26

La profesora Piper le tendió los brazos cuando Cath entró.

—Cath, has vuelto. Me gustaría poder decir que sabía que ibas a hacerlo, pero no estaba segura.

Cath se encontraba de vuelta.

Había ido a decirle a la profesora Piper que había tomado una decisión. Una vez más. No escribiría esta historia. Tenía suficiente para escribir y preocuparse en ese momento. Ésta sobraba del primer semestre. Solo pensar en ello le dejaba sabor a fracaso en la boca (Como el plagio y el estúpido Nick robando sus mejores líneas); Cath quería dejarlo atrás.

Pero una vez, de pie en la oficina de la profesora Piper, y ella se hallaba sonriéndole, Cath no podía decirlo en voz alta.

Es tan obvio en mí que necesito una figura de una madre, se dijo, disgustada consigo misma. Me pregunto si voy a estar con las mujeres de mediana edad hasta que sea una.

—Fue muy amable al ofrecerme una segunda oportunidad —dijo Cath, siguiendo el gesto de la profesora para sentarse. Y ahora era cuando se suponía que debía decirlo, pero voy a decir que no.

En cambio, dijo:

—Creo que sería una idiota al no tomarla.

La profesora Piper le sonrió. Se inclinó hacia adelante con el codo en el escritorio y apoyó la mejilla en el puño como si estuviera posando para una foto mayor.

—Entonces —dijo—, ¿tienes una idea en mente para tu historia?

—No. —Cath apretó los puños y los frotó contra sus muslos—. Cada vez que he tratado de llegar a algo, me siento… vacía.

La profesora Piper asintió.

—Dijiste algo, la última vez, en lo que he estado pensando, que no quieres construir tu propio mundo.

Cath miró hacia arriba.

—Sí. Exactamente. No tengo valientes mundos nuevos dentro de mí pidiendo salir. No quiero empezar de la nada así.

—Pero Cath, la mayoría de los escritores no lo hacen. La mayoría de nosotros no somos Gemma T. Leslie. —Hizo un gesto con la mano a la oficina—. Escribimos sobre los mundos que ya conocemos. He escrito cuatro libros, y tienen lugar en una ciudad a ciento veinte kilómetros de mi ciudad natal. La mayoría son de cosas que sucedieron en mi vida real.

—Pero usted escribe novelas históricas.

La profesora asintió con la cabeza.

—Tomo algo que me sucedió en 1983 y hago que suceda a otra persona en 1943. Pongo mi vida aparte de esa manera, intentando entenderla mejor por escrito.

—¿Así que todo en sus libros es cierto?

La profesora se inclinó la cabeza y tarareó.

—Mmmm… Sí. Y no. Todo comienza con algo de verdad, entonces lo muevo a su alrededor, a veces me alejo totalmente de ella. Pero el punto es que no empiezo con nada.

—Nunca he escrito nada que no sea mágico —dijo Cath.

—Aún puedes, si eso es lo que quieres. Pero no tienes que emprender en el nivel molecular, con una especie de Big Bang en tu cabeza.

Cath apretó las uñas en las palmas de las manos.

—Tal vez para esta historia —dijo la profesora Piper delicadeza—, podrías empezar con algo real. Un solo día de tu vida. Algo que te confundió o intrigó, algo que deseas explorar. Empieza por ahí y mira a ver qué pasa. Puedes mantenerla cierta, o dejar que se convierta en una cosa más, puedes agregar magia, pero date un punto de partida.

Cath asintió, más que por estar dispuesta por procesar todo lo que la profesora decía.

—Quiero volver a reunirnos —dijo la profesora Piper—. En un par de semanas. Volvamos juntas y hablemos sobre dónde te encuentras.

Cath aceptó y corrió hacia la puerta, esperando no parecer grosera. Unas semanas. Claro. Como si un par de semanas solucionarán el agujero en mi cabeza.

Levi no bajaría su ropa.

—Puedo llevarlo —dijo Cath. Su cabeza todavía estaba en la oficina de la profesora Piper, y no se sentía de humor para… bueno, para Levi. Para su juego de buen carácter constante. Si Levi fuera un perro, sería un Golden Retriever. Si fuera un juego, sería Ping-Pong, incesante, rebotando y luminoso. Cath no tenía ganas de jugar.

—Tengo esto —dijo Levi—. Tienes la puerta.

—No, en serio —dijo—. Yo puedo llevarlo.

Levi era todo sonrisas y miradas.

—Cariño, abre la puerta. Tengo esto.

Cath se apretó los dedos en las sienes.

—¿Me acabas de llamar «cariño»?

Sonrió.

—Simplemente salió. Se sentía bien.

—¿Cariño?

—¿Preferirías «Dulzura»? Eso me recuerda a mi madre… ¿Qué pasa con «Bebé»? ¿Ni «Amor»? ¿Gatita? ¿Pato de goma? —Hizo una pausa—. ¿Sabes qué? Me quedo con «Amor».

—Ni siquiera sé por dónde iniciar —dijo Cath.

—Con la puerta.

—Levi. Puedo llevar mi propia ropa sucia asquerosa.

—Cath. No voy a dejarte.

—No hay trato. Es mi ropa.

—La posesión es nueve décimas partes de la ley.

—No necesito que lleves las cosas para mí. Tengo dos brazos que funcionan.

—Ése no es el punto —dijo—. ¿Qué clase de tipo sería si dejara que mi chica llevara algo pesado mientras voy a su lado, balanceando los brazos?

¿Tu chica?

—Del tipo que respeta mis deseos —dijo—. Y mi fortaleza, y mis… brazos.

Levi sonrió un poco más, debido a que no lo tomaba en serio.

—Tengo un gran respeto por tus brazos. Me gusta la forma en la que están unidos al resto de ti.

—Me haces sentir frágil y débil. Dame la ropa. —Ella la agarró.

Él dio un paso atrás.

—Cather. Sé que eres capaz de llevar esto. Pero no soy capaz de dejarte. Yo, literalmente, no lograría caminar junto a ti con las manos vacías. No es nada personal, haría esto por cualquier persona con dos cromosomas X.

—Incluso peor.

—¿Por qué? ¿Por qué es eso peor? ¿Porque soy respetuoso con las mujeres?

—No es respetuoso, sino mimado. Respeta nuestra fuerza.

—Lo hago. —El cabello le caía en los ojos y trató de quitarlo—. Soy caballeroso y respetuoso. Las mujeres han sido oprimidas y perseguidas desde el principio de los tiempos. Si puedo hacerles la vida más fácil con mi fuerza superior, lo haré. En cada oportunidad.

—¿Superior?

—Sí. Superior. ¿Quieres echar un pulso?

—No necesito una fuerza superior para llevar mi propia ropa sucia. —Puso sus dedos en las manijas, intentando empujarle.

—Estás deliberadamente evitando el punto —dijo él.

—No, ese eres tú.

—Tu cara enrojeció, ¿sabías?

—Bueno —dijo ella—. Estoy frustrada.

—No me hagas besarte enojado.

—Dame la ropa.

—Los ánimos en aumento, rostros enrojecidos… Esto es lo que sucede.

Eso hizo reír a Cath. Y eso era irritante, también. Usó casi toda su fuerza para empujarle en el pecho.

Levi empujó suavemente su espalda, pero no la soltó.

—Vamos a pelear la próxima vez que trate de hacer algo bueno por ti, ¿de acuerdo?

Ella le miró a los ojos. La forma en que la miraba le hacía sentir bien, como si todo pensamiento debiera estar con subtítulos en su rostro. Soltó el cesto y recogió su bolso del ordenador portátil, abriendo la puerta.

—Finalmente —dijo él—. Mis tríceps me están matando.

Éste era el más frío y nevado invierno que Cath conseguía recordar. Era mediados de marzo, técnicamente primavera, pero todavía se sentía como enero. Cath se puso sus botas de nieve todos los días sin pensar en ello.

Se había acostumbrado tanto a la nieve, a andar en la nieve, que ni siquiera pensó en comprobar el tiempo de hoy, no había pensado en las condiciones del camino y la visibilidad, o el hecho de que quizás esto no fuera la mejor tarde para que Levi la llevara a casa.

Estaba pensando en eso ahora.

Se sentía como si fueran el único coche en la autopista. No lograban ver el sol, no podían ver el camino. Cada diez minutos más o menos, luces traseras rojas surgirían de la estática delante de ellos, y Levi frenaría.

Habían dejado de hablar hacía casi una hora. Su boca era recta, y entrecerraba los ojos en el parabrisas.

—Tenemos que volver —susurró Cath.

—Sí… —dijo él, frotándose la boca con el dorso de la mano, y luego apretando el puño alrededor de la palanca de cambios—. Pero creo que puede ser más fácil ahora solo seguir adelante. Es peor detrás de nosotros. Pensé que podríamos llegar a Omaha.

Hubo un sonido metálico a la izquierda.

—¿Qué es ese ruido? —preguntó ella.

—Las cadenas. —Levi no parecía asustado. Pero estaba muy callado.

—Lo siento —dijo ella—. No estaba pensando en el clima.

—Es mi culpa —dijo él, sonriéndole durante un segundo—. No quería defraudarte. Creo que voy a sentirme peor si realmente te mato…

—Eso no sería caballeroso.

Levi volvió a sonreír. Ella se acercó a la palanca de cambios y le tocó la mano, pasando sus dedos por ella.

Estuvieron de nuevo en silencio durante unos minutos, tal vez no tanto. Era difícil juzgar el tiempo con todo tan tenso y gris.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Levi.

—Nada.

—No es nada. Has estado pensativa y rara desde que llegué a tu habitación. ¿Es esto de yo conociendo a tu padre?

—No —dijo Cath rápidamente—. Yo como que había olvidado.

Más tranquilo, dijo:

—¿Qué, pues?

—Solo… algo que sucedió con un profesor. Puedo decirte que no estamos en peligro de muerte.

Levi se sentó en el asiento a su lado, así que podía mirarle. Le apretó la mano.

—No estás en peligro de muerte. —Movió su mano nuevamente a la palanca de cambios—. Tal vez… varados-en-una-zanja-por-un-tiempo. Dime. No puedo hablar ahora, pero sí escuchar. Me gustaría escuchar.

Cath se apartó de la ventana y se enfrentó a él. Era agradable a la vista. Le gustaba su perfil. Era muy… plano. Una línea recta de la frente a la nariz, se desviaba un poco en la punta, pero no mucho, y otra línea recta desde la nariz a la barbilla. Su barbilla salía suave a veces cuando sonreía o cuando fingía sorpresa, pero nunca mucho. Iba a darle un beso allí algún día, justo en el borde de la mandíbula donde su barbilla era más vulnerable.

—¿Lo que sucedió en la clase? —preguntó él.

—Luego de la clase, fui… Bueno, está bien, así que, ¿sabes que el semestre pasado tomaba escritura de ficción?

—Sí.

—Bueno, no entregué mi proyecto final. Tenía que escribir un cuento, y no lo hice.

—¿Qué? —Su mentón fue hacia atrás, sorprendido—. ¿Por qué?

—Yo… un montón de razones. —Esto era más complicado de lo que pensaba Cath. No quería decirle a Levi lo infeliz que había sido el semestre pasado, como no quería volver a la escuela, como ella no había querido verlo. No quería que pensara que tenía tanto poder sobre ella.

—No quiero escribir —dijo ella—. Quiero decir, hay más que eso, pero… mayormente no quería. Tuve un bloqueo de escritor. Y mi papá, ya sabes, no volví a la escuela la semana final después de que tuvo su crisis.

—No lo sabía.

—Bueno. Es cierto. Así que decidí no terminar mi proyecto final. Pero mi profesora no se conformó. Me quiere dar una segunda oportunidad, dijo que podría escribir la historia de este semestre. Y en cierto modo le dije que lo haría.

—Guau… Eso es impresionante.

—Sí.

—¿No es impresionante?

—No. Es solo… Era bueno tenerlo detrás de mí. Sentir como si fuera a través de toda la idea.

—Escribes ficción todo el tiempo.

—Escribo fanfiction.

—No te compliques conmigo ahora mismo. Estoy conduciendo a través de una tormenta de nieve. —Un coche se materializó delante de ellos, y el rostro de Levi se tensó.

Cath esperó hasta que él volvió a relajarse.

—No quiero hacer mis propios personajes, mi propio mundo, no lo tengo en mí.

Ninguno de los dos habló. Se movían tan lentamente… Algo llamó la atención de Cath por la ventana de Levi, un camión volcado en la cuneta. Ella respiró y Levi encontró su mano de nuevo.

—Solo quince kilómetros —dijo él.

—¿Necesita ayuda?

—Había un coche patrulla del estado.

—No lo vi.

—Lo siento mucho por esto —dijo Levi.

—Detente —dijo ella—. No hiciste nevar.

—Tu papá me va a odiar.

Ella levantó la mano a su boca y le besó los nudillos. Tenía la frente arrugada, casi como si le doliera.

Cath escuchó los limpiaparabrisas y observó la ventana delantera para ver lo que venía después.

—¿Estás segura? —preguntó Levi después de unos pocos kilómetros—. ¿Acerca de escritura de ficción? ¿Estás segura de que no lo tienes en ti? Eres insondable cuando se trata de Simon y Baz…

—Son diferentes. Ya existen. Solo los muevo.

Él asintió.

—Tal vez eres como Frank Sinatra. No escribió sus propias canciones, pero era un intérprete genial.

—No me gusta Frank Sinatra.

—Vamos, nadie odia a Frank Sinatra.

—Trataba a las mujeres como cosas.

—Bueno. —Levi se acomodó en el asiento, moviendo el cuello hacia fuera—… no Frank Sinatra, entonces… Aretha Franklin.

—Diva.

—¿Roy Acuff?

—¿Quién?

Levi sonrió, e hizo a Cath besar sus dedos otra vez. Él le dirigió una mirada rápida interrogatoria.

—El punto es… —dijo en voz baja. Algo sobre la tormenta les hacía hablar más bajo—. Hay diferentes tipos de talento. Posiblemente tu talento es la interpretación. O estilista.

—¿Y crees que cuenta?

—Tim Burton no inventó a Batman. Peter Jackson no escribió El Señor de los Anillos.

—A la luz adecuada, eres un nerd.

Su sonrisa se ensanchó. El camión golpeó un lugar resbaladizo, y él retiró su mano, pero la sonrisa se quedó. Una torre de agua en forma de cafetera se movía lentamente por delante de su ventana. Estaban en el borde de la ciudad ahora, había más coches aquí, en la carretera y en las zanjas.

—Todavía tienes que escribir esa historia —dijo Levi.

—¿Por qué?

—Para subir la nota. ¿No necesitas mantener tu GPA para la beca?

Ella apenas le había hablado de la beca hacía un par de noches. (—Estoy saliendo con una genia —había dicho—, y una erudita).

Por supuesto que quería mantener su GPA.

—Sí.

—Por lo tanto, escribe la historia. No tiene que ser grande. No tienes que ser Ernest Hemingway. Tienes suerte de que tienes una segunda oportunidad.

Cath suspiró.

—Sí.

—No sé dónde vives —dijo—. Vas a tener que darme instrucciones.

—Ten cuidado —dijo Cath, inclinándose rápidamente a besar su suave mejilla.

* * *

—No puedes afeitarte la cabeza. Parecerás un loco.

—Estoy peor que loco con este pelo. Está mal.

—No hay tal cosa como mal cabello —se rió Simon. Estaban tumbados en el suelo de la biblioteca entre dos filas de estantes. Baz en su espalda, Simon apoyado sobre uno de sus hombros.

—Mírame —dijo Baz, empujando la barbilla al frente y echando el pelo hacia atrás—. Cada famoso vampiro tiene un pico de viuda como éste. Soy un cliché. Es como si hubiera ido a la peluquería y pedido el corte de pelo de Drácula.

Simon reía tan fuerte que casi se cayó hacia delante sobre Baz. Baz lo empujó con la mano libre.

—Quiero decir, en serio —dijo Baz, aún con el pelo hacia atrás, tratando de mantener una cara seria—. Es como una flecha en mi cara. Esta forma de vampiro.

Simon dio un manotazo a la mano de Baz y le besó la punta de la línea del cabello tan suavemente como pudo.

—Me gusta tu pelo —dijo Simon sobre la frente de Baz—. De verdad, de verdad.

De Carry On, Simon, publicado en marzo 2012 en FanFixx.net por Magicath.