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Lo logró cuando todo apuntaba a que él tardaría en correrse; lo cual le hizo augurar que podría alcanzar, por lo menos, otro orgasmo.

Pero algo se convulsionó en su interior invadiéndola, sin que esta vez se tratase de ningún orgasmo. Unas imágenes llenaron su mente sustituyendo la cara y el torso de su amante que seguía bombeando encima de ella. Se encontraba en otro lugar —no sabía dónde—, con otra persona. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Era una alucinación? Parecía otra de las extrañas visiones que la atormentaban desde niña, pero con una fuerza inusitada y de mucha mayor claridad. Sintió incluso dolor.

Mucho dolor.

Algo le estaba abriendo el vientre a la altura del ombligo. Primero notó una punzada aguda; a continuación, algo o alguien le hurgaba en las tripas. Sintió náuseas y al principio las contuvo; pero aquella mano —estaba ya convencida de que era una mano lo que tenía en su interior— seguía moviéndose dentro de ella. Sentía el cuerpo mojado de cintura para abajo, y la sensibilidad de las piernas parecía estar desapareciendo.

No pudo aguantar más la sensación de angustia y vomitó sobre sí misma a la vez que gritaba de puro pánico. Un grueso chorro salió de su boca apestando la habitación.

Por lo visto había perdido el conocimiento después de vomitar, cuando volvió en sí, estaba fría y seguía desnuda, tenía todo el cuerpo cubierto de vómito, y la cama no se había librado del ataque estomacal. Estaba sola y todo a su alrededor resultaba hediondo. No recordaba todo lo ocurrido pero se llevó aterrorizada las manos a la barriga. La habían cortado y alguien había estado hurgando en su interior; había quedado cubierta de sangre antes de vomitar; o al menos eso creía. Pero si eso hubiera ocurrido, ahora estaría muerta en lugar de estar con la nariz arrugada para que el hedor no resultase tan insoportable.

Estaba sola.

Se sentía confusa y tardó en hilar medianamente bien sus pensamientos. Había tenido algo más que una visión porque podría jurar que había sido... ¿destripada? ¿Era esa la expresión correcta? Algo o alguien la había rajado y sacado sus tripas al exterior después de rebuscar dentro de ella. Recordaba la sensación, el dolor, la angustia insoportable, la humedad de la sangre caliente llenándole la barriga, el sexo y las piernas.

Se levantó sintiendo asco de sí misma y corrió hasta el cuarto de baño para ducharse, no podía esperar a que se llenase la bañera aunque lo que más le apetecía en ese momento era un baño caliente y duradero. Un baño que penetrara en cada poro de su piel arrancando esa sensación de asco e incluso de dolor que permanecía en ella. ¿Dónde estaba la sangre? —se preguntaba.

Al ducharse descubrió restos de semen en la vagina, lo cual le indicó claramente que su amante había llegado a correrse; sin duda antes de que ella le vomitara encima. ¿Cómo podía haberla abandonado? Todo apuntaba a que se había asustado. Tal vez creyera que estaba muerta y temía que alguien descubriese que él era el causante de todo. Un respetable hombre casado que seguro que ganaba más de trescientos mil al año no podía verse envuelto en la muerte de una jovencita impúdica y ninfómana que se acostaba con el primero que pillaba. Seguramente pensó que estaba enferma y que tuvo un extraño ataque mientras se la estaba follando. Tal vez se fue simplemente porque no pudo soportar el asco de verse cubierto por el vómito de otra persona; o tal vez ella le había gritado que se fuera.

No podía recordarlo.

El encantador de abejas
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