7

Sabía que resultaba muy atrevido presentarse en la pensión un viernes por la tarde para hablar con su jefa, pero pensaba que era mejor hacerlo el viernes porque si la cosa no iba del todo bien, doña Juana tendría tiempo de olvidarlo, o al menos de minimizar la mala impresión, durante todo el fin de semana.

Cuando le preguntó a la señora Lucía por doña Juana, esta se sorprendió, pero le dijo que debía de estar en su habitación si aún no había partido hacia Valencia. Sabía perfectamente que todavía no se había marchado, pero no quiso dar la sensación de que controlaba en exceso a sus huéspedes. También sabía que Luis estaría con ella en esos momentos. Era algo de lo que se había dado cuenta varios meses atrás.

—Tal vez no quiera que la molesten a estas horas. ¿Por qué no esperas a que baje?

—No, mejor subo y llamo a la puerta. Si no me puede atender no creo que se lo calle.

—Tú veras.

Alfonso tuvo la sensación de que la señora Lucía ocultaba algo, pero no le dio demasiada importancia. Cuando subía por la escalera, se cruzó con su amigo.

—Hombre, Alfonso, ¿cómo tú por aquí? —no lo miró a los ojos al hablarle, lo cual también le pareció extraño en un hombre tan abierto como Luis.

—Nada, que quería hablar un momento con doña Juana. ¿Sabes si estará en la habitación?

—... no sé —titubeó.

—Bien, no importa; ahora lo compruebo. Buenas tardes.

—Buenas tardes.

Alfonso siguió hasta la habitación de doña Juana con una decisión que incluso le sorprendió a sí mismo; aunque por un momento se sintió torpe. ¿Cómo se lo tomaría si de repente llamaba a la puerta de la pensión donde se alojaba? Eso era como llamar al dormitorio de alguien. De pronto le pareció un grave atrevimiento por su parte, era como traspasar de golpe la intimidad de una persona; y en este caso de alguien muy por encima de él. Además; nadie espera visita en la habitación de su hotel o de su pensión a no ser que haya sido previamente concertada por algo concreto. ¿Qué pensaría doña Juana al abrir la puerta y verlo a él? ¿Y si le abría en ropa interior? Pensaría que quien llamaba era doña Lucía, o alguien a quien ella estuviese esperando. De ninguna manera podría esperar ver la cara de un subordinado suyo en aquel lugar.

Aún estaba a tiempo de salvar la situación, podía dar media vuelta e irse mientras se excusaba. ¿Informaría doña Lucía de su visita? ¿Qué pensaría su jefa cuando se enterase? Tal vez ya fuese demasiado tarde para irse de allí como si nada hubiese ocurrido. Si se enteraba de su visita frustrada, sin duda querría saber para qué la buscaba; y no solo eso, sino que querría también averiguar el motivo de su cambio de opinión en el último momento. ¿Tendría que contarle que la había imaginado abriéndole la puerta en bragas?

De un modo u otro, se sentía incapaz de llamar a la habitación. Si fuese su casa sería distinto. En una casa, el propietario no le abre a uno la puerta del dormitorio nada más llegar. El visitante no tiene por qué ver la cama deshecha, ni las bragas de nadie tiradas en el suelo. Definitivamente iría a verla a su casa; al menos así no forzaría la situación. Podría ir a Valencia esa tarde y visitarla allí. Tampoco sería necesario decirle que había ido a propósito, le diría que iba de compras y de pronto se le ocurrió la posibilidad de visitarla y comentarle un asunto que le preocupaba. Sería un buen modo de romper el hielo antes de entrar en materia.

Al salir de la pensión, Luis y Lucía lo saludaron. Devolvió el saludo sin mucho entusiasmo y, sin levantar la vista del suelo, salió a la calle un tanto avergonzado.

El encantador de abejas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml