29
Pasó una hora antes de que la enfermera regresara. Cath bebió su agua embotellada y se limpió la cara en la camiseta. Pensó en lo mejor que era esta sala de espera que la de St. Richard. Trató de meterse en su teléfono, pero su batería estaba muerta.
Cuando la enfermera salió, Cath se levantó.
—¿Estás aquí por Wren Avery?
Cath asintió.
—Puedes entrar ahora. ¿Quieres esperar por tu mamá?
Ella negó con la cabeza.
Wren estaba en una habitación, sola. Estaba oscuro y sus ojos estaban cerrados. Cath no podía decir si estaba durmiendo.
—¿Tengo que vigilar algo? —preguntó a la enfermera.
—No, solo está descansando ahora.
—Nuestro padre no tardará en llegar —dijo Cath.
—Está bien. Lo traeremos acá.
Cath se sentó lentamente, en silencio, en la silla junto a la cama de Wren. Lucía pálida. Tenía una mancha oscura, tal vez un golpe, en su mejilla. Su cabello estaba más largo de lo que estaba en Navidad, colgando sobre sus ojos y ondulándose en su cuello. Cath lo apartó.
—Estoy despierta, ¿sabes? —susurró Wren.
—¿Todavía estás borracha?
—Un poco. Confusa.
Cath escondió el cabello de Wren de nuevo en un gesto tranquilizador. Tranquilizador para ella, de todos modos.
—¿Qué pasó?
—No me acuerdo.
—¿Quién te trajo?
Wren se encogió de hombros. Había una vía intravenosa en su brazo y algo pegado en su dedo índice. De cerca, olía como a vómito. Y como a Wren, como a Tide y Marc Jacobs Lola.
—¿Estás bien?
—Confusa —dijo ella—. Enferma.
—Papá está en camino.
Wren gruñó.
Cath cruzó sus brazos en el borde de la cama y apoyó su cabeza abajo, exhalando.
—Me alegro de que te trajeran —dijo—. Quien sea que te trajo. Yo… lo siento.
Que no estaba allí, que no me quisiera allí, que no habría sabido como detenerte de todos modos.
Ahora que estaba con Wren y ella estaba bien, Cath se dio cuenta de lo agotada que estaba. Empujó sus gafas en el bolsillo del abrigo y apoyó su cabeza de nuevo abajo. Estaba a la deriva —o tal vez acababa de estar a la deriva— cuando escuchó a Wren gemir. Levantó la cabeza. Wren estaba llorando. Sus ojos estaban cerrados y las lágrimas corrían por entre su pelo. Cath casi podía sentir el cosquilleo. —¿Qué pasa?
Wren negó. Cath limpió sus lágrimas con sus dedos y limpió sus dedos en su camiseta.
—¿Debería llamar a la enfermera?
Wren negó con la cabeza de nuevo y empezó a temblar en la cama.
—Aquí —dijo, haciendo espacio.
—¿Estás segura? —preguntó Cath—. No quiero ser la razón de que te ahogues en tu propio vómito.
—Nada queda —susurró Wren.
Cath se quitó las botas y se subió encima de la barandilla, acostándose en el espacio que Wren había despejado para ella. Puso su brazo cuidadosamente bajo el cuello de Wren.
—Aquí —dijo Cath.
Wren se acurrucó contra ella con la cabeza en el hombro. Trató de desenredar los tubos alrededor del brazo de Wren, luego sostuvo su mano con fuerza. Estaba pegajosa.
Los hombros de Wren todavía se sacudían.
—Está bien —dijo Cath—. Está bien.
Ella trató de no quedarse dormida hasta que Wren lo hiciera, pero estaba oscuro, y estaba cansada y todo se encontraba borroso.
—Oh, Dios —escuchó decir a su padre—. Oh, Wren. Nena.
Cath abrió los ojos y su papá estaba inclinado sobre las dos, besando ambas frentes. Se sentó con cuidado.
Los ojos de Wren estaban con costras e hinchados, pero abiertos.
Su padre se paró detrás y le puso una mano en la mejilla a Wren.
—Jesucristo —dijo, sacudiendo la cabeza—. Chica.
Estaba vistiendo pantalones de vestir grises y una camisa azul claro, fuera del pantalón. Su corbata, naranja con destellos blancos, estaba saliendo y entrando de su bolsillo. Ropa de presentación, pensó Cath.
Ella miró a sus ojos por costumbre. Estaban cansados y brillantes, pero despejados.
Cath se sintió abrumada entonces, de repente, y a pesar de que éste no era su espectáculo, se inclinó adelante y lo abrazó, presionando su cara contra su vieja camisa hasta que pudo oír su corazón latir. Su brazo se acercó, cálido, alrededor de ella. —Está bien —dijo con voz ronca. Cath sintió a Wren tomar su mano—. Está bien. —Su padre de nuevo—. Estamos bien ahora.
Wren no tenía que permanecer en el hospital.
—Puedes dormir y beber agua en casa —dijo el doctor.
Verdadera casa. Omaha.
—Te vienes conmigo —dijo su padre y Wren no discutió.
—Yo también voy —dijo Cath y él asintió.
Una enfermera sacó la vía intravenosa de Wren y Cath la ayudó en el baño, acariciando su espalda mientras ella lo dejaba salir en el fregadero. Luego Cath la ayudó a lavarse la cara y a cambiarse la ropa: pantalones vaqueros y una camiseta.
—¿Dónde está tu abrigo? —preguntó su papá. Wren solo se encogió de hombros. Cath se quitó su cárdigan y se lo pasó.
—Huele a sudor —dijo Wren.
—Va a ser mejor olor que el tuyo —respondió Cath.
Luego tuvieron que esperar por el papeleo de Wren. La enfermera preguntó si ella quería hablar con un especialista en adicciones. Wren dijo que no. Su padre solo frunció el ceño.
—¿Has comido algo? —le preguntó Cath.
Él bostezó.
—Conduciremos a alguna parte.
—Yo conduzco —dijo Cath.
Su padre había tratado de conseguir un vuelo fuera de Tulsa la noche anterior, pero no había ninguno hasta esta tarde, así que terminó rentando un coche. —Kelly le dio la Visa de la agencia— y conduciendo por siete horas.
La enfermera volvió con papeles de alta y le dijo a Wren que tendría que dejar el hospital en silla de ruedas.
—Es la política.
Wren se quejó, pero su papá se paró detrás de la silla de ruedas y dijo:
—¿Quieres quejarte o quieres ir a casa?
Cuando la enfermera los dejó en la sala de espera, Cath sintió a su estómago saltar y se dio cuenta que estaba medio esperando ver a Laura todavía sentada ahí. Ni soñarlo, pensó Cath.
Las puertas se abrieron y Wren hizo un pequeño sonido jadeante. Por un segundo Cath pensó que quizás Laura estaba todavía ahí. O tal vez Wren estaba tratando de vomitar de nuevo.
Había un chico sentado en la sala de espera con la cabeza entre sus manos. Él escuchó el jadeo de Wren y miró arriba, luego se paró y Wren estaba fuera de su silla de ruedas, arrastrando los pies hacia él. Él la tomó en sus brazos y enterró su cabeza dentro de su cabello vomitado.
Era el tipo grande de Muggsy’s. El tipo que lanzó puñetazos. Cath no podía recordar su nombre. Javier. Julio…
—¿Quién es? —preguntó su papá.
—Jandro —dijo Cath.
—Ah —dijo él, mirándolos abrazarse—. Jandro.
—Si. —Cath esperó que no fuera Jandro quien llevó a Wren a la sala de emergencias, y luego la dejó sola. Esperó que él no supiera nada acerca del golpe en su mejilla.
—Hola —dijo alguien, y Cath se hizo a un lado, dándose cuenta de que estaba en el medio del pasillo—. Hey —dijo de nuevo.
Miró arriba, y a la cara sonriente de Levi.
—Hola —dijo, y eso casi vino con un signo de exclamación—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Recibí tu mensaje, te envié uno de vuelta.
—Mi teléfono está muerto. —Cath miró a los ojos arrugados de Levi y a su sonrisa de alivio, tratando de traerlo a todo.
Él estaba sosteniendo dos tazas de café y una banana en el bolsillo de su camisa de franela.
—¿Señor Avery? —dijo, sosteniendo una taza de café—. Ésta era para Jandro, pero parece que está recuperado.
Su papá tomó el café.
—Gracias. Levi.
—Levi —repitió Cath y sabía que estaba a punto de llorar—. No tenías que venir.
Él hizo un puño flojo y golpeó suavemente la parte inferior de su barbilla, tomando medio paso hacia ella.
—Sí, tenía.
Cath trató de no sonreír, pero terminó sonriendo tan ampliamente, que los oídos casi le estallaron.
—Ellos no me dejaron entrar —dijo él—. O a Jandro. Solo familia inmediata.
Cath asintió.
—¿Está tu hermana bien?
—Sí. Con resaca. Avergonzada… Ahora vamos a volver a Omaha, los tres.
—¿Estás bien?
—Sí. Sí. —Ella alcanzó su mano y la apretó—. Gracias —dijo.
—Ni siquiera sabías que estaba aquí.
—Lo sé ahora, y voy a aplicar esos sentimientos de vuelta. Gracias. ¿Te perdiste la fiesta de cumpleaños de tu hermana?
—No, es mañana después de la iglesia. Voy a tomar una siesta y volver hacia allá, a menos que necesites algo.
—No.
—¿Tienes hambre?
Cath rió.
—¿Estás a punto de ofrecerme una banana?
—Estoy a punto de ofrecerte la mitad de una banana —dijo Levi, dejando ir su mano. Le dio a ella el café y sacó la banana de su bolsillo, pelándola. Cath miró a Wren. Ella estaba presentando a Jandro a su papá.
Wren lucía como el infierno, pero Jandro la estaba viendo como si fuera la Dama del Lago. Levi le ofreció la mitad de la banana y ella la tomó.
—Aplausos —dijo, golpeando su mano con la de ella.
Cath se comió la banana y se aferró a su mirada.
—Te doy la luna en este momento —dijo.
Los ojos de Levi brillaron con alegría, y subió una ceja.
—Sí, pero ¿podrías partirla para mí?
Cath condujo a casa. Pasaron por McDonald’s primero y su papá ordenó dos hamburguesas de pescado, y dijo que ninguna podía molestarlo al respecto.
Wren hizo una mueca.
—Ni siquiera me importa si es malo para el colesterol. Es el olor lo que me enferma.
—Tal vez no deberías emborracharte a ti misma en un estupor malhumorado —dijo su padre. Y fue entonces cuando Cath se dio cuenta de que él no iba a pretender que nada estaba mal. Que no iba solo a dejar a Wren en sus asuntos.
Cath aplastó su hamburguesa de queso en el volante y era la única persona en la interestatal observando el límite de velocidad.
Cuando llegaron a casa, Wren fue directo a tomarse una ducha.
Su papá se quedó en la sala de estar, pareciendo perdido.
—Tú vas luego —le dijo Cath—. No estoy tan grave.
—Tenemos que hablar acerca de esto —dijo—. Esta noche. Quiero decir, no tú. No tienes que hacerlo. Wren y yo tenemos que hablar. Debería haberle hablado en Navidad, pero había tanto pasando.
—Lo siento.
—No lo hagas, Cath.
—También es mi culpa. Lo escondí de ti.
Él se quitó las gafas y se frotó la frente.
—No es así. Yo vi lo que estaba haciendo… Pensé que ella, no lo sé, se autocorregiría. Que lo sacaría de su sistema.
Su corbata había hecho su camino casi completamente de su bolsillo.
—Deberías dormir —dijo Cath—. Toma una ducha, luego duerme.
Wren salió del baño vistiendo la bata de su padre y sonrió débilmente a ellos. Cath palmeó el brazo de su papá, luego siguió a Wren por las escaleras. Cuando Cath llegó a su habitación, Wren estaba de pie en su tocador, impacientemente hojeando un cajón casi vacío.
—No tenemos pijamas.
—Cálmate, Junie B. Jones —dijo Cath, caminando hacia su propio vestidor—. Toma. —Le dio a Wren una camiseta y un par de shorts que quedaron del gimnasio de la escuela.
Wren se cambió y se subió a su cama. Cath se arrastró encima de la colcha a su lado.
—Hueles como vómito —dijo Wren.
—Tuyo —dijo Cath—. ¿Cómo te estás sintiendo?
—Cansada. —Wren cerró sus ojos.
Cath golpeó suavemente la frente de Wren.
—¿Ése era tu novio?
—Sí —susurró Wren—. Alejandro.
—Alejandro —dijo Cath, respirando la J y soltando la R—. ¿Han estado saliendo desde el semestre pasado?
—Sí.
—¿Estabas con él la noche pasada?
Wren negó con la cabeza. Lágrimas comenzaban a acumularse entre sus pestañas.
—¿Con quién saliste?
—Courtney.
—¿Cómo te golpeaste la cara?
—No lo recuerdo.
—Pero no fue Alejandro.
Los ojos de Wren volaron abiertos.
—Dios, Cath. No. —Cerró sus ojos de nuevo y se estremeció—. Él probablemente va a terminar conmigo. Odia cuando me emborracho. Dice que es impropio.
—No lucía como si fuera a terminar contigo esta mañana.
Wren tomó un profundo y tembloroso suspiro.
—No puedo pensar en eso ahora mismo.
—No lo hagas —dijo Cath—. Duerme.
Wren durmió. Cath bajó las escaleras. Su papá ya estaba dormido. Se saltó la ducha.
Cath se sintió inexplicablemente tranquila. La última cosa que Levi le dijo, cuando se habían separado en el vestíbulo del hospital, fue:
—Conecta tu teléfono.
Así que Cath lo hizo. Luego empezó un poco de lavandería.
* * *
—No podemos ser amigos —dijo Baz, pasándole a Simon la pelota.
—¿Por qué no? —preguntó Simon, golpeando la pelota y dándole botes en su rodilla.
—Porque ya somos enemigos.
—No es como que tengamos que seguir de esa manera. No hay una regla.
—Hay una regla —dijo Baz—. La hice yo mismo. No ser amigo de Snow. Él ya tiene muchos. —Sacó a Simon del camino y atrapó la pelota en su rodilla.
—Eres desesperante —dijo Simon.
—Bien. Estoy cumpliendo mi papel como tu némesis.
—Tú no eres mi némesis. El Humdrum lo es.
—Hmmm —dijo Baz, dejando caer la pelota y pateándosela a Simon—. Ya veremos, la historia aún no ha terminado.
De «Baz, Te Gusta», publicado en Septiembre 2008 por FanFixx.net, autores Magicath y Wrenegade.