Capítulo 19
CASAMENTERO
Putzi Hanfstaengl conocía las diversas relaciones románticas de Martha, pero hacia el otoño de 1933 había empezado a imaginar para ella una nueva pareja.
Pensando que Hitler sería un líder mucho más razonable si se enamorase, Hanfstaengl se convirtió en casamentero suyo. Sabía que no sería fácil. Al ser uno de los ayudantes más íntimos de Hitler, sabía que el historial de relaciones de Hitler con las mujeres era extraño, manchado por la tragedia y los persistentes rumores de conductas desagradables. A Hitler le gustaban las mujeres, pero más como elementos decorativos que como fuente de intimidad y amor. Se había hablado de numerosas aventuras,[412] sobre todo con mujeres mucho más jóvenes que él, en un caso incluso una chica de dieciséis años llamada Maria Reiter. Había una mujer, Eva Braun, que tenía veintitrés años menos que él y había sido compañera intermitente suya desde 1929. Hasta el momento, sin embargo, la única pasión devoradora de Hitler fue la que sintió por su joven sobrina, Geli Raubal. La encontraron muerta a tiros en el apartamento de Hitler, con el revólver de él cerca. La explicación más probable era el suicidio, el único modo que tuvo ella de escapar al afecto celoso y opresivo de Hitler (su «pegajosa posesividad»,[413] como decía el historiador Ian Kershaw). Hanfstaengl sospechaba que Hitler se había sentido atraído en tiempos por su propia mujer, Helena, pero ella le aseguró que no había motivo alguno para sus celos. «Créeme»,[414] le dijo ella, «es un ser absolutamente asexuado, no es un hombre».
Hanfstaengl telefoneó a Martha a su casa.
«Hitler necesita una mujer»,[415] le dijo. «Hitler debería tener una mujer norteamericana… una mujer encantadora podría cambiar el destino de toda Europa.» Y luego fue al grano. Le dijo: «¡Martha, esa mujer eres tú!».