CARTA XXXVI Contestació a Pamela Tifus de Donya Helena Sanchis

Barcelona, 21 d’abril de 1976

Estimada amiga, ¿o tendría que decir amigo? He leído detenidamente su carta y he llegado a las conclusiones siguientes: En primer lugar, no hay cosméticos que puedan ocultar sus ojeras ni su desgracia, por desgracia y valga la redundancia. La casa de cosméticos de Doña Helena Sanchis, además de su crema de pepinos, fabrica una infinidad de cremas naturales, pero no ha logrado la que usted nos pide. Ráspese los ojos con papel de lija y agua, u ocúltese a sol y sombra durante los próximos veinte años.

En cuanto a su problema, creo que este consultorio sentimental, pero decente, no es el lugar indicado para exponer su problema, pero Helena Sanchis, siempre a la vanguardia y al tanto de los problemas de todas sus radioescuchas, se sensibiliza y no queriendo eludir el suyo, de forma breve y sintética intentará darle una contestación.

1º: Amiga, su problema entiendo que es psíquico, por lo que le recomiendo que consulte con un buen psiquiatra de su ciudad. La homosexualidad además de ser un vicio horrendo, puede convertirse, si no se le ataja a tiempo, en una enfermedad incurable.

2º: Comprenda usted, querida amiga, que partiendo del postulado anterior, debe renunciar a destruir la felicidad del matrimonio en cuestión, que como toda pareja, tienen sus altibajos y problemas, pero pasadas estas pruebas iniciales, deben defender su felicidad por encima de todo.

Debería buscarse una mujer buena y cariñosa que le saque de ese abismo de concupiscencia y deshonra en que se encuentra sumido, y casarse.

3º: ¿Qué le puede usted ofrecer a ese hombre que su mujer no le haya ofrecido ya, desde que Dios bendijo su matrimonio? ¿Hijos? ¿Un hogar? ¿La satisfacción del deber cumplido y una vejez honrosa codo con codo, cuidados por sus hijos, amantísimos de sus progenitores?

Piénselo, querida, el amor que usted siente es un espejismo creado por la soledad en que se encuentran las «personas como ustedes». No hay Dios que bendiga sus anormales relaciones, ni personas decentes que las admitan.

Renuncie y piense que en su renuncia se encuentra la hombría, la caballerosidad y la grandeza, que son virtudes tan consustanciales de nuestra raza española, que gracias al cielo, se distinguen de la ola de corrupción extranjera que desgraciadamente nos invade.

Sin más, reciba un saludo de:

Helena Sanchis.

Nota: En l’original, aquesta carta venia gravada en una cassette del programa de ràdio «Consultorio sentimental de Doña Helena Sanchis».