25

Reagan se encontraba sentada en el escritorio de Cath cuando ella despertó.

—¿Estás despierta?

—¿Has estado observándome dormir?

—Sí, Bella. ¿Estás despierta?

—No.

—Bueno, despierta. Necesitamos establecer algunas reglas básicas.

Cath se sentó, frotando la suciedad de sus ojos.

—¿Qué sucede contigo? Si te despertara de esta manera, me asesinarías.

—Eso es porque tengo todo el control en nuestra relación. Despierta, necesitamos hablar de Levi.

—Está bien… —Cath no pudo evitar sonreír un poco, solo escuchando su nombre. Levi. Ella tenía una cita con Levi.

—¿Así que ustedes se arreglaron?

—Si.

—¿Dormiste con él?

—Mierda, Reagan. No.

—Bien —dijo Reagan. Ella estaba sentada en la silla de Cath con una pierna metida debajo de la otra, usando una camiseta de campeonato de fútbol y pantalones de yoga negros—. No quiero saber cuando duermas con él. Ésa es la primera regla básica.

—No voy a dormir con él.

—Ves, ésa es exactamente la clase de cosas que no quiero saber, espera, ¿qué quieres decir que no vas a dormir con él?

Cath se llevó las palmas de sus manos a sus ojos.

—Quiero decir, en el futuro inmediato. Solo hablamos.

—Si, has estado pasando el rato con él todo el año…

—Cosas que me presionas para hacer: uno, consumo de alcohol de menores de edad; dos, drogas bajo prescripción; tres, sexo prematrimonial.

—Oh mi Dios, Cath, ¿«sexo prematrimonial»? ¿Me estás tomando el pelo?

—¿A dónde quieres ir con esto?

—Levi era mi novio.

—Lo sé.

—Durante toda la secundaria.

—Lo sé, lo sé. —Cath estaba escondiendo sus ojos de nuevo—. No me pintes un cuadro.

—Perdí mi virginidad con él.

Aghhh. Detente. De verdad.

—Esto es exactamente para lo que son las normas básicas —dijo Reagan—. Levi es uno de mis mejores amigos, y yo soy tu única amiga, y no quiero que esto se vuelva extraño.

—Demasiado tarde —dijo Cath—. Y no eres mi única amiga.

—Lo sé. —Reagan puso los ojos en blanco e hizo un ademán con la mano—. Tienes a toda la Internet.

—¿Cuáles son las reglas básicas?

Reagan levantó un dedo. Sus uñas eran largas y rosas.

—Uno. Nadie me habla sobre sexo.

—Hecho.

—Dos, nada de cosas muy cariñosas frente a mí.

—Hecho y hecho. Te lo estoy diciendo, no hay cosas muy cariñosas.

—Tres, cállate, nadie me habla sobre su relación.

Cath asintió.

—Bien.

—Cuatro…

—Realmente has estado pensando acerca de esto, ¿no es así?

—Se me ocurrieron las reglas básicas la primera vez que se besaron. Cuatro, Levi es mi amigo, y no puedes estar celosa de eso.

Cath miró a Reagan. A su rojo cabello y sus labios llenos y a sus totalmente prominentes pechos.

—Creo que es demasiado pronto para estar de acuerdo con eso —dijo ella.

—No —dijo Reagan—. Nosotras tenemos que quitarnos esto de encima. No puedes estar celosa. Y en cambio, no flexionaré mis músculos de mejores amigos solo para recordarme a mí misma, y a Levi, que me quiso a mí primero.

—Oh, Dios mío. —Cath agarró el edredón con incredulidad—, ¿realmente harías eso?

—Podría —dijo Reagan, inclinándose hacia delante, su rostro tan conmocionado como el de Cath—. En un momento de debilidad. Tienes que entender, he sido la chica favorita de Levi prácticamente toda mi vida. Él no ha salido con nadie más, no seriamente, desde que rompimos.

—Dios —dijo Cath—, realmente odio esto.

Reagan asintió, y fue como una docena de «te lo dije».

—¿Por qué dejaste que esto pasara? —Cath preguntó—. ¿Por qué lo dejaste pasar el rato aquí tanto?

—Porque me di cuenta de que le gustabas. —Reagan sonaba casi enojada sobre eso—. Y realmente quiero que sea feliz.

—Ustedes no han… vuelto, ¿cierto? ¿Desde que rompieron?

—No. —Reagan miró hacia otro lado—. Cuando rompimos en primer año, fue bastante horrible. Nosotros solo comenzamos a pasar el rato nuevamente al final del año pasado. Sabía que estaba teniendo problemas en sus clases, y quería ayudar.

—Esta bien —dijo Cath, decidiendo tomar esto seriamente—. ¿Cuáles son las reglas de nuevo? No hablar de sexo, no MPA[35], no hablar sobre nuestra relación.

—No ser celosa.

—No ser innecesariamente celosa, ¿es eso justo?

Reagan frunció sus labios.

—De acuerdo, pero sé racional si esto aparece. No ser innecesariamente celosa.

—Y no ser una horrible, perra narcisista que se regodea del afecto de su exnovio.

—De acuerdo —dijo Reagan, tendiéndole su mano.

—¿Realmente tenemos que darnos la mano por esto?

—Si.

—Levi y yo podríamos ni siquiera ser algo, ya sabes. Ni siquiera hemos tenido una cita.

Reagan sonrió forzosamente.

—No creo eso. He tenido un bueno/mal presentimiento sobre esto. Dame la mano.

Cath estiró el brazo y le dio la mano.

—Ahora, levántate —dijo Reagan—, tengo hambre.

Tan pronto como Reagan se fue a trabajar esa tarde, Cath se levantó de su escritorio y comenzó a revisar su armario para determinar qué ropa ponerse. Probablemente una camiseta con una chaqueta y pantalones vaqueros. No había nada en su armario que no fuera una camiseta, una chaqueta o pantalones vaqueros. Colocó sus opciones sobre la cama. Luego fue en busca de algo que había comprado en un mercadillo el año pasado: un collar tejido verde, que prendía con un sujetador rosa antiguo.

Se preguntó a dónde la llevaría Levi.

Su primera cita con Abel había sido una película. Wren y algunos de sus otros amigos habían ido también. Después de eso, salir con Abel por lo general solo significaba pasar un rato en la panadería o estudiando en la habitación de Cath. Encuentros de natación durante el verano. Concursos de matemáticas. Si lo pensaba, esas probablemente ni siquiera eran citas. Ella no iba a decirle a Levi que en su última cita había estado en un concurso de matemáticas.

Cath miró la ropa que había dispersado y deseó que Wren estuviera allí para ayudar. Deseó haber hablado con Wren sobre Levi antes de que comenzaran a discutir… Lo cual empezó el año pasado, antes de siquiera conocerlo.

¿Qué diría Wren si estuviera aquí? Finge que le gustas más de lo que él a ti. Es como comprar un coche, tienes que estar dispuesta a alejarte.

No… Ése era el tipo de consejo que Wren se daría a sí misma. ¿Qué le diría a Cath? Deja de fruncir el ceño. Somos más bonitas cuando sonreímos. ¿Seguro que no quieres tomar un trago?

Dios, pensar en Wren estaba haciendo que Cath se sintiera peor. Ahora se sentía nerviosa y triste. Y sola.

Fue un alivio cuando Reagan dio una patada en la puerta y empezó a hablar de la cena.

—Usa tu cabello suelto —dijo Reagan, arrancando un pedazo de pizza por la mitad—. Tienes buen cabello.

—Ese comentario va definitivamente en contra de las reglas —dijo Cath, dándole un bocado al queso cottage—. La número tres, creo.

—Lo sé. —Reagan negó con la cabeza—. Pero luces tan desesperanzada a veces. Es como ver a un gatito con su cabeza atrapada en una caja de Kleenex.

Cath puso los ojos en blanco.

—No quiero sentirme de repente como si tuviera que ser diferente para él. Parecerá patético.

—¿Es patético querer verse bien para una cita? Levi se está afeitando ahora, te lo prometo.

Cath hizo una mueca.

—Para. Sin información privilegiada sobre Levi.

—Eso es información privilegiada sobre chicos en general. Así es como funcionan las citas.

—Él ya sabe cómo me veo —dijo Cath—, no tiene sentido ser complicado con eso ahora.

—¿Cómo va a ser peinarte, y tal vez poner un poco de brillo de labios, ser algo complicado?

—Es como que estuviera tratando de distraerlo con algo brillante. —Cath le sacudió la cuchara en la mano delante de su cara, tirando por accidente requesón en su jersey—. Él ya conoce todo esto. Así luzco. —Trató de limpiar el queso sin esparcirlo.

Reagan se inclinó sobre la mesa y agarró la pinza de pelo de Cath. Su cabello se dejó caer sobre las orejas y los ojos.

—Ahí —dijo Reagan—. Ahora, es así como luces. Presto chango.

—Oh mi Dios. —Cath dijo tomando su horquilla de la mano de Reagan e inmediatamente retorciendo hacia arriba su cabello—. ¿Ésa era una referencia de Simon Snow?

Ahora Reagan puso sus ojos en blanco.

—Como si fueras la única que lee Simon Snow. Como si no fuera un fenómeno global.

Cath comenzó a reír.

Reagan le frunció el ceño.

—¿Qué estás comiendo de todas maneras? ¿Son esos melocotones en tu queso cottage?

—¿No es eso repugnante? —Cath dijo—. Como que te acostumbras a ello.

Cuando dieron la vuelta por el pasillo, pudieron ver a Levi sentado contra su puerta. Nunca, en ninguna circunstancia, podría Cath correr chillando por el pasillo hacia sus brazos. Pero ella hizo su versión de eso: sonrió tensamente y miró hacia otro lado.

—Hola —dijo Levi, empujándose hacia arriba por la puerta hasta estar de pie.

—Hola —dijo Reagan.

Levi alborotó la parte superior de su cabello tímidamente, como si no estuviera seguro a cuál de las dos sonreírle.

—¿Estás lista? —le preguntó a Cath mientras Reagan abría la puerta.

Cath asintió.

—Solo… mi abrigo. —Encontró su abrigo y se lo colocó.

—Bufanda —dijo Levi. Así que ella la agarró.

—Nos vemos más tarde —dijo a Reagan.

—Probablemente no —dijo Reagan, sacudiendo su cabello frente a su espejo.

Cath se sintió ruborizarse. Ella no miró a Levi de nuevo hasta que estuvieron juntos frente al elevador. (Condición: sonrisa, estable). Cuando se abrió, él puso su mano en la espalda de ella y ella prácticamente saltó adentro.

—¿Cuál es el plan? —preguntó ella.

Sonrió.

—Mi plan es hacer cosas que te hagan querer salir conmigo de nuevo mañana. ¿Cuál es tú plan?

—Voy a tratar de no hacer el ridículo.

Él sonrió.

—Así que estamos listos.

Ella sonrió de vuelta. En su dirección en general.

—Pensé que podría mostrarte el East Campus —dijo Levi.

—¿De noche? ¿En febrero?

Las puertas del elevador se abrieron, y él esperó a que ella saliera.

—Me dieron una gran oferta en un tour fuera de temporada. Además, no está tan frío esta noche.

Levi se dirigió hacia fuera y comenzó a caminar lejos del aparcamiento.

—¿No tenemos que conducir? —preguntó Cath.

—Pensé que tomaríamos el transporte.

—¿Hay un servicio de transporte?

Él negó con su cabeza.

—Citadina. —El transporte era un autobús, y llegó casi inmediatamente—. Después de ti —dijo Levi.

Dentro, el autobús estaba iluminado más brillante que la luz del día y casi vacío. Cath eligió un asiento y se sentó de lado con una rodilla arriba, así que no había espacio para sentarse a su lado. A Levi no pareció importarle. Giró de lado hacia el asiento frente a ella y descansó su brazo en la parte trasera.

—Tienes muy buenos modales —dijo ella.

—Mi madre estaría encantada de escuchar eso —sonrió.

—Así que tienes una madre.

Él rió.

—Si.

—¿Y un padre?

—Y cuatro hermanas.

—¿Mayores o menores?

—Mayores. Menores.

—¿Estás en el medio?

—Precisamente. ¿Qué hay de ti? ¿Eres la hermana gemela mayor o menor?

Ella se encogió de hombros.

—Fue una cesárea. Pero Wren era más grande. Ella estaba robando mi jugo o algo. Tuve que quedarme en el hospital por tres semanas después de que ella fuera a casa.

Cath no le dijo que a veces sentía como si Wren todavía estuviera tomando más de su cuota justa de vida, como si estuviera extrayendo la vitalidad de Cath, o como si hubiera nacido con una mayor reserva.

Cath no le dijo eso, porque era oscuro y depresivo. Y porque, por el momento, ella no cambiaría lagares con Wren, incluso si eso significara obtener el mejor cordón umbilical.

—¿Eso quiere decir que ella es más dominante? —preguntó Levi.

—No necesariamente. Quiero decir, supongo que lo es. Sobre la mayoría de las cosas. Mi papá dice que solíamos compartir el autoritarismo cuando éramos niñas. Como yo decidía qué íbamos a usar, y ella decidía lo que estábamos jugando.

—¿Se vestían parecido?

—Cuando éramos pequeñas. Nos gustaba también.

—He ayudado a traer gemelos antes —dijo él—. Terneros. Casi mató a la vaca.

Los ojos de Cath se agrandaron.

—¿Cómo sucedió eso?

—A veces, cuando un toro conoce a una vaca, ellos deciden pasar más tiempo juntos…

—¿Cómo llegaste a estar allí para el parto?

—Sucede mucho en un rancho. No gemelos, pero si nacimientos.

—¿Trabajaste en un rancho?

Alzó una ceja, como si no estuviera seguro de si ella estaba siendo seria.

—Viví en un rancho.

—Oh —dijo Cath—. No sabía que las personas vivían en ranchos. Pensé que era como una fábrica o un negocio, un lugar donde se va a trabajar.

—¿Estás segura de que eres de Nebraska?

—Estoy comenzando a sentir que Omaha no cuenta.

—Bueno —sonrió—. Viví en un rancho.

—¿Como en una granja?

—Más o menos. Las granjas son para cultivos. Los ranchos son para el pastoreo de ganado.

—Oh. Eso suena. ¿Allí solo hay vacas deambulando?

—Si —rió él. Luego negó con la cabeza—. No. Hay ganado en áreas designadas. Necesitan mucho espacio.

—¿Es eso lo que quieres hacer cuando termines la escuela? ¿Trabajar en un rancho?

Algo pasó en el rostro de Levi. Su sonrisa se desvaneció un poco, y frunció el ceño.

—No es tan simple. Mi mamá comparte el rancho con mis tíos, y nadie sabe realmente lo que va a sucederle cuando todos se retiren. Hay doce primos, así que no podemos solo dividirlo. A menos que lo vendamos. Lo que nadie realmente quiere. Um… —Negó con la cabeza de nuevo rápidamente y le sonrió de vuelta—. Me gusta trabajar en un rancho o con ganaderos, ayudándoles a ser mejores en lo que hacen.

—Administración del campo.

—Y tú tratas de fingir que no estabas prestando atención, oye, ésta es nuestra parada.

—¿Ya?

—El East Campus esta a solo a tres kilómetros de tu dormitorio; es una pena que nunca hayas estado aquí.

Cath lo siguió fuera del autobús. Él se detuvo para agradecerle al conductor por su nombre.

—¿Conocías a ese sujeto? —preguntó ella cuando el autobús arrancó.

Levi se encogió de hombros.

—Estaba usando una etiqueta con su nombre. De acuerdo. —Dio un paso directamente frente a ella y extendió un largo brazo hacia el aparcamiento. Estaba sonriendo como el presentador de un programa de juegos—. Cather Avery, como una estudiante de la Universidad Agrícola, un miembro de la comunidad agrícola, y una ciudadana de Lincoln, Nebraska, me gustaría darte la bienvenida al East Campus.

—Me gusta —dijo Cath, mirando alrededor—. Está oscuro. Hay árboles.

—Puedes aparcar tu sarcasmo en la puerta, Omaha.

—¿Quién hubiera pensado que ser de Omaha me haría urbana?

—A tu derecha se encuentra el East Campus Union. Ahí es donde guardamos nuestra bolera.

—Otra bolera…

—No te emociones, no hay bolos en la agenda esta noche.

Cath siguió a Levi por un camino sinuoso y sonrió amablemente a todos los edificios cuando él los señalaba. Él continuó tocando su espalda para obtener su atención o para asegurarse de que estaba mirando en la dirección correcta. Ella no le dijo que el East Campus (en febrero, de noche) lucía bastante parecido al City Campus.

—Si estuviéramos aquí durante el día —dijo él—, pararíamos en la lechería por helado.

—Que lástima —dijo ella—, es la perfecta noche fría para eso.

—¿Tienes frío? —Se detuvo frente a ella y frunció el ceño—. ¿Es así como te enseñó tu madre a colocarte una bufanda?

Su bufanda estaba colgando alrededor de su cuello. La jaló ceñidamente contra su cuello y la envolvió, metiendo los bordes. Cath deseó que su abrigo escondiera el vergonzosamente aliento tembloroso que había tomado.

Levi movió sus manos arriba hacia el lado de su cabeza y gentilmente pellizcó la punta de sus orejas. —No están tan mal —dijo él, frotándolas—. ¿Tienes frío? —Levantó una ceja—. ¿Quieres entrar?

Ella negó.

—No. Quiero ver el East Campus.

Él sonrío otra vez.

—Así mismo. No hemos siquiera llegado al Museo del Tractor, está cerrado, por supuesto.

—Por supuesto.

—Sin embargo merece ser visto.

—Por supuesto.

Luego de media hora más o menos, se detuvieron para usar el baño en la Facultad Dental. Las personas se encontraban esparcidas en sillones azules en la sala, estudiando. Levi compró una taza de chocolate caliente de una máquina de café para compartir. Cath tenía una extraña cosa acerca de compartir bebidas, pero ella decidió que sería estúpido comentar de todas maneras. Ella ya lo había besado. Cuando salieron nuevamente, la noche parecía más silenciosa. Oscura.

—Dejé lo mejor para el final —dijo Levi suavemente.

—¿Qué es?

—Paciencia. Por aquí…

Caminaron juntos a lo largo de otra acera curvada hasta que él la paró con una mano en su hombro.

—Aquí estamos —dijo, señalando un camino sin despejar—. Los Jardines.

Cath trató de parecer agradecida. No sabrías que había un camino aquí en absoluto si no fuera por un par de huellas en la nieve derretida. Todo lo que podía ver eran las huellas, algunos arbustos muertos y unos pocos charcos de barro cubiertos de maleza.

—Es impresionante —rió.

—Sabía que te gustaría. Juega bien tus cartas, y te traeré de nuevo durante la temporada alta.

Anduvieron lentamente, parando ocasionalmente para mirar las placas educativas que sobresalían a través de la nieve. Levi se inclinaría sobre una, limpiándola con su manda, y leyendo en voz alta qué plantas se suponía que creían allí.

—Así que lo que realmente nos estamos perdiendo —dijo Cath mientras se inclinaban juntos sobre una señal—, es una variedad de hierbas nativas.

—Y flores silvestres —dijo Levi—. También nos estamos perdiendo las flores silvestres.

Ella se alejó, y él le cogió la mano.

—Espera —dijo—. Creo que puede haber un árbol de hoja perenne por allí…

Cath levantó la vista.

—Falsa alarma —dijo él, apretando su mano.

Ella tembló.

—¿Tienes frío?

Ella sacudió su cabeza.

Él apretó su mano de nuevo.

—Bien.

No hablaron más de las flores que se estaban perdiendo mientras terminaban su recorrido por los Jardines. Cath estaba contenta de no haber llevado guantes; la palma de Levi era fina, incluso suave, contra la suya.

Anduvieron por un puente de piedra, y ella sintió un tirón en su brazo. Él había parado para inclinarse contra las cerchas.

—Oye, Cath. ¿Puedo preguntarte algo?

Ella paró y lo miró. Él cogió su otra mano y la empujó más cerca —no contra él ni nada, solo más cerca— cruzando los dedos como si fueran a jugar al Puente de Londres[36].

Levi era una fotografía en blanco y negro en la oscuridad. Todo piel pálida, ojos grises, cabello desordenado.

—¿Realmente crees que voy por ahí besando a la gente todo el tiempo? —preguntó.

—Algo así —dijo Cath. Intentó ignorar el hecho de que podía sentir cada uno de sus dedos—. Hasta hace cerca de un mes, pensaba que estabas besando a Reagan todo el tiempo.

—¿Cómo podías pensar eso? Ella estaba viendo como a otros cinco chicos.

—Pensé que tú eras uno de ellos.

—Pero estaba siempre flirteando contigo. —Empujó las manos de Cath hacia delante para más énfasis.

—Tú flirteas con todo. —Ella podía decir que sus ojos estaban desorbitándose, sus ojos realmente se sentían fríos en los bordes—. Flirteas con personas mayores y bebés y todo el mundo que hay por el medio.

—Oh, yo no… —Metió su barbilla en su cuello indignadamente.

—Sí, lo haces —dijo, empujando sus manos atrás—. ¿Esa noche en la bolera? Flirteaste con todo ser humano en el edificio. Estoy sorprendida de que el chico de los zapatos no te diera su número.

—Solo estaba siendo amable.

—Eres extra amable. Con todo el mundo. Te complicas la vida para hacer sentir a todo el mundo especial.

—Bueno, ¿qué hay de malo en ello?

—¿Cómo alguien se supone que sepa que es especial? ¿Cómo se supone que yo sepa que no solo estabas siendo amable?

—¿No puedes ver que soy diferente contigo?

—Pensé que podía. Como por doce horas. Y luego. Por todo lo que sé, sí, vas por ahí besando a la gente. Solo para ser amable. Porque tienes esta extraña cosa donde te regodeas de hacer sentir a la gente especial.

Levi hizo una mueca, su barbilla casi plana contra su cuello.

—He estado alrededor de tu cuarto, invitándote a fiestas, y solo tratando de estar allí cada vez que necesitabas ayuda por cuatro meses. Y ni siquiera te has dado cuenta.

—¡Pensé que estabas saliendo con mi compañera de cuarto! —dijo ella—. Y repito, eres amable con todo el mundo. Das amabilidad como si no te costara nada.

Levi rió.

—No me cuesta nada. No es como si sonreír a extraños agotara mi suministro total.

—Bueno, a mí sí.

—Yo no soy tú. Hacer a la gente feliz me hace sentir bien. En todo caso, me da más energía para la gente que me importa.

Cath había estado tratando de mantener el contacto visual durante todo esto, como un ser humano maduro, pero estaba siendo demasiado, dejó que sus ojos se dirigieran a la nieve.

—Si sonríes a todo el mundo —dijo ella—, ¿cómo se supone que me tengo que sentir cuando me sonríes a mí?

Él acercó sus manos hacia arriba, así que estaban prácticamente sobre sus hombros.

—¿Cómo te sientes cuando te sonrío? —preguntó y entonces le sonrió, solo un poco.

No como yo misma, pensó Cath.

Ella agarró sus manos fuertemente, para el equilibrio, luego se puso de puntillas, apoyando su barbilla en su hombro y cepillando suavemente su cabello contra su mejilla. Estaba suave, y Levi olía pesado allí, como perfume y menta.

—Como una idiota —dijo en voz baja—. Y como si nunca quisiera que parara.

Se sentaron uno junto al otro en el transporte, mirando hacia sus manos porque había demasiada luz en el autobús para mirarse a la cara. Levi no habló, y Cath no se preocupó de por qué no lo hizo.

Cuando llegaron a su habitación, ambos sabían que estaba vacía, y ambos tenían llaves.

Levi le desenrolló su bufanda y la empujó cerca por los extremos, brevemente presionando su cara en la cima de su cabeza.

—Mañana y mañana y mañana —dijo él.

Lo dijo en serio.

Vino a verla el día siguiente. Y el siguiente. Y después de una semana o así, Cath solo esperaba que Levi se colara en su día de algún modo. Y que actuara como si hubiera sido así siempre.

Él nunca dijo ¿Puedo verte mañana? O, ¿Te veré mañana? Había sido siempre ¿Cuándo? Y ¿Dónde?

Se reunían en la Unión entre clases. Ella iba a verlo al Starbucks en sus descansos. Él esperaba en el pasillo a que ella o Reagan le dejaran entrar.

Habían conseguido que no fuera raro por el momento para ninguno de los tres. Cath se sentaría en su escritorio, y Levi se sentaría en su cama y les contaría a ambas historias y les tomaría el pelo. Algunas veces la intimidad y afecto en su voz eran demasiado para Cath. Algunas veces se sentía como si él estuviera hablándoles a ellas como su padre les hablaba a ella y Wren. Como si ambas fueran sus chicas.

Cath intentó sacudírselo de la cabeza. Intentó encontrarse con él en otros sitios si Reagan estaba en la habitación.

Pero cuando estaban solos en el cuarto sin Reagan, no actuaban muy diferente. Cath aún se sentaría en su escritorio. Y Levi aún se sentaría en su cama con sus pies en su silla, hablando de manera confusa alrededor de ella. En perezosos y reconfortantes círculos.

Le gustaba hablar sobre su papá y Wren. Pensaba que la cosa de la gemela era fascinante.

Le gustaba hablar sobre Simon Snow, también. Había visto todas las películas dos o tres veces. Levi veía muchas películas, le gustaba cualquier cosa con fantasía o aventura. Superhéroes. Hobbits. Magos. Si solamente fuera un mejor lector, pensó Cath, podría haber sido un nerd apropiado.

Bueno… quizás.

Para ser realmente un nerd, decidió ella, tienes que preferir a los personajes ficticios antes que a los de verdad. Cath se movía en el Mundo de los Magos en un santiamén. Se sintió casi abatida el año pasado cuando se dio cuenta de que, incluso si haber descubierto un mágico agujero de gusano hacia el mundo de Simon, era demasiado mayor ahora para ir al Colegio Watford de Magia[37].

Wren había estado disgustada también, cuando Cath se lo señaló. Estuvieron tumbadas en la cama la mañana de su decimoctavo cumpleaños.

—Cath, despierta, vamos a comprar algunos cigarros.

—No puedo —dijo Cath—. Voy a ver una película para mayores de dieciocho en el cine. Y luego voy a ir a redactar.

—¡Oh! Vamos a saltarnos las clases e ir a ver Quinientos Días de Verano[38].

—Sabes lo que eso significa, ¿no? —Cath miró hacia el mapa gigante de Watford que habían pegado a la pared. Su padre había pagado a los diseñadores del trabajo para que lo dibujaran para ellas un año para Navidad—. Significa que somos muy viejas para Watford.

Wren volvió a sentarse contra su cabecero y miró hacia arriba.

—Oh. Tienes razón.

—No es que alguna vez haya pensado que era real —dijo Cath después de un minuto—, incluso cuando éramos niñas, pero aun así…

—Pero aun así. —Suspiró Wren—. Ahora estoy demasiado triste para empezar a fumar.

Wren era una verdadera nerd. A pesar de su sofisticado cabello y sus increíbles novios. Si Cath hubiera encontrado ese agujero de gusano, esa madriguera del conejo, esa puerta al fondo del armario, Wren hubiera ido con ella.

Wren quizás iría aún con ella, incluso en su actual estado de distanciamiento. (Ésa hubiera sido otra buena cosa sobre encontrar un portal mágico. Tendría una excusa para llamar a Wren).

Pero Levi no era un nerd; a él le gustaba mucho la vida real. Para Levi, Simon Snow era solo otra historia. Y él amaba las historias.

Cath se había atrasado con Carry On, Simon desde que esta cosa con Levi comenzó, lo que por un lado, estaba perfectamente bien, ella no era el tipo de nerd que prefería hacer escenas de amor con chicos, que estar en una.

Por otro lado Simon Snow y la Octava Danza salía en menos de tres meses y Cath tenía que terminar Carry On para entonces. Tenía que hacerlo. La Octava Danza era el verdadero final de la saga de Simon Snow —donde se iba a solucionar todo— y Cath tenía que solucionarlo a su manera primero. Antes de que Gemma T. Leslie bajara el telón.

Cath podía estudiar cuando Levi estaba en la habitación —él tenía que estudiar también— se sentaba en su cama y escuchaba sus conferencias; algunas veces jugaba al solitario al mismo tiempo, pero no podía escribir con él allí. No podía perderse en el Mundo de los Magos. Estaba demasiado perdida en Levi.

Levi medía uno con ochenta. Ella pensaba que él era más alto.

Había nacido en un rancho. Literalmente. El parto vino tan rápido que su madre se sentó en las escaleras y lo tuvo ahí. Su padre cortó el cordón umbilical. (—Te lo estoy diciendo —dijo Levi—, no es tan diferente del parto de una vaca).

Él vivió con otros cinco chicos. Conducía un camión porque pensaba que todo el mundo debería conducir un camión, que conducir por ahí en un coche era como vivir con tus manos atadas a tu espalda.

—¿Y qué si necesitas arrastrar algo?

—No puedo pensar en un solo momento en el que mi familia necesitara un camión —dijo Cath.

—Eso es porque estás cegada por los coches. Ni siquiera te permites a ti misma ver otras ventajas del tamaño.

—¿Cómo qué?

—Leña gratis.

—No tenemos chimenea.

—Cuernos.

Cath resopló.

—Sofás antiguos.

—¿Sofás antiguos?

—Cather, algún día, cuando vengas a mi cuarto, te entretendré en mi hermoso sofá antiguo.

Cuando hablaba sobre el rancho, su familia o su camión, la voz de Levi se ralentizaba, casi como si tuviera un acento. Arrastrando las palabras. Un arrastre en los sonidos vocálicos. Ella no podía decir si era para fanfarronear o no.

—Cuando «vengas a mi cuarto» se había convertido en una broma entre ellos.

No tuvieron que encontrarse en la Union o esperar a que Reagan los dejara solos en el cuarto de Cath. Ellos podrían pasar el rato en la casa de Levi en cualquier momento.

Pero, por el momento, Cath no había permitido que eso pasara. Levi vivía en una casa, como un adulto. Cath vivía en un dormitorio, como un joven adulto, como alguien que aún estaba en un período de prueba de la edad adulta.

Podía manejar a Levi aquí, en su cuarto, donde nada era maduro aún. Donde había una cama gemela y posters de Simon Snow en la pared. Donde Reagan podía entrar en cualquier momento.

Levi debía sentirse como si alguien le hubiera dado gato por liebre. Antes, cuando no eran nada el uno para el otro —antes cuando ella pensaba que él pertenecía a alguien más—. Cath se había metido en la cama con él y se habían dormido boca con boca. Ahora que ellos se estaban viendo (no realmente saliendo, pero viéndose todos los días), solamente se tomaban de las manos a veces.

Y cuando lo hacían, Cath casi pretendía que no lo hacían, ella simplemente no lo había reconocido. Y ella nunca lo tocó primero.

Ella quería.

Dios, ella quería abordarlo y revolcarse encima de él como un gato en un campo de margaritas.

Lo cuál era exactamente el por qué no lo hacía. Porque ella era Caperucita Roja. Ella era una virgen y una idiota. Y Levi podía dejarla sin aliento en el ascensor, con tan solo descansar su mano —a través del abrigo— en la parte baja de su espalda.

Eso era algo sobre lo que podía hablar con Wren, si ella aún la tuviera.

Wren le diría que no fuera tan estúpida, que los chicos querían tocarte malamente, no les importaba si estabas bien con ello.

Pero Levi no era un chico. No estaba jadeando por levantarle la camiseta a alguien por primera vez; él probablemente solo las quitaba.

El pensamiento hizo a Cath temblar. Y luego pensó en Reagan, y se volvió más un escalofrío.

Cath no planeaba ser virgen para siempre. Pero había planeado hacer todo este asunto con alguien como Abel. Alguien quien era, si acaso, más patético e inexperto que ella. Alguien quien no la hiciera sentir fuera de control.

Si pensaba en ello objetivamente, en realidad podía ser más guapo que Levi en algunos aspectos. Abel era un nadador. Tenía hombros anchos y brazos gruesos. Y tenía el pelo como Frankie Avalon[39]. (De acuerdo a la abuela de Cath).

Levi era delgado y larguirucho, y su pelo —bueno, su pelo— pero todo sobre él hacía a Cath sentirse indecisa e inmoral.

Él tenía esta cosa cuando mordía su labio inferior y alzaba las cejas cuando estaba tratando decidir si reírse sobre algo… Una locura.

Luego, si él decidía reírse, sus hombros comenzarían a sacudirse y sus cejas se detendrían en el medio, las cejas de Levi eran pornográficas. Si Cath estuviera haciendo su decisión solo por sus cejas, ella había estado «en su habitación» hace bastante tiempo.

Si estuviera siendo racional sobre esto, habría un montón de toqueteo continúo entre cogerse las manos y cejas-sexo. Pero no estaba siendo racional. Y Levi hacía sentir a Cath como si todo su cuerpo fuera una pendiente resbaladiza.

Ella se sentó en su escritorio. Él se sentó en su cama y pateó su silla.

—Hola —dijo él—. Estaba pensando que este fin de semana deberíamos salir a una cita de verdad. Podríamos ir a cenar, a ver una película… —Él estaba sonriendo, así que Cath sonrió de vuelta. Luego paró.

—No puedo.

—¿Por qué no? ¿Ya tienes una cita? ¿Todas las noches de este fin de semana?

—Algo así. Voy a casa. He estado yendo a casa más este semestre, para comprobar a mi padre.

La sonrisa de Levi se atenuó, pero asintió, como si entendiera.

—¿Cómo vas a ir a casa?

—Esta chica al fondo del pasillo, Erin. Ella va a casa cada fin de semana para ver a su novio, lo cual es una buena idea, porque ella es aburrida y horrible, y él va a tener muchas oportunidades de conocer a alguien más si no mantiene un ojo en él.

—Yo te llevaré a casa.

—¿En tu caballo blanco?

—En mi camión rojo.

Cath rodó los ojos.

—No. Tendrías que hacer dos viajes. Costaría mil dólares en gasolina.

—No me importa. Quiero conocer a tu padre. Y quiero pasar el rato contigo por unas pocas horas en el camión, en una situación que no sea de emergencia.

—Está bien. Puedo ir con Erin. No es tan mala.

—¿No quieres que conozca a tu padre?

—Ni siquiera estaba pensando en ti conociendo a mi padre.

—¿No lo has hecho? —Sonaba herido. (Ligeramente herido. Como un padrastro, pero aun así).

—¿Has pensado sobre presentarme a tus padres? —preguntó ella.

—Sí —dijo él—. Pensé que podrías ir conmigo a la boda de mi hermana.

—¿Cuándo es?

—Mayo.

—Hemos estado saliendo solamente por tres semanas y media, ¿verdad?

—Eso son seis meses en tiempo de novato.

—Tú no eres un novato.

—Cather… —Levi metió los pies en la silla y la empujó cerca de la cama—. Realmente me gustas.

Cath tomó una respiración profunda.

—Realmente me gustas también.

Él sonrió y alzó una ceja.

—¿Puedo llevarte a Omaha?

Cath asintió.

* * *

—Se acabó —dijo Simon, cargando hacia delante, trepando justo encima de la larga mesa del comedor. Penelope agarró la cola de su capa, y casi cayó de bruces contra un banco. Se recuperó rápidamente—. Vete, Penny. —Y corrió duro hacia Basil, los dos puños levantados y listos.

Basil no se movía.

—Buenas cercas hacen buenos vecinos —susurró, apenas inclinando su varita.

El puño de Simon se estrelló contra una barrera sólida a escasos centímetros de la mandíbula firme del otro chico. Retiró su mano, aullando, todavía diciendo el hechizo.

Esto hizo que Dev y Niall y todo el resto de los amigos de Basil cacarearan como hienas borrachas. Pero el propio Basil se quedó quieto. Cuando habló, lo hizo en voz tan baja, que solo Simon podía oírla.

—¿Esto es lo que vas a hacer, Snow? ¿Es así como vas a mejorar tu Humdrum? —Dejó caer el hechizo con una sacudida de su varita, solo mientras Simon recuperaba su equilibrio.

—Patético —dijo Basil, y se alejó.

Del capítulo 4, Simon Snow y las Cinco Espadas, copyright © 2008 por Gemma T. Leslie.