14
Su padre vino a recogerlas el día antes de Acción de Gracias. Cuando se detuvo frente a Pound Hall, Wren y Courtney ya se encontraban sentadas en la parte trasera del Honda.
Wren y Cath generalmente se sentaban juntas en el asiento de atrás. Su padre se quejaba de que se sentía como un taxista y decía:
—No, chofer de limusina. A casa, James.
—Guau, mira esto… —dijo, cuando Cath se sentó en el asiento delantero junto a él—. Compañía. —Ella intentó sonreír.
Courtney y Wren hablaban en el asiento trasero, pero con la radio encendida, Cath no podía escucharlas. Una vez que llegaron a la interestatal, se inclinó hacia su padre.
—¿Cómo están los Gravioli? —preguntó.
—¿Qué? —Él bajó el volumen de la radio.
—Papá —dijo Wren—, ésa es nuestra canción.
—Lo siento —dijo, modificando el volumen en la parte de atrás—. ¿Qué decías? —le preguntó a Cath.
—Gravioli —dijo ella.
—Oh. —Hizo un gesto—. Al diablo con los Gravioli. ¿Sabías que eso en realidad son ravioles enlatados con una viscosa salsa marrón?
—Suena asqueroso —dijo Cath.
—Es indignante —dijo él—. Para las personas es como comida de perro. Tal vez nos deberíamos orientar a eso: ¿Secretamente quieres comer comida de perro? ¿Acaso su olor logra que se te haga agua la boca?
Cath se unió, con su mejor voz de locutora:
—La única cosa que te retiene para comer comida de perro es el miedo a que tus vecinos se den cuenta de todas las latas, y que luego vean, ¿que no tienes un perro?
—Graaavioli —dijo su padre, completando cada sonido vocal—. Es comida de perro. Para las personas.
—No tienes el trabajo —dijo Cath—. Lo siento.
Sacudió la cabeza por demasiado tiempo.
—Ya lo conseguimos. A veces tenerlo es infinitamente peor que no tenerlo. Fue una competencia con seis agencias. Ellos nos eligieron y luego rechazaron cada buena idea que teníamos. Y entonces, por desesperación, Kelly le dice al cliente que se reúnan. «Quizá aparece un oso que sale de hibernar y se encuentra realmente hambriento, haciendo que todo lo que pueda decir sea Grrr. Y entonces el oso consigue un gran tazón de Grrravioli y se convierte en un ser humano…». Y al cliente simplemente le encantó la idea, dio un salto y comenzó a gritar: «¡Eso es!».
Cath volteó para ver si Courtney escuchaba. Su papá solo maldecía cuando hablaba de trabajo. Y a veces cuando estaba siendo un maniático. Dijo que las agencias de publicidad fueron peor que los submarinos, todos maldiciendo y en claustrofobia.
—Así que ahora estaremos hacienda animaciones de osos y Grrravioli —dijo él.
—Eso suena terrible.
—Es una tortura. Estamos haciendo cuatro comerciales. Cuatro osos diferentes se transforman en cuatro personas diferentes, cuatro, de esta forma podremos cubrir a nuestra competencia. Y entonces el jodido de Kelly pregunta si deberíamos hacer al chico Asiático un oso panda. Y hablaba en serio. Eso no solo es racista, sino que los osos panda no hibernan.
Cath sonrió.
—Tuve que decirle a mi jefe: «Es una idea interesante, Kelly, pero los pandas no hibernan». ¿Y sabes que dijo?
Cath rió.
—Uh, uh. Dime.
No seas tan literal, Arthur.
—¡No!
—¡Sí! —Su padre rió, sacudiendo la cabeza otra vez, demasiado rápido y por bastante tiempo—. Trabajar con este cliente es como hacer que mi cerebro cave su propia tumba.
—Es nuestro grrrave-ioli[15] —dijo Cath.
Se rió otra vez.
—Está bien —dijo él, golpeando el volante—. Es dinero. Solo dinero.
Ella sabía que eso no era verdad. Nunca se trataba de dinero con él, es acerca del trabajo. Era acerca de tener la idea perfecta, y la solución más elegante. A su padre realmente no le importaba lo que vendía. Tampones, tractores o comida de perro para la gente. Solo quería encontrar la perfecta pieza del rompecabezas que fuera hermosa y que encajara perfecta.
Pero cuando dio con esa idea, esta casi lo mata. O bien el cliente la rechazó, o lo hizo su jefe. O la cambió. Y entonces fue como si alguien se hubiera aprovechado directamente del corazón de su padre, y estuviera drenando la savia de su alma.
Después de que dejaron a Courtney en West O, Wren se adelantó a su asiento y le bajó el volumen a la radio.
—Ponte el cinturón —dijo su padre.
Ella se apoyó contra el respaldo y se abrochó el cinturón.
—¿La abuela vendrá mañana?
—No —dijo—. Se fue a Chicago con la tía Lynn durante un mes. Quería pasar las fiestas con los niños.
—Nosotras somos niñas —dijo Wren.
—Ya no. Ustedes son mujeres jóvenes y sofisticadas. Nadie quiere verlas desenvolviendo tarjetas de regalo. Oye, ¿a qué hora viene su madre a buscarlas?
Cath se giró bruscamente para mirar a su hermana.
Wren ya la observaba.
—Mediodía —dijo con cautela—. Ellos almuerzan a la una.
—Así que, ¿comeremos a las seis? ¿Siete? ¿Has reservado alguna habitación?
—¿Te viene a buscar a ti? —preguntó Cath—. ¿Viene a nuestra casa?
Su padre miró extrañado a Cath, y luego por el espejo retrovisor a Wren.
—Pensé que ustedes ya habían hablado sobre esto.
Wren rodó los ojos y miró por la ventana.
—Lo sabía, ella acaba de enloquecer…
—No enloquecí —dijo Cath, sintiendo que sus ojos comenzaban a arder—. Y si así fuera, es porque no me estás contando las cosas.
—No es gran cosa —dijo Wren—. He hablado con mamá un par de veces por teléfono, y saldré con ella por un par de horas mañana.
—¿Hablaste con ella por primera vez en diez años, y no es la gran cosa? ¿Y la acabas de llamar mamá?
—¿Y cómo quieres que le diga?
—Ésa no es la idea. —Cath se giró casi completamente para mirar al asiento trasero, luchando contra el cinturón de seguridad—. No se suponía que la llamaras.
Sintió la mano de su padre sobre su rodilla.
—Cath…
—No —dijo Cath—. No tú también. No después de todo.
—Es tu madre —dijo él.
—Ése es un tecnicismo —dijo Cath—. ¿Por qué incluso nos está molestando?
—Quiere conocernos —respondió Wren.
—Bueno, eso parece malditamente conveniente. Ahora que ya no la necesitamos.
—¿«Malditamente»? —dijo Wren—. Mira eso, Cath, te estás metiendo en un diálogo de Snow.
Cath sentía las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—¿Por qué sigues haciendo eso?
—¿Qué?
—Hacer pequeños comentarios acerca de Simon y Baz.
—No es lo que hago.
—Si —dijo Cath—. Es lo que haces.
—Lo que sea.
—Ella nos dejó. No nos amaba.
—No es así de simple —dijo Wren, mirando los edificios al pasar.
Cuando llegaron.
—Es por mí. —Cath se giró sobre su asiento y se cruzó de brazos. La cara de su padre estaba roja mientras golpeaba el volante con sus dedos.
Cuando llegaron a casa, Cath no quiso ser la primera en subir las escaleras. Sabía que, si lo hacía, terminaría sintiéndose atrapada y miserable, al igual que The Crazy One[16]. Como la pequeña niña que era enviada a su habitación.
En su lugar, se fue a la cocina. Se paró junto al mostrador y miró el patio. Su papá aún no había bajado el columpio. Ella deseó que lo hiciera; ahora era una trampa mortal, y a los niños del barrio les gustaba meterse en el patio y jugar con él.
—Pensé que ustedes ya habían hablado de todo esto. —Él se encontraba parado junto a ella.
Cath se encogió de hombros.
Puso su mano sobre su hombro, pero ella no se giró.
—Wren tiene razón —dijo él—. No es así de simple.
—Detente —dijo—. Solo detente, ¿está bien? No puedo creer que te estés poniendo de su lado.
—Estoy de ambos lados.
—No me refiero del lado de Wren. —Cath se giró. Sentía una nueva oleada de lágrimas—. De ella. De su lado. Te dejó.
—No estábamos bien juntos, Cath.
—¿Y ésa es la razón del porqué nos dejó a nosotras también? ¿Porque no estábamos bien juntos?
—Necesitaba algo de tiempo. No podía manejar la situación de ser madre…
—¿Y acaso tú sí?
Cath vio el dolor en sus ojos y sacudió la cabeza.
—No quise decirlo de esa forma, papá.
Él tomó una profunda bocanada de aire.
—Mira —dijo—, ¿para ser honesto? Yo tampoco quiero esto. Sería mucho más fácil para mí, si nunca, nunca más, tuviera que pensar en Laura, pero es tu madre.
—Todo el mundo tiene que dejar de decir eso. —Cath se giró hacia la ventana—. Uno no llega a ser la madre si se presenta después de que los niños ya crecieron. Ella es como esos animales que aparecen al final de la historia para comerse el pan de Little Red Hen[17]. Cuando la necesitábamos, ni siquiera respondía nuestras llamadas. Cuando comenzamos a tener nuestros períodos, tuvimos que googlear los detalles. Pero ahora, después de que dejamos de extrañarla, después de que dejamos de llorar por ella, después de que hemos pasado por tanta mierda, ¿es ahora que ella quiere conocernos? No necesito una madre ahora, gracias. Estoy bien.
Su papá rió.
Ella lo miró sobre su hombro.
—¿Por qué te estás riendo?
—No lo sé —dijo él—. La cosa del pan, creo. Además… ¿de verdad tuvieron que googlear por sus períodos? Podrían haberme preguntado a mí acerca de eso. Sé acerca de los períodos.
Cath exhaló.
—Está bien. Hemos googleado todo desde entonces.
—No tienes que hablar con ella —dijo él suavemente—. Nadie va a obligarte.
—Sí pero Wren ya. Ya dejó caer el puente levadizo.
—Wren debe tener algún problema que aún necesita resolver.
Cath apretó sus puños y los presionó contra sus ojos.
—A mí simplemente. No me gusta esto. No me gusta pensar en ella, no quiero verla. No la quiero en esta casa, pensando en cómo solía ser suya, en cómo solíamos ser de ella, tampoco. No quiero su recuerdo tocándonos.
Su padre la abrazó.
—Lo sé.
—Siento como si todo se desmoronará.
Él tomó otra profunda respiración.
—Yo también.
—¿Enloqueciste cuando llamó?
—Lloré por tres horas.
—Oh, papá.
—Tu abuela le dio mi número de celular.
—¿La has visto?
—No.
Cath se estremeció, y su papá la abrazó más fuerte.
—Cuando pienso en ella viniendo aquí —dijo—, es como esa escena en La Comunidad del Anillo[18] cuando los hobbits están escondiéndose del Nazgul.
—Tu madre no es mala, Cath.
—Es así como me siento.
Sé calló por unos segundos.
—Yo también.
Wren no regresó a tiempo para la cena de Acción de Gracias; ella terminó por quedarse arriba durante la noche.
—Siento como si hubiéramos preparado la mesa y pretendiéramos que todo es normal —le dijo Cath a su papá—, y solo va a ponerse peor.
—Estoy de acuerdo —dijo él.
Comieron en la sala, pavo y puré de patatas, mientras miraban History Channel. El guiso de judías verdes se quedó en la cocina y se enfrió porque Wren era la única persona que alguna vez lo comería.
* * *
Baz.
—¿Alguna vez has hecho esto?
Simon.
—Sí. No.
—¿Sí o no?
—Sí. Pero no así.
Baz.
—¿No con un chico?
Simon.
—No cuando de verdad quise.
De «¿De acuerdo?» publicado en Abril del 2012 por FanFixx.net, autor de Magicath.