30

—No tenemos que hablar de esto —dijo Wren.

—Acabas de ser hospitalizada por intoxicación alcohólica —dijo su papá—. Vamos a hablar de esto.

Cath puso en la mesa entre ellos unos burritos envueltos, entonces se sentó en la punta de la mesa.

—No hay nada que decir —insistió Wren. Aún lucía terrible. Había círculos bajo sus ojos, y su piel estaba pálida y amarilla—. Solamente dirás que no debería beber tanto, y yo diré que tienes razón y…

—No —la interrumpió su padre—, diré que no deberías beber en lo absoluto.

—Bueno, eso no es muy realista.

Golpeó la mesa con la mano hecha un puño.

—¿Por qué demonios no?

Wren se echó hacia atrás en su silla y se tomó un segundo para recuperarse. Él jamás había maldecido a cualquier de ellos.

—Todos beben —respondió calmadamente. La Única Cuerda.

—Tu hermana no lo hace.

Wren rodó los ojos.

—Discúlpame, pero no voy a pasar mis años universitarios sentada sosegadamente en mi habitación, escribiendo sobre magos homosexuales.

—Objeción —dijo Cath, alcanzando un burrito.

—Sostenida —respondió su papá—. Tu hermana tiene uno de cuatro puntos, Wren. Y un muy educado novio. Lo está haciendo bien con sus años universitarios.

La cabeza de Wren se volteó bruscamente.

—¿Tienes novio?

—¿No has conocido a Levi? —Su padre sonó impresionado. Y triste—. ¿Están siquiera hablándose, chicas?

—¿Le robaste el novio a tu compañera de cuarto? —Los ojos de Wren estaban inmensos.

—Es una larga historia —dijo Cath.

Wren seguió mirándola.

—¿Lo has besado?

—Wren —dijo su padre—. Estoy siendo serio con esto.

—¿Qué quieres que diga? Bebí demasiado.

—Estás fuera de control —replicó él.

—Estoy bien. Simplemente tengo dieciocho años.

—Exacto —dijo él—. Vas a volver a casa.

Cath casi escupió sus carnitas[42].

—No lo haré —replicó Wren.

—Lo harás.

—No puedes obligarme —alegó ella, haciendo un sonido de niña de doce años.

—Puedo, en realidad. —Él golpeaba sus dedos tan fuerte contra la mesa que parecía doloroso—. Soy tu padre. Tengo un rango mayor. Debí haber hecho esto largo tiempo atrás, pero mejor tarde que nunca, supongo… Soy tu padre.

—Papá —susurró Cath.

—No —dijo él, mirando fijamente a Wren—. No dejaré que esto te ocurra a ti. No aceptaré esto más. No pasaré otro fin de semana desde ahora preguntándome dónde estás y con quién estás, y si estás suficiente sobria para saber si acabaste en un canal.

Cath había visto a su padre así de enojado antes —oyéndolo vociferar, agitando los brazos, maldiciendo, humo saliendo de sus orejas—, pero nunca era sobre ellas. Nunca a ellas.

—Ésta fue una advertencia —prosiguió él, apuntando con el dedo a Wren, casi gritando—. Esto fue tu canario en la maldita mina de carbón. Y tú estás tratando de ignorarlo. ¿Qué clase de padre sería si te envío de vuelta a esa escuela, sabiendo que no has aprendido tu lección?

—¡Tengo dieciocho! —gritó Wren. Cath pensó que quizás esa fue una mala estrategia.

—¡No me importa! —gritó él de vuelta—. Sigues siendo mi hija.

—Es mitad de semestre. Reprobaré todas mis clases.

—No te preocupabas de tus estudios o tus clases cuando te intoxicabas con tequila.

Ella sacudió la cabeza.

—¿Cómo sabías que bebía tequila y no otra cosa?

—Cristo, Wren —suspiró amargamente—. Olías como si fueras una licuadora de margarita.

—Aún hueles un poco —susurró Cath.

Wren colocó sus codos sobre la mesa y su cara entre sus manos.

—Todos beben —repitió tenazmente.

Su padre empujó la silla hacia atrás.

—Si eso es todo lo que tienes que decir a tu favor, entonces todo lo que tengo para decir es… Volverás a casa.

Se puso de pie y entró a su habitación, cerrando con fuerza la puerta.

Wren dejó caer su cabeza y sus manos sobre la mesa.

Cath acercó su silla.

—¿Quieres una aspirina?

Wrent guardó silencio por unos segundos.

—¿Por qué no estás enojada conmigo?

—¿Por qué debería estar enojada? —preguntó Cath.

—Has estado enojada conmigo desde Noviembre. Desde Julio.

—Bueno, estoy bien ahora. ¿Te duele la cabeza?

—¿Ya no lo estás? —Wren giró su cabeza en dirección a Cath, su mejilla pegada en la mesa.

—Me asustaste anoche —respondió Cath—. Y decidí que nunca más quería estar tan lejos de ti otra vez. ¿Y si morías? ¿Y no te había hablado por tres meses?

—No iba a morir. —Wren rodó sus ojos de nuevo.

—Papá tiene razón —dijo Cath—. Suenas como una imbécil.

Wren bajó la mirada, restregando su cara en su muñeca.

—No dejaré de beber.

¿Por qué no?, quiso preguntar Cath, pero en cambio dijo:

—Solo detente un tiempo, entonces. Por el resto del año. Solo muéstrale a papá que puedes.

—No puedo creer que tengas novio —susurró Wren—, y ni siquiera sabía de eso. —Sus hombros comenzaron a sacudirse. Lloraba de nuevo.

Cath nunca había visto a Wren llorar tanto.

—Oye… —dijo—, está bien.

—No iba a morir —repitió Wren.

—Está bien.

—Yo solo. Te he extrañado mucho.

—¿Aún sigues borracha? —preguntó Cath.

—No lo creo.

Cath se inclinó hacia adelante y acarició el cabello de Wren.

—Todo está bien. Te he extrañado, también. No a toda esta cosa de emborracharse, pero sí a ti.

—He sido una idiota contigo —susurró Wren en la mesa.

—También fui una idiota.

—Eso es verdad —dijo Wren—, pero. Dios, ¿me perdonarías?

—No —respondió Cath.

Wren levantó la mirada patéticamente.

—No tengo que perdonarte —prosiguió Cath—. No es así contigo. Estás en mí. Siempre. No importa lo que pase.

Wren levantó la cabeza y limpió sus ojos con sus pulgares.

—¿De verdad?

Cath asintió con la cabeza.

—De verdad.

Su padre fue a correr.

Wren comió un burrito y fue a la cama.

Cath finalmente leyó todos sus mensajes de Levi.

Dando la vuelta en este momento… estaré ahí a las tres.

Cather… realmente me preocupo de ti. Parecía un buen momento para decirte eso. Una hora ahora.

En la sala de espera, sin familia, no puedo volver, Jandro está aquí. Aquí… ¿de acuerdo? Por si me necesitas.

De vuelta en Arnold. Hermoso día. ¿Sabías que Arnold tiene cañones y colinas de arena? La diversidad biológica te haría llorar, Cather Avery.

Llámame, cariño. Y con eso me refiero a que deberías llamarme… no a que deberías llamarme cariño, sin embargo puedes hacerlo si quieres. Llámame. Llámame. Llámame.

Cath lo hizo. Levi cenaba con su familia en ese momento.

—¿Estás bien? —preguntó él.

—Sí —respondió ella—, es solo tensión. Mi papá está enojado con Wren, pero realmente no sabe cómo estar enojado con alguna de nosotras… y Wren está actuando como una verdadera mocosa. No creo que sepa cómo estar equivocada.

—Desearía poder hablar más —dijo Levi—, pero mi mamá se vuelve toda loca por las llamadas telefónicas durante momentos familiares. Te llamaré mañana cuando esté en la carretera, ¿de acuerdo?

—Solo si la carretera es larga, plana, y no hay tráfico.

—¿Volverás mañana? —preguntó él.

—No lo sé.

—Te echo de menos.

—Eso es estúpido —respondió ella—. Te vi esta mañana.

—No es el tiempo —dijo Levi, y Cath pudo escucharlo sonreír—. Es la distancia.

Minutos después, él le envió un mensaje: IDEA… si estás aburrida y me extrañas, deberías escribir algo atrevido acerca de nosotros. Puedes leérmelo más tarde. Gran idea, ¿no?

Cath le sonrió estúpidamente al teléfono.

Trató de imaginar cómo sería volver a casa ahora, dejar a Levi atrás. No podía ni imaginar cómo sería este verano sin él.

Su padre realmente no haría esto. Hacer que Wren dejara la escuela. Eso sería una locura.

Pero su padre estaba loco. Y tal vez tenía razón: Wren no tenía control. Padecía la peor manera de «estar fuera de control» del tipo que piensa «Todo está bien, gracias».

A Cath le gustaba la idea de Wren aquí. Wren y su padre, todos en un solo lugar, donde Cath podría cuidar de ellos. Si tan solo Cath pudiera sacar un pedazo de ella y dejarlo aquí para seguir vigilando.

La puerta principal se abrió y su padre entró resoplando por el reciente trote, aún respirando con dificultad, dejando caer sus llaves y su teléfono sobre la mesa.

—Hola —saludó a Cath, sacándose sus lentes para refregarse el rostro, luego volviendo a colocárselos.

—Hola —saludó de vuelta—. Te dejé tu burrito en el horno.

Él asintió y caminó hacia la cocina, pasando a Cath. Ella lo siguió.

—¿Vienes a defender su caso? —preguntó su padre.

—No.

—Pudo haber muerto, Cath.

—Lo sé. Y… sé que ha estado mal por un largo tiempo. Creo que solo ha sido suertuda.

—Por lo que sabemos —respondió su papá.

—Yo solo… ¿Sacarla de la escuela?

—¿Tienes una mejor idea?

Cath meneó su cabeza.

—Tal vez debería hablar con un consejero o algo.

Su padre hizo una cara como si Cath le hubiera arrojado algo húmedo.

—Dios, Cath, ¿cómo te sentirías si alguien te forzara a hablar con un consejero?

Alguien lo ha hecho, pensó.

—Lo odiaría —respondió.

—Exacto. —Tenía el burrito fuera del horno y en un plato, y se sirvió un vaso de leche. Aún lucía cansado y absolutamente miserable.

—Te amo —dijo ella.

Él miró hacia arriba, sosteniendo la caja de la leche sobre el vaso. Parte del estrés desapareció de su frente.

—Te amo, también —dijo, como si fuera una pregunta.

—Solo parecía un buen momento para decirte —aclaró ella.

Su papá asintió, sus ojos llenos de un denso sentimiento.

—¿Puedo tomar prestada tu computadora? —preguntó Cath.

—Sí, por supuesto. Está en…

—Lo sé. Gracias. —Cath se dirigió a la sala y tomó la computadora plateada de su padre. Siempre quiso una, pero su padre siempre dijo que no necesitaba un procesador de textos de ochocientos dólares.

Cuando subió las escaleras, Wren se hallaba en el teléfono, llorando. Se levantó de su cama y fue adentro del clóset, sentándose en el suelo y cerrando la puerta detrás de ella. Esto no era nada fuera de lo común, a excepción del llanto. Era lo que siempre hacían cuando necesitan privacidad. Tenían un gran clóset.

Cath abrió su cuenta en FanFixx y pasó por cada comentario.

Habían demasiados que requerían una respuesta individual, así que decidió hacerlo generalmente. Oigan, todos ustedes, gracias. ¡Demasiado ocupada escribiendo para responder! Entonces abrió su capítulo más reciente…

Lo había dejado en Baz arrodillado en la lápida de su madre. Trataba de explicarle a ella por qué actuaba contra su padre, por qué le daba la espalda a la casa de Pitch para luchar al lado de Simon.

No es solo por él —dijo Baz, pasando sus dedos por sobre el nombre de su madre—. Es por Watford. Es por el Mundo de los Magos.

Después de un rato, Wren salió del clóset y trepó a la cama de Cath. Ella, alejándose, siguió escribiendo.

Después de otro momento, Wren se metió bajo las sábanas de la cama y cayó dormida.

Y después de eso, un momento más tarde, su padre se asomó en la cima de las escaleras. Miró a Cath y moduló «Buenas noches». Cath asintió.

Escribió mil palabras.

Escribió otras quinientas más.

El dormitorio permanecía oscuro, y Cath no sabía con seguridad cuánto tiempo Wren había estado despierta o cuánto tiempo había estado leyendo por sobre el codo de Cath.

—¿El Mago en verdad va a traicionar a Simon, o es una pista falsa? —murmuraba Wren, aunque no hubiera nadie a quien despertar.

—Creo que realmente lo hará —respondió Cath.

—Ese capítulo donde Simon tuvo que quemar los huevos de dragón me hizo llorar por tres días.

Cath dejó de escribir.

—¿Leíste eso?

—Por supuesto que lo hice. ¿Has visto tus visitas últimamente? Están en lo alto de la cima. Nadie se afianza de Carry On ahora.

—Pensé que tú sí —dijo Cath—. Hace ya algún tiempo.

—Bueno, te equivocaste. —Situó su cabeza en su mano—. Añade eso a la enorme pila sobre cosas importantes de las que has estado equivocada.

—Creo que el Mago matará a Baz. —Cath no le había dicho eso a nadie más todavía, ni siquiera a su beta.

Wren se incorporó, su cara aterrada.

—Cath —susurró—, no.

—¿Alejandro rompió contigo?

Wren sacudió la cabeza.

—No… solo está molesto. Cath. No puedes matar a Baz.

Cath no pudo pensar en qué decir.

Wren tomó la computadora y la situó en su propio regazo.

—Jesucristo, considera esto como una intervención.

Cuando Cath despertó a la mañana siguiente, domingo, lo hizo estando sola en el cuarto. Pudo oler café. Y comida.

Bajó las escaleras y encontró a su padre sentado en la mesa con un cuaderno. Ella le tendió su computadora.

—Oh. Bien —agradeció—. Wren dijo que teníamos que esperar por ti.

—¿Para qué?

—Por mi veredicto. Estoy a punto de ponerme todo Rey Salomón sobre sus traseros.

—¿Quién es el Rey Salomón?

—Fue tu madre quien quiso criarte sin una religión.

—Ella también pensó que deberías educarnos sin una madre.

—Buen punto, querida. ¿Wren? Ven ya. Tu hermana está despierta.

Wren entró a la cocina, sosteniendo una olla y un salvamanteles.

—Dormías —dijo, situando las cosas en la mesa—, así que hice el desayuno.

—Oh, Cristo —su padre dijo—. ¿Eso es Gravioli?

—No —dijo Wren—, es el nuevo Gravioli de queso.

—Siéntate —ordenó él—. Vamos a hablar. —Usaba su ropa de correr de nuevo. Parecía tenso y nervioso.

Wren se sentó. Actuaba muy bromista, pero también estaba nerviosa; Cath podía asegurarlo por el modo en que apretaba los puños. Quiso extender la mano y aflojarlos.

—Muy bien —dijo su padre, empujando el Gravioli lejos, de manera que no estuviera justo entre ellos en la mesa—. Aquí están mis términos: Puedes volver al colegio. —Wren y Cath exhalaron—. Pero no vas a beber. Nada de nada. No con moderación, no con tu novio, no en fiestas. Nunca. Verás a un consejero cada semana, comenzando con ésta, y comenzarás a ir a las juntas de Alcohólicos Anónimos.

—Papá —dijo Wren—. No soy una alcohólica.

—Bien. No es contagioso. Irás a las juntas.

—Iré contigo —ofreció Cath.

—No he terminado —dijo él.

—¿Qué más quieres? —gimió Wren—. ¿Pruebas de sangre?

—Vendrás a casa cada fin de semana.

Papá.

—O puedes simplemente mudarte a casa. Es tu decisión, realmente.

—Tengo una vida —dijo Wren—. En Lincoln.

—No me hables de tu vida, niña. Has demostrado un completo desprecio por tu vida.

Las manos de Wren se encontraban apretadas fuertemente en su regazo. Cath golpeó su tobillo. Wren bajó la cabeza.

—Bien —respondió—. Bien.

—Muy bien —dijo su padre, tomando una inhalación profunda y sosteniéndola un segundo—. Te llevaré de regreso más tarde, si piensas que estás lista. —Se detuvo y miró el Gravioli—. No comeré eso.

Acercando, Cath tomó la cuchara.

—Yo lo comeré. —Dio un mordisco, la comida se disolvió rápidamente en su boca—. Me gusta cuán suave es —dijo—. Me gusta el que no tenga que usar mis dientes.

Wren observó unos segundos a Cath, luego tomó la cuchara y dio un leve mordisco.

—Sabe como un Gravioli normal…

Cath le quitó la cuchara.

—Pero con más queso.

—Son tres comidas en una —dijo Wren.

—Son como almohadillas de pizza.

—Son como Cheetos[43] mojados.

—Eso es terrible —dijo Cath—. No podemos usar eso.

* * *

—Estoy empezando a sentir que no me quieres por aquí.

—Nunca te he querido a mi alrededor —dijo Simon, tratando de pasar a su compañero de cuarto.

—Punto. —Baz se movió para bloquear la puerta—. Eso era verdad. Hasta que decidiste que siempre me querías al alrededor… Esa vida es solo una cáscara vacía de sí misma hasta que sepas que mi corazón está latiendo en algún lugar en los alrededores de la vecindad.

—¿He decidido yo eso?

—Tal vez fui yo quien decidió. No importa. La misma diferencia.

Simon inhaló un profundo, obviamente nervioso, respiro.

—Snow. ¿Estás nervioso?

—Un poco.

—Oh, Dios todopoderoso, nunca creí ver el día.

De Carry On, Simon, posteado en febrero 2012 por FanFixx.net, autor Magicath.