15
Cuando Cath vio que era Levi quien estaba parado afuera, ella estaba tan feliz de ver su rostro siempre amigable, que lo dejó entrar. Ni siquiera se molestó en decirle que Reagan no estaba allí.
—¿Está Reagan aquí? —preguntó tan pronto como hubo entrado a la habitación. El rostro de Levi no era amigable. Su frente estaba surcada, y sus pequeños labios con forma de arco estaban apretados.
—No —dijo Cath—. Salió hace horas. —Ella no agregó: con un chico gigante llamado Chance quien juega un montón de fútbol y luce como si pudiera hacer a John Henry en la versión de la película de John Henry[19].
—Mierda —dijo Levi, apoyándose en la puerta. Incluso enojado, él se inclinaba.
—¿Qué está mal? —preguntó Cath. ¿Estaba celoso, finalmente? ¿No sabía de los otros chicos? Cath siempre imaginó que él y Reagan tenían un acuerdo.
—Se suponía que iba a estudiar conmigo —dijo.
—Oh —dijo Cath, no entendiendo—. Bueno, todavía puedes estudiar aquí, si quieres.
—No —dijo enojado—. Necesito su ayuda. Íbamos a estudiar anoche y ella lo pospuso, y el examen es mañana y… —Él lanzó un libro en la cama de Reagan, luego se sentó en la cama de Cath, mirando lejos de ella pero aún escondiendo su rostro—… Ella dijo que estudiaría conmigo.
Cath se acercó y tomó el libro.
¿Rebeldes[20]?
—Sí. —Él levantó la mirada—. ¿Lo has leído?
—No. ¿Tú?
—No.
—Entonces léelo —dijo ella—. ¿Tu examen es mañana? Tienes tiempo. No se ve muy largo.
Levi sacudió su cabeza y miró al suelo otra vez.
—No entiendes. Tengo que pasar este examen.
—Entonces lee el libro. ¿Ibas a dejar que Reagan lo leyera por ti?
Él sacudió nuevamente su cabeza respondiendo no, más como si estuviera sacudiendo su cabeza a la idea de leer el libro.
—Te dije —dijo él—. No soy una persona de libros.
Levi siempre decía eso. No soy una persona de libros. Como si los libros fueran postres ricos o películas de miedo.
—Sí, pero esto es la escuela —dijo ella—. ¿Dejarías a Reagan tomar el examen por ti?
—Tal vez —resopló—. Si fuera una opción.
Cath puso el libro al lado de él en su cama y fue a su escritorio.
—Podrías también ver la película —dijo ella desagradablemente.
—No está disponible.
Cath hizo un sonido con su garganta.
—No entiendes —dijo Levi—. Si no consigo una «C» en esta clase, me echarán de mi programa.
—Entonces lee el libro.
—No es tan simple.
—Es exactamente así de simple —dijo Cath—. Tienes un examen mañana, tu novia no está aquí para hacerte leer el libro.
—No entiendes nada.
Levi estaba de pie ahora; había caminado hasta la puerta, pero Cath no giraría para enfrentarlo. Estaba cansada de pelear. La pelea ni siquiera era de ella.
—Está bien —dijo ella—. No entiendo. Como sea. Reagan no está aquí y yo tengo un montón de lectura que hacer y a nadie para hacerlo por mí, así que… —Lo escuchó abrir la puerta de un tirón.
—Traté de leerlo —dijo él toscamente—. He estado tratando por las últimas dos horas. Es solo que no soy un lector. Nunca he terminado un libro.
Cath se giró para mirarlo, sintiendo un agarre de culpa repentina en su estómago.
—¿Estás tratando de decirme que no puedes leer?
Levi empujó su cabello hacia atrás violentamente.
—Por supuesto que puedo leer —dijo—. Jesús Cristo.
—Bueno, entonces, ¿qué estás tratando de decirme? ¿Que no quieres?
—No. Yo… —Él cerró los ojos y respiró profundamente por su nariz—. No sé por qué estoy tratando de decirte algo. Puedo leer. Solo no puedo leer libros.
—Entonces pretende que es una señal de calle realmente larga y confusa a través de ello.
—Jesús —dijo, sorprendido. Herido—. ¿Qué he hecho para que seas tan mala conmigo?
—No estoy siendo mala —dijo Cath, sabiendo que probablemente lo era—. Solo que no sé qué quieres que diga. ¿Que lo apruebo? Lo que tú y Reagan hacen no es de mi importancia.
—Piensas que soy perezoso. —Sus ojos estaban en el suelo—. Y no lo soy.
—Bien.
—Es como que no me puedo concentrar —dijo, girando lejos de ella en la entrada—. Como que leo el mismo párrafo una y otra vez y sigo sin entender qué dice. Como que las palabras van directo a través de mí y no puedo aferrarme a ellas.
—Está bien —dijo ella.
Él miró hacia atrás, solo lo suficiente para enfrentarla. Los ojos de Levi eran muy grandes en su rostro cuando no sonreía.
—No soy un tramposo —dijo.
Luego caminó lejos, dejando la puerta cerrarse detrás de él.
Cath exhaló. Luego inhaló. Su pecho estaba tan apretado que dolía de las dos formas. Levi no debería hacerla sentir de esta forma, él no debería siquiera tener acceso a su pecho.
Levi no era su novio. Él no era su familia. Ella no lo eligió. Estaba atascada con él, porque estaba atascada con Reagan. Él era un compañero de cuarto por ley.
Rebeldes todavía estaba en su cama.
Cath lo tomó y salió.
—¡Levi! —Corrió por el pasillo—. ¡Levi!
Él estaba de pie frente al elevador con la manos en los bolsillos de su chaqueta.
Cath dejó de correr cuando lo vio. Él giró para mirarla. Sus ojos todavía eran muy grandes.
—Olvidaste tu libro. —Ella lo sostuvo en alto.
—Gracias —dijo él tendiendo su mano.
Cath la ignoró.
—Mira, ¿por qué no vuelves? Reagan probablemente está en camino.
—Siento haberte gritado —dijo él.
—¿Me gritaste?
—Levanté la voz.
Ella rodó los ojos y dio un paso atrás hacia su habitación.
—Vamos.
Levi la miró a los ojos y ella lo dejó.
—¿Estás segura?
—Vamos. —Cath giró hacia su habitación y esperó a que él estuviera a su lado—. Lo siento —dijo ella suavemente—. No me di cuenta de que estábamos teniendo una conversación seria hasta que lo estábamos.
—Solo estoy realmente estresado por este examen —dijo él.
Ellos se detuvieron en su puerta, y Cath de repente trajo sus muñecas hacia su sien.
—Mierda. —Puso sus manos en su cabeza—. Mierda, mierda, mierda. Estamos encerrados. No tengo mis llaves.
—Te tengo. —Levi sonrió y sacó su llavero.
Su mandíbula cayó.
—¿Tienes una llave para nuestra habitación?
—Reagan me dio la que le sobraba, para emergencias. —Él abrió la puerta y la mantuvo abierta para ella.
—¿Entonces por qué estás siempre sentado en el pasillo?
—Eso nunca es una emergencia.
Cath entró y Levi la siguió. Él estaba sonriendo nuevamente, pero obviamente todavía estaba operando treinta grados menos que el Levi regular. Tal vez dejaron de pelear, pero él todavía reprobaría su examen.
—¿Así que no pudiste encontrar la película? —preguntó ella—. ¿Ni siquiera en Internet?
—No. Y la película no es buena de cualquier forma. Los profesores siempre pueden saber cuándo ves la película. Él se dejó caer en la cabecera de la cama de ella. —Normalmente, escucho el audiolibro.
—Eso cuenta como leer —dijo Cath, sentándose en su escritorio.
—¿Cuenta?
—Por supuesto.
Pateó una de las patas de la silla juguetonamente, luego dejó sus pies ahí, en el riel.
—Bueno, entonces, no importa. Creo que he leído muchos libros. Éste no estaba disponible. —Él desabrochó su chaqueta y cayó abierta. Estaba usando una camisa a cuadros verde y amarilla debajo.
—Entonces, ¿qué? ¿Reagan iba a leértelo?
—Usualmente solo vemos lo más importante. Le ayuda, también, para revisarlo.
Cath miró abajo hacia el libro.
—Bueno, no tengo nada para ti. Todo lo que sé de Rebeldes es «Sigue siendo dorado, Ponyboy».
Levi suspiró y empujó su cabello hacia atrás. Cath arrastró las páginas con su pulgar. Realmente era un libro breve. Con montones de diálogos. Miró hacia Levi. El sol se estaba poniendo detrás de ella y él estaba sentado en una mancha de luz naranja.
Cath giró su silla hacia la cama, golpeando los pies de él hacia el suelo sin aviso. Luego dejó sus propios pies en el marco de la cama y se sacó sus lentes, metiéndolos en su cabello.
Cuando salí hacia la brillante luz del sol, desde la oscuridad del cine.
—Cath —susurró Levi. Ella sintió su silla tambalearse y supo que él la estaba pateando—. No tienes que hacer eso.
—Obviamente —dijo ella—. Cuando salí hacia la brillante luz del sol…
—Cather.
Ella se aclaró la garganta, todavía enfocada en el libro.
—Cállate, te debo una. Al menos una. Y también, estoy tratando de leer aquí. «Cuando salí hacia la brillante luz del sol, desde la oscuridad del cine, solo tenía dos cosas en mente…».
Cuando Cath miró hacia arriba entre párrafos, Levi estaba sonriendo. Él se inclinó hacia adelante para quitarse la chaqueta, luego encontró una nueva forma de descansar sus piernas en su silla y se apoyó en la pared, cerrando los ojos.
Cath nunca había leído mucho en voz alta antes de esto. Afortunadamente se trataba de un buen libro, así que como que olvidó después de un tiempo que estaba leyendo en voz alta y que Levi estaba escuchando, y las circunstancias que los trajeron aquí. Pasó aproximadamente una hora, tal vez dos, antes de que Cath dejara caer las manos y el libro en su regazo. El sol había acabado de ponerse, y la única luz en la habitación era la de su lámpara de escritorio.
—Puedes parar cuando quieras —dijo Levi.
—No quiero parar. —Lo miró—. Solo estoy muy —se sonrojó, no estaba segura de por qué—, sedienta.
Levi rió y se sentó.
—Oh… sí. Déjame traerte algo. ¿Quieres soda? ¿Agua? Podría estar de vuelta aquí en diez con un café y pan de jengibre.
Estaba a punto de decirle que no se molestara, pero entonces recordó lo bueno que era ese café con pan de jengibre.
—¿En serio?
—Regreso en diez —dijo, ya de pie y poniéndose su chaqueta. Se detuvo en la puerta y Cath se sintió tensa, recordando lo triste que había lucido la última vez que estuvo allí.
Levi sonrió.
Cath no sabía qué hacer, así que le dio algún tipo de asentimiento y los más frívolos pulgares arriba del mundo.
Cuando se fue, se levantó y se estiró. Su espalda y sus hombros crujieron. Fue al baño. Volvió. Se estiró de nuevo. Revisó su teléfono. Luego se acostó en su cama.
Olía como Levi. Como granos de café. Y algún tipo de cosa cálida y especiada que podría ser colonia. O jabón. O desodorante. Levi se sentaba en su cama tan a menudo, que todo eso era familiar. A veces olía a humo de cigarrillo, pero no esta noche. A veces como a cerveza.
Había dejado la puerta abierta, por lo que cuando tocó de nuevo, Cath simplemente se sentó y le dijo que entrara. Había querido levantarse y volver a sentarse en su escritorio, pero Levi ya le estaba dando las bebidas y sacándose el abrigo. Tenía el rostro enrojecido por el frío, y cuando su abrigo la tocó, estaba tan frío que saltó.
—Cinco antes —dijo, quitándose el sombrero y agitando su pelo hasta que quedó levantado de nuevo—. Muévete a un lado.
Cath lo hizo, arrastrándose hacia la almohada y apoyándose contra la pared. Levi tomó su bebida y le sonrió. Puso el porta vasos en su escritorio, también le había traído un gran vaso de agua.
—¿Puedo preguntarte algo? —Miró a su taza de Starbucks.
—Por supuesto.
—¿Por qué tomas una clase de literatura si no puedes terminar un libro?
Se volvió hacia ella, estaban sentados hombro con hombro.
—Necesito seis horas de literatura para graduarme. Eso es dos clases. Traté de sacar una del camino en primer año, pero fallé. Fallé… mucho ese año.
—¿Cómo pasaste cualquiera de tus clases? —Cath tenía horas de lectura asignada, casi todas las noches.
—Las estrategias de supervivencia.
—¿Cómo qué?
—Grabo mis conferencias y las escucho más tarde. Los profesores suelen cubrir la mayor parte de lo que hay en la prueba en la clase. Y me reúno con grupos de estudio.
—Y te apoyas en Reagan…
—No solo en Reagan. —Sonrió—. Soy muy bueno en identificar rápidamente a la chica más inteligente de todas las clases.
Cath le frunció el ceño.
—Dios, Levi, eso es tan explotador.
—¿Cómo es explotador? No las hago usar minifaldas. No las llamo «bebé». Solo digo, «Hola, chica lista, ¿te gustaría hablar conmigo sobre Grandes Esperanzas?».
—Probablemente piensan que te gustan.
—Me gustan.
—Si no fuera explotador, también acosarías a los chicos inteligentes…
—Lo hago, en un apuro. ¿Te sientes explotada, Cather? —Seguía sonriendo por encima de su taza de café.
—No —dijo—, sé que no te gusto.
—No sabes nada.
—Entonces, ¿esto es algo viejo para ti? ¿Encontrar a una chica para que te lea un libro entero?
Negó con la cabeza.
—No, ésta es la primera vez.
—Bueno, ahora me siento explotada —dijo ella, bajando su bebida y estirándose por el libro.
—Gracias —dijo.
—Capítulo doce…
—Lo digo en serio. —Levi tiró hacia abajo el libro y la miró—. Gracias.
Cath sostuvo su mirada por unos segundos. Luego asintió y tiró de vuelta el libro.
Después de otras cincuenta páginas, Cath estaba adormilada. En algún momento, Levi se había apoyado contra ella, y entonces se recostó, y era difícil pensar en lo que estaba sucediendo en ese lado de su cuerpo porque estaba ocupada leyendo… Aunque había casi un capítulo entero allí donde sus labios y sus ojos se movían, su cerebro no estaba manteniendo un registro de nada más que lo cálido que estaba. Lo caliente que era el novio de su compañera de cuarto.
Uno de los novios de su compañera de cuarto. ¿Eso importaba? Si Reagan tenía tres novios, ¿significaba que esto era solo un tercio?
Solo inclinarse contra Levi probablemente no estaba mal. Pero apoyarse contra él porque era caliente y no-exactamente-suave… malo.
La voz de Cath se puso áspera, y él se sentó alejándose un poco.
—¿Quieres tomar un descanso? —preguntó.
Asintió, solo parcialmente agradecida.
Levi se puso de pie y se desperezó. Los faldones de su camisa de franela no se levantaban mucho por encima de la cintura de sus pantalones vaqueros. Cath se levantó también y se frotó los ojos.
—Estás cansada —dijo—. Vamos a parar.
—No vamos a parar ahora —dijo—. Ya casi hemos terminado.
—Todavía tenemos un centenar de páginas…
—¿Te estás aburriendo?
—No. Solo siento que es demasiado, lo que estás haciendo por mí. Bordeando lo explotador.
—Pufff —dijo Cath—. Estaré de vuelta. Y entonces terminaremos. Estamos a medio hacer, y quiero saber qué pasa. Todavía nadie dijo: «Sigue siendo tú mismo, muchacho».
Cuando regresó, Levi estaba en el pasillo, apoyado contra la puerta. Debía haber subido al piso de los chicos para ir al baño.
—Esto es raro ahora que sé que tienes una llave —dijo.
Lo dejó entrar, y él se dejó caer sobre la cama otra vez y le sonrió. Cath miró a la silla del escritorio, entonces sintió una mano en su manga. La atrajo a su lado en la cama, y sus ojos se encontraron por un segundo. Cath apartó la mirada como si no lo hubieran hecho.
—Mira lo que vendemos en Starbucks —dijo, sosteniendo una barra de energía hacia ella.
Cath la tomó.
—Dicha de arándanos. Guau. Esto me remonta a dos meses enteros.
—Los meses son diferentes en la universidad —dijo Levi—, sobre todo en el primer año. Demasiado sucede. Cada mes de primer año es igual a seis meses regulares, son como mes de perro.
Desenvolvió la barra de proteína y le ofreció la mitad. La tomó y la golpeó contra la de ella.
—Salud.
Era muy tarde. Y demasiado oscuro en la sala para estar leyendo esta cantidad. La voz de Cath ahora era áspera, como si alguien hubiera pasado un cuchillo sin filo a través de ella. Como si se estuviera recuperando de un resfriado o un ataque de llanto.
En algún momento Levi había puesto su brazo izquierdo a su alrededor y la atrajo hacia su pecho, había estado inquieta y frotándose la espalda en la pared, y Levi solo se estiró detrás de ella y la atrajo hacia él.
Entonces su mano había vuelto a caer en la cama y se quedó allí. Excepto cuando se estiraba o se movía. Cuando se movía, Levi llevaría la mano hasta el hombro de Cath para sostenerla contra él mientras se ajustaba.
Podía sentir su pecho subiendo cuando respiraba. Podía sentir su aliento en el cabello a veces. Cuando movió la barbilla, se topó con la parte posterior de su cabeza. Los músculos de los brazos de Cath, su espalda y cuello estaban empezando a doler, solo por estar manteniendo tanta atención.
Perdió su lugar en el libro y dejó de leer por un momento.
La barbilla de Levi chocó con su cabeza.
—Tómate un descanso —dijo con una voz que no era un susurro, pero era tan suave.
Asintió, y él sujetó su codo izquierdo, mientras extendió su brazo derecho a través de ella para llegar al vaso de agua. Su cuerpo se curvó a su alrededor por un segundo, luego se recostó de nuevo contra la pared. Mantuvo la mano en su codo.
Cath tomó un trago, y luego dejó el agua. Trató de no retorcerse, pero su espalda estaba rígida, y se arqueó contra él.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Asintió de nuevo. Y entonces lo sintió moverse lentamente.
—Ven…
Levi se deslizó por la pared sobre la cama, descansando sobre su costado, y luego tiró a Cath hacia abajo de manera que estaba tumbada de espaldas frente a él, su brazo bajo la cabeza de ella como una almohada. Relajó los hombros y sintió la cálida franela contra la parte posterior de su cuello.
—¿Mejor? —le preguntó con su superíndice voz. Estaba mirándola a la cara. Dando a Cath la oportunidad de decir no sin tener que decirlo en voz alta. No dijo nada. Ni asintió. Ni respondió. En vez de eso bajó la mirada y se movió un poco hacia él sobre su costado, apoyando el libro contra su pecho.
Empezó a leer de nuevo y sintió la curva del codo de Levi alrededor de su hombro.
Cath no tenía que leer muy fuerte cuando él estaba tan cerca. Lo cual era bueno, porque su voz estaba casi desaparecida. (Ida). Dios, Levi era caliente, y de cerca, olía mucho a sí mismo, eso la hizo subir de golpe la mirada. Sus ojos estaban cansados. Estaba cansada.
Cuando Johnny —uno de los personajes principales— se lesionó, Levi tomó un profundo respiro. En ese momento, la mejilla de Cath estaba en su pecho, y podía sentir sus costillas expandiéndose. Ella también tomó una respiración profunda, su voz se quebró un poco más, y Levi apretó el agarre a su alrededor.
Se preguntó si le queda algo de sangre en el brazo.
Se preguntó qué pasaría cuando llegaran al final de la historia.
Siguió leyendo.
Había muchos muchachos en este libro. Demasiados brazos y piernas y caras enrojecidas.
Había esperado reír cuando finalmente llegó a la línea de «Se tú mismo, muchacho,» pero no lo hizo, porque significaba que Johnny había muerto, y pensó que tal vez Levi estaba llorando. Tal vez Cath estaba llorando. Sus ojos estaban cansados. Estaba cansada.
—«Cuando salí a la brillante luz del sol de la oscuridad de la sala de cine tenía solo dos cosas en la cabeza: Paul Newman y un viaje a casa…».
Cath cerró el libro y lo dejó caer sobre el pecho de Levi, insegura de lo que pasaba después. No estaba segura de estar despierta, considerando todas las cosas.
En el momento en que cayó, la atrajo hacia sí. Sobre él. Con ambos brazos. Su pecho se apretó contra el de él, y el libro de bolsillo se deslizó entre sus estómagos.
Los ojos de Cath estaban medio cerrados, y así estaban los de Levi, y sus labios solo parecían pequeños de lejos, notó, por su puchero como de muñeca. Realmente eran perfectamente grandes, ahora que tenía una buena mirada en ellos. Perfectamente algo.
Empujó su nariz contra la de ella, y sus bocas quedaron adormiladas juntas, ya suaves y abiertas.
Cuando los ojos de Cath se cerraron, sus párpados estaban pegados. Quería abrirlos. Quería tener una mejor vista de las demasiado oscuras cejas de Levi, quería admirar su cola, la del cabello vampira, tenía la sensación de que esto nunca iba a volver a suceder y que incluso podría arruinar lo que quedaba de su vida, por lo que quería abrir los ojos y tener algo para atestiguarlo.
Pero estaba tan cansada.
Y su boca era tan suave.
Y nadie había besado Cath así antes. Solo Abel la había besado antes, y eso fue como recibir un empujón directo en la boca y empujar de regreso.
Los besos de Levi eran todo conquistando. Como si estuviera sacando algo fuera de ella con pequeños y suaves golpes de su barbilla.
Llevó los dedos a su pelo, y no podía abrir los ojos.
Finalmente, no pudo mantenerse despierta.
* * *
—Lo siento, Penelope.
—No me hagas perder el tiempo con disculpas, Simon. Si nos detenemos a pedir perdón y perdonar a los demás cada vez que pisamos los dedos del otro, nunca vamos a tener tiempo para ser amigos.
Del capítulo 4, Simon Snow y la Segunda Serpiente, copyright © 2003 por Gemma T. Leslie.