31
Alejandro estaba esperando cuando llegaron a Schramm Hall. Estrechó la mano de Cath formalmente. —Modales de chicos de fraternidad —dijo Wren—, todos los tienen. —Jandro estaba en una fraternidad en East Campus, dijo ella, llamada FarmHouse—. Ése es realmente su nombre.
La mayoría de los chicos de FarmHouse eran estudiantes de agricultura de las afueras de Nebraska. Jandro era de Scottsbluff, lo que era prácticamente Wyoming.
—Yo ni siquiera sabía que había mexicanos por ahí —dijo Wren—, pero él afirma que existe esta enorme comunidad.
Jandro no dijo mucho, además de… «Es bueno conocerte al fin, Cath. Wren habla de ti todo el tiempo. Cuando publicas tus historias de Simon Snow, no se me permite hablar con ella hasta que haya terminado». Parecía como la mayoría de los novios de Wren —pelo corto, pulcro, hecho para jugar al fútbol— pero Cath no podía recordar a Wren mirando a ninguno de ellos de la forma en que miraba a Alejandro. Como si hubiera sido convertida.
Eran las diez en el momento en que Levi regresó de Arnold.
Cath ya se había duchado y puesto el pijama. Sentía como si el fin de semana hubiera durado dos años, no dos días. Días de novato, se podía escuchar decir a Levi.
La llamó para decirle que estaba de vuelta. Saber que estaban en la misma ciudad otra vez reavivó dentro de ella el extrañarlo. En su estómago. ¿Por qué la gente siempre hablaba una y otra vez sobre el corazón? Casi todo lo que le pasó con Levi estaba en el estómago de Cath.
—¿Puedo pasar por ahí? —preguntó él. Cómo lo quería—. ¿A decir buenas noches?
—Reagan está aquí —dijo Cath—. Está en la ducha. Creo que se irá a la cama.
—¿Puedes venir?
—¿A dónde iríamos? —preguntó Cath.
—Podríamos sentarnos en mi camión…
—Hace mucho frío afuera.
—Podríamos poner la calefacción.
—La calefacción no funciona.
Vaciló.
—Podríamos ir a mi casa.
—¿No están tus compañeros de habitación? —Era como si tuviera una lista de argumentos, y estuviera pasando por ellos uno por uno. Y ya ni siquiera estaba segura de por qué.
—No importa —presionó Levi—. Tengo mi propia habitación. Además, quieren conocerte.
—Creo que conocí a la mayoría de ellos en la fiesta.
Levi gruñó.
—¿Cuántas reglas básicas nos puso Reagan?
—No lo sé. ¿Tal vez cinco? ¿Seis?
—Bien, aquí está la siete: No hablar más de esa fiesta olvidada por Dios a menos que sea absolutamente relevante.
Cath sonrió.
—Entonces, ¿qué me habrá quedado para provocarte?
—Estoy seguro de que encontrarás algo.
—No lo haré —dijo—. Eres incesantemente bueno para mí.
—Ven conmigo a casa, Cath. —Lo oyó sonriendo—. Es temprano, y no quiero darte las buenas noches.
—Yo nunca quiero decirte buenas noches, pero todavía me las arreglo.
—Espera, ¿tú no quieres?
—No —susurró.
—Ven conmigo a casa —susurró de nuevo.
—¿A tu antro de perdición?
—Sí, así es como todo el mundo llama a mi habitación.
—Es broma —dijo Cath—. Ya te he dicho. Es simplemente demasiado… tu casa. Tu habitación. Vamos a entrar, y todo lo que estará allí es una cama. Y vomitaré de los nervios.
—¿Y de deseo?
—Sobre todo de los nervios —dijo.
—¿Por qué es un gran problema? ¿En todas sus habitaciones no tienen una cama?
—Dos camas —dijo—, y dos escritorios. Y la amenaza constante de mi compañera de cuarto de entrar.
—Es por eso que deberíamos ir a mi casa. Nadie entrará en él con nosotros.
—Eso es lo que me pone nerviosa.
Levi hizo mmmmm, como si estuviera pensando.
—¿Y si prometo no tocarte?
Cath se echó a reír.
—Ahora no tengo ningún incentivo para ir.
—¿Qué pasa si prometo dejar que me toques primero?
—¿Estás bromeando? Soy la persona no confiable en esta relación. Soy toda manos.
—No he visto evidencia de eso, Cather.
—En mi cabeza, soy todas manos.
—Quiero vivir en tu cabeza.
Cath se cubrió el rostro con la mano, como si pudiera verla. Por lo general no coqueteaba así. Con tanta franqueza. Tal vez el teléfono lo sacó de ella. Tal vez fue este fin de semana. Todo este fin de semana.
—Oye, Cath… —La voz de Levi era tan suave—. ¿Qué es exactamente lo que estamos esperando?
—¿Qué quieres decir?
—¿Has hecho una promesa de abstinencia?
Ella se echó a reír, pero se las arregló para parecer ofendida.
—No.
—¿Es… —Exhaló rápidamente, como si estuviera forzando algo—, es todavía por la confianza? ¿Necesito ganar tu confianza?
La voz de Cath se redujo a casi nada.
—Dios, Levi. No. Confío en ti.
—Ni siquiera estoy hablando de sexo —dijo—. Quiero decir… no es solo sexo. Podemos quitar eso de la mesa por completo si te hará sentir mejor.
—¿Completamente?
—Hasta nueva discusión. Si supieras que no estaba presionándote para eso, si eso no estuviera ni siquiera en el horizonte, ¿crees que podrías relajarte y… dejarme acariciarte?
—¿Qué tipo de caricias? —preguntó.
—¿Quieres que te muestre en una muñeca?
Cath se echó a reír.
—Acariciarte —dijo—. Quiero tocarte. Abrazarte. Quiero sentarme a tu lado, aun cuando hay otras opciones.
Ella respiró hondo. Sentía que le debía esto a él para seguir hablando. Para al menos hacer recíproca esta conversación.
—Quiero acariciarte, también.
—¿Sí?
—Sí —dijo ella.
—¿Qué tipo de caricias? —preguntó.
—¿Ya le diste al operador tu número de tarjeta de crédito?
Levi se echó a reír.
—Ven conmigo a casa, Cath. Te extraño. Y no quiero darte las buenas noches.
La puerta se abrió, y Reagan entró en la habitación vistiendo una camiseta y pantalones de yoga, una toalla envuelta alrededor de su cabello.
—Sí, está bien —dijo Cath—. ¿Cuándo llegarás aquí?
Era evidente que estaba sonriendo.
—Ya estoy abajo.
Cath se puso mallas marrón de punto trenzado y una camisa de cuadros que tomó del dormitorio de Wren. Además de pulseras tejidas que le hicieron pensar en manoplas, como si fuera una especie de caballero de color rosa, armadura en ganchillo. Levi burlándose de ella por su predilección de suéter la había hecho más extrema.
—¿Vas a salir? —preguntó Reagan.
—Levi acaba de volver.
—¿Debería esperar por ti? —La miró maliciosamente.
—Sí —dijo Cath—. Deberías. Te dará tiempo para pensar en lo desvergonzada rompedora de reglas básicas que eres.
Cath se sentía tonta esperando por el ascensor. Las chicas estaban caminando por ahí en pijama, y ella estaba vestida para salir.
Cuando salió al vestíbulo, Levi estaba allí, apoyado contra una columna y hablando con alguien, alguna chica que debía conocer de alguna parte… Cuando vio a Cath, su sonrisa se ensanchó y se apartó de la columna con el hombro inmediatamente, diciendo adiós con la mano a la chica.
—Hola —dijo, besando la parte superior de la cabeza de Cath—. Tu cabello está mojado.
—Eso es lo que sucede cuando lo lavas.
Él le subió la capucha. Ella tomó su mano antes de que él pudiera tomarla, y la recompensó con una sonrisa especial que mostraba todos sus dientes.
Cuando salieron del edificio, sabía en su corazón, en el estómago, que no iba a volver hasta mañana.
Al principio Cath pensó que había otra fiesta en la casa de Levi. Había música sonando, y gente en casi todas las habitaciones.
Pero todos eran solo sus compañeros de cuarto, y amigos y novias de sus compañeros de cuarto y, en un caso, tal vez el novio.
Levi le presentó a todos.
—Ésta es Cather. Ésta es mi novia, Cather. ¿Todo el mundo? Cather. —Ella sonrió con tensión y sabía que no podría recordar ninguno de sus nombres.
Entonces Levi la condujo por una escalera que no podría haber sido original de la casa, los rellanos eran extraños y estrechos, y los pasillos se disparaban en intervalos irregulares. Le señaló los cuartos de todo el mundo. Señaló los baños. Cath contó tres plantas, y Levi siguió subiendo. Cuando la escalera se hizo tan estrecha que ya no podían caminar a la par, él encabezó la marcha.
Las escaleras giraron una vez más y terminaron en una sola entrada. Levi se detuvo allí y se giró, torpemente, agarrándose a la barandilla a ambos lados del corredor.
—Cather. —Sonrió—. Te he traído oficialmente a mi habitación.
—¿Quién sabía que estaba al final de un laberinto?
Abrió la puerta detrás de él, y luego tomó sus dos manos, tirando de ella arriba y adentro.
La habitación era pequeña, con buhardillas estrechas sobresaliendo a los dos lados. No había luz arriba, por lo que Levi encendió una lámpara junto a su cama tamaño matrimonial. Realmente era una habitación con una cama, y un sofá de dos plazas turquesa brillante, que tenía por lo menos cincuenta años.
Miró hacia arriba y alrededor.
—Estamos en la parte superior de la casa, ¿no es así?
—Habitaciones de los criados —dijo—. Era el único dispuesto a subir todas esas escaleras.
—¿Cómo trajiste este sofá hasta aquí?
—Hablé con Tommy para que me ayudara. Fue terrible. No sé cómo alguien alguna vez subió este colchón con todas esas curvas. Ha estado aquí desde el principio de los tiempos.
Cath se movió nerviosamente, y el suelo crujió debajo de ella. La cama de Levi estaba sin hacer, un edredón que parecía viejo tirado sobre ella, las almohadas desorganizadas. Él enderezó el edredón y recogió una almohada del piso.
La habitación se sentía más cerca del exterior que el resto de la casa. Expuesta. Cath podía oír el viento silbando en los marcos de las ventanas.
—Apostaré que se pone frío aquí…
—Y caliente en el verano —dijo—. ¿Tienes sed? Podría hacer té. Debería habértelo preguntado cuando todavía estábamos abajo.
—Estoy bien —dijo.
Cuando Levi estaba de pie, su cabello rozaba el techo.
—¿Te importa si me cambio? Ayudé a dar agua a los caballos antes de irme. Estoy algo enlodado.
Cath trató de sonreír.
—Claro, adelante.
Había gavetas integradas en la pared. Levi se arrodilló sobre una, luego se escabulló de la habitación. La puerta era por lo menos un centímetro más pequeña que él y Cath se sentó cuidadosamente en el sofá de dos plazas. La tela estaba fresca debajo de ella. Pasó la palma de la mano a lo largo de él, una especie de algodón resbaladizo con rústicos giros y flores.
Esta habitación era peor de lo que pensaba.
Oscura. Remota. Prácticamente en los árboles. Prácticamente embrujada.
Un examen de cálculo se sentiría íntimo aquí.
Se quitó el abrigo y lo puso sobre la cama, y luego se quitó las botas empapadas y subió las piernas al sofá. Si contuviera la respiración, podía oír a Bon Iver sonando tranquilamente por lo menos dos pisos más abajo.
Levi estuvo de vuelta antes de que Cath estuviera lista para él. (Que estaba a punto suceder). Parecía que se había lavado la cara y usaba unos vaqueros y una camisa de franela azul bebé. Era un buen color en él. Hacía su rostro bronceado y su pelo amarillo y su boca rosada. Se sentó en el sofá junto a ella, sabía que lo haría. No había lugar en esta habitación para el espacio personal.
Cogió la mano de Cath, la quitó del sofá y la mantuvo holgadamente entre las suyas, mirándolas, y luego pasando sus dedos por la parte de atrás, subiendo y bajando por sus dedos.
Ella respiró hondo.
—¿Cómo llegaste a vivir aquí?
—Trabajé con Tommy en Starbucks. Uno de sus antiguos compañeros se graduó y se mudó, yo estaba viviendo en una casa con tres morosos, y no me importaron las escaleras… El padre de Tommy compró esta casa como una inversión inmobiliaria. Ha vivido aquí desde que era un estudiante de segundo año.
—¿En qué está ahora?
—Estudiante de Derecho.
Cath asintió. Cuanto más Levi le acariciaba la mano, más cosquillas le hacía. Extendió los dedos y tomó una respiración suave.
—¿Se siente bien? —preguntó, mirándola a los ojos sin levantar la cabeza. Ella asintió de nuevo. Si seguía tocándola, no sería capaz de hacer incluso eso, tendría que parpadear una vez para decir sí, dos para no.
—¿Entonces qué pasó este fin de semana? —preguntó—. ¿Cómo están todos?
Cath negó con la cabeza.
—Loco. Bien. Yo… Creo que Wren y yo estamos bien otra vez. Creo que estamos contentas.
Sus labios se movieron a un lado.
—¿Sí?
—Sí.
—Eso está muy bien. —Se podría decir que él realmente pensaba eso.
—Sí —dijo Cath—. Lo es. Me siento.
Levi puso una pierna entre ellos y le golpeó el muslo con la rodilla. Ella prácticamente saltó hacia atrás sobre el brazo del sofá.
Él hizo un sonido frustrado que era mitad risa, mitad suspiro, y arrugó la nariz.
—¿Estás realmente tan nerviosa?
—Supongo que sí —dijo—. Lo siento.
—¿Sabes por qué? Quiero decir, ¿qué es lo que te pone nerviosa? Quise decir lo que dije antes sobre la mesa, y lo que está dentro y fuera de ella.
—No hay una mesa aquí —dijo Cath—. Solo una cama.
Él puso la mano de ella en su pecho.
—¿Eso es lo que te asusta?
—No sé de lo que estoy asustada… —Ésa era una mentira. Una gigantesca mentira. Estaba asustada de que si él se ponía a acariciarla luego no se detendrían. Estaba asustada de que aún no estaba lista para ser esa persona. La persona que no se detiene—. Lo siento —dijo ella. Levi miró sus manos, y parecía tan decepcionado y confundido, y era una manera tan jodidamente pobre para tratarlo. Deshonesta. Distante. Después de que había estado ahí para ella una y otra vez.
—Este fin de semana… —dijo Cath, y trató de deslizarse más cerca. Se arrodilló en el cojín del sofá junto a él—. Gracias.
Levi sonrió de nuevo y levantó los ojos, solo sus ojos, hacia ella.
—No creo que pueda decirte lo mucho que significó para mí que estuvieras allí en el hospital. Que hayas venido. —Él le apretó la mano. Cath siguió adelante—. Creo que no te puedo decir lo mucho que significas para mí, Levi.
Levantó toda su cara. Sus ojos tenían la esperanza ahora. Cauteloso.
—Ven aquí —dijo, tirando de su mano.
—No estoy segura de saber cómo hacerlo.
Apretó la mandíbula.
—Tengo una idea.
—No puedo leerte fanfiction —dijo ella bromeando—. No tengo mi equipo.
—¿No tienes el teléfono?
Ella inclinó la cabeza.
—¿Ésa era realmente tu idea? ¿Fanfiction?
—Sí —dijo, frotándole la palma de la mano—. Siempre te relaja.
—Pensé que habías estado pidiéndome que te lea porque te gustó la historia.
—Me gusta la historia. Y me gusta la forma en que te relaja. Nunca terminaste de leerme la del conejo, ya sabes. Y nunca me has leído nada de Carry On.
Cath miró su abrigo. Su teléfono estaba en el bolsillo.
—Siento que te estoy fallando —dijo—. Yo tenía que venir aquí y hacer cosas contigo, no leer fanfiction de mala calidad.
Levi se mordió los labios y ahogó una risa.
—Hacer cosas… ¿Ése es el nombre de la calle para eso? Vamos, Cath, quiero saber qué pasa. Ellos acaban de matar el conejo, y Simon finalmente se dio cuenta de que Baz era un vampiro.
—¿Estás seguro de esto?
Levi sonrió aún pareciendo demasiado cauteloso, y asintió.
Cath se inclinó fuera del sofá y encontró su teléfono. No estaba acostumbrada a googlear sus propias historias, pero cuando digitó «Magicath» y «The Fifth Hare» su historia llegó justo.
Mientras buscaba su lugar, Levi puso suavemente sus manos sobre su cintura y jaló su espalda contra él.
—¿Está bien? —preguntó.
Ella asintió.
—¿He leído esta parte? «Simon no sabía qué decir. ¿Cómo responder a… esto. Toda esta información sangrienta?».
—Sí, creo que sí.
—¿Llegamos a la parte en la que el conejo se incendió?
—¿Qué? No.
—Está bien —dijo Cath—. Creo que ya sé. —Se apoyó contra el pecho de Levi y sintió su barbilla en su pelo. Esto está bien, se dijo. He estado justo aquí antes. Apoyó las gafas en su cabello y se aclaró la garganta.
Simon no sabía qué decir. Cómo responder a… esto. Toda esta información sangrienta.
Cogió la espada y la limpió en su capa.
—¿Estás bien?
Baz lamió sus labios con sangre, como si estuvieran secos, pensó Simon, y asintió.
—Bien —dijo Simon, y se dio cuenta de que hablaba en serio.
Entonces una nube de fuego se disparó detrás de Baz, poniendo su rostro en la sombra.
Se giró y se alejó del conejo. Su pata estaba merecida y verdaderamente en el fuego ahora, y las llamas ya estaban subiendo por el pecho de la bestia.
—Mi varita… —dijo Baz, mirando a su alrededor en el suelo—. Rápido, lanza un hechizo de extinción, Snow.
—Yo… yo no sé ninguno —dijo Simon.
Baz tomó la mano de la varita de Simon, y envolvió sus dedos ensangrentados alrededor de los de Simon.
—¡Pide un deseo! —gritó, agitando la varita en un medio círculo.
El fuego chisporroteaba, y el vivero se puso oscuro.
Baz soltó la mano de Simon y comenzó a buscar en el suelo su varita. Simon se acercó al cadáver espantoso.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
Como respondiendo, el conejo empezó a brillar, luego se fue desvaneciendo… y luego desapareció, sin dejar nada atrás más que el olor de monedas y cabello quemado.
Y algo más…
Baz conjuró una de sus bolas de luz azul.
—Ah —dijo, cogiendo su varita—. El desgraciado asqueroso estaba mintiendo sobre esto.
—Mira —dijo Simon, apuntando a otra sombra en el suelo—. Creo que es una llave. —Se inclinó para recogerla. Una llave antigua con dientes afilados de conejo blanco en su hoja.
Baz se acercó a mirar. Estaba bañado en sangre, el olor era abrumador.
—¿Crees que esto es lo que estaba destinado a encontrar? —preguntó Simon.
—Bien —dijo Baz pensativo—, las llaves parecen más útiles que los gigantes conejos asesinos… ¿Cuántos más de estos tienes que combatir?
—Cinco. Pero no puedo hacerlo solo. Éste me habría matado si…
—Tenemos que limpiar este desastre —dijo Baz, mirando las manchas en la gruesa alfombra.
—Vamos a tener que decirle al mago cuando regrese —dijo Simon—. Hay demasiados daños para que lo manejemos nosotros mismos.
—Baz estaba en silencio.
—Vamos —dijo Simon—. Podemos al menos limpiarnos nosotros ahora.
Las duchas de los chicos estaban tan vacías como el resto de la escuela. Eligieron casillas en extremos opuestos…
—¿Qué pasa? —preguntó Levi.
Cath había dejado de leer.
—Me siento rara leyendo estas cosas gay sensibleras en voz alta, con tus compañeros estando aquí. ¿Es alguno de ellos gay? No creo que pueda leer esto con un gay real en la casa.
Levi se rió.
—¿Micah? Confía en mí, está bien. Mira cosas dramáticas delante de mí todo el tiempo. Está obsesionado con Titanic.
—Eso es diferente.
—Cath, está bien. Nadie puede escucharte… Espera, ¿es realmente una escena en la ducha? ¿Cómo, una escena en la ducha?
—No —dijo Cath—. Caray.
Levi movió sus brazos alrededor de su cintura hasta que la sostenía completamente. Luego presionó su boca en su cabello.
—Lee para mí, cariño.
Simon terminó primero y se puso unos vaqueros limpios. Cuando volvió a mirar a la casilla de Baz, el agua seguía corriendo en los rosados tobillos del otro chico.
Vampiro, pensó Simon, permitiéndose a sí mismo pensar en la palabra por primera vez, viendo correr el agua.
Debería haberlo llenado de odio y repulsión, el pensamiento de Baz generalmente lo llenada de esas cosas. Pero todo lo que Simon podía sentir en ese momento era alivio. Baz lo había ayudado a encontrar el conejo, le ayudo a luchar contra él, los había mantenido a ambos vivos.
Simon se sintió aliviado. Y Agradecido.
Empujó sus ropas chamuscadas y manchadas en la basura, luego volvió a su habitación. Pasó mucho tiempo antes de que Baz se uniera a él. Cuando lo hizo, se veía mejor de lo que Simon lo había visto durante todo el año. Las mejillas y labios de Baz estaban sonrojados de un rosa oscuro, y sus ojos grises habían salido de las sombras.
—¿Hambriento? —preguntó Simon.
Baz empezó a reír.
El sol no había interrumpido completamente el horizonte aún, y no había nadie alrededor de la cocina. Simon encontró pan, queso y manzanas, y las arrojó sobre una bandeja. Parecía extraño sentarse solo en el comedor vacío, así que él y Baz se sentaron sobre las baldosas de la cocina en su lugar, recostados contra una pared de gabinetes.
—Vamos a terminar con esto —dijo Baz, mordiendo una manzana verde, obviamente tratando de parecer casual—. ¿Vas a decirle al mago de mí?
—Él ya piensa que eres un imbécil desagradable —dijo Simon.
—Si —dijo Baz en voz baja—, pero esto es peor y lo sabes. ¿Sabes lo que él tendrá que hacer?
Enfrentaría a Baz contra el Aquelarre.
Lo enviarían a prisión, tal vez lo matarían. Simon había estado tratando durante seis años de conseguir que Baz fuera expulsado, pero nunca había querido verlo hundirse.
Aun así… Baz era un vampiro, un vampiro, maldita sea. Un monstruo. Y él era ya enemigo de Simon.
—Un monstruo —repitió Levi, llevando una mano para desenganchar el cabello de Cath. Sus gafas estaban atrapadas allí y cayeron de lado sobre su brazo. Levi las recogió y las tiró sobre la cama—. Tu cabello todavía esta húmedo —dijo, agitándolo con una mano.
Simon miró a Baz e intentó de nuevo convocar la cantidad adecuada de horror. Lo único que pudo conseguir fue cierta abatida consternación.
—¿Cuándo sucedió? —preguntó.
—Ya te lo dije —dijo Baz—. Justo hemos dejado la escena del crimen.
—¿Fuiste mordido en la guardería? ¿Cuándo eras niño? ¿Por qué alguien no se dio cuenta?
—Mi madre estaba muerta. Mi padre se precipitó y me arrastró de nuevo a la finca. Creo que podría haberlo sospechado… Nunca hemos hablado de ello.
—¿No se dio cuenta cuando empezaste a beber la sangre de la gente?
—No lo hago —espetó Baz imperiosamente—. Y además, la… sed no se manifiesta de inmediato. Se inicia durante la adolescencia.
—¿Cómo el acné?
—Habla por ti, Snow.
—¿Cuándo se iniciaron en ti?
—Este verano —dijo Baz, mirando hacia abajo.
—Y tú no lo has…
—No.
—¿Por qué no?
Baz giró.
—¿Éstas bromeando? Los vampiros asesinaron a mi madre. Y si se enteran de mí, lo perderé todo… Mi varita. Mi familia. Posiblemente mi vida. Soy un mago. No soy —hizo un gesto hacia su garganta y su rostro—, esto.
Simon se preguntó si él y Baz nunca habían estado tan cerca, jamás se habían permitido sentarse tan cerca en todos sus años de convivencia. El hombro de Baz estaba casi tocando los suyos, y Simon podía ver cada pequeño bache y sombra en la piel sin duda muy clara de Baz. Cada línea de sus labios, cada destello de azul en sus ojos grises.
—¿Cómo te mantienes con vida?
—Me las arreglo, gracias.
—No muy bien —dijo Simon—. Te ves como el infierno.
Baz sonrió.
—Una vez más, gracias Snow. Es un consuelo.
—No me refiero a ahora —dijo Simon—. Te ves muy bien ahora. —Baz levantó una ceja y bajó la otra—. Pero últimamente —siguió adelante Simon—, solo parece como si estuvieras desaparecido. ¿Has estado… bebiendo algo?
—Hago lo que puedo —dijo Baz, dejando caer el corazón de la manzana en el plato—. No quieres saber los detalles.
—Lo hago —sostuvo Simon—. Mira, como tu compañero de piso, tengo un interés particular en que tú no deambules con sed de sangre.
La mano de Levi estaba todavía en el cabello de Cath, sintió cómo la levantaba, sintió su boca en la parte posterior de su cuello. Su otro brazo la apretó contra él. Cath se concentró en su teléfono. Había pasado tanto tiempo desde que había escrito esta historia, no podía recordar como terminaba.
—Nunca te mordería —dijo Baz, encontrando los ojos de Simon.
—Eso es bueno —dijo Simon—. Me alegro de que todavía planees matarme a la vieja usanza, pero hay que admitir que esto es duro para ti.
—Por supuesto que es difícil para mí. —Lanzó una mano en el aire en lo que Simon reconoció con un gesto muy de Baz—. Tengo la sed de los antiguos, y estoy rodeado de inútiles bolsas de sangre durante todo el día.
—Y toda la noche —dijo Simon en voz baja.
Baz sacudió la cabeza y lo miró de nuevo.
—Dije que nunca te haría daño —murmuró.
—Entonces deja que te ayude. —Simon se movió solo un par de centímetros, por lo que sus hombros se tocaban. Incluso a través de su camiseta y la de Baz de algodón abotonada, podía sentir que Baz ya no estaba helado. Estaba caliente. Parecía sano otra vez.
—¿Por qué quieres ayudarme? —preguntó Baz, girando hacia Simon, que estaba lo suficientemente cerca ahora para sentir el suave calor de la respiración de Baz en la barbilla—. ¿Mantendrías un secreto de tu mentor para ayudar a tu enemigo?
—Tú no eres mi enemigo —dijo Simon—. Solo eres… un mal compañero.
Levi se rió, y Cath lo sintió en su cuello.
Baz se rió, y Simon lo sintió en sus pestañas.
—Tú me odias —sostuvo Baz—. Me has odiado desde el momento en que nos conocimos.
—No odio esto —dijo Simon—. Lo que estás haciendo, negando tus más poderosos instintos, solo para proteger a otras personas. Es más heroico que cualquier cosa que he hecho en mi vida.
—No son mis más poderosos impulsos —dijo Baz en voz baja.
—Tú sabes —dijo Simon—, que la mitad del tiempo que estamos juntos, estás hablando de ti mismo.
—Ah, Snow, no creo que lo hayas notado.
—Lo he notado —dijo Simon, sintiendo seis años de irritación e ira y doce horas de agotamiento, llegando en el aumento de un ruido entre sus orejas. Él negó con la cabeza, y debe haberse inclinado hacia adelante porque estaba lo suficientemente cerca para chocar la nariz y la barbilla contra Baz—. Deja que te ayude —dijo.
Baz tenía la cabeza inmóvil. Entonces asistió, golpeando suavemente su frente contra la de Simon.
—Lo he notado —dijo Simon, dejando que su boca se fuera hacia delante. Pensó en todo lo que había pasado a través de los labios del otro chico. La sangre, la bilis y las maldiciones.
Pero la boca de Baz era suave ahora, y sabía a manzanas.
Y a Simon no le importaba por el momento que estaba cambiando todo.
Cath cerró los ojos y sintió la barbilla de Levi siguiendo una trayectoria en la parte de atrás de su cuello.
—Sigue leyendo —susurró.
—No puedo —dijo ella—. Se acabó.
—¿Se acabó? —Apartó su cara—. Pero ¿qué sucede? ¿Pelean con los otros conejos luego? ¿Están juntos? ¿Simon tiene que romper con Agatha?
—Eso depende de ti. No lo dije.
—Pero podrías decirlo. Tú lo escribiste.
—Lo escribí hace dos años —dijo Cath—. No sé lo que estaba pensando entonces. Sobre todo ese último párrafo. Es bastante débil.
—Me gustó todo —dijo Levi—. Me gustó «la sed de los antiguos».
—Sí, ésa fue una buena línea…
—Lee algo más —susurró, besando la piel debajo de su oreja.
Cath tomó un profundo respiro.
—¿Qué?
—Cualquier cosa. Más fanfiction, el informe de la soya. Eres como un tigre que ama Brahms, mientras estás leyendo, deja que te toque.
Tenía razón: Mientras leía, era como si estuviera tocando a otra persona. Que era una especie de perturbación, ahora que pensaba en ello.
Cath dejó caer su teléfono al suelo.
Se giró lentamente hacia Levi, sintiendo el toque de sus brazos en su cintura, mirando hacia arriba hasta su barbilla y sacudiendo la cabeza.
—No —dijo ella—. No. No quiero estar distraída. Quiero tocarte de vuelta.
El pecho de Levi se levantó abruptamente, justo mientras dejaba sus manos sobre su camisa de franela.
Sus ojos estaban muy abiertos.
—Está bien.
Cath se centró en sus dedos. Sintiendo la franela, sintiendo como se deslizaba contra la camiseta que llevaba debajo, sintiendo a Levi debajo de ésta, las crestas de sus músculos y huesos. Su corazón latía en la palma de la mano de Cath, allí mismo, como si sus dedos pudieran cerrarse a su alrededor…
—Me gustas mucho —susurró Levi.
Ella asintió y extendió sus dedos.
—Realmente me gustas, también.
—Dilo otra vez —dijo.
Ella se rió. Debe haber una palabra para una risa que termina tan pronto como se inicia. Una risa que es más una silaba de sorpresa y de reconocimiento de lo que es otra cosa.
Cath se rió de esa manera, luego bajó la cabeza hacia adelante, empujando las manos en su pecho.
—Realmente me gustas, Levi.
Ella sintió sus manos en su cintura y su boca en su cabello.
—Sigue diciéndolo —dijo.
Cath sonrió.
—Me gustas —dijo, tocando con su nariz su barbilla.
—Me habría afeitado si hubiera sabido que iba a verte esta noche.
Su barbilla se movió cuando hablaba.
—Me gustas así —dijo, dejando que raspara su nariz y su mejilla—. Me gustas.
Llevó una mano a la parte de atrás de su cuello y la mantuvo allí.
—Cath.
Tragó saliva y apretó los labios en su barbilla.
—Levi.
Justo entonces, Cath se dio cuenta de lo cerca que estaba del borde de la mandíbula de Levi y recordó lo que había prometido hacer allí. Cerró los ojos y le dio un beso debajo de la barbilla, detrás de la mandíbula, donde era suave y casi regordete, como un bebé. Él arqueó su cuello, y fue incluso mejor de lo que había esperado.
—Me gustas —dijo—. Mucho. Me gusta aquí.
Cath llevó sus manos a su cuello. Dios, era cálido, su piel era tan cálida y gruesa, una capa más fuerte que la de ella. Deslizó sus dedos por su cabello, sosteniendo la parte de atrás de su cabeza.
Sus manos imitaron las suyas, tirando de su rostro hacia él.
—Cath, ¿si te beso ahora, vas a saltar lejos de mí?
—No.
—¿Vas a entrar en pánico?
Negó con la cabeza.
—Probablemente no.
Mordió un lado de su labio inferior, y sonrió. Sus labios arqueados no lo bastante para llegar a las esquinas.
—Me gustas —susurró ella.
La tiró hacia adelante.
Bien. Vaya esto era. Besar a Levi.
Era mucho mejor cuando estaba despierta y su boca no estaba turbia por la lectura en voz alta toda la noche. Asintió y le devolvió el beso.
Cuando Baz y Simon se besaban, Cath siempre hizo una gran cosa del momento en el que uno de ellos abría su boca. Sin embargo, cuando en realidad estás besando a alguien, es difícil mantener la boca cerrada. La boca de Cath estaba abierta antes incluso de que Levi llegara allí. Estaba abierta ahora.
La boca de Levi estaba abierta también, y siguió tirando un poco hacia atrás como si fuera a decir algo, luego su barbilla sobresalió hacia delante de nuevo, apoyada en la suya.
Dios, su barbilla. Quería hacer una señora de su barbilla. Quería asegurarla.
La próxima vez que Levi se retiró, Cath volvió a besar su barbilla, presionando su cara bajo su mandíbula.
—Me gustas mucho aquí.
—Me gustas mucho —dijo él, su cabeza hacia atrás en el sofá—. Incluso más que eso, ¿sabes?
—Y aquí —dijo ella, empujando su nariz contra su oreja. Los lóbulos de las orejas de Levi se unían a su cabeza. Lo que hizo a Cath pensar en los cuadros de Punnett y Mendel. Y le hizo tratar de tirar su lóbulo de la oreja lejos con sus dientes—. Eres muy bueno aquí —dijo. Él llevó los hombros hacia arriba, como si le hiciera cosquillas.
—Ven aquí, ven aquí —dijo, tirándola de su cintura. Estaba sentada justo a su lado, y parecía quererla en su regazo.
—Soy pesada —dijo.
—Bien.
Cath siempre supo que haría un espectáculo de sí misma si alguna vez llegaba a estar a solas con Levi, y eso era justo lo que estaba haciendo. Estaba magullando su oreja. Quería sentirlo en cada parte de su cara.
Estaba bien… Podía imaginárselo diciéndole a Reagan o a uno de sus dieciocho compañeros mañana. Ella no dejaba de lamer mi oreja, creo que podría tener un fetiche con el oído. Y no quieres ni saber que le hizo a mi barbilla.
Levi aún la sostenía por la cintura, muy apretada, como si estuviera preparándose para una elevación de patinaje artístico.
—Cath… —dijo, y tragó saliva. El nudo en su garganta bajó y trató de atraparlo con la boca.
—Aquí también —dijo. Su voz sonaba dolorosa. Era demasiado hermoso, demasiado bueno, demasiado—. También aquí. Realmente. Toda tu cabeza. Me gusta toda tu cabeza.
Levi se rió, y ella trató de besar todo lo que se movía. Su garganta, sus labios, sus mejillas y las esquinas de sus ojos.
Baz nunca besaría a Simon tan caóticamente.
Simon nunca aplastaría su nariz contra el pico de viuda de Baz en la forma en que Cath estaba a punto de hacerlo.
Cedió a las manos de Levi y se subió a su regazo, sus rodillas a cada lado de sus caderas. Estiró el cuello para mirar hacia ella, y Cath tomó su cabeza por sus sienes.
—Aquí, aquí, aquí —dijo, besando su frente dejándose tocarle su ligero cabello como una pluma—. Oh dios, Levi me vuelves loca aquí.
Alisó su cabello hacia atrás con las manos y su cara, y le besó la parte superior de la cabeza de la forma en que él siempre la había besado. (Los únicos besos que había permitido durante tantas semanas).
El cabello de Levi no olía a champú o a trébol recién cortado. Olía como a café en general, y como la almohada de Cath la semana después de que él pasara la noche. Su boca se posó en el nacimiento del cabello, donde era más ligero y más fino, su cabello no era tan suave en esa parte.
—Al igual que tú —dijo, sintiéndose extraña y llorosa—. Que tanto te gusto, Levi.
Y entonces besó mis entradas y lloró, lo imaginó diciéndolo. En su imaginación, Levi era Danny Zuko[44], y sus compañeros de cuarto eran el resto de los T-Birds. Dime más, dime más.
Su cara se sentía caliente en sus manos.
—Ven aquí —dijo él, cogiendo su mandíbula con una mano, golpeando su boca en la de ella.
Bien.
Vaya, esto era… Besar a Levi.
Esto y esto y esto.
—No eres toda manos —susurró él después. Estaba medio escondido en el rincón del sofá de dos plazas, y ella estaba descansando sobre él. Había pasado horas sobre él. Enroscándose sobre él como un vampiro. Incluso exhausta, no podía dejar de frotar sus labios entumecidos en la franela de su pecho—. Eres toda boca —dijo.
—Lo siento —dijo Cath, mordiéndose los labios.
—No seas estúpida —dijo, tirando de sus labios libres de los dientes con el dedo—. Y no lo sientas… nunca otra vez.
La enganchó, así que su cara estaba por encima de la suya. Sus ojos vagaron hasta la barbilla, por costumbre.
—Mírame —dijo.
Cath miró hacia arriba. En la cara color pastel de Levi. Demasiado hermoso, demasiado bueno.
—Me gusta que estés aquí —dijo, apretándola—. Conmigo.
Ella sonrió y sus ojos empezaron a desviarse hacia abajo.
—Cather…
Regresó a sus ojos.
—Sabes que me estoy enamorando de ti, ¿verdad?
* * *
—¿Tú sabías desde el principio?
—No todo el tiempo —dijo Penelope—. Pero desde hace mucho. Por lo menos desde el quinto año, cuando insististe en que siguiéramos a Baz alrededor del castillo cada dos días. Me hiciste ir a todos sus partidos de fútbol.
—Para asegurarme de que no estaba haciendo trampa —dijo Simon, por costumbre.
—Correcto —dijo Penelope—. Estaba empezando a preguntarme si alguna vez ibas a averiguarlo. Tú te habrías dado cuenta, ¿verdad?
Simon se sintió sonreír y sonrojarse, no por primera vez esta semana. No por la quincuagésima.
—Sí…
De Carry On, Simon, publicado Marzo 2011 por FanFixx.net, autor Magicath.