LA CRUZADA DEL HIELO
Cuando hablamos de las cruzadas casi siempre lo asociamos con las campañas militares, por motivos religiosos, libradas en Tierra Santa contra los infieles, pero también en Europa tuvieron lugar este tipo de campañas: la Reconquista española, la cruzada contra los cátaros y la cruzada del hielo.
A finales de la década de los treinta del siglo XIII, el imperio mongol entraba a sangre y fuego en Rusia, causando una gran mortandad y sometiendo a la mayoría de los territorios que la conformaban. La República de Nóvgorod, estado autónomo comprendido entre el Báltico y los montes Urales, permaneció independiente porque, como la historia demostró a Napoleón o Hitler, es peligroso invadir Rusia en invierno. Aprovechando que las cosas estaban revueltas —a río revuelto, ganancia de pescadores—, la Iglesia católica pensó que era un buen momento para hacer entrar en razón a los ortodoxos repartidos por las repúblicas bálticas y Rusia. A esta cruzada, encabezada por los caballeros de la Orden Teutónica, se unieron suecos y daneses, aunque con otros fines más materiales: expandirse hacia el Este. El primer enfrentamiento entre Aleksandr Jaroslavich, al frente de las tropas de Nóvgorod, y las tropas suecas se produjo en el río Neva con la victoria de Aleksandr. Tras esta victoria, se le conocerá como Aleksandr Nevski (Alejandro del Neva).
Todavía quedaba la guinda del pastel… la Orden Teutónica. El 5 de abril de 1242, el lago Pepius todavía estaba congelado pero ya había zonas en las que la capa de hielo era demasiado frágil. Sobre el lago, la espectacular estampa de los caballeros con sus armaduras contrastaba con las tropas de Aleksandr escasamente preparadas y equipadas. Aleksandr buscó un lugar donde poder defenderse del brutal ataque de los cruzados, éstos atacaron el frente y rompieron rápidamente sus defensas y, cuando todo parecía perdido, los cruzados cayeron en la trampa. Fueron atacados y desbordados por las alas, ante lo que decidieron salir de aquella ratonera para agruparse y volver a atacar. La huida fue desordenada y cada uno escapaba por donde podía, los que menos suerte tuvieron escaparon hacia la zona donde el hielo no pudo soportar el peso de los caballeros con sus armaduras y caballos. El hielo se resquebrajó y los cruzados perecieron ahogados o congelados. Ante aquel desastre, desistieron y se retiraron.