A todos aquellos que están convencidos de que existen cosas que hay que creerlas para verlas, una forma de entender la vida muy común entre los aragoneses, bretones y aquitanos, verdaderos héroes de este libro.
A quienes me habéis traído hasta aquí desde el vestíbulo de la estación internacional de Canfranc.
Y a todos los realizadores de sueños que me acompañan en la cotidianidad, entre ellos y de forma muy especial, quiero dedicar esta novela a Raquel, Puri y Cristina.