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Lo que se temía había acabado por suceder, y no le gustaba. No le gustaba sentir necesidad por nadie, y menos sexualmente hablando. Tendría que plantearse la posibilidad de cambiar de alojamiento, porque no podía permitirse el lujo de pasarse las mañanas enteras; incluso durante las vistas orales, pensando en su casero. Esperaba con deleite la llegada de la tarde para que Luis la cogiera y la poseyera hasta destrozarla; y todo eso sin apenas cruzar una sola palabra. Se sentía como una puta que estaba siendo utilizada.
Cada vez era más desconsiderado, pero ella esperaba inquieta hasta el día siguiente para volver a ser poseída. Incluso los viernes por la tarde, que solía ir a casa directamente desde el Juzgado, estaba acudiendo a su habitación con la excusa de recoger el equipaje, para dejarse ver. Luis entraba en su habitación apenas diez minutos después de su llegada.
Entraba sin llamar.
Se sentía como una chiquilla enamoradiza de dieciséis años. No sabría muy bien explicar qué era lo que sentía por Luis, era sencillamente aborrecible, y tal vez por eso lo tenía como modelo de hombre; ¿acaso no los odiaba a todos? Pero lo que resultaba paradójico era que odiándolo, se dejara poseer del modo tan absoluto como lo estaba haciendo.