CAPÍTULO LXXIII
REGRESÓ sin casi descansar mas que pocas horas en el propio carro, Lorenzo a Monterrey.
Una vez en el almacén de transportes, abrió la ventanita del camión, los niños estaban deteriorados, destrozados por el largo encierro...
Les dio de nuevo algo de comida y buena cantidad de bebida, debidamente encañonados con su arma, les permitió acercar sus deshechos hacia el portón del camión. Cerró de nuevo el portón y se dispuso a dormir unas horas, aguardando la noche.
En noche avanzada, mediante el botellón de gas narcótico que lanzó por el ventanuco de la cabina a la zona de carga, se aseguró de que todos durmieran y sacó el camión.
Se dirigió a las proximidades de Nuevo Laredo, en pleno campo, sacó a los niños y la conductora del camión, dejándoles allí.
Cuando despertaran, podrían llegar caminando a Nuevo Laredo y pedir ayuda.
Tenía una cosa clara; el lugar donde se encontraban la esposa y el hijo del Juez, lo comunicaría un día mas tarde, para causar mas sufrimiento a aquel asesino legal...
Regresó al almacén, guardó el camión y por la mañana, acudió a la cantina que tenía frente al almacén, asegurándose de indicarle al cantinero que estaría fuera casi un mes, que no le extrañara no ver movimiento...
Y entró en su carro y marchó a buscar a Carmen.
Y mientras manejaba su carro, no paraba de dar vueltas a su cabeza.
Cuando encontraran a la esposa y el hijo del Juez, a la vista del camión en cuyo interior los había dejado, dentro a su vez de su propio auto, irían como locos al almacén de Monterrey.
Bueno, todo lo había dejado bien preparado. En el momento que entraran, estallaría en mil pedazos el camión y había dejado el almacén repleto de gasolina...
—Que sufran— pensó.
Y se dijo a sí mismo:
¿Qué pasaría si a dos o tres fiscales que pronunciasen las fatídicas palabras “pena de muerte”, les cortaran el cuello los familiares del acusado?
¿Por qué los Colegios y Asociaciones de Médicos permiten tener asociados a criminales que traicionando el Juramento Hipocrático, dedican sus conocimientos médicos a asesinar a personas con total premeditación?
¿Por qué cualquiera de los que conocen la identidad de esos médicos asesinos, no la hacen pública para que les puedan escupir en la calle?.
¿Pero qué se han pensado que es una familia estos hijos de puta?
Y se le encendió la sangre y rompió en pedazos el equipo en el que debería haber comunicado el lugar en que se encontraban la mujer y el hijo del Juez.
—Que se queden allí para siempre— se dijo — mi vida y la de mi familia será una vida amargada, sin poder nunca mas ver a nuestros amigos ni familiares..., Siempre escondidos y temiendo ser descubiertos.
Tú, Juez, también sufrirás el resto de tu vida, si es que te importa algo la familia. Los encontrarás tarde y muertos y yo me habré vengado.
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Dedicado a todos aquellos que han sufrido la ejecución de un familiar o amigo.
FIN