarca de Antioquía fue llamado a Constantinopla y acusado de paganismo. También el gobernador de la provincia e íntimo amigo suyo, Anatolio, fue acusado de estar relacionado con los cultos paganos de Edesa, y el asunto fue complicándose con un suicidio, un asesinato y un icono tras el que se ocultaba una estatua de Apolo. Los juicios, que finalmente tuvieron lugar en Constantinopla, se vieron acompañados de diversos motines populares contra la pasividad del emperador Tiberio y el patriarca Eutiquio, a raíz de los cuales el antiguo gobernador de Siria, Anatolio, fue arrojado a las fieras y empalado en el Hipódromo, siendo finalmente su cuerpo descuartizado y devorado por los lobos (Evagrio, HE, V, 18; cf. Juan de Éfeso, HE, 111, 27-35, V, 37).[288] El reinado de Justiniano se caracterizó asimismo por un endurecimiento de la actitud de Bizancio frente a los judíos y los samaritanos, sobre todo a raíz de las grandes rebeliones de estos últimos acontecidas en 529 y 555; en el curso de la revuelta de 555 fue asesinado el procónsul de Palestina. Como cabría esperar, durante los disturbios de 579 la caza del rebelde afectó por igual a judíos, samaritanos y montañistas.
Resulta bastante difícil determinar cuánto tenían de verdad estas acusaciones. Pero si bien es cierto que el paganismo proporcionaba un pretexto sumamente útil para todo tipo de ataques personales o políticos, las fuentes sugieren que, en general, hasta fecha muy tardía hubo en Oriente muchísimas personas, pertenecientes a todos los niveles de la sociedad, que, pese a ser cristianas, conservaron numerosas creencias y prácticas de origen pagano. No todos los templos paganos, ni mucho menos, habían sido transformados en iglesias cuando Juan de Éfeso, el futuro historiador de la Iglesia, fue enviado en 542 a la parte occidental de Asia Menor en misión evangelizadora.[289] En Occidente, en cambio, donde la historia siguió un curso muy distinto, parece que el paganismo ofreció menos resistencia, excepto en el campo, hecho que viene a subrayar su relación en Oriente con la tradición —todavía no interrumpida— de la educación y la cultura clásicas. Pero incluso en el campo, hubo en Occidente algunos obispos, como Cesáreo de Arles, a comienzos del siglo VI, que dieron una gran prioridad a la evangelización, actitud que demuestra que la batalla aún no había sido ganada, ni mucho menos.[290]
Determinar el final del paganismo antiguo no es desde luego tarea fácil, teniendo en cuenta que muchas de las fuentes de las que disponemos son cristianas. No obstante, el afán de los predicadores y del gobierno por erradicar las prácticas paganas constituye un rasgo muy curioso de este período, como ponen de manifiesto san Juan Crisóstomo, en Constantinopla, a caballo entre los siglos IV y V, o las actas del concilio «in Trullo», a finales del siglo VII, que muestran aún un gran interés por el tema. Un fenómeno muy frecuente, que aparece una y otra vez en numerosos textos cristianos de muy diverso tipo, y que por tanto debió de tener su correlato en la vida real, es la tendencia a creer en el destino y, sobre todo, en la astrología; cabe suponer que, en efecto, había en aquellos tiempos una gran cantidad de población que, como ocurre en la actualidad, tenía unas creencias enormemente contradictorias, según ponen de manifiesto los relatos de curaciones efectuadas por santos milagrosos o los numerosos amuletos de esta época que se nos han conservado.[291] Aunque Cyril Mango está en lo cierto al afirmar que el mundo mental de Bizancio tenía más que ver con «una construcción de los apologistas cristianos y judíos elaborada durante los primeros cinco o seis siglos de la era cristiana» que con cualquier concepción de la cultura clásica propiamente dicha,[292] probablemente concede muy poco valor a la persistencia de las ideas y prácticas paganas, si bien no tenemos por qué identificar estas últimas con las ideas llamadas «clásicas». No más fácil resulta valorar con exactitud en qué medida contribuyó la cristianización a la evolución de la Antigüedad clásica y a su transformación en el mundo medieval,[293] o, más exactamente, determinar si la cristianización fue la causa o el resultado de otros cambios acontecidos en el edificio de la sociedad.
El gran refectorio del monasterio de Martirio, en el desierto de Judea, cerca de Jerusalén. El monasterio fue construido a finales del siglo V, pero el refectorio es cien años posterior.