SÓLO TENGO UN DESEO

Sólo tengo un deseo:

que en la paz de la tarde

me permitáis morir

a la orilla del mar;

me sea dulce el sueño

y el bosque esté cercano,

que en la extensión del agua

reine un cielo sereno.

Oriflamas no quiero,

ni un lujoso ataúd,

hacedme sólo un lecho

con las jóvenes ramas.

Y nadie junto a mí

llore en mi cabecera,

nada más que el otoño

hable en las hojas secas.

Mientras corren las fuentes

cayendo rumorosas,

se deslice la luna

sobre los altos pinos.

Que las esquilas suenen

al viento de la tarde,

que sobre mí el sagrado

tilo vuelque sus ramas.

Como ya no andaré

nunca más errabundo,

tiernamente mi tumba

cubrirán los recuerdos.

Los astros, que se elevan

de la enramada en sombra,

serán para mí amigos,

sonriendo de nuevo.

Gemirá apasionado

el canto del mar áspero…

y me volveré tierra

en mi honda soledad.

1883