Jesper movió los labios y tragó saliva.
—¡Pero…!, ¿cómo se le ocurre?
—Eso explicaría por qué entró tan pronto en acción. Y ahora, dejémonos de rodeos. Quiero hablar con su hijo. Enseguida. Seguramente, usted querrá traer a su abogado, ¡adelante, por favor!
Jesper vaciló. Luego indicó una lúgubre butaca.
—Tome asiento. Voy a buscar a Erich.
De repente se encendió una idea en la cabeza de Tarzán: como si reventara una burbuja que estaba a punto de estallar.
—Señor Jesper —dijo—, quizás esté a punto de descubrir la prueba sangrante. La señora Rawitzky tiene un peligroso gato gigante que ataca a los huéspedes indeseados. Hace un momento he visto por casualidad que Goliat, así se llama el felino, tenía las uñas ensangrentadas. Quizá haya herido a su hijo cuando estaba allí. Un arañazo en las manos, en los brazos o en la cabeza serían una prueba.
—¡Nada de eso! Erich no tiene ningún arañazo. Ya lo verás.