16
Cath no se despertó cuando la puerta se abrió.
Pero saltó cuando se cerró de golpe. Fue entonces cuando sintió a Levi moverse debajo de ella, el roce cálido de su barbilla contra su frente. Entonces se despertó.
Reagan se encontraba de pie en el extremo de la cama de Cath, mirándolos. Todavía llevaba los jeans de la noche anterior, y la sombra de ojos azul plateado se había desplazado por sus mejillas.
Cath se sentó. Y Levi se levantó. Atontado. Y Cath sintió que su estómago salía disparando hasta la garganta.
Levi cogió el teléfono de Cath y lo miró. —Mierda —dijo—. Estoy dos horas atrasado para el trabajo. —Se levantó entonces y se puso el abrigo—. Nos quedamos dormidos leyendo —dijo, medio para Reagan, medio para el suelo.
—Leyendo —dijo Reagan, mirando a Cath.
—Nos vemos más tarde —dijo Levi, más para el suelo que para cualquiera de ellas.
Y luego se fue. Y Reagan seguía de pie al final de la cama de Cath.
Los ojos de Cath estaban pegajosos y doloridos, y de pronto llenos de lágrimas.
—Lo siento mucho —dijo, sintiéndolo. Sintiéndolo en el estómago y en cada músculo dolorido entre los hombros—. Oh, Dios mío.
—No lo hagas —dijo Reagan. Era evidente que estaba furiosa.
—Yo… lo siento mucho.
—No lo hagas. No te disculpes.
Cath cruzó las piernas y se encorvó, sosteniendo su rostro.
—Pero yo sabía que él era tu novio. —Cath lloraba. A pesar de que probablemente eso enojaría más a Reagan.
—Él no es mi novio —dijo Reagan, casi gritando—. Ya no más. No… por mucho tiempo, en realidad. Así que, no lo hagas. —Reagan inhaló con fuerza, y luego exhaló—. No esperaba que esto sucediera —dijo—. Y, si pasaba, no esperaba que me molestara. Es que… Es Levi. Y Levi siempre me gusta.
¿No es su novio?
—A él todavía le gustas —dijo Cath, tratando de no gemir.
—No seas idiota, Cather. —La voz de Reagan era filosa—. Quiero decir, sé que lo eres. Acerca de esto. Pero trata de no ser una idiota ahora mismo.
—Lo siento… —dijo Cath, intentando y fallando mirar a su compañera de cuarto—. Todavía no sé por qué lo hice. Te juro que no soy ese tipo de chica.
Reagan, finalmente, se dio la vuelta. Dejó caer la bolsa sobre la cama y agarró su toalla.
—¿Qué tipo de chica es ese, Cath? ¿El tipo de chica…? Me voy a tomar una ducha. Cuando vuelva, terminaré esto.
Y cuando regresó, lo hizo.
Cath se había acurrucado en su cama y se permitió llorar como no lo había hecho el fin de semana de Acción de Gracias. Encontró Rebeldes encajado entre la cama y la pared, y lo tiró al suelo.
Reagan vio el libro cuando regresó a la habitación. Llevaba pantalones de yoga, una sudadera con capucha gris ajustada y gafas marrones en lugar de contactos.
—Oh, mierda —dijo, cogiendo el libro—. Se suponía que iba a ayudarle a estudiar. —Miró a Cath—. ¿De verdad solo leyeron?
—No solo eso —dijo Cath, su voz salía entre jadeos.
—Deja de llorar —dijo Reagan—. Lo digo en serio.
Cath cerró los ojos y rodó hacia la pared.
Reagan se sentó en el extremo de su propia cama.
—No es mi novio —dijo solemnemente—. Y sabía que le gustabas, él estaba aquí constantemente. Pero no sabía que a ti te gustaba también.
—Pensé que estaba aquí constantemente porque era tu novio —dijo Cath—. No quería que me gustara. Traté de ser mala con él.
—Pensé que simplemente eras mala —dijo Reagan—. Me gusta eso de ti.
Cath se echó a reír y se frotó los ojos por lo que pareció quinientas veces en doce horas. Se sentía como si tuviera los ojos de color rosa.
—No me importa —dijo Reagan—. Solo me sorprendió.
—No puede no importarte —dijo Cath, sentándose y apoyándose contra la pared—. Aunque no besé a tu novio, pensé que estaba besando a tu novio. Así era cómo te iba a pagar por todas las cosas buenas que has hecho por mí.
—Vaya… —dijo Reagan—. Cuando lo pones de esa manera, es bastante jodido.
Cath asintió miserablemente.
—Así que, ¿por qué hiciste eso?
Cath pensó en el calor de Levi contra su brazo anoche. Y sus diez mil sonrisas. Y su extensa frente.
Cerró los ojos y se apretó las palmas de las manos.
—Realmente, realmente quería.
Reagan lanzó un suspiro.
—Está bien —dijo—. Éste es el acuerdo. Tengo hambre, y tengo que terminar de leer Rebeldes. Levi te gusta, a él gustas, y ya lo superé. Las cosas podrían ponerse un poco raras por aquí si empiezas a salir con mi novio de la secundaria, pero no hay vuelta atrás, ¿sabes?
Cath no respondió. Reagan siguió hablando.
—Si siguiera siendo mi novio, tendríamos una pelea. Pero no lo es. Así que vamos a ir a almorzar, ¿de acuerdo?
Cath miró a Reagan. Y asintió.
Cath ya había perdido sus clases de la mañana. Incluyendo Escritura de Ficción. Pensó en Nick, y justo en ese momento, fue como pensar en casi todo el mundo.
Reagan comía un plato de Lucky Charms.
—Está bien —dijo, apuntando con su cuchara a Cath—, ¿ahora qué?
—¿Ahora qué, qué? —dijo Cath, con la boca llena de queso a la parrilla.
—¿Y ahora qué con Levi?
Cath tragó.
—Nada. No sé. ¿Tengo que saberlo?
—¿Quieres mi ayuda con esto?
Cath miró a Reagan. Incluso sin el maquillaje y el pelo arreglado, la chica era aterradora. Simplemente no había miedo en ella. Ni dudas. Hablar con Reagan era como estar frente a un tren que se aproximaba.
—No sé lo que es esto —dijo Cath. Apretó los puños sobre el regazo y se obligó a seguir hablando—. Siento como… que lo pasó anoche fue una aberración. Como si solo pudo haber ocurrido en el medio de la noche, cuando él y yo estábamos muy cansados. Porque si hubiera sido de día, habríamos visto lo inapropiado que era…
—Ya te lo dije —dijo Reagan—, no es mi novio.
—No es solo eso. —Cath volvió la cara hacia la pared de ventanas, y luego a Reagan, con seriedad—. Una cosa era cuando yo estaba enamorada de él y era totalmente inalcanzable. Pero no creo que pueda realmente estar con alguien como Levi. Sería como una relación interespecies.
Reagan dejó que la cuchara cayera descuidadamente en su cereal.
—¿Qué hay de malo en Levi?
—Nada —dijo Cath—. Es solo que… no es como yo.
—¿Quieres decir, inteligente?
—Levi es muy inteligente —dijo Cath defensivamente.
—Lo sé —dijo Reagan, también defensivamente.
—Es diferente —dijo Cath—. Es mayor. Fuma. Y bebe. Y probablemente tuvo sexo. Quiero decir, luce de esa manera.
Reagan levantó las cejas mientras Cath hablaba como loca. Y Cath pensó —no por primera vez, pero por primera vez desde anoche— que Levi probablemente había tenido sexo con Reagan.
—Y le gusta salir —dijo Cath, solo para cambiar de tema—. Y le gustan los animales. No tenemos nada en común.
—Estás haciendo que suene como si fuera un hombre alborotador de montaña que fuma cigarrillos y tiene sexo con prostitutas.
Cath se echó a reír, a pesar de sí misma.
—Al igual que un cazador peligroso de pieles franceses.
—No es más que un hombre —dijo Reagan—. Por supuesto que es diferente a ti. Nunca vas a encontrar a un chico que sea exactamente como tú, en primer lugar, porque ese chico nunca sale de su habitación de la residencia…
—Los chicos como Levi no salen con chicas como yo.
—Una vez más… ¿Qué clase de chica?
—Los chicos como Levi salen con chicas como tú.
—¿Y qué significa eso? —preguntó Reagan, ladeando la cabeza.
—Normales —dijo Cath—. Bonitas.
Reagan rodó los ojos.
—No —dijo Cath—, en serio. Mírate. Tienes las cosas claras, no tienes miedo de nada. Yo tengo miedo de todo. Y estoy loca. Como si tal vez piensas que estoy un poco loca, pero la gente solo ve la punta del iceberg de la locura. Por debajo de esta apariencia de ligeramente loca y socialmente inepta, soy un completo desastre.
Reagan rodó los ojos otra vez. Cath tomó una nota mental para dejar de rodar los ojos a la gente.
—¿Qué haríamos juntos? —preguntó Cath—. Él querría ir al bar, y yo querría quedarme en casa y escribir un fanfiction.
—No voy a hablar de esto —dijo Reagan—, sobre todo si vas a ser estúpida. Pero voy a decir esto: No seas estúpida. Ya le gustas. Incluso le gusta tu fanfiction espeluznante, no deja de hablar de ello. Levi es solo un hombre. Uno muy, muy bueno, tal vez incluso el mejor, y nadie está diciendo que tienes que casarte con él. Así que deja de hacer todo tan difícil, Cath. Lo besaste, ¿verdad? La única pregunta es, ¿quieres volver a besarlo?
Cath apretó los puños hasta que sus uñas se clavaron en sus palmas.
Reagan comenzó a apilar los platos vacíos en la bandeja.
—¿Por qué rompieron? —espetó Cath.
—Lo engañé muchas veces —dijo Reagan rotundamente—. Soy una buena amiga, pero soy una novia de mierda.
Cath cogió la bandeja y siguió a Reagan a la basura.
No vio a Levi esa noche. Trabajó miércoles por la noche. Fue entonces cuando Cath se dio cuenta de que sabía el horario de trabajo de Levi.
Pero le envió un mensaje de texto sobre una fiesta el jueves en su casa. ¿Fiesta? ¿Jueves? ¿Mi casa?
Cath no le respondió… lo intentó. Siguió empezando a escribir mensajes y borrándolos. Casi le envió un emoticón sonriente.
Reagan llegó a casa del trabajo tarde en la noche y se fue directamente a la cama. Cath estaba en su escritorio, escribiendo.
—Levi mató nuestro concurso de Rebeldes —dijo, ahogando un bostezo.
Cath sonrió a su portátil.
—¿Has hablado de mí?
—No. Creí que no querías. Te lo dije, soy muy buena amiga.
—Sí, pero eres más amiga de Levi que mía.
—Las amigas antes que los hombres —dijo Reagan.
Antes de que ella saliera de la habitación a la mañana siguiente, Reagan le preguntó a Cath si quería ir a la fiesta de Levi.
—No lo creo —dijo Cath—. Tengo clase el viernes por la mañana a las ocho y media.
—¿Quién se inscribe en una clase que es los viernes por la mañana a las ocho y media?
Cath se encogió de hombros.
No quería ir a la fiesta de Levi. A pesar de que a ella le gustaba él, no le gustaban las fiestas. Y no quería que la primera vez que lo viera después de lo que había pasado fuera en una fiesta. Con personas fiesteras. Con cualquier persona.
Cath estaba bastante segura de que era la única persona en Pound Hall esta noche. Trató de decirse a sí misma que era algo genial tener un edificio de doce pisos para sí misma. Como estar atrapada en la biblioteca durante la noche.
Es por eso que no puedo estar con Levi. Porque soy el tipo de chica que fantasea con estar atrapada en una biblioteca durante la noche y Levi no puede ni siquiera leer.
Cath inmediatamente se sintió mal por pensar eso. Levi podría leer.
Más o menos.
Siempre había pensado que, o bien la gente podía leer o no podían. No esta cosa intermedia que Levi tenía, donde su cerebro podía entender las palabras, pero no podía retenerlas. Como si leer fuera uno de esos juegos de agarrar cosas que tenían en la bolera.
Pero Levi claramente no era tonto. Recordaba todo. Podría citar extensamente las películas de Simon Snow, y sabía todo lo que había que saber sobre los búfalos y el frailecillo silbador…
Y ¿por qué aún seguía discutiendo este punto consigo misma?
No es que fuera a enviarle la calificación del ACT de Levi a Abel.
Debería haberle respondido los mensajes de texto.
A Levi, no Abel.
Pero eso habría sido participar en esta situación. Como mover una pieza de ajedrez. O iniciar desde cero en un sube y baja. Lo mejor era dejar a Levi en el aire durante un día o dos antes de que terminara atrapada ahí por sí misma…
El hecho de que ella pensaba en lo que fuera que era esto en términos de juegos infantiles demostraba que no estaba preparada para ello. Para él. Levi era un adulto. Tenía un camión. Y vello facial. Y había dormido con Reagan, ella prácticamente lo había admitido.
Cath no quería mirar a un chico e imaginar a las personas con las que había dormido…
Eso nunca había sido un problema con Abel. Nada era un problema con Abel. ¡Porque —podía oír gritando a Wren—, no te gusta!
A Cath le gustaba Levi. Mucho. Le gustaba mirarlo. Le gustaba escucharlo. Aunque a veces odiaba escucharlo hablar con otras personas. Y odiaba la forma en que él pasaba sonriendo a todos los que conocía como si no le costara nada, como si nunca hubiera salido corriendo. Hacía que todo pareciera tan fácil…
Incluso de pie. No se había dado cuenta de la cantidad de trabajo que todos los demás ponían manteniéndose a sí mismos en posición vertical hasta que vio a Levi apoyado contra una pared. Parecía que estuviese apoyado en algo, incluso cuando no lo estaba. Hacía ver esa posición como si estuviera acostado.
Pensar en las perezosas caderas de Levi y sus hombros sueltos arrastraba a la memoria de Cath a su cama.
Había pasado la noche con un chico. Había dormido con él. Y no importaba que eso fuera lo único que habían hecho, porque seguía siendo un gran asunto. Deseaba poder hablar con Wren sobre esto.
Maldita Wren.
No… maldita sea ella. No debía preocuparse por ella. Todo lo que hacía Wren complicaba últimamente el mundo de Cath.
Cath había dormido con un chico.
Con un hombre.
Y había sido impresionante. Caliente. Y enredado. ¿Qué hubiera pasado si hubieran despertado de otra manera? Sin Reagan irrumpiendo. ¿Querría Levi besarla otra vez? ¿O solo se habría apresurado a salir con solo un «es tarde»?
Es tarde.
Cath encendió su portátil. Había estado trabajando en el mismo párrafo por dos horas. Era una escena de amor —una muy leve— y seguía perdiendo la pista de donde las manos de Baz y Simon se encontraban. Se confundía a veces con todos los «él» y los «sus», había estado mirando el párrafo durante un largo tiempo, y estaba empezando a sentir que había escrito cada frase antes. Tal vez sí lo había hecho.
Cerró el portátil y se puso de pie. Eran casi las diez. ¿A qué hora terminaban las fiestas? ¿A qué hora comenzaban? No es que le importara llegada a este punto. Cath no tenía ninguna manera de llegar a la casa de Levi.
Se acercó y se miró en el espejo de cuerpo entero que había montado en su puerta.
Lucía exactamente como ella era; una nerd de dieciocho años que sabía todo sobre chicos y fiestas.
Pantalones ajustados. Caderas no delgadas. Una descolorida camiseta roja que decía: LA PALABRA MÁGICA ES POR FAVOR. Un rosa-y-marrón cárdigan. Y su cabello estaba recogido en un flojo moño en la parte superior de su cabeza.
Se sacó la goma del cabello y se quitó las gafas; tenía que dar un paso más cerca del espejo para verse con claridad.
Levantó la barbilla y obligó a su frente a relajarse.
—Yo soy genial —se dijo a sí misma—. Que alguien me dé un poco de tequila porque totalmente lo beberé. Y no hay manera de encontrarme más tarde teniendo un ataque de pánico en el baño de mis padres. ¿Quién quiere un beso francés?
Esto era porque no debía estar con Levi. Seguía llamándolo «Beso francés» y solo se daba la vuelta poniendo su lengua en la boca de la gente.
Cath aún no lucía genial. No lucía como Wren.
Empujó sus hombros hacía atrás, dejando su pecho sobresalir. No había nada de malo con sus pechos, eso lo sabía. Eran lo suficientemente grandes ya que nadie nunca llamó a su pecho plano. Aun así deseó que fueran un poco más grandes; podrían balancear sus caderas. Entonces Cath no tendría que marcar «forma de pera» en las guías de «cómo vestirte según tu tipo de cuerpo». Esas guías que trataban de convencerte de que está bien tener cualquier tipo de forma, pero cuando tu cuerpo es sinónimo para FUBAR[21], es difícil de creer.
Cath fingió ser Wren; fingió que no le importaba. Empujó sus hombros hacía atrás, levantó la barbilla y miró sus ojos para decir, ¿Me has conocido ya? Soy genial, también.
La puerta se abrió de golpe y el pomo atrapó a Cath por las costillas.
—Mierda —dijo, cayendo a medio camino sobre su cama, a medio camino sobre el suelo. Tenía los brazos sobre su cabeza, al menos había logrado proteger su cara.
—Mierda —dijo Reagan. Estaba de pie sobre Cath—. ¿Estás bien?
Cath llevó una mano a un costado de su cuerpo y terminó deslizándose sobre el suelo.
—Jesús —gimió.
—¿Cath? Mierda.
Se incorporó lentamente. Nada parecía roto.
—¿Por qué estabas de pie justo en frente de la puerta? —demandó Reagan.
—Tal vez estaba a punto de salir —dijo Cath—. Jesús, ¿por qué tienes que patear la puerta abierta cada vez que vienes a casa?
—Mis manos siempre están llenas. —Reagan dejó la mochila y la bolsa de lona y le ofreció una mano a Cath. Pero ella la ignoró y se irguió en la cama—. Si sabes que siempre pateó las puertas abiertas —dijo Reagan—. Deberías saber que no debes estar de pie allí.
—Pensé que estabas en la fiesta. —Cath se puso las gafas—. ¿Es así como dices que lo sientes?
—Lo siento —dijo Reagan. Al igual que ella por el costo de todos sus consejos—. Tuve que trabajar. Voy a ir a la fiesta ahora.
—Oh.
Reagan pateó uno de sus zapatos dentro del armario.
—¿Vienes?
No miró a Cath. Si lo hubiera hecho, Cath podría haber dicho algo distinto a lo que respondió:
—Claro.
Reagan se detuvo en medio de un tiro y miro hacia arriba.
—¿Oh? Bueno… entonces… Me voy a ir a cambiar.
—Bien —dijo Cath.
—Está bien. —Reagan tomó su cepillo de dientes, bolsa de maquillaje, y volvió a mirar a Cath, sonriendo en señal de aprobación.
Cath miró al techo.
—Solo cámbiate.
Tan pronto como Reagan salió, Cath se levantó, haciendo una mueca y sintiendo su costado otra vez, abrió su armario. Baz la fulminó con la mirada desde el lado posterior de la puerta.
—No te quedes allí parado —murmuró al recorte—. Ayúdame.
Cuando ella y Wren habían repartido su ropa, ella había tomado todo lo que decía «Fiesta en el lugar de un chico» o «Saliendo de casa». Cath había tomado todo lo que decía «Toda la noche escribiendo» o «Está bien que se derramé el té en éste». Accidentalmente había agarrado unos vaqueros de Wren en Acción de Gracias, así que los puso allí. Encontró una camiseta blanca que no tenía nada en ella —algo Simon—, había una extraña mancha que tendría que ocultar con un suéter. Por lo que sacó su más pequeño cárdigan negro.
Cath tenía maquillaje en alguna parte. En uno de sus cajones. Encontró máscara de pestañas, delineador de ojos y una botella con aspecto sucio de base, luego fue a pararse frente al espejo de maquillaje de Reagan.
Cuando Reagan regresó, abriendo suavemente la puerta, su rostro parecía fresco y su cabello rojo estaba plano y liso. Reagan lucía como Adele, pensó Cath. Si Adele tuviera algo como una más fuerte hermana gemela estafadora, una doble.
—Mírate —dijo Reagan—. Te ves. Un poco mejor de lo habitual.
Cath gimió, sintiéndose demasiado impotente para darse vuelta.
Reagan se echó a reír.
—Te ves muy bien. Tu cabello se ve bien. Es como Kristen Stewart cuando tiene extensiones. Sacúdelo.
Cath sacudió la cabeza como si estuviera enfáticamente en desacuerdo con algo.
Reagan suspiró y tomo los hombros de Cath, tirando su cabeza hacia abajo y sacudiendo su cabello desde la raíz. Las gafas de Cath cayeron.
—Si no vas a alborotarlo —dijo Reagan—. Podrías al menos lucir como si hubieras sido jodida.
—Jesús —dijo Cath, tirando su cabeza hacia atrás—. No seas obscena —se inclinó para recoger sus gafas.
—¿Necesitas eso? —preguntó Reagan.
—Sí. —Cath se las puso—. Necesito que eviten que esto sea como la chica de en Ella Es Así[22].
—No importa —dijo Reagan—. Ya le gustas. Creo que él está en la cosa de colegiala nerd. Habla de ti como si fueras algo que encontró en el museo de historia natural.
Eso confirmó todo lo que Cath había temido sobre Levi esperando para comprar un boleto para su show de fenómenos.
—Eso no es algo bueno —dijo.
—Lo es si se trata de Levi —dijo Reagan—. Le gustan esas cosas. Cuando se pone triste, le gusta caminar por Morill Hall.
Ése era el museo del campus. Había dioramas de fauna y el fósil de Mamut más grande del mundo.
—¿Lo hace? —Dios, eso es lindo.
Reagan rodó los ojos.
—Vamos.
Eran casi las once cuando llegaron a la casa de Levi, pero no estaba exactamente oscuro, debido a toda la nieve.
—¿Habrá alguien todavía aquí? —preguntó Cath a Reagan cuando bajaron del coche.
—Levi seguirá aquí. Vive aquí.
La casa era exactamente como Cath había imaginado. Era un barrio antiguo con grandes casas blancas victorianas. Cada casa tenía un gran porche y demasiados buzones a un lado de la puerta. El aparcamiento era ridículo. Tuvieron que aparcar a cuatro cuadras de allí, y Cath se alegró de no llevar puntiagudas botas de tacón como Reagan.
Para cuando llegaron a la puerta, el estómago de Cath se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo. Se retorció dolorosamente y podía sentir su aliento ir y venir.
No podía creer que estaba haciendo esto. Chicos. Fiesta. Extraños. Cerveza. Extraños. Fiesta. Chicos. Contacto visual.
Reagan la miró.
—No seas tonta —dijo con severidad.
Cath asintió, mirando hacia abajo a la desgastada alfombra de bienvenida.
—No te abandonaré allí —dijo Reagan—. Incluso si quieres.
Cath asintió de nuevo, y Reagan abrió la puerta.
De inmediato fue más caliente y brillante en el interior, y no exactamente como Cath lo había imaginado.
Cath había imaginado paredes desnudas y los pocos muebles como algo que habían cogido de la basura y nadie quería tomarlos.
Pero la casa de Levi era realmente agradable. Simple, pero agradable. Había algunos cuadros colgados en las paredes, y plantas de interior en todas partes; helechos, plantas arañas y un árbol de Jade tan grande, que parecía un árbol real.
Había música sonando —soñolienta, música electrónica— no demasiado ruidosa. Y alguien estaba quemando incienso.
Había un montón de gente todavía allí —todos mayores que Cath, al menos mayores como Levi— que solo estaban hablando. Dos chicos de pie a un lado del estéreo en un tipo de baile, un tipo de solo hacer el tonto, y no parecía que les importara ser los únicos.
Cath estaba tan cerca como pudo de la espalda de Reagan y trató de no ser tan obvia buscando a Levi. (Dentro de su cabeza, Cath estaba de pie en puntillas, con la mano sobre los ojos, escaneando el horizonte en busca de barcos).
Todos allí sabían quién era Reagan. Alguien les entregó una cerveza a cada una, Cath tomó la de ella pero no la abrió. Fue el compañero de Levi. Uno de ellos. Casi todo el mundo que Cath conoció en los siguientes minutos era un compañero de Levi. Miró a través de ellos.
Quizás Levi estaba en el baño.
Quizás ya se había ido a la cama. Tal vez Cath podría subir a su cama como Ricitos de oro, y si despertaba, ella solo diría «es tarde» y saldría corriendo. Ricitos de oro más Cenicienta.
Reagan había terminado la mitad de una cerveza antes de preguntar a alguien.
—¿Dónde está Levi?
La persona, un hombre con barba y gafas negras, miró alrededor de la sala de estar.
—Cocina, ¿tal vez?
Reagan asintió como si no le importara. Porque en realidad no lo hacía, pensó Cath.
—Vamos —le dijo a Cath—. Vamos a buscarlo. —Y luego, cuando se había alejado de los demás—: Sé genial.
La casa tenía tres grandes habitaciones en la parte posterior que estaban conectadas —sala de estar, comedor y terraza acristalada— la cocina estaba en la parte de atrás, a través de una puerta estrecha. Cath estaba detrás de Reagan, por lo que ella vio a Levi antes a través de la puerta.
—Mierda. —Cath la oyó susurrar.
Cath dio un paso entrando a la cocina.
Levi estaba recostado de espalda contra el fregadero. (Levi, siempre recostado). Tenía una botella de cerveza en una mano, la misma mano que apretaba la espalda de una chica.
La chica parecía mayor que Cath. Incluso con los ojos cerrados. La otra mano de Levi estaba enredada en su cabello largo y rubio, y él la estaba besando con la boca sonriente y abierta. Hacía que pareciera fácil.
Cath miró hacia abajo inmediatamente y salió de la cocina, dirigiéndose directamente a través de la casa hacia la puerta principal. Sabía que Reagan estaba detrás de ella, porque la oía murmurar.
—Mierda, mierda, mierda.
* * *
—Pero no lo entiendo —tartamudeó Simon—. ¿Quién es Insidiuos Humdrum? ¿Es un hombre?
—Tal vez. —El mago se limpió la arena de los ojos y extendió la varita frente a ellos—. Olly olly oxen free —susurró. Simon se cubrió a sí mismo, pero nada pasó—. Tal vez es un hombre —dijo el mago, recuperando su sonrisa irónica—. Tal vez es algo más, algo menos, creo.
—¿Él es un mago? ¿Cómo nosotros?
—No —dijo el mago con severidad—. De eso podemos estar seguros. Él… si de verdad es un él… es enemigo de la magia. Destruye la magia; algunos piensan que se la come. Intenta limpiar lo bueno del mundo de los magos, siempre que puede. Tú eres demasiado joven para saber esto, Simon. Once es demasiado joven. Insidiuos Humdrum es la mayor amenaza a la que el Mundo de los Magos se ha enfrentado jamás. Él es poderoso, es omnipresente. Pelear contra él es como combatir contra el sueño cuando estás más allá del borde del agotamiento.
—Pero debemos luchar contra él. Fuiste reclutado para Watford porque creímos que Humdrum había tomado un especial interés en ti. Queremos protegerte; me comprometo a hacerlo con mi vida. Pero debes aprender, Simon, tan pronto como sea posible, la mejor manera de protegerte a ti mismo.
Del capítulo 23, Simon Snow y el Heredero Del Mago, copyright © 2001 por Gemma T. Leslie.