Capítulo 50
ENTRE LOS VIVOS
El domingo por la mañana empezó frío, soleado y con brisa. A Dodd le sorprendió la ausencia de cualquier marca visible de lo que había ocurrido durante las últimas veinticuatro horas. «Fue un día extraño», escribió, «donde sólo hubo noticias normales en los periódicos».[727]
Se decía que Papen estaba vivo y bajo arresto domiciliario en su apartamento, junto con su familia. Dodd esperaba usar la poca influencia que poseía para mantenerle con vida, si es que en realidad la supervivencia de Papen era un hecho cierto. Los rumores aseguraban que el vicecanciller estaba destinado a ser ejecutado, y que tal cosa podía ocurrir en cualquier momento.
Dodd y Martha cogieron el Buick de la familia y fueron en coche al edificio del apartamento de Papen. Pasaron ante la entrada muy despacio,[728] para que los guardias de las SS viesen el coche y reconociesen su procedencia.
El pálido rostro del hijo de Papen apareció en una ventana, parcialmente oculto tras unas cortinas. Un oficial de las SS de guardia en la entrada del edificio les miró ceñudo al pasar. Para Martha quedó bien claro que el oficial había visto que la matrícula pertenecía a un diplomático.
Aquella tarde, Dodd fue de nuevo en coche a casa de Papen, pero en esta ocasión se detuvo y dejó una tarjeta de visita a uno de los guardias, en la cual había escrito: «Espero que podamos hablar pronto».
Aunque Dodd desaprobaba las maquinaciones políticas de Papen y su pasada conducta en Estados Unidos, también le gustaba el hombre que disfrutaba discutiendo con él desde su enfrentamiento en aquella cena en el Pequeño Baile de la Prensa. Lo que motivaba a Dodd entonces era su repulsión ante la idea de que cualquier hombre fuera ejecutado al capricho de Hitler, sin ningún tipo de garantía ni juicio.
Dodd volvió a casa. Más tarde, el hijo de Papen diría a los Dodd lo agradecidos que se sintieron él y su familia por la simple aparición de aquel Buick en la calle, aquella tarde letal.
* * *
Continuaron llegando informes a la residencia de los Dodd de nuevos arrestos y crímenes. El domingo por la noche Dodd asumió con razonable certeza que el capitán Röhm había muerto.
La historia, reconstruida posteriormente, era la siguiente:[729]
Al principio Hitler no había decidido aún si ejecutar a su antiguo aliado, encerrado en una celda en la prisión de Stadelheim, pero al final cedió a la presión de Göring y Himmler. Pero aun así Hitler insistía en que primero se debía dar a Röhm una oportunidad de suicidarse.
El hombre asignado a la tarea de ofrecer esa oportunidad a Röhm era Theodor Eicke, comandante de Dachau, que se encaminó a la prisión el domingo junto con un ayudante suyo, Michael Lippert, y otro hombre de las SS del campo. Los tres fueron a la celda de Röhm.
Eicke le dio a Röhm una Browning automática y una edición reciente del Völkischer Beobachter que contenía un artículo explicando lo que el periódico llamaba «El golpe de Estado de Röhm», al parecer para demostrarle a Röhm que todo estaba perdido.
Eicke salió de la habitación. Pasaron diez minutos sin que se oyese ningún disparo. Eicke y Lippert volvieron a la celda, le quitaron la Browning y luego volvieron empuñando sus propias armas. Encontraron a Röhm de pie ante ellos, sin camisa.
Los relatos varían en cuanto a lo que ocurrió después.[730] Algunos dicen que Eicke y Lippert no dijeron nada y empezaron a disparar. Otros dicen que Eicke grito: «Röhm, prepárate», ante lo cual Lippert disparó dos veces. Otros conceden a Röhm un momento de valentía, durante el cual declaró: «Si me tienen que matar, que sea el propio Adolf».
La primera andanada no mató a Röhm. Se quedó tirado en el suelo, gimiendo «mein Führer, mein Führer». Al final le dispararon una bala en la sien.
Como recompensa,[731] Eicke recibió un ascenso que le colocó a cargo de todos los campos de concentración de Alemania. Exportó las normas draconianas que había implantado en Dachau a todos los demás campos que estaban bajo su mando.
Aquel domingo, un agradecido Reichswehr hizo otro pago del trato acordado a bordo del Deutschland. El ministro de Defensa Blomberg, en su orden del día para aquel domingo 1 de julio, anunciaba: «El Führer, con marcial decisión y un valor ejemplar, ha atacado y aplastado él mismo a los traidores y asesinos. El ejército, como portador de las armas del pueblo entero, muy lejos de los conflictos de la política interna, mostrará su gratitud con devoción y lealtad. El ejército promoverá con mucho gusto las buenas relaciones hacia las nuevas SA exigidas por el Führer, en la conciencia de que los ideales de ambos son comunes. El estado de emergencia ha llegado a su fin en todas partes».[732]
* * *
A medida que el fin de semana iba avanzando, Dodd se enteró de que corría por todo Berlín una nueva frase, que se mencionaba al encontrar a un amigo o conocido por la calle, sobre todo levantando irónicamente una ceja: «Lebst du noch?», que significa: «¿Todavía estás entre los vivos?».[733]