SOLEDAD

Están bajas las cortinas

y yo sentado en mi mesa;

mientras el fuego crepita,

me hundo en mis pensamientos.

Pasan nubes por mi espíritu

con sus dulces ilusiones.

Los recuerdos, como grillos,

cantan en los viejos muros.

O resbalan dulcemente,

consolando al alma triste,

como las gotas de cera

al pie del Crucificado.

Por los rincones del cuarto

la araña tejió su red,

y entre montones de libros

furtivos van los ratones.

En esta paz tibia y dulce,

alzo la vista al granero

y escucho cómo me roen

las cubiertas de mis libros.

¡Cuántas veces deseé

colgar mi lira de un clavo,

que la soledad concluya

y acabe la poesía!

Pero entonces, grillo, ratas,

con sus pasitos menudos,

me traen mi melancolía

y se me convierte en versos.

A veces… muy raramente,

aún mi lámpara encendida,

mi corazón se estremece

al oír girar la llave.

Es Ella. La casa sola,

de pronto, parece llena.

En el paisaje sombrío

de mi vida, Ella es la luz.

Y me enfurece que el tiempo

siga y siga deslizándose

cuando, mi mano en su mano,

mi boca en su boca le habla.

1878