Conclusión

No resulta sencillo caracterizar la economía del Bajo Imperio, ni los efectos que realmente tuvieron sobre la sociedad los intentos realizados por el gobierno para controlarla. Algunas tendencias resultan evidentes, no sólo el profundo impacto de las invasiones y asentamientos de los bárbaros acontecidos durante esta época, sino también otros desarrollos más generales, como la propensión a la acumulación de grandes cantidades de tierra en manos de unos pocos, la reinstauración del pago de los impuestos en dinero (concretamente en oro) y no en especie, el abismo cada vez mayor que se abrió entre Oriente y Occidente, y las dificultades del gobierno a la hora de asegurar la recaudación de los impuestos y de cubrir las plazas de la administración del estado. No es de extrañar que la aparición de los reinos bárbaros en Occidente y los efectos de las guerras de reconquista tuvieran serias repercusiones económicas; pero este asunto lo estudiaremos en el capítulo 5. En Oriente, en cambio, tenemos testimonios de un aumento de la población y de una intensificación de las actividades agrícolas y de los cultivos de regadío en zonas como los macizos de piedra caliza del norte de Siria e incluso en áreas tan poco prometedoras como el Hauran y el Néguev; todos estos testimonios serán debidamente analizados en el capítulo 8. Por otra parte, a finales del siglo VI, debido a los efectos de la guerra y acaso también a alguna que otra catástrofe, la presencia militar romana en Oriente empezó a ser cada vez más insostenible.

Evidentemente es un error, cuando no una tarea totalmente imposible, pretender emitir juicios generales sobre una zona geográfica tan vasta y un período de tiempo tan rico en acontecimientos. Por desgracia, sin embargo, la historiografía moderna está plagada de juicios de valor demasiado vanos acerca de la decadencia o el final de la Antigüedad, muchos de los cuales se basan en prejuicios no reconocidos en torno al propio sistema del Bajo Imperio. Ese sistema era indudablemente muy complicado y tenía muchos defectos. Al no existir las comunicaciones de las que disponemos hoy día, no podía funcionar con eficacia ni reaccionar con agilidad ante los cambios. El gobierno se limitaba a echar mano de una legislación vacua y presuntamente intimidatoria; los funcionarios hacían lo que podían; y la población sabía buscar las vueltas al sistema para escurrir el bulto y burlarlo. Todo esto no tiene nada de sorprendente, aparte de que el poder de la inercia era muy grande. Lo que sí es sorprendente, dado el contexto, es que esa sociedad tan tradicional lograra sobrevivir relativamente tan bien.